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sábado, 25 de junio de 2022

Desconfiar no es un capricho


Jack Welch, famoso expresidente de General Electric,
  que fue una icónica empresa norteamericana, decía que, para lograr el CAMBIO, lo primero que había que hacer era: “enfrentar la realidad”.  Dado que este tema fue el foco del ganador de las elecciones este domingo, es importante  entender cual es esa realidad. Por la importancia que le doy al tema, mi análisis lo haré en dos blogs.

El resultado de la tormentosa y bochornosa campaña por la Presidencia de Colombia, que terminó el pasado domingo, donde primo el “todo vale para llegar al poder”, fue que se aumentara la desconfianza en la sociedad colombiana, como resultado de varias realidades que el nuevo presidente y todos los colombianos no podemos ignorar. 



Realized #1. La protuberante desconfianza, que tenemos  millones de colombianos que no votamos por el nuevo mandatario, y que contrasta con la carta blanca otorgada por otros millones de colombianos que le creyeron sus propuestas, muchas de ellas populistas, para un cambio del país. 


Realidad #2. Según el informe de la Registraduría de este martes: de un potencial de 39 millones de votantes, votaron el 58.16%. Esta es la más alta participación desde 1998. El ganador llega a la Presidencia con el 49.85% % de estos votos, mientras el perdedor obtuvo una votación del 47%,  con apenas  700.000 votos de diferencia. El  3.48% fueron votos en blanco o nulos. 



De estas cifras salen  dos conclusiones: la contienda política vuelve a dejar a un país muy dividido y un presidente electo por sólo el 28,9% del total de todos los colombianos que tienen edad de votar. En otras palabras, el 71.1% votaron en contra, en blanco o se abstuvieron. Claramente no fue un resultado contundente, aunque si fue inédito porque cambió el mapa político del país..

Realidad #3. Los resultados son históricos porque representan la primera vez que la izquierda llega al poder en Colombia. Este nuevo escenario muestra con contundencia, que soplan vientos muy fuertes de cambio, que los dirigentes tradicionales no supieron escuchar y que el nuevo presidente y su contenedor, lograron darles voz y amplificación a sus reclamos.



Hay  diferentes maneras de reaccionar ante esta nueva realidad. Para los más pesimistas, la queja o la resistencia, para los mas optimistas una oportunidad, y para los más realistas, hacer un  ajuste a las velas, persignarse y preparase para seguir adelante. No hay duda que estos resultados marcan un antes y un después para el país. 



Realidad #4. La fractura en que queda la sociedad colombiana, genera  un entorno emocional muy complejo. La  esperanza para los 11.3 millones de colombianos, quienes le creyeron las promesas al ganador y lo apoyaron, con la expectativa del milagro de un cambio radical, sin claridad de cual deben ser sus corresponsabilidades como ciudadanos, que con su voto crearon una nueva realidad.  


Y me sospecho que muchos de estos votantes, motivados más por la emoción que por la razón, no se hicieron las preguntas claves: ¿Hacia donde nos conduce el “cambio” propuesto?,  muy incierto y difícil  de adivinar. ¿Tiene el presidente electo la capacidad de ejecutarlo sin dividir aún más al país?. Hay serias dudas por sus antecedentes  como alcalde y dirigente político. Lo único cierto: tuvo un voto de confianza ciego y motivado por un rechazo a quienes manejaron el país en las últimas décadas, exacerbado por una pandemia.


Para los 10,6 millones que votamos en contra o quienes se abstuvieron de votar por otras razones, la trayectoria del  nuevo presidente  genera  una gran gran desconfianza, lo que hace tener dudas fundamentadas de sus verdaderas intenciones  de su agenda a partir del 7 de agosto. Los que no ejercieron su derecho al voto, muestran resignación, o indiferencia pero también desconfianza en el candidato y en el sistema. 


Realidad #5. Por sus obras los reconoceréis (San Mateo 7.16). La hoja de vida de quien  llega hoy a la Presidencia, muestra que fue un guerrillero del M_19 que combatió al establecimiento en su juventud. Aclaro que esta  no es una crítica, sino un hecho que no lo descalifica para aspirar a la presidencia, especialmente después de un imperfecto proceso de paz que apoyó. 


Más adelante, su hoja de vida muestra que ejerció la oposición a lo largo de sus 30 años de carrera política, como senador dentro del sistema que ahora quiere cambiar. Como opositor, se le reconoce su labor seria. También muestra que fue 4 años alcalde de Bogotá. ¿Pero como le fue?



Realidad #6. Cuando ocupó ese cargo, no pudo formar un equipo estable. Compañeros de lucha, como Navarro Wolf, para quien su pasado guerrillero no le impidió  ser reconocido como el mejor alcalde y gobernador del país, lo dejaron al mes de iniciada la administración. La inestabilidad de su equipo fue la marca de su mandato. 



