sábado, 25 de septiembre de 2021

La crisis social y un nuevo paradigma empresarial

 


No hay duda que la pandemia que ya cumple 18 meses, ha puesto el foco en temas que por mucho tiempo, habían permanecido invisibles en relación al rol de las instituciones que soportan el Estado, y el de otros actores fundamentales, como es el caso de los empresarios, en el desarrollo de la sociedad. 


Hay una fuerza poderosa que está impulsando esta nueva realidad. Los cambios que se venían  produciendo desde hace más de una década, han sido acelerados por el covid-19 y  han profundizando unas brechas muy complejas que están fracturando la sociedad, y de las que muy poco se quería hablar, hasta que apareció la pandemia. Estas brechas tiene especialmente tres dimensiones. 


La primera de ellas, es el impacto que están teniendo estos cambios, agravados por una crisis de salud sin antecedentes en los últimos cien años, en la capacidad de adaptación de las instituciones públicas nacionales y locales, que andan a un paso muy lento, si es que lo hacen,  mientras que la realidad va a galope y no da tregua ni respiro. 


Es cada vez más evidente que las instituciones  y muchas de las políticas y normas que hoy tenemos vigentes, fueron diseñadas para otra época y otra realidad. Y su capacidad de adaptación e innovacion, se ha venido quedando relegada hasta volverlas inoperantes, incluso obstrusibas y desconectadas de las necesidades y expectativas crecientes de una sociedad cada vez más impaciente. Esta dinámica explica en una buena medida el porqué el sistema democrático está bajo asalto porque no está respondiendo a las nuevas realidades. 



A lo anterior hay que sumarle otra brecha, a la que ya me referido en blogs anteriores: el profundo vacío de liderazgo a todos los niveles de la sociedad. Problema que es mucho más agudo en la dirigencia política, que ha sido incapaz de orientar a la sociedad en esta época de tanta volatilidad e incertidumbre.  Hoy la incoherencia es la marca de esta situación 


Quienes están en la actividad política, no han podido leer las señales de  cambio en el entorno, ni sintonizarse con las nuevas competencias que demandan estos cambios. Tampoco han podido responder a  las necesidades crecientes de una parte importante de la población,  que hoy se siente cada vez más marginada y abandonada a su suerte, por parte las instituciones del Estado y sus dirigentes.


En resumen, estamos viendo  a un Estado que no está respondiendo, y donde una buena parte de la dirigencia política se encuentra entretenida en sus rencillas internas, polarizando al país  y exprimiendo cada vez  más los recursos públicos. El resultado no es sorprendente: el desplome de la confianza en las instituciones y los políticos a unos niveles sin antecedentes desde que se llevan estas encuestas.



En este escenario de deterioro institucional, el sector privado ha cometido el pecado mortal de voltearle la espalda a esta realidad. Para rematar, el inmenso problema de la corrupción con los dineros públicos, ha contado con el contubernio  de unos mal llamados empresarios, que han sido cómplices de los políticos y empleados estatales, para robar al Estado, como lo demuestra el escándalo de un contrato multimillonario amañado, que se destapó hace unas pocas  semanas y que le costó el puesto a la ministra de MinTic.


Esta negligencia del sector empresarial, quedó desenmascarada en la toma de Cali, la tercera ciudad más importante de nuestro país, por parte del movimiento social en el cual se involucraron estudiantes e indígenas, además de  bandas criminales que hace tiempo han operado impunemente en esa zona de Colombia. 


Ha sido tal el golpe económico y psicológico recibido, que sirvió para recordarle a muchos empresarios vallecaucanos, la importancia de retomar el camino que tuvieron en los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando fueron actores protagónicos que convirtieron a Cali en el ejemplo nacional e internacional de civismo y compromiso empresarial con una región. 


Liderados por Propacífico, entidad que agrupa empresas preocupadas por su región, han comenzado a generar con urgencia un movimiento, para responder de una manera diferente,  a la crisis que ha afectado a Cali. Esta es una buena noticia porque muestra el principio de un cambio de mentalidad y de reconocimiento de la nueva realidad a la que le habían volteado la espalda por más de tres décadas. 


A partir de acercarse con humildad y genuino deseo de entender mejor la situación de varias comunidades muy afectadas de la ciudad, han levantado muy rápidamente un fondo de $44.000 millones entre empresarios pequeños, medianos y grandes, que han aportado en la medida de su posibilidades. Pero además, han puesto en marcha un programa para atacar con urgencia los problemas en diferentes frentes. Esta respuesta es muy alentadora y un buen ejemplo, porque podrán ser utilizadas por empresarios en otras regiones del país. 


