viernes, 28 de abril de 2017

Tragedia en Venezuela, indiferencia en Colombia

Un lector de mi blog me sugirió esta semana que escribiera sobre la tragedia que se está viviendo en Venezuela cortesía de la dictadura de Maduro, que finalmente se quitó la máscara, desde que trató de cerrar la Asamblea Nacional de ese país en manos de la oposición. Este suceso ocurre después de que fracasaran estruendosamente los diálogos, que ingenuamente propició el Vaticano, entre la banda que hoy maneja ese país, y la oposición.  Esta no ha sabido encontrar un norte común, fuera de tumbar a Maduro y sus secuaces, para acabar con la pesadilla de 19 años que ha arruinado al país más rico en recursos naturales del continente.

Las noticias de la semana pasada estuvieron concentradas en "la madre de las marchas" y la activación de 500.000 personas a quienes el régimen resolvió armar para defender "la revolución chavista" y la " incompetencia de Maduro". Es un paso adicional que ha desenmascarado la podredumbre que hay detrás del chavismo, apuntalado por los militares, y que hoy son los que menos interés tienen de cambiar la situación. Estos han sido los principales beneficiarios del desastre, que se viene cociendo a fuego lento desde hace dos décadas, en la olla de corrupción más descarada del continente. 

Pero la semana pasada también tuvo otra particularidad: Santos finalmente resolvió desmarcarse de la pésima compañía de Maduro. Lo hizo con una declaración muy difícil de entender, que se parece más a otro de los deslices verbales a los que hoy nos tiene acostumbrados nuestro mandatario. La salida de Santos produjo la ira del dictador, quien amenazó con revelar los secretos de las negociaciones con las FARC, donde el gobierno venezolano  jugó un papel muy importante desde cuando Chávez estaba vivo. 

Son varias las razones que llevaron a que Santos decidiera finalmente apartarse de tan indeseable compañía. Evidentemente el pretexto más importante, que le permitió lanzar el guante contra Maduro, ha sido la descarada violación de todos los derechos y la violencia que  el dictador ha fomentado entre los propios venezolanos. 

Pero hay otras razones, más asociadas a cálculos políticos, y que explican "la ingratitud de Santos" después de haber firmado el acuerdo con las Farc, según palabras de uno de los representantes de este grupo. En el orden interno, se le abrió la posibilidad a Santos de quitarse de encima el fardo del "castro chavismo" con el que lo acusado Uribe desde el 2012. Es un frío cálculo de una decisión política de cara a las próximas elecciones del 2018. 

Y de cara hacia afuera, se une a otros siete países que han condenado el régimen dictatorial en Venezuela. Pero también, mirando la reunión que Santos tendrá con Trump en mayo, para dejarle claro cuál es la posición de Colombia y tratar de minimizar el daño del incremento impresionante de los cultivos de Coca en los últimos dos años. 

Dándole prioridad al objetivo de la negociación con las FARC, Santos se tragó varios sapos para lograr una negociación que dividió al país en dos, y de pasada, le volteó la espalda a los desmanes de Maduro en su país. Entre los bactracios más protuberantes que nuestro presidente aceptó, están el cierre de la frontera; los negocios de narcotrafico del "Cartel de los Soles", como se conoce a los generales vinculados con este negocio; el envío de patrullas de la Guardia Civil a territorio colombiano; el apoyo de muchos años que los venezolanos le han dado a los grupos guerrilleros. Para no hablar de los insultos a los que periódicamente nos tiene acostumbrados Maduro  cuando las cosas van muy mal en su país. 

Los párrafos anteriores muestran un resumen muy comprimido de lo que han sido nuestras relaciones con Maduro y los hechos más recientes que muestran un quiebre con esta dictadura. Las preguntas que me hago son dos: ¿Cuáles son los efectos de la tragedia en Venezuela que no estamos viendo los colombianos en su verdadera dimensión? ¿Cuál debería de ser el comportamiento de Santos, en lo que le queda de su mandato, para tratar de enmendar la plana después de la negociación con las FARC, y de ignorar por conveniencia política, lo que se estaba cocinando allá?

Para mí el efecto invisible de la tragedia de Venezuela, está representado por cientos de miles de personas de ese país, que han llegado a Colombia en condiciones muy precarias. Los testimonios que he podido escuchar recientemente sobre casos muy dolorosos de venezolanos arrimados en Ciudad Bolívar en Bogotá, son apenas la punta del iceberg que se repite en otras zonas de nuestro país. 