Para evitar su destitución, después de un desastroso manejo del sistema de recolección de basuras, promovió la lucha de clases y dejó un legado con muchas promesas incumplidas. Tuvo  un manejo populista de las tarifas, que casi quiebra al sistema de transporte público y le dejó a su sucesor una administración minada desde adentro, con cientos de contrataciones realizadas a la carrera antes de entregar el cargo. Termino su mandato con un 32% de favorabilidad. 


Realidad #7. Su trayectoria de 30 años dentro del sistema, muestra que ha sido un brillante polemista, pero un muy  cuestionado ejecutor. Su experiencia dentro del establecimiento como político de izquierda, le ha permitido al hoy presidente, conocer los intríngulis del Estado y sus debilidades, para aprovecharlas, como lo hizo siendo alcalde, para saltarse la institucionalidad con decisiones arbitrarias e  irresponsables.  

Ha demostrado que es más fácil, hacer  la oposición señalando todo lo que no funciona en el Estado, que gobernar con efectividad. Es mucho más difícil convencer e inspirar a los ciudadanos, con el buen ejemplo de una gestión con resultados sobresalientes y transparentes,   como  lo logró  Navarro Wolf en Pasto.



Realidad #8. Dada su trayectoria en Bogotá, que le funcionó muy bien, no era sorprendente que en sus últimas dos campañas a la presidencia, atizara aun mas las  heridas de un país profundamente dividido, aprovechando la pelea del Uribismo contra el proceso de paz.. 


Realidad #9. Su trayectoria y ejemplo, muestran que el nuevo presidente de todos los colombianos, no ha dado el ejemplo, ni demostrado durante su vida política, las capacidades de un  liderazgo que convoca dese la diversidad, escucha con respeto a sus opositores sin destruir su reputación,  para integrar  y consolidar a una sociedad al rededor de un propósito compartido, en medio de un entorno muy complejo.


Realidad #10. La votación de  los colombianos,  tienen un punto en común:  la necesidad  del    ejercicio de un liderazgo sanador por parte de los dirigentes políticos, tema que particularmente ha brillado por su ausencia en los últimos años. Quienes han detentado el poder,  han estado lejos de ser unos modelos de rol para los colombianos en este campo. Al contrario, han brillado por sus peleas personales, sus insultos, sus bajezas y el desprecio por su rol de formadores de opinión. 



Realidad #11. Ayer Gaviria, el mismo de siempre, selló un pacto con el nuevo mandatario y su movimiento lo que le da la gobernabilidad en el Congreso. El opositor profesional, ahora presidente, reconoció con esta decisión, que no puede gobernar sin contar con quienes atacó sin compasión. Como resultado, veremos el senador Roy Barrera, instigador de acabar con la reputación de los opositores durante la campaña (¿recuerdan los Petrovideos?), como Presidente del Senado. ¿A eso lo llaman CAMBIO? 


Dada la trayectoria de confrontación del nuevo presidente, como alcalde, senador, agitador político, y opositor profesional, el desconfiar de esta persona no es un capricho. Hay realidades  de su trayectoria pública, que no podemos olvidar solo porque llegó al más alto cargo de la nación. 


Sin embargo,  sería una gratísima sorpresa que su comportamiento fuera diferente  como jefe del Estado de todos los colombianos. Este si que sería ya un verdadero CAMBIO, que nos sorprendería a todos y nos invitaría a revaluar a muchos, nuestra desconfianza actual.  Por esta razón quiero terminar este blog de una manera más positiva.


En las iniciativas de liderazgo colectivo en que hoy estoy participando, hay otra realidad que el nuevo mandatario no puede ignorar: el primer paso para buscar el cambio en un grupo o una comunidad, es lograr el cambio personal. Solo así, se logra la coherencia y la transparencia que es lo que hace creíble y confiable a un verdadero líder. ¿Veremos en el nuevo presidente un ejemplo de esta transformación?


Aquí se aplica el dicho popular: “La esperanza es lo último que se pierde sin caer en la ingenuidad” . Y a pesar de que claramente no soy muy optimista en este caso, si lo soy cuando se trata de reconocer la capacidad infinita del ser humano de cambiar, crecer y aprender de sus errores,  ante los retos y oportunidades significativos que le da a uno la vida.


Espero que el presidente electo sea capaz de verlo así, porque ganarse la confianza de una gran mayoría   de la  gente, que hoy claramente no la tiene,  sería  el pegante que habilitaría la capacidad de ejercer el liderazgo para el CAMBIO  que ha ofrecido hacer. 


Si lo logra, le habría dado sentido al nombre del movimiento que lo llevó al poder: “Pacto Histórico” Si no lo consigue, este sería solo un slogan de campaña y una oportunidad perdida para el país, permitiéndole liderar en serio el  “Acuerdo Nacional”, que se ha comenzado a cocinar.