El reto ahora es darle una visión de largo plazo y tener la capacidad de sostener el interés de los empresarios.



El caso de Cali, propiciado por una situación sin antecedentes en la historia del país,  apunta  en la dirección correcta  hacia el nuevo rol y responsabilidad que deben de tener las empresas en su entorno. como actores importantes en la sociedad. El paradigma de la maximización de las utilidades a corto plazo, en detrimento del bienestar de los trabajadores, el medio ambiente,  etc., hoy está totalmente cuestionado. La crisis social que hoy vivimos, ha evidenciado que se necesita otro paradigma que comprometa mucho más  a la empresa en su comunidad y con su entorno en general.  Un capitalismo mucho más consien de su impacto y responsabilidad en la sociedad


sábado, 18 de septiembre de 2021

Transformar la Policia: ¿misión imposible?


Tuve la oportunidad de escuchar la entrevista en la estación de radio la W, del general encargado de la Policía en Bogota. Mi reacción con lo que escuché fue de desconcierto total. Vi a una persona impotente ante el desborde de la inseguridad en la ciudad. Oyéndolo, pude entrever su tremenda frustración con el sistema judicial que deja libres a los atracados tan pronto los capturan haciendo ver a la Policía como ineficaz. También transmitía, el nivel de desmoralización que debe estar afectando a esa institución, como resultado del efecto de las marchas sociales y los niveles de desprestigio que reflejan las encuestas de confianza hoy en día.

Esta entrevista trajo a mi memoria la situación en que se encontraba la Policía Nacional en 1995, cuando se estaba viviendo una situación similar. En esa época, con el Foro de Presidentes, nos acercamos a la institución para ofrecerle ayuda al General Roso José Serrano, que era el Director de la institución.  En ese momento, le tocó asumir una reforma desde adentro, y que terminó siendo una contrarreforma al proceso iniciado en 1993 durante la Administración Gaviria. 


Yo personalmente trabajé durante casi tres años con otros colegas empresarios para ayudar al General Serrano en varios frentes. Por esta razón, me puse a investigar nuevamente sobre el tema para escribir este blog después de la entrevista de esta semana a la que hice referencia. 


Me encontré con un documento escrito en el 2005 por el investigador Pablo Casas Dupuy, de la Fundación Seguridad y Democracia, que me pareció muy revelador.. En este trabajo, el autor hace un aporte muy interesante donde analiza los intentos de transformar la Policía en diferentes oportunidades. Sus análisis de hace casi 17 años, hoy tienen total actualidad. 



Dada la gravedad de la inseguridad percibida que hoy enfrentamos los colombianos en diferentes zonas del país, y en particular en Bogotá, me parece pertinente traer algunos de los apartes de Casas, para darle perspectiva al problema que enfrentamos como sociedad, con la crisis que hoy afecta la capacidad de respuesta de la Policía

Es un aporte para entender mejor las posibilidades de cambio real que podemos esperar los colombianos, ahora cuando se vuelve a proponer reformar a la esta institución a la luz de los escándalos que ha habido y los excesos de violencia durante el levantamiento social de los últimos meses.  Y si la historia de los intentos anteriores nos pueden servir de alguna guía, el panorama que nos espera es bastante preocupante. El lector podrá sacar sus propias conclusiones.


Dice Casas lo siguiente al comienzo su análisis



Históricamente, las reformas policiales sólo son asumidas por un gobierno cuando la situación de corrupción, incompetencia e incapacidad por parte de la Policía, para controlar la criminalidad y atender adecuadamente las necesidades de la ciudadanía en esas materias, ha llegado a un estado de crisis.

Es casi siempre un gran escándalo, o un hecho específico de corrupción o “brutalidad policial” el detonante de la crisis. La ciudadanía en general, los sectores económicos y los medios, exigen acciones inmediatas a los mandatarios y señalan al cuerpo policial de corrupto y distante. Por su parte, la institución policial defiende su gestión y justifica sus fracasos con la falta de recursos económicos y legales, y en la falta de solidaridad por parte de la ciudadanía.


