“Las protestas son el leguaje de quienes no han sido escuchados” Martín Luther King
No hay duda que la democracia está siendo atacado desde adentro y desde afuera. Los sucesos recientes en los Estados Unidos, son la última manifestación de esta realidad, siendo este caso el de mayor gravedad porque fue en este país donde se le dio vida al sistema de gobierno democrático.
Por esta razón, me ha parecido muy interesante profundizar sobre estas dinámicas, que han puesto a tambalear la democracia, aún en ese país. Trump, abusando de su posición y de la Constitución, convirtió las protestas sociales en unas turbas violentas, para presionar a los congresistas a anular las elecciones que perdió. Es otro ejemplo de la historia, donde se busca quebrar las instituciones legítimas, recurriendo a los instintos más bajos de las masas azuzadas y embravecidas
Con el comentario anterior, es importante entender el papel de las protestas sociales pacíficas que representan las voces de quienes no han sido escuchados por el sistema. Muchas veces estas son necesarias siempre y cuando, no sean manipuladas, para convertir la rabia reprimida, en turbas violentas como sucedió en Washington el 6 de enero. ¿Qué nos enseña la historia al respecto?
El historiador Timothy Snider, profesor en Yale, en un ensayo reciente publicado en el NY Times titulado “El abismo americano”, insiste en “la importancia de tener una mayor comprensión del pasado, para poder conceptualizar los elementos del hoy, que de otra manera se podrían ignorar, para poder pensar mejor sobre posibilidades futuras. Es una manera en que el pasado ilumine al presente”.
En otras palabras ¿qué nos puede enseñar la Historia para entender mejor estos ataques contra la democracia?
La invitación de Snider, no solo es necesaria sino pertinente, en estos momentos críticos de su país. Especialmente, cuando los comportamientos fascistoides de Trump, han generado situaciones tan graves, como el intento de golpe de estado propiciado por este individuo con la toma del Capitolio.
Snider nos recuerda que, para los filósofos griegos, los comportamientos políticos del ser humano, habían sido un tópico de constante preocupación. Por ejemplo, Platón, en su obra “La Republica”, advertía el riesgo de que los tiranos se rodearan de personas que los adularan y no los contradijeran. Hoy vemos las consecuencias de esta afirmación en el ejemplo de Trump quien atacó a todo aquel que lo contradecía durante su mandato.
En su obra, Platón también hace unas consideraciones sobre el peligro de las turbas dentro de la democracia y la posibilidad de su deterioro en anarquía. Cuando esta sucede, aparecen los tiranos que apelan a las emociones y los instintos más primarios de las masas, reflejando a su vez, sus peores pulsión es personales. De nuevo, lo sucedido este 6 de enero, es la mejor demostración de este peligro, con el comportamiento de Trump incitando a una respuesta violenta de sus áulicos.
Para Aristóteles, discípulo de Platón, había tres formas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia. Cada una de ellas con sus aspectos negativos: tiranía, oligarquía y la influencia de las turbas. Y explicaba que en este último caso, la democracia se deteriora cuando los ricos atesoran la riqueza a costa de los demás. También le preocupaba que, los demagogos adinerados y talentosos, podían manipular con facilidad a la gente en una democracia para convertirlos en una turba sin control.
Al igual que Platón, Aristóteles también tenía razón. La acumulación de riqueza en el 1% de la población y las desigualdades que se han amplificado, han sido una poderosa razón para que Trump haya podido manipular este resentimiento a su antojo. La respuesta violenta que promovió, hizo necesario movilizar a más de 20.000 efectivos militares, para proteger a Washington durante la posesión de Biden, hace tres semanas.
Pero también, como lo mencionaba Edmund Burke, en su obra “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”, el escritor mostraba como la psicología colectiva de la turba puede ser muy peligrosa. Cuando se sale fuera de control, como sucedió en esa época a finales del siglo XVIII, las masas enardecidas, dieron origen al periodo del Terror, donde perdieron la vida miles de personas en la guillotina, arrancando por la cabeza de los reyes de Francia. Y después predijo con exactitud lo que seguiría: la aparición del dictador para restablecer el orden y la ley en cabeza de Napoleón.
Como lo recuerda Snider, lo sucedido durante y después de la Revolución Francesa, estableció una secuencia que se repetiría en la historia más adelante: protestas sociales convertidas en turbas, violencia, y finalmente la dictadura. Así pasó con la revolución rusa al principio del siglo XX, la revolución cubana a mediados del mismo siglo y en otras situaciones de levantamientos populares menos emblemáticas, en diferentes partes del mundo.
Para este historiador, las misma preocupaciones seguramente estuvieron en la mente de James Madison y Alexander Hamilton, cuando en varios escritos mencionaban la importancia de un buen diseño institucional para evitar que los ciudadanos se convirtieran en una masa enfurecida..
