sábado, 6 de enero de 2018

Reinventarse a Colombia

James Robison ha sido un analista y crítico de la realidad colombiana a lo largo de los últimos años. Es el autor de un libro muy comentado: “Por que fallan las naciones”, que fuera publicado en el 2012. Iniciando el 2018, me pareció conveniente recordar apartes de una entrevista realizada hace varios meses en la Silla Vacia a este profesor de Harvard, porque trata temas críticos que hoy deberían  estar en el debate político que hoy se vive en Colombia.

Robinson planteó un  tesis original: el futuro de las naciones depende de la forma como los pueblos organizan sus sociedades. También enfatiza el papel de las politicas como factores determinantes aunque las instituciones económicas son esenciales. El libro concluye que las naciones fallan porque sus instituciones son débiles y "extractivas". 

En su diseño son excluyentes, porque favorecen a unos grupos por encima de otros, y concentran el poder en una élite que actúa para su propio beneficio. En estas condiciones, no hay los incentivos necesarios para que “la gente ahorre, invierta, se eduque, innove y acceda a nuevas tecnologías. La forma como se organiza el poder estaría siempre en la raíz del fracaso de estas sociedades”. 

Uno de los puntos fundamentales de los acuerdos de La Habana, está en las reformas que deben de hacerse en el sector agrario. Los problemas que afectan a este sector han sido históricos porque han estado asociados a la tenencia de la tierra. Desde la época de Carlos Lleras Restrepo, han fracasado todos los intentos para lograr una reforma agraria que modifique esta situación. 

En relación a este tema, Robinson tiene varias opiniones que suscitan controversia pero que aportan otra visión importante, veamos:

En su opinión, si hubiera que priorizar la inversión en Colombia dada dos alternativas: tierra o educación, la primera sería limitada mientras que  segunda es “infinitamente reproducible” . No es conveniente basar la prosperidad de un país en un tema tan controversial, puesto que está sustentado en un bien, que algunos lo tienen, pero que otros no. Mientras que la educación puede ser incluyente, si se cuenta con las políticas, recursos adecuados, y capacidades del Estado.

Y como lo dice Robinson: “mirando hacia el futuro, ¿qué es mas probable para convertir a Colombia en un país desarrollado, una reforma agraria o una reforma en la educación? Ésta última es la respuesta obvia”. Además, si bien han habido paises donde la reforma agraria tuvo efectos positivos como Taiwán y Corea del Sur, esto se logró en contextos muy diferentes y donde hubo una gran capacidad del Estado, situación que claramente no se da en Colombia. En estas condiciones, sugiere que no sería una mala opción dejar marchitar el problema.

Robinson es enfático al afirmar que “ no cree que la distribución de tierras sea la causa de los problemas de Colombia. La ausencia de un Estado moderno lo es. Además, incluso si la distribución de tierras fuera la causa, el Estado colombiano no tiene la capacidad de resolver el problema. Y no importa lo qué se acuerde en La Habana, o las leyes que se pasen en Bogotá, pues no serán implementadas. Así que deben repensarlo”. No ve que halla un plan viable para cambiar esta situación. 

En resumen, piensa que la fijación por la reforma agraria que se dio en Cuba con las Farc, es una mirada retrograda. Colombia necesita reinventarse y superar su pasado en lugar de pelear las mismas batallas otra vez. 

Si bien Robinson puede tener razón, en que el excesivo énfasis en la redistribución de la tierra no es el adecuado, en mi opinión el reinventarse en este campo, debería impulsarnos a buscar formas creativas para lograr un uso de las tierras que aporte mucho más a la economía nacional. Esto fue lo que sucedió en el Peru y en Chile, y que no hay razón para pensar que no puedo suceder en nuestro país. 

Pero el tema de reinventarse me parece que si está en el corazón de nuestros problemas, y que lamentablemente no veo que sea un motivo de reflexión en el debate político actual por parte de los candidatos que hoy se disputan la Presidencia de Colombia. Para reinventarse, se necesita tener una visión y una capacidad de aglutinar a la gente a su alrededor. Se requiere tener un proyecto ambicioso como nación. En la actual campaña presidencial, estos temas deberían preocupar mucho más, pero desafortunadamente  brillan por su ausencia.

Y estas reflexiones nos llevan a otro tema esencial, que tampoco parece ser motivo de preocupación por parte de los analistas de la realidad nacional: la calidad del liderazgo de los dirigentes políticos actuales. Las críticas que hace Robinson de la historia de Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe en esta materia, me parece que refuerzan lo dicho en el párrafo anterior, por lo que lo transcribo textualmente.

“El presidente Santos merece mucho crédito por poner su capital político detrás de las negociaciones en Cuba, pero en este momento mi impresión es que no va a pasar a la historia más allá de la larga lista de otros presidentes colombianos que han firmado acuerdos de este tipo con diferentes grupos armados. Él no entiende lo que realmente es necesario para construir una sociedad diferente”. 

“Debemos reconocer que es gracias al presidente Uribe, y su obsesión con las Farc, que esta negociación pudo despegar. Sin embargo, él tampoco tuvo nociones de cómo construir una Colombia diferente. De hecho, estuvo dispuesto a corromper y debilitar las instituciones para cimentarse en el poder. Compare esto con Carlos Lleras Restrepo, él tenia al menos la visión de intentar hacer de Colombia un lugar diferente, incluso si al final no lo logró”.

Robinson profundiza en la cultura de liderazgo en Colombia. Según su visión, hay una ausencia de liderazgo de los dirigentes que están en Bogotá porque “viven en una burbuja desconectada de los problemas del país”. En su opinión, hay dirigentes que son  “nefastos porque quieren hacer retroceder al país, como los que se oponen al proceso de paz y los que manejan la maquinaria política”. Pero piensa que también “hay excelentes líderes, en la sociedad civil y a nivel local, que intentan luchar por los derechos y las oportunidades del ciudadano común”.

Para reinventar a Colombia, es claro que el ejercicio de liderazgo es esencial. A lo largo de las intervenciones que ha hecho Robinson sobre Colombia, sus críticas en este sentido han sido consistentes. En esto coincide con Ronald Heifetz, otro distinguido profesor de Harvard, que también conoce mucho a nuestro país. Yo he querido también contribuir en muchos blogs a llamar la atención sobre el tema, porque reinventarse significa cambiar, y para lograrlo, se necesita una capacidad de liderazgo en su dirigencia política que hoy no se ve en nuestro país.

Para reinventar a un país como el nuestro, Robinson piensa que también se necesitan caminos más radicales. Es esencial contar con una coalición política que sea capaz de presentar una visión de esos cambios, que permitan construir las capacidades que el Estado necesita, para lograr tener instituciones inclusivas. Pero se requiere que hay una voluntad clara, y unos agentes de cambio dispuestos a exponer los problemas extractivos que hoy existen en nuestra sociedad. 

Y para lograr lo anterior, el liderazgo político vuelve a ser fundamental, cuando hoy tenemos una sociedad dividida por su pasado, y sin un norte para su futuro. Lograr inspirar una visión colectiva de lo que es posible, en el camino de reinventarse a Colombia, se vuelve fundamental. Solo así, podremos construir las capacidades institucionales y tener las políticas incluyentes, que son el fundamento de una sociedad moderna según la tesis de Robinson.

Por esta razón el diagnóstico final de este profesor es muy duro: “Los problemas de Colombia se basan en que nunca se ha tenido un Estado moderno y que esto ha servido a favor de los intereses de las personas que manejan al país más inequitativo de América Latina”. ¿No será que este debería ser un tema central en la campaña política para la Presidencia de Colombia?


















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