Esta situación extrema, lleva al Gobierno de turno, a tomar cartas en el asunto, por lo general, anunciando una profunda reforma del estamento policial. Sin embargo, la polarización de los principales actores involucrados, y la presión de los medios no contribuyen a crear un ambiente adecuado para el desarrollo del proceso de reforma y fácilmente se pierde de vista el objetivo principal de éste: contar con una institución transparente y diligente que permita mejorar la gestión en materia de seguridad ciudadana. 


Es común que en ese contexto, cualquier decisión que adopte el gobierno sea vista por uno u otro de los actores como un punto a su favor o en su contra. Fácilmente al final del proceso, la ciudadanía puede sentirse “engañada” por el gobierno, o la Policía no respaldada por éste y víctima de la imposición de una serie de medidas orquestadas por los “enemigos de la institución”. La tendencia por lo general es a revertir el proceso.


A pesar de ser éstos entidades públicas de naturaleza civil, por lo general cuentan con regímenes de excepción en materia disciplinaria, judicial, laboral, y de seguridad social. Esto favorece el fortalecimiento de un “espíritu de cuerpo” de tipo corporativo muy fuerte, en el que los miembros de la institución se sienten “diferentes”. Diferentes en relación con la sociedad, diferentes en relación con los demás empleados públicos, y diferentes en relación con otros cuerpos armados como, por ejemplo, las fuerzas militares. Pero, paradójicamente, de todas las instituciones de un Estado, es la Policía la que mayor contacto y cercanía mantiene con la sociedad.


A nivel internacional existen algunos ejemplos, no muchos, de procesos de reformas policiales muy exitosos. Unos de orden estructural como la transformación a la que fueron sometidos los cuerpos de policía en España a partir del fin de la dictadura de Franco en 1976, y otros de orden operativo y gerencial como la depuración y reingeniería a la que fue sometida el cuerpo de policía de Nueva York. 


En el caso colombiano, se cuenta con dos experiencias recientes. El proceso de reforma institucional realizado por la Administración del Presidente Gaviria en el año 1993, y la constitución de la Misión Especial para la Policía por parte de la Administración del Presidente Uribe en el 2003. 



Si bien se trató de dos procesos muy diferentes, su origen fue el mismo: escándalos de corrupción policial asociados al tráfico de estupefacientes, y una mala imagen generalizada ante la opinión pública. En el caso del año 1993 el detonante fue un acto de “brutalidad policial” pero las razones que motivaron al gobierno de ese entonces a proceder con la reforma fueron en su mayoría asociadas al alto grado de infiltración del que era víctima la policía por parte del narcotráfico

En el caso del año 2003 el detonante fue la apropiación por parte de miembros de la institución de más de dos toneladas de cocaína que habían sido originalmente incautadas a los narcotraficantes y el manejo poco transparente que se le dio a esta situación por parte del mando y directivas de la Policía.


El proceso de 1993 involucró activamente a la sociedad civil y la clase política, y sus aspiraciones quedaron plasmadas en una serie de Leyes y Decretos que emitió el gobierno. Dichas Leyes y Decretos desarrollaban un importante sistema de control y participación ciudadana en los asuntos de policía, y promovían el acercamiento de ésta a las autoridades civiles locales. Desde la óptica polarizada que se describió anteriormente, en este proceso el gobierno se alineó con las recomendaciones y los intereses de los “civiles” y, por lo tanto, su aceptación al interior de la Policía fue muy baja desde el inicio de su implementación.


Fue por esto que, tan pronto se presentó la coyuntura política (1995 – 1998) del Proceso 8000 y los dineros del narcotráfico en la campaña de Samper , la Policía inició su propio proceso de reforma denominado el Programa de Transformación Cultural. Por una parte, este programa sirvió de marco para que la institución adelantara un importante proceso de depuración, pero, por otra, sirvió de fachada para reversar las iniciativas más importantes introducidas durante la reforma de 1993. De ahí que se hable de la Contrarreforma.


Los únicos procesos que han tenido un grado significativo de desarrollo en la institución, han sido los generados al interior de ésta y liderados por sus mandos. Sin embargo, éstos se han abstenido de introducir modificaciones de fondo, en especial aquellos que puedan alterar su estructura jerarquizada de orden militar y los que den mayor injerencia y participación a la ciudadanía y autoridades civiles en los asuntos policiales”.


Más adelante Casas hace un análisis de los problemas que encontró la Comisión en 1993, y que llaman mucho la atención, porque podría borrarse la fecha y poner la actual, porque están vigentes.