Madison, considerado como uno de los padres de la Constitución americana, propuso el sistema de frenos y balances entre las tres ramas del poder, que le dieron viabilidad a la democracia, y la convirtieron en el modelo a seguir en otras latitudes. Este diseño, fue la forma en que se buscó un equilibrio que impidiera los abusos del poder, y se pudieran incorporar diferentes visiones para evitar el gobierno con rabia de las masas sin control. En contraprestación, se les dieron muchos derechos constitucionales a los ciudadanos en “The Bill of Rights”
Alexis de Tocqueville, una pensador y agudo observador francés, que recorrió los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX para entender mejor el sistema político y social norteamericano, también se refir al peligro de las turbas para la democracia de ese pais. Mencionaba que no era suficiente tener una buena constitución. Debía venir acompañada de una cultura cívica vigorosa, basada en la experiencia de autogobierno de pequeñas comunidades, como las que encontró en New England. Se necesita una población educada y autónoma y una élite responsable de “educar para la democracia” como su primer deber fundamental.
En la segunda parte del siglo XIX, la democracia como tendencia se fue consolidando y aceptando por quienes tenían el poder. Se entendió que para evitar los movimientos sociales violentos convertidos en turbas sin control, era necesario darle voz a la gente y así nació el voto. Este era el mecanismo para que el pueblo se sintiera partícipe y doliente del sistema que los iba a representar ejerciendo sus derechos democráticos. Esto fue un avance, que sin embargo, no cobijó a las mujeres sino mucho más tarde.
Es interesante ver, que las élites en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX, veían con preocupación la dinámica democrática que estaba en boga, si está no se hacía por etapas. Consideraban que el derecho al voto responsable debería ser ejercido por las clases medias y altas mejor educadas y propietarias de casas. Había una relación entre el derecho a la propiedad y el derecho al voto. Quienes no eran propietarios, se percibían como incapaces de ejercer con responsabilidad su derecho al voto y a ser escuchados.
Como lo muestra un artículo reciente sobre estos temas en The Economist, después de la II Guerra, los Estados Unidos lideraron la implementación de la democracia como forma de gobierno. Muchas de las colonias que quedaron libres en los 50, optaron por ese camino. Sin embargo, en esa época seguía la preocupación de algunas personas, del papel disrruptivo de los movimientos sociales convertidos en turbas, en la medida en que se descuidara la cultura cívica , la salud y la capacidad de las instituciones, para responder a las necesidades de la gente.
Pensadores, como el sociólogo americano Seymour Martin Lipset, escribía sobre la importancia de contar con una base amplia de prosperidad para sustentar una democracia robusta. El filósofo político Harvey Mansfield, al igual que Tocqueville, también llamó la atención del peligro de corrupción que tenía la democracia por la degradación de la cultura cívica.
Otro famoso pensador y politólogo contemporáneo, Samuel Huntington, autor de la obra “ El Choque de las Civilizaciones”, menciona que su mayor preocupación es el secuestro del Estado, por las demandas de muchos grupos de interés, que desbordarán su capacidad, frustrando las expectativas, generando resentimiento y gran desconfianza de la población. Para este pensador, el remedio está en tener unas Instituciones fuertes. Sin ellas, la democracia no funciona, o lo hace solo en beneficio de unos pocos privilegiados con acceso directo al poder.
Si analizamos las dinámicas que hoy amenazan la democracia, están relacionadas con la percepción de desigualdad creciente que afecta a la mayor parte de la población. Y esto sucede porque el sistema y sus instituciones, no tienen la capacidad de responder a unas expectativas crecientes , cómo está sucediendo en Chile.
Las protestas en este país a finales del 2019, son un ejemplo de lo que sucede, cuando la rabia acumulada no encuentra vías institucionales adecuadas, los políticos responsables no han escuchado, y las protestas se convierten en turbas manipulables que destruyeron bienes públicos. Esto sucedió en el país que era el referente democrático en nuestra región.
El reto más grande es encontrar medios más constructivos para canalizar esa rabia. Esto requiere de nuevos liderazgos que han estado ausente en las democracias que están siendo atacadas por populistas sin escrúpulos como Trump.
Después de este recorrido deshilvanado de algunos comentarios interesantes hechos por varios pensadores a lo largo de los siglos sobre la democracia, y del análisis que he querido hacer en los blogs de las últimas tres semanas, de lo sucedido en los Estados Unidos, debería ser claro para mucha gente que está siendo atacada desde adentro del propio sistema contando con la indiferencia de la gente.
En Colombia estamos viendo cada vez más pasos de animal grande y estamos jugando con fuego de manera muy irresponsable. Este año, en medio de la pandemia que se va a prolongar, los riesgos van a aumentar exponencialmente para nuestra democracia. Se dice que nadie aprende con la experiencia ajena, pero lo que ha sucedido en el país que le dio luz a esta forma de gobierno, nos debería generar una inmensa preocupación y movilizarnos para defender el sistema , que a pesar de sus debilidades, es mejor que el totalitarismo y la dictadura.