En un próximo blog , terminaré de enunciar cuáles son las otras realidades que el nuevo mandatario y los colombianos tendremos que afrontar, como consecuencia de los resultados de la votación del pasado domingo. Lo primero que se necesita para lograr el cambio, que millones de colombianos pidieron con su voto, es enfrentar la realidad.



sábado, 18 de junio de 2022

La suerte está echada, pobre Colombia.

 


En estas últimas semanas, solo ha habido una conversación muy negativa, pero que ha unido a la mayoría de los colombianos: votar por el menor mal entre los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta, y que como decía un viejo dicho popular: que entre el diablo y escoja. Y como en un casino, nos resolvimos jugar el futuro del país con un naipe en contra.

Estamos a pocas hrs de abrirse las urnas para votar en una elección que va a marcar un antes y un después en Colombia.  Un potencial de 38 millones de ciudadanos de este país, tienen en sus manos cuatro opciones claras y dramáticas  después de la primera vuelta: votar por Hernández,  por Petro, el voto en blanco o no votar. Las consecuencias las vamos a sentir por muchos años.



Un país que se preciaba de ser un bastión de la democracia en America Latina, está lanzándose al vacío buscando un cambio, “cualquier cambio”, y lo está haciendo desde la desesperanza, el miedo, la rabia y la frustración. Mucha gente siente que la clase dirigente y el sistema les fallaron, y que  con cualquiera de los dos opcionados, peor “no nos puede ir” como me decía un taxista en estos días. Lo grave, es que si podemos empeorar. 



Es un acto suicida  tomar decisiones desde una emocionalidad tan negativa, exacerbada de manera premeditada  por los mismos candidatos, uno de ellos utilizado  los medios más bajos posibles. Y es aceptar la manipulación por parte de quienes han demostrado un desprecio por los mínimos estándares éticos para llegar al poder a cualquier costo, mintiendo y engañando a la gente con expectativas incumplibles. 



¿ Cómo llegamos a este punto de quiebre en la historia colombiana? Esta pregunta, que es casi un grito de angustia de millones de sus ciudadanos, entre los cuales yo me incluyo, estará presente cuando este domingo tomemos una decisión de cómo vamos a ejercer nuestro derecho al voto, si lo hacemos.



En esta campaña, los comentarios, análisis e insultos que han aparecido en los diferentes medios de comunicación y redes sociales , son un espejo que refleja, no solo una imagen muy negativa de estos candidatos, sino también de todos los colombianos.  Nos muestra  una cruda realidad: el nivel  tan bajo al que hemos llegado en el ejercicio de la política y nuestro triste  papel como sociedad que lo permitió.



En el camino de este bochornoso proceso electoral, perdimos la perspectiva de cuáles han debido ser los criterios a tener en cuenta, para elegir a quien va a dirigir los destinos de nuestro país en los próximos cuatro años.

Por no hacerlo, terminamos en una situación donde el 50% de los colombianos ven a Petro como un tiro en la cabeza, y el otro 50% ven a Hernández como un tiro en el pie. En cualquier caso con ambos contendores, Colombia pierde y ha decidido saltar al vacío, siguiendo los pasos de Chile y Peru, como nos lo recuerda un artículo reciente de la revista inglesa The Economist.


Hay una realidad que ya no se puede ocultar más. Colombia es un país que hoy pide a gritos un cambio, pero sin tener claridad de cual debe ser, ni qué se requiere para lograrlo. La gente pide respuestas simples para la solución de los retos complejos que enfrentamos. El problema es que no las hay. Y lo que es peor, no quieren bajar sus expectativas, ni asumir su responsabilidad y su disposición a hacer su parte para encontrar el mejor camino. 



En un entorno de alta polarización y gran complejidad, una sociedad necesita contar con unos nuevos dirigentes políticos que actúen más como líderes y no como caudillos o demagogos populistas. Lamentablemente este no es el perfil de quienes hoy aspiran a llegar a la Presidencia de nuestro país.

Y esta realidad me hace reflexionar. Me niego a aceptar que entre 50 millones de colombianos, no han habido personas con las condiciones adecuadas para liderar los cambios que evidentemente el país necesita con urgencia. Por los resultados de los últimos  procesos electorales, incluyendo el presente, parecería que no los hay, o que el sistema no les permite emerger. 



O mejor aún,  el problema es que hemos descuidado el proceso de formación de líderes, tema que a pocos le parece preocupar. Como resultado de este pecado mortal, vamos a pagar las consecuencias a un costo muy alto para el país en el largo plazo.