Un caso muy dramático lo escuché la semana pasada. Una pareja que les tocó escaparse por la frontera con Santander, porque el señor estaba amenazado y corría el peligro de que lo encarcelaran por estar con la oposición. Pero la otra razón de fondo, era que en Venezuela ya no podían conseguir la droga que necesitaba uno de los hijos quien padece de una enfermedad crónica degenerativa. Llegaron sin papeles, y por su situación política,  no pueden acudir al consulado en Cúcuta. Al estar indocumentados, tienen un problema formidable para poder conseguir trabajo en nuestro país. 

En una conversación con un empresario venezolano, me comentaba que uno de los problemas más graves que tenía que enfrentar, era el apoyo  a una masa creciente de refugiados de su país en Colombia, pero que no estaban unidos para enfrentar mejor su realidad. Me mencionaba también, el asombro y la angustia por la falta de solidaridad de muchos colombianos, con casos como el que mencioné en el párrafo anterior. 

El efecto de la tragedia venezolana se puede ver desde otra perspectiva: en Colombia se está viviendo un drama similar al de los refugiados del Siria y del África Central en Europa, y que ha generado un tsunami político en el viejo continente. Este fenómeno  estuvo muy presente  en el retiro de la Gran Bretaña de la Comunidad Europea. Pero también, estuvo presente en el triunfo de Trump en los Estados Unidos cuando este personaje arremetió contra los emigrantes mexicanos. 

En nuestro caso hay una realidad: la llegada creciente de miles de venezolanos, que ante el colapso de ese país, se está convirtiendo en un tsunami. Este fenómeno tan complejo es nuevo para nosotros, y sin embargo, no ha despertado un interés especial. Hoy en día, estas personas son invisibles para la sociedad colombiana. 

La situación de la llegada masiva de venezolanos, se agrava aún más porque no nos hemos caracterizado precisamente por ser abiertos e inteligentes para atraer gentes de otros países, ni tampoco para aprovechar su talento para nuestro desarrollo. Es decir, nos coge el problema de Venezuela insensibles y sin estar preparados.

La verdad es muy preocupante: en los últimos años, miles de personas han cruzado la frontera en condiciones muy precarias,  porque están huyendo de un pais rico, pero manejado con las patas. El gobierno de Maduro no puede ofrecerles alimentación, salud, y mucho menos protección. Y pesar de que le duela a esta caricatura de dictador caribeño, tiene que aceptar que Venezuela es en la actualidad un patéticamente ejemplo de un pais fallido, como evidentemente no lo es Colombia. Este argumento fue el que utilizó la semana pasada Maduro para responder a la críticas de Santos contra su gobierno.

Hay otras preguntas que me he venido haciendo en estos últimos días en relación a esta tragedia que hoy nos afecta directamente: ¿qué debería hacer el gobierno, y en general la sociedad colombiana, ante la situación que hoy afecta a tantos venezolanos que se han refugiado en nuestro país?. ¿No sería la inmensa oportunidad para que tomáramos una postura disruptiva que vaya en contra vía de las tendencias que hoy afectan a los emigrantes en los Estados Unidos y Europa? ¿No sería inteligente formular una política y unos programas para evitar que el fenómeno nos desborde más adelante?

Al reflexionar sobre las posibles opciones que Santos podría tomar, se me vino a la mente una conversación que presencié hace cuatro años con un líder en Israel.  Esta persona nos estaba ilustrando a un grupo de colombianos, sobre la manera cómo volvieron el problema de la llegada de 1 millón  emigrantes de la ex Unión Soviética, después de la caída del Muro de Berlín en 1991, en una inmensa oportunidad. En ese entonces, este país tenía 6 millones de personas, población que creció en casi un 20% en menos de dos años!!!. 

En este caso emblemático de asimilación de personas muy diversas, lo único que las unía era la Estrella de David, porque venían de culturas muy distintas y con idiomas muy diferentes. Sin embargo la genialidad que tuvo el gobierno de Israel,  fue identificar el potencial del talento que le llagaba al país para facilitar su ingreso productivo. 

La decisión de cualificar a los recién llegados, fue acompañada de apuestas arriesgadas en recursos, que rompieron muchos paradigmas que regían las políticas de Israel en esos años.  Esta fue la base que permitió desarrollar más adelante una cultura única de emprendimiento, de base científica y tecnológica, y que hoy es la más avanzada fuera del Silicon Valley en los Estados Unidos. De manera muy inteligente, lo que hubiera podido ser un gran problema, se convirtió en las bases de un nuevo modelo de desarrollo, fundamentado en el talento y la preparación. de quienes llegaron en esa época a Israel.

Me pregunto si Santos y su gobierno, y en general los colombianos, no nos deberíamos estar haciendo la gran pregunta, ante la realidad de la llegada potencial  de cientos de miles de venezolanos a nuestro país: ¿cuál es la oportunidad que no podemos dejar pasar y cómo la aprovechamos? ¿Cuáles serían los riesgos de no hacerlo?
     




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