sábado, 11 de octubre de 2014

Depresión y postconflicto

Una de las grandes satisfacciones que estoy recibiendo en estos momentos de mi vida, ayudando a promover iniciativas como el proyecto que hemos denominado Innovacion + Educacion = Desarrollo + Paz, es estar conociendo gente maravillosa en todas partes. Gracias a una de estas personas, de nacionalidad norteamericana, me he puesto en contacto con un  caso muy Impresionante, relacionado con un tema invisible en el actual proceso de paz en Colombia.

Maria es una señora de 49 años, madre de cinco hijos. Hace 8 años, cuando compartía con un grupo de amigos en una reunión social, su esposo, soldado de profesión, con unos tragos de mas, le disparó un tiro a un miembro de la familia y lo mató. Era el sobrino del hermano de  Maria, quien murió instantáneamente. La bala también le dio a Maria en el hombro y la dejó muy mal herida. Duró hospitalizada por varios meses y finalmente se salvó.

Lo impresionante de este relato, es que la tragedia no paró ahí.  La familia de su esposo, no la perdonó por haberlo hecho encarcelar. Y su familia la responsabilizó por la muerte de su sobrino. Para agravar su situación, le quitaron la custodia de sus cinco hijos a quienes no pudo volver a ver.



Al regresar MarÍa, después de la recuperación de su herida, se encontró con una cruda realidad: una casa vacía y su hogar destrozado. La desesperanza se apoderó de ella con un profundo sentimiento de abandono y soledad. Había quedado aislada de su comunidad.

La situación era tan desesperada que tomó una día la decisión de quitarse la vida por sus propias manos, ahorcándose en su habitación. Hizo tres intentos y no lo logró.  El jefe de la aldea buscó la ayuda de un curandero para que le quitara los espíritus malignos a María, ya que estaba afectando a la comunidad. Evidentemente la intervención no surtió efecto alguno y el desespero de María iba en aumento.

Pasaron las semanas, y un buen día la señora de nuestra historia, tomó la decisión de irse a vivir a otra aldea ubicada a 100 kms. Se subió a un bus con sus corotos y emprendió un viaje sin retorno, dejando atrás las pocas pertenencias que tenía, su pasado, sus hijos y su hogar. En el estado de abandono en que se encontraba, su futuro también era muy incierto.

Al llegar a la nueva aldea, buscó ganarse la vida haciendo todo tipo de trabajos, pero la energía de su cuerpo la dejaba con mucha rapidez. Vivía en un perpetuo cansancio y sentía que su cuerpo no le daba para mas. No entendía lo que le pasaba, las noches eran para ella un suplicio porque las pesadillas eran recurrentes, y los recuerdos de sus hijos abandonados no la dejaban en paz.

Buscando acabar con esa inmensa soledad en la que se sentía navegando sin rumbo, buscó aliviarla en compañía de varios hombres. Pero su estado anímico no le permitía tener una relación duradera. Maria comentaba que la mayoría de los hombres trataron de abusar de ella, y de agredirla salvajemente en muchas ocasiones, hasta ella sacaba fuerzas de donde no tenía  para alejarse de estas relaciones destructivas y violentas que agravaban mas su estado mental.

Por alguna razón del destino, a este tipo de personas las persigue un sino que marca su existencia. Un día cualquiera, María se sintió muy enferma y recurrió a un puesto de salud para que la mirara una medica que acababa de llegar a la region. Después de hacerle varias pruebas de rutina, y unos exámenes de sangre, la doctora le descubrió que estaba afectada de SIDA. Seguramente fue el resultado de sus relaciones sexuales buscando compañía y algo de paz. Lamentablemente, como vimos, no lo logró y lo que encontró fue una enfermedad muy grave que empeoró su estado de salud.

Los días que siguieron al diagnóstico de esta grave enfermedad, fueron muy difíciles. No entendía el porque esto también le había pasado a ella. Se sentía triste, lloraba todo el día, y la energía de su cuerpo la abandonó impidiendo que siguiera trabajando. Su situación era desesperada y no veía en su vida una luz al final del túnel.

En una de sus visitas al hospital donde la mandaron, un médico la recomendó a una unidad de tratamiento psiquiátrico. Ya habían pasado varios meses desde que le habían diagnosticado su enfermedad, y nadie le había preguntado por su historia personal, hasta que cayó en manos de este doctor. El caso de Marìa tenía rasgos muy similares, a los que este Doctor había visto en un centro de atención a desplazados de la guerra. No solo era el problema del SIDA el que le preocupaba, para este medico lo más complejo era el estado mental de Maria, que no había sido tenido en cuenta.

Muchas de la señales que María presentaba eran de depresión profunda. Han sido bien documentadas en personas que han enfrentado situaciones de violencia, o no tienen las habilidades necesarias para conseguir un trabajo decente, por cual están en condiciones de pobreza extrema, o han pasado por una enfermedad muy grave. Son personas muy vulnerables, especialmente en relación a su salud mental.

Después de ser admitida finalmente a un centro de tratamiento psiquiátrico, y ser sometida a un proceso de rehabilitación, María encontró en ese espacio la compañía de otras mujeres que habían sufrido situaciones similares. Comentaba que había comenzado a sentir un gran desahogo, cuando pudo  expresar sus miedos y sus angustias a los demás.