Dicho lo anterior, la pregunta evidente que debemos hacernos los colombianos es la siguiente: hacia el futuro, ¿cuáles serían las características deseables de esos nuevos líderes políticos, sociales y empresariales que el país necesita formar, de donde debería emerger quien llegue a ser el presidente de TODOS los colombianos?


Hace unas semanas El Tiempo publicó una encuesta sobre esta pregunta y los resultados fueron sorprendentes por las incoherencias y las omisiones. Hoy ya estamos viviendo las consecuencias. En este momento de tanta incertidumbre, en que los colombianos ya saltamos al vacío, vale la pena  contestar la pregunta para comenzar a plantear el tema que está en la raíz de la situación en la que nos encontramos hoy.



En el primer cargo de la Nación,  deberíamos aspirar a tener una persona  que oriente a la población  a sanar las heridas de una historia de conflictos y de problemas sin resolver y no de agudizarlos con su comportamiento polarizante y agresivo. Pero también, necesitamos a un verdadero líder que sea un modelo de rol positivo por su transparencia e integridad, que nos inspire a soñar en una sociedad que asume la corresponsabilidad  para que podamos construir entre todos un futuro mejor. 

Es una persona que nos invita y orienta con su ejemplo, a actuar desde la reflexión y no desde la pasión irreflexiva que destruye, descalifica, sataniza y profundiza mucho más las heridas que tenemos que curar. Nos mueve a tomar conciencia de nuestras acciones y a asumir con responsabilidad las consecuencias. 


En cualquier caso, deberíamos poder votar en unas próximas elecciones, si las hay, motivados desde la convicción de que lo hacemos porque es la mejor persona para asumir el rol de liderazgo que Colombia necesita y que ofrece un proyecto de país que nos incluya a todos. Si votamos y no lo hacemos en blanco, quien reciba nuestro voto debe representar la mejor opción para nuestro país, porque es un modelo de rol que nos orienta, haciéndonos sentir muy orgullosos de ser colombianos. 



Es un modelo de rol porque se mueve dentro de un marco ético con valores claros,  que orienta  sus decisiones y acciones, lo que inspira confianza y demuestra coherencia entre lo que dice y lo que hace. Con humildad reconoce que no es Supermán para enfrentar en solitario los inmensos retos que enfrenta Colombia, por eso promueve el liderazgo colectivo a todos los niveles de la sociedad.  

Esto exige una enorme capacidad de humildad para aceptar sus equivocaciones que las tendrá, para seguir adelante. Fallar es una opción aceptable porque habrá que experimentar. Este es un tema fundamental para una sociedad que no tiene un  norte común  y que ha lanzado por la ventana los valores fundamentales que deben de orientar el comportamiento ciudadano y colectivo, en una sociedad diversa como la nuestra.


Es la persona que es capaz de ayudar a sanar las heridas de una Colombia  que con urgencia lo necesita, porque nos invita a reconocer  lo bueno qué hay en nosotros y los avances que hemos tenido como país. Nos motiva a soñar para construir colectivamente desde la emocionalidad de la esperanza, la alegria, el orgullo y la gratitud, y no desde el miedo, la rabia, el odio  y la desesperanza.


Es una persona que se para desde una mirada del vaso medio lleno y no medio vacío. Que no se queda enredado solo en lo qué no funciona, sino en las oportunidades de lo que podemos y debemos mejorar. Y que muestra, por su trayectoria y experiencia, la capacidad de liderazgo y de gestión, para volver realidad el sueño de un mejor país, pero con el concurso de todos los colombianos.


Es una persona que nos invita a sumar para multiplicar y no a dividirnos para polarizar. No se ve como un mesías o un Caudillo que ofrece milagros a problemas muy complejos. Reconoce que se requiere de un liderazgo colectivo, a todos los niveles de la sociedad, que promueve una cultura con una mentalidad de la corresponsabilidad.


Es una persona que honra y valora  la extraordinaria diversidad de gente que ofrece nuestro país. Nos motiva a creer en nuestras capacidades para crear un futuro diferente, sintiéndonos actores principales y no simples espectadores 



Es la persona que nos invita a crecer como sociedad, pero también a fortalecer las capacidades del Estado, a quien lo debemos de ver cómo nuestro aliado y no como el enemigo y con quien debemos colaborar. Ambas partes entienden que deben de crecer a la par, para poder enfrentar colectivamente con más probabilidad de éxito, los retos y oportunidades que nos ofrece un entorno cada vez mas cambiante, complejo e incierto
.

Es la persona que nos invita a cuidar el sistema democrático, y no a usarlo para llegar al poder y quedarse con él.  A pesar de sus debilidades, como decía Churchill,  es el menos malo de todos los sistemas de gobierno, para progresar como sociedad. La democracia cuida la libertad, que solo se valora cuando se pierde. 