“Debilidad en la formación ética del recurso humano, insuficiencia y falta de dinámica en el control vertical, contagio del medio social deteriorado por fallas en la formación profesional, carencia de mandos medios oficiales subalternos y suboficiales, exceso en las funciones ante las dimensiones del crimen, falso concepto y espíritu permisivo de cuerpo, fractura o divorcio entre la preparación académica y la realidad del servicio, fallas en la conducción de las unidades, disciplina impuesta con intimidación.


En 1995, bajo la dirección del General Serrano, la Policía estaba cosechando importantes resultados en su lucha contra los carteles de la droga y, a nivel interno, había iniciado un importante proceso de depuración y lucha contra la corrupción. Esto le valió el reconocimiento internacional, y aumentó su credibilidad en especial con naciones que estaban colaborando y financiando los programas de lucha contra el narcotráfico. 


Esta circunstancia ubicó a la Policía en una situación sin precedentes en términos de poder y autonomía al interior del Estado colombiano y esto le sirvió de contexto para llevar a cabo su propio proceso de reforma, el cual estuvo enmarcado por el Programa de Transformación Cultural y Mejoramiento Institucional. Al final de todo este proceso se terminó dándole un viraje de 180 grados al enfoque y a las decisiones adoptadas por la Reforma de 1993. Se dejaron de aplicar una serie de disposiciones establecidas durante el proceso de Reforma del año 1993 que eran fundamentales para lograr un verdadero cambio en la Policía.


El mando institucional presentó esta iniciativa como “la gran panacea” para hacer frente a los altos niveles de corrupción interna, a la incapacidad de la institución para responder adecuadamente a la problemática delincuencial, a la deteriorada imagen con la ciudadanía, así como para modernizar la estructura.


Si bien el diagnóstico era prácticamente el mismo que hicieron las dos Comisiones consultivas dos años atrás en 1993, la diferencia fundamental consistía en que ahora era la misma Policía la que lo decía y lo asumía, y no agentes externos a la institución como el Gobierno y la sociedad civil como sucedió en 1993. En el sentir institucional del momento, este hecho abría las puertas para que “ahora sí” se pudiese adelantar un verdadero y legítimo proceso de reforma policial, liderado por los mismos policías.


Fue así como entre 1995 y 1998 se retiraron aproximadamente 7,000 uniformados utilizando esta facultad. El impacto de dicha depuración fue muy alto al interior de la institución y se podría decir que como una medida coyuntural, ésta fue muy eficaz para restituir la imagen de la Policía con la ciudadanía y para inculcar internamente el principio del rechazo a la corrupción.


Mientras que durante el período comprendido entre 1995 y 1998 ( época en que pude ser testigo con el Foro de Presidente de los programas de Transformación Cultural descritos), estos recibían toda la atención y eran objeto de gran despliegue y publicidad. En este mismo período, muy sutilmente se revirtió todo el proceso iniciado en 1993. el desarrollo paralelo de los programas de Transformación Cultural, tuvo un efecto demoledor en términos de reversar lo realizado durante 1993 en materia de descentralización del servicio y relación con autoridades civiles locales, de participación y control ciudadano, de especialización del servicio, y de control interno institucional.


He querido transcribir estos apartes del estudio de Casas, porque como lo dije al principio, los considero de mucha actualidad para entender mejor la situación actual de la Policía. Hoy esta institución definitivamente está desbordada por las bandas crimínales y la inoperancia del sistema judicial. Pero también, porque ha demostrado una gran incapacidad de cambio y sus efectos los estamos padeciendo todos los colombianos. 


Qué  bueno  que se diera   mucho más luz a esta historia de transformaciones fallidos para entender mejor la gravedad del problema que tenemos todos los colombianos. 






sábado, 11 de septiembre de 2021

¿La distinción de un propósito , una causa y un movimiento social?



 ¿Qué es un propósito? ¿Qué es una causa? ¿Qué es un movimiento social? ¿Cuál es la importancia de entender los significados de estas palabras para el momento actual del país?

Al lector le deberá generar curiosidad las preguntas anteriores, como posiblemente le suceda a muchas personas, que pensarán que las respuestas son obvias y casi que transparentes. Pues bien, no lo son como lo pude evidenciar en un ejercicio reciente de una organización con la que colaboró, a la luz de unas decisiones estratégicas muy importantes que se deben de tomar muy pronto, para orientar su futuro y contribuir con su misión al momento crítico del pais.  


