viernes, 15 de enero de 2021

El dilema ético que enfrenta Biden y su partido


En mi blog anterior “El costo de pactar con el Diablo”, me referí a la posición de los empresarios y altos ejecutivos de las más importantes empresas norteamericanas, de cerrar los ojos a las gravísimas y protuberantes fallas de carácter y acciones destructivas de Trump. Las consecuencias de la decisión de anteponer sus propios intereses, por encima de los nacionales, han puesto a tambalear el sistema democrático de su país.

La toma del Capitolio y el golpe de estado promovido por Trump, es sólo el último capítulo de esta saga, que continuará con unos efectos muy serios para el país, que era el referente del sistema democrático en el mundo. Por esta razón, los análisis que se hagan sobre estos hechos deben de ser de mucha importancia para democracias mucho más vulnerables, como la nuestra.

 

En este blog me voy a referir a algunas consideraciones éticas y políticas, que me surgieron después de la lectura de varios artículos y ensayos que han sido publicado, despues del fallido golpe del pasado miércoles, contra el Capitolio en Washington. En un blog posterior, me voy a referir a algunas reflexiones de un extraordinario ensayo, escrito por Timothy Snyder profesor de historia de Yale, publicado por el NY Times, titulado el Abismo Americano, que amplía aún más el análisis de este episodio histórico.

 


Este jueves, la Cámara  votó a favor del juicio político contra Trump, por su papel de propiciador del golpe del miércoles de la semana pasada. Esta decisión presupone un dilema ético, pero también político, muy complejo. De su manejo, se van a derivar unas consecuencias trascendentales para la gobernabilidad hacia adelante de Biden, así como para el futuro de la democracia en su país.

 

A diferencia del juicio anterior contra Trump, que bloqueó el Senado de mayoría republicana, cuando fue acusado del chantaje que trató de hacerle al presidente de Ucrania, para conseguir información contra Biden y su hijo, en esta oportunidad el tema es mucho más grave. El dilema ético y político, que se ha evidenciado en esta ocasión, se puede sintetizar a continuación:

 

Los dirigentes políticos y empresariales, que fueron cómplices de la situación por acción u omisión, y desde ambos partidos, deberán tomar unas decisiones muy difíciles que reflejarán sus prioridades y el marco ético con el que actúan.

 

La partitura que siguieron los republicanos, muchos empresarios y millones de norteamericanos, se tuvo en cuatro actos: una breve resistencia, una sumisión abyecta, completa complicidad, y ahora un agrio arrepentimiento (no de todos lamentablemente).


Sin embargo, cuando la magnitud y el impacto del asalto promovido por Trump es cada vez más evidente, la decisión que enfrentan los demócratas es comprar, en el corto plazo, algo de gobernabilidad para Biden, a cambio de la total impunidad para Trump y sus cómplices. El dilema ético está muy claro: conveniencia política y algo de normalidad, a cambio de la impunidad y de dinamitar los principios de la democracia de ese país.

 Los republicanos que todavía no han perdido completamente la razón están aduciendo que el juicio a Trump es una decisión que va a dividir y polarizar aún más al país. Y que, por lo tanto, es más conveniente pasar la página y seguir adelante, que responder por las consecuencias de las decisiones y acciones promovidas por Trump, con la total complicidad del partido que controlaba hasta hace una semana.


Evidentemente el responder por lo sucedido, tiene que tener un costo muy alto, pero lo es aún mucho mayor si no se enfrenta. Hay personas dentro del partido de Trump que ven a la democracia, no como un fin sino un medio para detentar el poder y los privilegios, generando en el camino un culto a un individuo amoral, usando los instrumentos y las instituciones que están a su disposición. Esta postura está comprometiendo la integridad del sistema, y debe ser aislada para evitar que la infección se extienda y mate al paciente.

 

Estos dilemas generan grandes preguntas para el nuevo mandatario que ha manifestado su prioridad, en buscar construir puentes, y cerrar las heridas que hoy afectan a su país.


 

Veamos algunos de estos grandes interrogantes.

 

• ¿Se deberá pasar la página, sin costo alguno para Trump, con el fin de que Biden pueda iniciar su periodo de una manera menos turbulenta?

• O debido a la gravedad de los hechos ocurridos, ¿es imperativo proceder con el juicio para sentar un precedente histórico muy fuerte, a pesar de que esto posiblemente genere más actos violentos, promovidos por los fanáticos de Trump?

• ¿Cuál sería el costo de cada opción hacia adelante?

• ¿Primarán la defensa de los principios, que sustentan la democracia norteamericana, sobre la conveniencia política del corto plazo?

• ¿Hasta dónde se puede seguir transando estos principios, sin que se derrumbe el sistema sobre el cual se construyó la democracia de ese país?

• ¿Tendrá Biden la capacidad de liderar este proceso de transición, dentro de un marco ético muy claro, para sentar las bases que permitan corregir las fallas protuberantes que facilitaron la llegada de un Trump al poder?

 

Estas preguntas no solo tocan el corazón del problema, que hoy afecta a los americanos, sino también a otras sociedades que defienden los principios y valores democráticos: la poca importancia que se le da a la ética, para la toma de las decisiones que tienen efectos profundos, a nivel individual y colectivo. Por esta razón, quiero volver a referirme el tema en este blog.