Es la persona que nos invita al diálogo lo que implica escuchar desde la diferencia.  En Colombia se nos olvidó el poder de una conversación para dirimir nuestras diferencias que las resolvemos de manera violenta y destructiva. Por esta razón, no es extraño que un juez tenga que forzar a los candidatos  a debatir y a disentir constructivamente sin verse como enemigos. 


En resumen, necesitamos líderes en todos los niveles de la sociedad, y en especial en la cabeza de la jefatura del estado, que nos trate como adultos corresponsables de nuestro devenir  y no como niños irresponsables de nuestras acciones. Lo triste es que estas reflexiones ya hoy nos llegan tarde porque la suerte está echada. Será bueno asimilar el aprendizaje si queremos cambiar de verdad el rumbo de nuestro país. No veo al próximo presidente preparado para hacerlo.


En mi humilde concepto, ninguno de los dos candidatos merece mi voto este domingo. La diferencia es que Hernández tiene tíquete de salida por su edad, mientras Petro no lo tiene como ya lo ha dicho y tampoco respetaría el resultado si pierde. Y a la gente hay que creerle.


 ¿Que hacer hacia delante? Enmendar la plana y comenzar a sembrar las bases para la formación de un liderazgo colectivo del cual emerjan candidatos más alineados con las necesidades de cambio del país. 


Si tenemos en cuenta lo anterior, podremos tener mayor probabilidad de navegar sin hundirnos, en las aguas tormentosas que nos esperan hacia adelante. Estaremos mejor preparados para defender la democracia, y aportar colectivamente a construir una sociedad mas empoderada y justa. Pero también, un Estado con una capacidad  institucional más acorde a los retos y expectativas de un entorno muy difícil. Ver blog anterior.



Esta es la propuesta que estamos promoviendo desde Motores de Esperanza, la Fundacion Orígen y otras 20 organizaciones para crear un movimiento de comunidades de liderazgo con cubrimiento nacional. Sobre esta iniciativa ya he escrito anteriormente desde enero 

Solo queda cruzar los dedos y esperar los resultados y que las predicciones sobre los dos candidatos, no sean tan graves. Y que quien finalmente sea elegido, entienda que su rol es el de unir a la sociedad colombiana y no dividirla más. ¿Será capaz? Amanecerá y veremos. 


PD: en un blog anterior aporté otras reflexiones sobre el tema que me surgieron de la encuesta publicada por El Tiempo. Los resultado muestran que la mayoría espera al Caudillo que les resuelva sus problemas y no muestran ninguna disposición a asumir una corresponsabilidad. Esto se refleja hoy en el proceso político. Si no cambiamos esta actitud ,nos merecemos la suerte  por elegir a personas en altos cargos públicos, que no cumplen con el perfil requerido . 

sábado, 11 de junio de 2022

El populismo un salto al vacío II Parte


 En el blog pasado terminé con el titular del prestigioso semanario internacional The Economist “A presidential run-off between an ex-guerrilla and a TikTok populist puts a stable country at risk“. Este titular nos obliga a reconocer la importancia de la mentalidad populista de quienes hoy compiten por llegar a la Presidencia de Colombia. Ya no es una posibilidad, es una realidad cuyas consecuencias vamos a tener que enfrentar. 

En ese blog mostré que la sobre valoración del poder del Estado y el desprecio por la libertad del individuo, la venta del complejo de victima, y el libre mercado como el culpable, son algunas de las características del populismo. En este blog voy a mostrar como el uso de la democracia como un disfraz, y la obsesión por la igualdad, complementan el perfil del populista expuesto en el libro “El engaño populista” de Axel Keizer y Gloria Álvarez, de donde he tomado algunas ideas.


El disfraz de la democracia.


A juzgar por los resultados muy cuestionables de la democracia en America Latina, y en otras partes del mundo, la labor incansable de los movimientos populistas de izquierda y de derecha, que se han venido extendiendo, han erosionado aceleradamente sus fundamentos. 


Estos movimientos están aprovechando el momento histórico de altísima complejidad, para proponer “cambios” . Utilizan los instrumentos de la democracia, como es el voto y el plebiscito, para llegar al poder, capitalizando y exacerbando el malestar de la gente contra el sistema actual. Los principios del liberalismo y del capitalismo, están completamente desdibujados y no hay una contra narrativa que los defienda. Por esta razón, la gente compra el “cambio” sin entender que es y cuáles son sus consecuencias. 


Lo interesante es que, quienes quieren debilitar la democracia y las instituciones en América Latina, utilizan la etiqueta de “democrático” en el discurso de  sus movimientos. Unos ejemplos: en la derecha Uribe con su Centro Democrático, y en la izquierda el Polo Democrático. Hoy Petro disfraza la expropiación bajo el ropaje de la “democratizar” la propiedad como lo hizo Chávez en Venezuela.  



