Blog de FM: Una nueva narrativa: ¿ Colombia un país en paz?
Hace unas semanas escribía un blog con el título : "Pedagogía para La Paz". Más adelante, escribí dos blogs acerca de la experiencia de una mujer que había pertenecido a las FARC. En estos tres espacios, el mensaje es el mismo: el proceso actual en la Habana, necesita urgentemente de una nueva narrativa nacional y de un liderazgo mucho más fuerte del Presidente Santos, y me voy a explicar.
Para darle contexto a mis reflexiones, quiero aprovechar lo que han escrito recientemente algunos comentaristas sobre el tema. Es interesante ver como, a medida que avanza el proceso, y corre el tiempo que definió el Presidente Santos para la negociación, van apareciendo unas nuevas piezas para armar el rompecabezas de la Paz.
En una columna reciente de opinión de Pedro Medellín, mencionaba que una condición fundamental para un proceso complejo, como es el que se está desarrollando, lo importante es que, al interior de cada grupo negociador, se haya logrado la unidad interna de las partes que representa. Este comentario busca evidenciar la necesidad de unos acuerdos previos en relación al objetivo buscado, los limites de lo que no es negociable, y un entendimiento claro de los costos de lograr un acuerdo, así como de no lograrlo.
En el marco del comentario anterior, es que es fundamental analizar lo que ha pasado en los últimos días. Los colombianos consientes, hemos visto un espectáculo bochornoso de dos expresidentes, Uribe y Pastrana, cuyo ejemplo deja mucho que desear.
Uribe, usa su cuenta Twitter como un lanzallamas, para incendiar el panorama político, en su campaña contra el Presidente Santos. En una vendetta personal, cuyos orígenes ignoro, tomó la decisión de demoler cualquier posibilidad de acuerdo con las FARC. Mientras tanto, este grupo reúne en la Habana al ala militarista de su organización, para vincularlos activamente a la negociación. Con este gesto, quieren mostrar que ellos si tienen unidad a su interior, cosa que sus enemigos están lejos de alcanzar. Si yo fuera de las FARC, el espectáculo de Uribe y Pastrana me debería alarmar.
La actitud de Uribe no deja de ser sorprendente. La mayoría de los colombianos le reconocen que su política de seguridad, desarrollada durante los ocho años que estuvo en el poder, permitió que hoy se pueda pensar en la paz con los grupos subversivos. Hoy, estos grupos están bastante disminuidos, mas no derrotados. Sin embargo, los golpes dados por Uribe y Santos durante los últimos diez años, permiten contemplar de manera realista la finalización de sus acciones demenciales contra la sociedad colombiana.
Y si la arremetida de Uribe no fuera suficiente, Pastrana resolvió romper sus votos de silencio y también embestir contra el proceso de paz. Parece que está muy molesto con Santos porque este a manifestado su intención de hacer públicas las actas de la Comisión Asesora para temas internacionales. La razón: los antecedentes históricos de la pérdida del mar territorial con Nicaragua. Y esto no deja de ser irónico, pues el ex presidente había confesado en una entrevista reciente, que se había equivocado al aceptar que el proceso siguiera los caminos de la Corte Internacional de La Haya. Por lo tanto, ahora es muy desafortunado que este hecho venga a torpedear las conversaciones de la Habana.
En este sainete, que hemos visto con asombro los colombianos, el Presidente Santos tampoco sale bien librado y tiene una cuota importante de responsabilidad. No deja de ser muy curioso que, quien había sido ministro estrella de sus dos antecesores, en las carteras de Hacienda y Defensa respectivamente, hoy sea atacado ferozmente por sus antiguos jefes. Los ex presidentes no ha sido parcos en epítetos de plaza de mercado. Lo acusan de desleal, distante, irresponsable, canalla, etc. Definitivamente, semejante andanada es porque algo le fallo a Santos en el manejo de sus relaciones con estos dos personajes. Por descuidar este flanco, terminó ganándose su enemistad eterna, a pesar de que en política, el enemigo de hoy, es el aliado del mañana.
Y digo que a Santos le cabe una cuota grande de responsabilidad, además por las siguientes razones. Primero, subestimó la capacidad de hacer daño de Uribe cuando el Presidente hizo oficial su intención de negociar con las FARC. A finales del año pasado, ya era evidente que el expresidente había desenfundado la espada hacia muchos meses y se la iba a jugar toda contra su ex colaborador para descarrilar el proceso. Acordémonos que lo tilda además de traidor y desleal.
Segundo, al escoger la estrategia de negociar en silencio durante su mandato, Santos no preparó el terreno para garantizar que la sociedad colombiana entendiera que podría haber un posible escenario de negociaciones con las FARC y el ELN. La razón: porque durante diez años, el Estado se fortaleció y estos grupos se debilitaron. Le faltó explicar, una y otra vez, que las condiciones internas y externas estaban mucho más propicias para que el Estado buscara acabar con este conflicto por la vía de las negociaciones.
