viernes, 2 de marzo de 2018

El silencio de los no tan innocentes

Recibí un mensaje de un amigo cuando había terminado de escribir la serie sobre el impacto de la desconfianza institucional. Y al leerlo varias veces, me pareció que valía la pena divulgarlo, pero también comentarlo y aprovecharlo para reforzar algunas reflexiones que son muy pertinentes para la Colombia de hoy. 

El Dr. Emanuel Tanya , es un sobreviviente judio del Holocausto que se radicó posteriormente en los USA. En un mensaje que el escribió titulado El Silencio, compartió de manera muy breve su violenta experiencia y las lecciones que aprendió. Su mensaje de fondo se puede proyectar a otras situaciones que están ocurriendo setenta años después. Y las consecuencias pueden ser tan dramáticas o más, como las que psiquiatra vivió.

“Un hombre, cuya familia pertenecía a la aristocracia alemana antes de la Segunda Guerra Mundial, fue propietario de una serie de grandes industrias y haciendas. Cuando se le preguntó ¿cuántos de los alemanes eran realmente nazis?, la respuesta que dio puede guiar nuestra actitud hacia el fanatismo”.

"Muy pocas personas eran nazis en verdad" dijo, "pero muchos disfrutaban de la devolución del orgullo alemán, y muchos más estaban demasiado ocupados para preocuparse. Yo era uno de los que sólo pensaba que los nazis eran un montón de tontos”.

“Así, la mayoría simplemente se sentó a dejar que todo sucediera. Luego, antes de que nos diéramos cuenta, los nazis eran dueños de nosotros, se había perdido el control y el fin del mundo había llegado. Mi familia perdió todo. Terminé en un campo de concentración y los Aliados destruyeron mis fábricas...”

Si nos trasladamos al siglo actual, ¿en donde aplica el mensaje anterior?. La breve historia de este doctor, tiene dos aristas que hay que resaltar. 

La primera de ellas, el surgimiento de movimientos políticos, religiosos y sociales impulsados por grupos muy pequeños de fanáticos. 

Si se analiza la historia del caso Nazi, se puede ver el fanatismo de Hitler en acción para demostrar la superioridad racial aria, lo que le permitió mover los hilos emocionales de millones de alemanes ávidos de recuperar su orgullo nacional. Las consecuencias políticas, económicas y sociales, del acuerdo de Versalles, fueron el mejor campo abonado para que Hitler pudiera lograr el apoyo irreflexivo de tanta gente.

Este personaje siniestro, aprovechó la humillación impuesta por los vencedores de la I Guerra a Alemania, para alimentar su causa. Pero también, tuvo una gran responsabilidad el silencio no inocente y la indiferencia irreflexiva de mucha gente 

Es interesante observar, que en condiciones muy distintas, un tipo como Trump, recurrió a la misma estrategia de Hitler para llegar al poder en los Estados Unidos. Y por lo tanto, no sorprende que sea un admirador y beneficiario de Putin el nuevo zar de Rusia, donde este dictador ha asumido el poder absoluto en compañía de una camarilla de ex miembros de la KGB.

A punta de mentiras y exageraciones, Trump buscó capitalizar  las frustraciones de los blancos poco educados, afectados por los grande cambios que acabaron su sentido de seguridad e identidad personal. Bajo el lema de “Hacer America grande de nuevo”, hoy se vive en los Estados Unidos una situación muy compleja y potencialmente explosiva, que ha despertado un fanatismo en contra de los emigrantes, los mexicanos, los medios, la verdad, etc. 

La segunda arista de la pequeña historia del  Dr. Tanya, es la reacción mayoritaria de la gente que estaba dispuesta a seguir a Hitler, sin cuestionar sus fines ni los medios, para lograr la recuperación del orgullo alemán. La mayoría no era Nazi, pero sucumbieron al canto de sirena magnificando por la elocuente oratoria de Hitler para vender su visión. Además, había otro factor muy importante que los convocaba: la frustración de mucha gente por la pésima  situación económica  de Alemania después de la I Guerra Mundial.

Pero otros alemanes dejaron que pasara lo que sucedió. Simplemente “estaban muy ocupados” en sus temas personales, para darse cuenta del monstruo que llevaría a Alemania a sus destrucción y a la muerte de más de 70 millones de personas. Su silencio cómplice, su miopía y  egoísmo, lo permitieron. 