El profesor Juan Bosch decía: “las crisis políticas generan crisis sociales, y las crisis sociales generan crisis económicas, y todas en su conjunto generan ingobernabilidad”. Yo solo le añadiría la crisis de la salud, producto de la pandemia, a la lista anterior cuyo impacto ha afectado a todo el sistema democrático. 


Con la introducción anterior, me parece muy oportuno citar textualmente algunas reflexiones de un artículo que leía recientemente, cuyo autor desconozco, sobre el análisis que se hacía en referencia  a la situación en República Dominicana refiriéndose a su situación actual, y que lo puedo aplicar para nuestro caso en Colombia y para  entender mejor los significados a las preguntas iniciales de este blog


“Hace décadas que los partidos políticos han entrado en un desgaste institucional, han dejado de ser voceros de la ciudadanía, de credibilidad, de instrumento ideológico o espacio de reivindicaciones sociales y de participación en el proyecto colectivo. Más bien, han pasado a ser instituciones egocéntricas, de grupos, sin identidad, sin ideología, individualistas y sin referentes en las demandas por las conquistas de justicia social, Estado de derecho, distribución de la riqueza, sistema de valores y expresión de democracia participativa.


Por otro lado, los partidos, los gremios y parte de la sociedad civil, son la expresión de una sociedad atrapada culturalmente, sin sistema de consecuencia, promotora de debilidades institucionales, excluyentes, con inequidad y desigualdades, que estimulan la individualidad, la corrupción, la impunidad, la cultura del relativismo ético y del permisivismo social.



En los últimos años, la sociedad y los partidos se fueron enfermando, dividiéndose, despersonalizando, perdiendo su identidad, sus fundamentos y practicando el sistema de intercambio, socializando entre lo público y lo privado, sin transparencia y sin un sistema de consecuencias.

Todos olfateábamos la crisis que se incubaba, todos deglutíamos la crisis moral y ética del mercado político y de las instituciones; todos percibíamos que la sociedad funcionaba sin consecuencia, sin sanidad democrática en los actores políticos-sociales e institucionales.


Ahora, tarde hemos despertado con una monumental crisis de liderazgo a todos los niveles de la sociedad, de credibilidad y de falta de transparencia en las instituciones, la ausencia de compromiso colectivo en un proyecto de nación inclusivo y equitativo.


Nos enterábamos del fracaso del modelo chileno, negábamos la realidad y la crisis de Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Decíamos que estábamos blindados y éramos el ejemplo para desconocer nuestras debilidades y no llegar a Venezuela.


Pero la realidad nos confrontaba con la división de los partidos, el cambio de las leyes, de hacer ajustes y tomar medidas que favorezcan a los grupos, el desinterés y la apatía de la sociedad civil en tomar acciones para cambiar el rumbo al derrotero social.


Durante ese recorrido se fue olvidando que las crisis era insostenibles, recurrente, producto de practicar lo incorrecto, de practicar la política a espaldas de la sociedad y donde los actores económico-sociales se hacían más conservadores y más cortoplacistas. 


Así se fueron incubando proceso de desmoralización con desesperanza, de impotencia con frustración, de resentimiento con odio, de anomia social y pérdida de la capacidad de administrar el miedo, y lo que es peor aún, perder el acatamiento a la autoridad , la indiferencia social y el desprestigio institucional.


En este entorno, el el 2019 llegaron los indignados en Francia, la insurrección popular al Ecuador, Chile y Colombia. En este último caso con un mayor estallido de indignación en abril de este año”


Los párrafos anteriores describen de una manera magistral en mi concepto, el contexto y el entorno que está dando origen al nacimiento de unos movimientos sociales, al rededor de unas causas que responden a las grandes tensiones y vacíos que hoy son cada vez más evidentes, y que obligan a muchas organizaciones privadas, sociales y públicas, a cuestionarse su razón de ser y la forma como podrían contribuir a cambiar las dinámicas descritas. Porque si no lo hacen, hay una alta posibilidad de caer en el abismo, como le está sucediendo al Peru en la actualidad y donde Venezuela es el mejor y mas patético ejemplo de no hacer nada.


Por lo anterior, es más fácil entender la importancia de las  preguntas con las que inicie este blog. Porque de el entendimiento de su significado, para muchas organizaciones y países, se les va a facilitar hacer los ajustes necesarios y calibrar su aporte a la sociedad, a una escala mayor y en unión con otros actores que se sumen al proceso.