 

En noviembre del 2017, yo traía una definición de Adela Cortina, catedrática y autora sobre temas de ética: “es un tipo de saber que busca orientar la acción humana en un sentido racional, es decir, pretende que obremos racionalmente". Por lo tanto, es algo muy práctico dirigido a la acción, que nos invita a discernir lo que debemos de hacer para orientar nuestra conducta. Esto implica el deliberar antes de tomar buenas decisiones, lo que significa elegir bien, actuar consecuentemente y asumir sus costos ”

 

Y ya en referencia a su aplicación yo mencionaba: “una persona utiliza los valores éticos para tomar las mejores decisiones, cuando enfrenta los dilemas que se encuentran en cada bifurcación que hay en su camino. Con la práctica, lo interesante de este proceso de formación de carácter, es que permite incorporar los valores en las conductas diarias. Cada vez hay menos esfuerzo y desgaste con las decisiones difíciles que uno toma en la vida”.

 

Los Estados Unidos están viviendo un punto de quiebre histórico, donde las consecuencias de pactar con el Diablo están a la vista, por haber perdido el norte, y cuyos efectos se sentirán por muchos años. Y como lo plantea la Dra Cortina,  ahora les llegó el momento de tomar decisión fundamentales, que deben de estar orientadas por un marco ético que proteja la democracia, y que van a definir su futuro como nación y su influencia en el mundo.

 

El ejercicio del liderazgo democrático presupone un marco ético sustentado en unos principios y unos valores, que le dan sentido a la Democracia y la diferencia del Autoritarismo. Lamentablemente, la dirigencia política y empresarial gringa no estuvo a la altura del problema y dejaron salir al genio del mal de la botella, perdiendo su norte ético en el camino.

 

El comentario anterior explica la tremenda importancia que tiene la ética, para manejar más coherente y acertadamente las coyunturas que enfrentamos en la vida. Y es en momentos como los que están viviendo los norteamericanos, cuando se va a poner a prueba los principios y valores, que sostienen la democracia del país, y que han sido atropellados por Trump y sus áulicos, durante cuatro años.

 

Y hablando del marco ético que se basa en una serie de principios y valores, no deja de sorprenderme el papel que han jugado los movimientos cristianos evangélicos, en cimentar el culto a Trump, a pesar de que sus comportamientos demuestran que es un personaje amoral, narcisista, racista, despreciativo de las mujeres, mitómano compulsivo, y sin ningún escrúpulo para actuar. Estos movimientos se han convertido en la cara más visible de la extrema derecha blanca de su país.

 

La mezcla que sale, al unir el sentimiento de marginalización de unos grupos de blancos y con baja educación, que sienten que perdieron el control de su país, con el fervor religioso aprovechado por predicadores también sin escrúpulos como Trump, sirve para explicar mejor lo sucedido en Washington la semana pasada. Me refiero a la respuesta de miles de partidarios al llamado de Trump por Twitter, a participar en una guerra santa contra los “satánicos y pedófilos” del partido demócrata.

 

Quienes han respondido a este llamado, se ven como unas víctimas, para ellos el slogan “Make America great again” los motiva y los representa. Y les da la credibilidad a todas las mentiras difundidas por Trump, como la del fraude electoral, a pesar de la contundente evidencia en contra, en las elecciones más observadas y concurridas de la historia electoral en los Estados Unidos.

 

Una mujer que la entrevistaron durante la toma del Capitolio decía: “estoy aquí por orden de el pastor de mi comunidad en Texas, para evitar el robo de la elección. Estamos en una lucha del bien contra el mal, de la luz contra la oscuridad” Manifestaba que se veía como la reina bíblica Esther que fue una heroína que salvó a su comunidad de la muerte.

 

El investigador Andrew Whitehead de Purdue University, afirmaba en otra entrevista, que el Nacionalismo Cristiano promovido por los evangélicos blancos, es el que le ha dado por mucho tiempo, las bases políticas e ideológicas al extremismo de derecha. Esta realidad, fue capitalizada políticamente de manera astuta por Trump, para movilizar a sus bases que se identifican con él. Lo increíble, es que este movimiento religioso, haya tolerado comportamientos que contradicen éticamente las bases del cristianismo del cual se derivan. El resultado es la anarquía que se vio en Washington.

 

Las creencias apocalípticas religiosas de los evangélicos, hoy se mezclan con las teorías de conspiraciones promovidas por movimientos como QAnon. Según este grupo, el Estado está dominado por una burocracia oscura, por pedófilos y judíos

 


El dilema ético que tiene que enfrentar Biden, su partido y millones de norteamericanos, deberá de tener en cuenta que, buscar la unidad sobre unas bases tan débiles, y con una mezcla tan explosiva, no va ser posible ni sostenible en el tiempo. Y que el curar la infección, que hoy invade al sistema político de los Estados Unidos, requiere de un proceso inevitablemente doloroso. Solo así, se podría retomar el camino y aprovechar este momento histórico, para enviar un mensaje muy contundente que ilumine los principios fundamentales sobre los cuales se construyó esta gran nación del norte.

 

Muchos de los puntos tratados en este blog, tienen pertinencia, para el proceso de deterioro político que hemos vivido en Colombia. Las lecciones que deje el caso norteamericano nos pueden servir de alguna forma, para iluminar nuestro camino. ¿Será que si entendemos y podemos hacerlo?

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Favor colocar aquí sus comentarios