Al observar los movimientos liderados por fanáticos, vemos otros ejemplos dramáticos como el caso de los Yihadista bajo un manto religioso. El surgimiento del Estado Islámico, con el pretexto  de recuperar el orgullo de los árabes, ha dado origen a la pérdida de miles de vidas en Siria y en Africa, así como a sangrientos ataques terroristas en varias partes del mundo, especialmente Europa y los Estados Unidos, cuyas culturas se pintan como enemigas del Islam

Este movimiento ha causado un verdadero desastre humanitario que ha promovido el desplazamiento de cientos de miles de refugiados, desde Africa y el Oriente Medio, hacia Europa en particular. Y aquí vemos el mismo fenómeno de fanáticos siniestros, como Boko Haram, apoyado por unos pocos, que han utilizado el fundamentalismo religioso y la indiferencia de mucha gente, para sembrar de muerte a estas regiones. 

El fundamentalismo ideologico también ha causado desastres humanitarios de proporciones gigantescas. No basta sino recordar las purgas de Stalin en Rusia, donde se estima perdieron la vida asesinados más de cincuenta millones de personas. O recordemos que la visión maoísta en la China, que generó un desastre que le costó la vida a 70 millones de personas, cifra similar a la de la II Guerra mundial. 

Y sin ir tan lejos, veamos el desastre humanitario que se está viviendo en Venezuela y el inmenso impacto que está teniendo en nuestro país. Primero Chávez, y ahora Maduro, bajo la bandera de la revolución bolivariana, han logrado el milagro de convertir al país más rico en recursos naturales en la region, en un ejemplo de destrucción de riqueza sin antecedentes en el mundo. 

El fanatismo de una cultura militarista está detrás del desastre causado por el Japón. Movidos por  su visión de superioridad racial, como el caso alemán, buscaron imponer su poder militar en el Asía Oriental. Con sus acciones fueron responsables de millones de muertos en la China, que fueron asesinados fríamente y sin piedad. Esta visión los impulsó a atacar a los Estados Unidos, en Peral Harbor, aventura militarista que terminó con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre el territorio japonés, y que  costo la pérdida de cientos de miles de personas más. 

Y como lo menciona el artículo que recibí, para advertir sobre el peligro del fanatismo y de los individuos que lo promueven, las lecciones de la historia son con frecuencia increíblemente simples y contundentes. Sin embargo, a pesar de todos nuestros poderes de la razón, muchas veces las ignoramos y no vemos lo más elemental. 

A lo largo de la historia reciente de la humanidad, hay un común denominador: el silencio de las mayorías que eran amantes de la paz, que permitió el surgimiento y la manipulación emocional y consciente de unos pocos fanáticos, que llevaron a sus sociedades al abismo. Millones de personas perdieron sus vidas, o sufrieron daños irreparables, porque la mayoría silenciosa no se pronunció a tiempo. Cuando trataron de hacer algo ya había sido muy tarde. 

Hoy en Colombia estamos viviendo una situación muy peligrosa donde no podemos ser indiferentes o unos simples espectadores. Hay que estar muy atentos a los fanáticos que venden utopías que terminan en tragedias como las ya mencionadas. 

Personajes como Petro, que se destacó como parlamentario, pero que fracasó como alcalde en Bogotá, está capitalizando emocionalmente la fractura que dejó el proceso de paz, para vender una visión con propuestas muy discutibles, pero que resuenan en una masa de población que se siente desorientada y abandonada por el sistema. Como sucedió en la Venezuela de los 90, es el mejor caldo de cultivo para que se reproduzca un fenómeno similar. 

Y si aprendiéramos de la historia, no sería difícil avizorar el panorama hacia adelante: una sociedad aún más fracturada, pero esta vez alrededor de una lucha de clases, donde la desconfianza en las instituciones no podría sino aumentar. Y de nuevo veamos a Venezuela donde el fracaso institucional del Estado, y la monumental corrupción del régimen chavista, ha sometido a la población al hambre, a problemas grandes de salud, y a una hemorragia de talento que quiere abandonar el paraíso chavista para buscar su futuro en otro país. 

Pero el fanatismo de clases, no es propiedad exclusiva de Petro. También lo hay desde la extrema derecha de este país. Hay fanáticos que siguen sin cuestionar a Uribe, y utilizan métodos inadmisibles para demoler a quienes se les oponen. Recordemos lo que confesó en su momento el gerente de la campaña del NO. En estos casos, el interés ha sido el de mantener el status quo que producido una cultura mafiosa y que le ha hecho un infinito daño a nuestro país. 


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