Es un hecho: hoy en Colombia, los niveles de confianza del sistema democrático, están en el suelo. Esto explica el porqué a nadie parece importarle el tema y le coman el cuento a quienes quieren llegar al poder.  En nuestro caso, quedaron de finalistas dos personajes que representan claramente el populismo y el autoritarismo que hoy está minando como un cancer, la democracia en nuestra región.


El problema es que, si el populista y autócrata gana las elecciones, así sea por una mínima diferencia, al llegar al poder  siente que los límites no le aplican. De hecho, hace lo posible para eliminar o cambiar la institucionalidad que lo puede limitar. Y ya sin restricciones, y bajo el mantra de que las mayorías han hablado en las elecciones “democráticas”, proceden a atacar la libertad de expresión, a eliminar los partidos, y cualquier otro obstáculo, porque este individuo representa y le da voz directa a la “voluntad popular”. 


Hay un gran contraste de la práctica de la democracia como hoy se observa en America Latina, con el ejemplo de los países de habla inglesa. En estos, no se entiende su práctica sin tener en cuenta los derechos fundamentales del individuo, como son su libertad y la propiedad. En estos países hay un sistema de pesos y contra pesos, diseñados para evitar el abuso del poder. 


En nuestra región, “La democracia es un vehículo para extender y no para limitar el poder del gobernante que dice representar al «pueblo»”. Evo Morales decía: 


“Por encima de lo jurídico, es lo político. Quiero que sepan que cuando algún jurista me dice: Evo, te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal, bueno, yo le «meto», por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: si es ilegal, legalicen ustedes, ¿para qué han estudiado?”



No se si al lector le suena el tema escuchando a los dos finalistas de la contienda política actual en Colombia.  A eso es que hoy nos expusimos por las decisiones que tomaron 14 millones de colombianos en la primera vuelta. No entendieron que, para el populista y el autócrata, lo jurídico también es una barrera para ejercer el poder sin límites. Criticarlo es antidemocrático, porque limita la voluntad del “pueblo”, que él representa cuando  llega a la Presidencia.


Contrasta esta actitud con la que se tiene en los países donde la democracia está madura. En estos países, prima el proteger el estado de derecho, que es garante de la libertad individual  y  también de los derechos de las minorías. Se quiere evitar el abuso del poder de las mayorías representadas por un autócrata que asume su vocería.


Como lo escribía Locke: debe haber un conjunto de normas y leyes aceptadas por los ciudadanos, para proteger la libertad. “Esto consiste entonces en que cada individuo pueda disponer de su persona, acciones y posesiones, sin ser sometidos a la voluntad arbitraria de otro.“ limitando el poder del gobernante. Como lo explica el jurista alemán  Georg Jellinek, el gran peligro es “la completa transferencia a la comunidad de todos los derechos del individuo. El Estado es el amo de los bienes de sus miembros…”


Pero hay otro gran peligro. Los resultados de la votación en Colombia, Peru y Chile, demuestran que, a quienes votaron por “el cambio”, poco o nada les preocupa por entender que es necesario ponerle límites al gobernante y al poder del Estado, y que los dos elegido son muy poco proclives a aceptar restricciones. Cuando el gobernante es un populista y autócrata, el gran riesgo es que no se pueda controlar, como ya sucedió con Chávez en Venezuela y Ortega en Nicaragua.



Tampoco entienden que el Estado de derecho está en juego, y que a pesar de sus imperfecciones, es fundamental para proteger la libertad y los derechos individual y resguardar la libertad de expresión. Esto requiere desarrollar capacidades colectivas como sociedad para controlar los abusos de poder, pero también de corresponsabilizarse para colaborar con el Estado en función de un bien común. 


La obsesión por la igualdad


El comentario anterior nos lleva a la última característica del populismo. La venta de la igualdad por los movimientos de la izquierda. Lo que es interesante, es que quienes lo predican cuando llegan al poder, para ellos no aplican y se transfieren los privilegios que tenían sus antecesores. Es un motivo muy poderoso para aferrarse al poder.


Los seres humanos todos somos diferentes. Eso es un hecho irrefutable. Por lo tanto, hablar de igualdad no es realista si no se respeta la libertad individual que le permita a cada ciudadano encontrar su mejor camino y bienestar. Al no hacerlo,  se pone un foco equivocado y se  genera expectativas, resentimientos y confrontaciones de clases muy peligrosas. 


Se crea las condiciones donde el resultado es repartir pobreza y no aprovechar la energía y las capacidades  individuales para construir riqueza. Esto es posible  en un entorno con instituciones serias y un marco legal aceptado por todos , que ofrezcan  igualdad de derechos y oportunidades que permitan crecer el pastel del cual se beneficien todos.