Comencemos por entender el significado de un propósito, tema cada vez más trajinado en el seno de muchas organizaciones, que enfrentan los grandes cambios en su entorno, pero que también deben de tener en cuenta las personas en sus vidas 

Digamos que detrás  de cada sueño, de cada proyecto, de cada meta, hay una razón. Algo que 

motiva a alcanzar los objetivos y dar lo mejor de sí para lograrlos. Y detrás de esa razón, existe un propósito superior, es decir, una finalidad última que le da sentido a la existencia de la organización y su contribución a la sociedad. 


El propósito facilita los proceso de cambio. Permite atraer talento, porque inspira y motiva un desempeño superior, apelando a la emoción más que a la razón. Es una invitación a soñar lo que es posible lograr para trascender. Una empresa con propósito tiene una diferenciación que las personas aprecian, por lo que se crea una relación más íntima y cercana. En el mundo actual es un tema fundamental. 


Finalmente, el propósito responde a dos preguntas existenciales que son atemporales’  ¿por qué y para qué existimos como individuos y organizaciones? Y están  relacionadas con la necesidad del ser humano de encontrar un significado y una finalidad a su propia existencia.


Veamos un ejemplo de empresas norteamericanas que me llamaron la atención porque muestran la razón que justifica  su existencia en la sociedad contemporánea y su impacto en ella.


  • 3 M: Resolver  problemas sin solución de forma innovadora
  • Lost Arrow: Ser un modelo y herramienta del cambio social
  • Wal-Mart: Darle la oportunidad a la gente normal de comprar las mismas cosas que la gente rica
  • Walt Disney: Hacer feliz a la gente



Ahora veamos que es una causa y su diferencia con un propósito. En general una causa surge de una reacción contra una situación que se percibe como perjudicial para una sociedad. Es el motivo o el origen  para una acción, mientras que el propósito es la razón que le da sentido para  el destino que se sueña lograr.

Veamos algunos ejemplos de causas 

  • Luchar contra la desigualdad en la remuneración de las mujeres en el trabajo
  • Impedir que siga la contaminación del medio ambiente.
  • Frenar el populismo que desorienta e incapacita la responsabilidad colectiva.
  • Impedir la violencia contra los niños.



Y para terminar este blog, abordemos la última pregunta: ¿qué es un movimiento social y porque  es importante su comprensión ? 

Los grandes cambios que hoy se están experimentando, sumados a las consideraciones planteadas en la primera parte de este blog, en relación a la fractura que estamos observando en el sistema democrático y las instituciones que lo sustentan, y su incapacidad de dar unas respuestas adecuadas a las expectativas crecientes de la gente, se le está dando  cada día más fuerza al surgimiento de nuevos movimientos que convocan a una participación creciente de organizaciones y personas,  cuyos  propósitos se pueden alinear alrededor de una causas común. 


Al investigar el tema me encontré con las siguientes definiciones de que es un movimiento social:


  • Son grupos no formales de personas, que se unen para luchar por un mismo fin, una idea, promover un cambio, y hacer  visible su opinión a favor o en contra de lo que los convoca. Lo hacen mediante actividades organizadas, a largo plazo, para promover su causa a través de una acción colectiva. Normalmente son el resultado de problemas que enfrenta una comunidad que genera tensión y preocupación. 
  • Es una red de interacciones informales entre una pluralidad de individuos, grupos y organizaciones enganchadas en conflictos políticos y culturales sobre la base de identidad colectiva compartida (Mario Diani)


Dependiendo del tema y del contexto,  hay diferentes tipos de movimientos: culturales, sociales, políticos y personales. A nivel de su organización, no suelen tener una estructura definida, lo que no significa que puedan ser organizados centralmente, actuando frecuentemente en red


Los movimientos sociales exitosos son un medio para darle identidad y sentido de propósito a quienes pertenecen a ellos, que pueden ser muy diversos en su origen y composición,  pero que los une una causa común. Generalmente aspiran a generar un cambio de impacto social y cultural que perdure, en algunos casos, recurriendo a acciones que trasgreden las normas institucionales imperantes, para hacerse oír y sentir.