Tercero, el mandato con el que fue elegido para suceder a Uribe, era mantener el pulso firme en la agenda de seguridad. Ahora, Uribe busca desconocer que desde el 2008, la naturaleza del conflicto estaba cambiando, y que los indicadores en esos últimos dos años de su gobierno, ya mostraban tendencias preocupantes. Sin embargo, Santos no bajó la guardia, antes bien, durante su mandato han sido dados de baja varios de los cabecillas más importantes de las FARC.
De manera realista, el Presidente juzgó que las condiciones estaban dadas para buscar un camino distinto, al de las balas, para cumplir con el mandato de la Constitución: la paz. Su problema es que no ha hecho un buen trabajo para explicar su lógica. Ha fallado al dejar que Uribe maneje la percepción nacional a punta de los 140 caracteres de su cuenta Twitter, amplificados por los medios de comunicación.
Y algo fundamental: a Santos le ha faltado explicar que las condiciones ya logradas, hoy permiten realizar una posible negociación, pero no a cualquier costo, pero si con algunas concesiones que pueden ser dolorosas, como ha sucedido normalmente en este tipo de procesos en otras partes del mundo. Está es la razón de la confrontación del Contralor con el Fiscal en estos días, en relación a los beneficios a entregar para la desmovilización de los grupos subversivos.
Cuarto, a Santos le ha faltado mostrar que, a pesar de lo hecho por Uribe, cuando él era su ministro de Defensa, y los golpes contundentes propiciados en los primeros dos años de su mandato contra las FARC y el ELN, estos no han sido suficientes para hacer rendir a estos grupos guerrilleros, pero si para buscar una salida negociada, en unas condiciones mucho más favorables para la sociedad colombiana, que las que se tuvieron en la época del Caguan con Pastrana.
La falta de pedagogía y orientación por parte de Santos, evidente desde que se inició el acercamiento con las FARC, hoy se vuelven absolutamente necesarios para continuar. Este vacío lo ha aprovechado Uribe muy efectivamente para atacar las conversaciones de la Habana. Santos es responsable de liderar un proceso, que tiene enemigos y franco tiradores por todas partes, y las fallas anotadas en materia de comunicacional, son muy graves si no se subsanan rápidamente..
De hecho, a punta de 140 caracteres que destilan veneno permanentemente, Uribe está manejando la partitura que hoy enmarca la interpretación de mucha gente del proceso de paz. Ha sido efectivo en vender la idea que el Gobierno, ansioso de ser reelegido, entregará el país a las FARC.
En el imaginario colectivo, Uribe está dejando la idea de que Santos, no cuenta con un mandato claro y un respaldo amplio de la opinión pública, y que de manera irresponsable, va a acabar con lo que él logró durante sus ocho largos años de gobierno. Pero, esto es una falacia. Primero, porque Uribe no ha reconocido que no pudo acabar con las FARC . Y segundo, porque ya vimos que la Paz es un mandato constitucional que cualquier Presidente debe de cumplir.
Santos está cambiando la narrativa de las balas y la violencia , que por cincuenta años ha capturado y anclado a la sociedad colombiana, por una nueva narrativa que aprovecha las condiciones favorables de hoy, para que podamos pensar tener un país en paz. Este fue unos de los aspectos críticos que facilitaron lograr la paz en Sur África a partir de los Escenarios de Mont Fleur. Esta nueva narrativa, permitió entender a las dos partes en el conflicto, que el curso seguido tenía un costo insostenible a largo plazo. Y lo impensable pasó: Mandela, después de 26 años en la prisión, llegó a ser el Presidente de su país.
Pero definitivamente lo que no tiene sentido, y causa mucha indignación, es que Uribe y Pastrana, dos de los hombres públicos que han ostentado la más alta dignidad de la República, sean incapaces de dejar por un momento sus diferencias personales con Santos, para sumar con cabeza fría, sus experiencias para orientar el proceso que puede conducir a desmantelar la maquinaria de la muerte de las FARC.
Hablar de paz en Colombia, cuando estas dos personas protagonizan un episodio de verduleras de plaza de mercado, con su triste ejemplo, cuestionan la capacidad, que de verdad podamos tener los colombianos, para encontrar maneras más inteligentes de manejar productivamente nuestros conflictos y diferencias.
El liderazgo se gana con el ejemplo. La nueva narrativa que Colombia necesita, pasa por tener la capacidad de construir desde las diferencias. Y desde esta perspectiva, con su pésimos ejemplo, ninguno de los dos expresidente merecen que se les asigne el título de líderes con su comportamiento actual. Y si eso pasa con ellos, ¿que podemos esperar de los demás?...Liderar es comunicar y el reto del Presidente Santos, como líder del proceso, es ayudar a los colombianos a imaginarnos como sería nuestro país en paz.
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