La pregunta que parece estar ausente en la cabeza de mucha gente que hoy vota con la emoción y no con la razón, es: ¿qué ejemplo hay en el mundo donde un autócrata en el poder lo ha dejado por su propia voluntad, y ha dejado una situación mejor que la que recibió?


PD: Este blog lo había escrito antes del escándalo del Petrovideos donde se ha desenmascarado la estrategia repugnante que ha utilizado este candidato, con el apoyo de unos personajes siniestros, para arrasar con la reputación de sus contrincantes. Para este personaje que aspira a la Presidencia de Colombia, el fin justifica los medios. A sus opositores hay que exterminarlos no importa los métodos ilegales que haya que utilizar. Si esto es ahora, ¿cómo será si llega al poder?. 


Este escándalo no me sorprende en el caso de este candidato. Sus actuaciones se enmarcan dentro de los parámetros de un populista y autócrata para quien lo ético y lo legal, son un estorbo como lo ha sido para sus homólogos en otros países. Como lo denuncia la revista Semana, este escándalo está a la altura del proceso 8000, que destapó el ingreso de los dineros narcos a la campaña de Samper hace 28 años, y nos  muestra que tan bajo hemos caído en el ejercicio de la politica en Colombia. 


¿A que hora llegamos a esta situación? Y más importante: ¿Qué vamos a hacer?



sábado, 4 de junio de 2022

El populismo un salto al vacío.

 


Los resultados de la primera vuelta electoral han puesto a los colombianos ante un escenario inédito en la historia de nuestra democracia. Los dos finalistas representan un perfil muy particular, que nos obliga a entender a fondo los calificativos  de populista y autócrata, que claramente se les puede aplicar por sus antecedentes y declaraciones públicas. 


Los 14.5 millones de colombianos que votaron por ellos pidiendo “un cambio”,  no creo que hayan tenido en cuenta la verdadera dimensión de las consecuencias de su decisión, cuando ya existían  claros antecedentes en la región que resolvieron ignorar. El ejemplo de Venezuela y Nicaragua, y los casos más recientes de Peru y Chile son muy disientes. 

No hay duda que Colombia necesita muchos cambios qué hay que hacer, pero sin desconocer los avances que hemos tenido como sociedad, ni acabar con nuestra democracia. Cierto, está no es perfecta, pero como decía Churchill “es el sistema menos malo” de los existentes. 


El problema tiene que ver con cuáles son esos cambios que son posibles esperar, sin destruir los avances logrados, dadas las restricciones financieras e institucionales existentes y del entorno internacional.. Pero es aún más importante, conocer el perfil, la experiencia y los antecedentes de quienes los están proponiendo para llevarlos acabo como presidente de Colombia. El cambio por el cambio puede conducir a un salto al vacío. 



En 1998 en Venezuela llegó Chávez al poder ofreciendo “un cambio”. Hoy, el resultado es que que en este país hay una dictadura, y más de 6 millones de venezolanos tuvieron que  “cambiar de país”.  



En el libro que acabo de estudiar: “El engaño populista” de Axel Keizer y Gloria Álvarez, encontré unos aportes muy iluminantes  para entender mejor la mentalidad de quienes aspiran gobernar al nuestro país y el peligro en que nos metimos como sociedad. Me encantaría ser más optimista, pero el perfil y los antecedentes de estos dos candidatos, no me lo permite. Veamos el porqué.


Sobre valoración del Estado y desprecio por la libertad del individuo



El populista es un autócrata que promueve en sus seguidores una actitud muy compleja de dependencia y de expectativas incumplibles que los lleva a hipotecar su libertad.  Esperan que el Caudillo haga un cambio milagroso pero  sin asumir corresponsabilidad.  El populista  se vuelve el Estado al que le transfieren un gran poder para controlar sus vidas. 

El populista usa su carisma para ofrecer soluciones simples a problemas muy complejos para llegar al poder y quedarse con él. Crea una relación casi “religiosa” con sus fans quienes pierden la capacidad de cuestionar a su líder con objetividad. Este representa “al pueblo” y quienes se le opongan son los enemigos de sus representados. En el proceso mueve las emociones del odio como factor de lucha de clases, donde hay los “buenos” y los otros son los “enemigos”.


La identidad del populista define al partido que lo sigue, y este a su vez se identifica con el Estado. Este líder mesiánico busca refundar la patria promoviendo una nueva constitución que facilite sus propósitos, eliminando o debilitando las instituciones que le estorban. Utiliza  los grupos de paramilitares, como hizo Chávez en Venezuela, los servicios de inteligencia y otras herramientas, para controlar la sociedad.


Para el populista, el Estado es donde debe de residir el verdadero poder con un total desprecio por el concepto de la libertad y de las instituciones que la deben proteger.  Y lo más grave, no tiene en cuenta su capacidad, para responder a las expectativas generadas en medio de un entorno tan complejo. 