Pero lo mas importante para Maria, es que había visto que ella no era la única víctima en el mundo, de una situación similar. No estaba sola en su desgracia, y empezaba a estar acompañada en su rehabilitación. Aprendió a perdonarse a si misma y a las personas que le habían hecho tanto daño. Fue como un acto liberador que le permitió ver su pasado sin dolor y su futuro con la esperanza de que las cosas iban a ser mucho mejor.

Hay un tema muy importante de la historia de María: en el centro de atención le ayudaron a enfrentar su situación mental para poderse recuperar, pero también, le enseñaron algunas habilidades para poder ser una persona útil para la sociedad y poderse valer por si misma. Hoy, Maria trabaja cultivando hortalizas en una parcela que le ofrecieron unas personas que se enteraron de su caso, y los exámenes muestran que el SIDA está controlado. Pero lo mas importante: recobró su salud mental.

Esta historia de la vida real en Uganda, la he querido contar, porque mi amiga me hizo ver algo que no era evidente para mi. Las enfermedades neuro psiquiátricas son un problema de salud muy serio en los países de ingresos medios y bajos. La violencia de género, y la relacionada con situaciones de guerra, producen un daño muy grande en la salud mental de quienes son víctimas de estas situaciones. También lo genera la angustia de las enfermedades crónicas. El problema es más agudo en las mujeres que han experimentado este tipo de agresiones y situaciones que producen un gran stress, como fue el caso de María. Sin embargo, los hombres también están expuestos a estos problemas de salud.

Según la Organización Mundial de la Salud, la pobreza y los bajos niveles educativos, son determinantes para aumentar el riesgo a la depresión. Por esta razón, esta organización recomienda que la atención sicológica y psiquiátrica, sean incorporadas en los niveles primarios de atención médica.

Las investigaciones realizadas en el Africa muestran que este tipo de tratamientos es mínimo. Pero más grave aún, que existe muy poco entendimiento de los síntomas de estas enfermedades mentales, razón por la cual pasan desapercibidas.  La capacitación de los trabajadores de la salud que operan en estos centros de salud básica, es crucial para prevenir la depresión en sus etapas tempranas, con las graves consecuencias que ello conlleva.

Pero se preguntará el lector, y que tiene que ver todo lo anterior con el proceso de paz en Colombia. Pues la respuesta es clara: es un tema invisible que nos puede hacer mucho daño en el caso de un post conflicto, cuando las víctimas del desplazamiento y la violencia vuelvan a sus regiones, desadaptadas, probablemente desmotivadas, y cargadas de unas historias de su pasado muy complejas.

Estas personas son las candidatas ideales para sufrir de depresión, que al no ser reconocida como una enfermedad, pasa desapercibida. Estos casos han sido documentados en Uganda después del conflicto que afectó a ese país durante diez años ( 1987 a 2007). ¿Que va a pasar en el caso colombiano después de sesenta años de violencia y destrucción?. ¿Cuántas personas hoy están pasando por un infierno en sus vidas, porque la depresión que sufren no ha sido diagnosticada para tener el tratamiento adecuado?.

Y este tema adquiere aun más relevancia cuando se observan las investigaciones realizadas en el caso de mujeres que han sido maltratadas, discriminadas y con unas malas relaciones de pareja.

En mi entender hablar de paz, es referirse a la capacidad de convivir manejando nuestras diferencias de una manera no violenta y productiva. Pero esto requiere tener unas condiciones de salud mental adecuadas. La depresión afecta de manera seria esta posibilidad, según se lo entendí a mi amiga en su explicación, lo cual le da aun mas sentido de urgencia al problema en el caso colombiano.

El caso de María, que sufrió la discriminacion y el maltrato violento, apunta a la necesidad de desarrollar aproximaciones desde la salud para el manejo inadecuado de los conflictos intrafamiliares y de otro tipo.  De no hacerlo, esta enfermedad invisible para muchos que es la depresión, se convierte en un riesgo de salud tan grave como es el SIDA, como lo muestra el caso de nuestra historia.

En las áreas de post conflicto, el stress se intensifica mucho mas por el mismo desplazamiento, la falta de oportunidades laborales, y los desafíos a los roles del hombre y de la mujer. La desocupación del hombre, que no le permite tener una rutina diaria fija, incrementa la posibilidad del aumento en el consumo del alcohol y la droga, lo cual aumenta los incidentes de violencia. Esto se convierte en un circulo vicioso que sube el riesgo a la depresión, en la mujer.

La experiencia de Uganda que me comentaba mi amiga americana, ha demostrado que una intervención temprana en hombres y mujeres, tiene un impacto muy alto y positivo en la comunidad. Y lo que es mas importante, la depresión pasa de ser un problema social, por situaciones de violencia, alcoholismo, pobreza o malas relaciones de pareja, para ser tratada como una enfermedad que puede ser atendida y controlada.

En resumen, el mensaje es claro a la vez que la alerta: las aristas del post conflicto son múltiples, pero la depresión puede ser una muy grave si no es tenida en cuenta a tiempo, como lo muestran las investigaciones en Uganda y el caso de María presentado en este blog. Y siendo la atención a la Salud uno de los grandes temas por resolver en Colombia, el reto no es nada menor.




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