Pero eso no importa, el interés era llegar al poder mintiendo y “hechizando” a sus fans para lucrarse de él, como lo muestran los casos de Nicaragua, Salvador, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brazil y ahora el Perú. El costo de esta mentalidad para la sociedad es la pérdida del derecho y la libertad individual


Complejo de ser víctima de otros



En la mentalidad populista siempre hay afuera un culpable de todos los males del “pueblo” al que se dice representar. Hay una incapacidad total de asumir la responsabilidad cuando las cosas no salen bien. Le vende a sus seguidores su papel de victimas, lo que le permite mostrarse como su salvador. Construye una narrativa donde el capitalismo y las ideas liberales se presentan al pueblo como las culpables de situación y de obstáculos para el cambio anhelado que piden pero que no entienden. 


El libre mercado es el responsable de la miseria



Una consecuencia del punto anterior, ha sido la distorsión del “neoliberalismo”, que se presenta como un concepto “inmoral” que se satanizó. A pesar de que bien entendido, se refiere  al papel que juega el libre mercado en el desarrollo  de la sociedad. En el caso de Alemania significó “la economía social de mercado”, a la que se le atribuye del milagro alemán después de la II Guerra.  

El populista, al combatir el papel del mercado, hace un ataque directo contra la libertad personal, para abrirle las puertas a una  mucho mayor  presencia y dependencia del Estado en la sociedad. Esta  es una fórmula ya probada de los populistas autoritarios para quedarse con el poder. 


Y a pesar del fracaso socialista que iba en contra del papel del mercado, las ideas que lo sustentan siguen vigentes para los populistas que tienen un respaldo popular. ¿Porqué? Esto se debe a un gran vacío de una narrativa  que  defienda el capitalismo liberal que sustenta las democracias exitosas contemporáneas. Esta ha sido la oportunidad para una narrativa populista que ataca la democracia, ignora los avances y magnifica las imperfecciones de este sistema.


Al atacar la libertad individual, tema central en un sistema democrático porque sustenta la motivación a emprender, el populista demuestra un desprecio por la capacidad y el ingenio del ser humano. Pero también, ignora olímpicamente los hechos que muestra la historia del desarrollo económico y social. Claro, el trastocar la realidad, es parte de la estrategia populista tan de boga en estos tiempos turbulentos.  


Cuando hacia 1760 se comienzan unos cambios profundos en Inglaterra y Holanda, y comienza la Era de la Industrialización, nace el capitalismo. El conocimiento especializado, junto con una cultura de intercambio productivo, aparece un sistema económico que sacó a millones de personas de la pobreza extrema. Y esa es una realidad que los populistas pretenden ignorar, el sistema que quieren acabar, a costa de  coartar la libertad individual y el derecho de propiedad que son protegidos por la democracia liberal.


Como bien los el pensador Sala I Martín, lo que al final está en juego, y que  el populismo pretende acabar bajo la etiqueta del “neoliberalismo”,  es algo muy fundamental:


las libertades económicas, que no son más que libertades personales para poder emprender, adquirir bienes y venderlos, trabajar, contratar, despedir y tener propiedades sin que estas sea amenazadas, así como para vivir y trabajar en libre competencia, en ausencia de privilegios arbitrarios entregados a grupos de interés, con una moneda estable, un comercio abierto, unos impuestos moderados, un gobierno limitado y responsable y unas regulaciones razonables”. 


Como lo muestra el Instituto Fraser del Canadá con su Índice de Libertad Económica, hay una correlación directa entre un mayor índice en este campo que se da en una economía de mercado libre y el nivel de desarrollo de los países. Los ejemplos de Singapur (1), Nueva Zelandia (2), Australia(3) , Suiza(4), Irlanda (5) , así lo demuestran. En el los niveles bajos de una lista de 180 países, se encuentran los casos de Venezuela (177}, Bolivia (172) y Argentina (148), cuyes sociedades han experimentado el impacto desbastador del populismo sin control.


Importante resaltar que en el Índice en el 2021, Chile (19), Colombia (49) y Peru (50) eran los mejores de la región. Lo interesante es que un año después, los tres resolvieron saltar al vacío para abrirle el espacio al populismo y un ataque frontal a la libertad económica. Los resultados de sus vecinos en la cola del Índice, no fueron suficientes alicientes para tomar colectivamente una mejor decisión. Increíble!!!



En el próximo blog seguiré ampliando estas reflexiones sobre el populismo y los autócratas que lo representan, tema que se convierte en una necesidad a la luz de los resultados electorales en Colombia. Como bien lo resalta The Economist esta semana: “A presidential run-off between an ex-guerrilla and a TikTok populist puts a stable country at risk