Los movimientos tienden a ser informales. Logran motivar e inspirar el compromiso de quienes los apoyan, y se manifiestan en acciones colectivas que los acerquen al logro de los objetivos compartidos. Diferentes autores que han estudiado el tema, alertan para que no se confundan con las protestas sociales como las ocurridas recientemente en Colombia. La diferencia es que estas no perduran en el tiempo. 


La diferencia anterior es muy importante porque pone la luz uno de los más grandes retos para crear un movimiento social: mantener el interés y el compromiso de las personas que lo integran para sostener el movimiento en el tiempo.



Hay varios de movimientos sociales que han adoptado una causa y hecho impactos duraderos como el movimiento feminista cuya causa fue cambiando con los años, desde el voto para la mujer, al derecho al aborto y hoy la equidad entre el hombre y la mujer. Otros ejemplos son el movimiento ecologista, el pacifista, el anti globalización, el de los derechos humanos.    

¿Cuáles son las ventajas de los movimientos sociales?


“Permiten la expresión política de los actores sociales subrepresentados, contribuyen a la socialización de la ciudadanía en los valores democráticos, enriquecen el debate político, visibilizan problemas relevantes, coadyuvan en la formación de la sociedad civil y fomentan el control social de la gestión pública” (Cruz), ...


Y finalmente, es importante definir  qué acciones concretas harán avanzar el movimiento. Establecer objetivos específicos y una fecha límite para llevar a cabo las acciones. Conseguir el apoyo de asociados que compartan la pasión por la causa y con propósitos alineados con ella. También es clave  el  garantizar que el movimiento no tenga que ver con un individuo u organización.


Espero con este blog contribuir con una mejor comprensión de unos términos cuya importancia será cada día más relevante para enfrentar los tremendos retos que tenemos que abordar  como sociedad hoy y hacia adelante


sábado, 4 de septiembre de 2021

Del acuerdo a la alineación una ventaja para una sociedad



 “Hemos conseguido un acuerdo de paz” que sin embargo no logró alinear a la sociedad colombiana para tener un soporte mayoritario. Dos palabras y dos significados distintos. ¿Porque no lo logramos, ni en La Paz, ni en otros temas críticos para la sociedad?

Es muy interesante como transitamos por el mundo utilizando un lenguaje conformado por palabras y frases cuyo significado lo damos por compartido y entendido por los demás. Y sin embargo, cuando se avanza en la conversación que busca lograr un objetivo, conseguir algo, o poner en marcha una dinámica determinada, nos sorprendemos porque no lo logramos, las expectativas se frustran, y los conflictos se multiplican. 


Finalmente, se atribuye el problema a “falta de comunicación”. Y claro no la hay, porque no se hizo un esfuerzo previo para validar los significados de las palabras y los supuestos que deberían sustentar el proceso. 


Los comentarios anteriores me surgen de haber participado del proceso de Dialogos de Futuro, que traté en el blog anterior, en el cual escuché en muchas ocasiones dos palabras que me pusieron a reflexionar: alineación y acuerdo. Era evidente que estaban en el corazón del proceso que nos tomó siete meses de trabajo, donde buscábamos la alineación de los participantes para lograr unos acuerdos. Parecería lógico su uso y su secuencia. Hasta que algo me sucedió. 


Un amigo norteamericano: Greg Horowitt, quien había sido invitado en un momento del proceso para aportar su visión y experiencia trabajando en la U de California y Stanford, para enriquecer la compresión de los temas que estábamos tratando en Dialogos, me envió un escrito que me mostró una nueva forma de entender qué significado tienen la alineación y el acuerdo. Y al hacerlo, me introdujo en una dimensión que no había explorado anteriormente. Veamos:



Según el trabajo presentado  en el 2003 en el “The Journal of Integral Thinking for Visionary Action”, por Yasuhiko Genku Kimura, la alineación es el encuentro entre las intensiones de varias o muchas personas. Un acuerdo es diferente: es el encuentro de opiniones. Pero el tema se vuelve aún más interesante cuando se entra a entender que significa una opinión y una intensión. 


Una opinión, es una suposición elevada al estado de una conclusión considerada correcta, pero sin el respaldo evidente de pruebas fácticas racionales. Esto permite entender algo muy importante: los desacuerdos se producen cuando hay diferencias de opinión, que con facilidad se pueden convertir en conflictos violentos relacionados con quien tiene la razón. La emocionalidad que acompaña este desacuerdo,  dificulta el uso de la argumentación lógica y se le da más peso a “lo que podría ser que se vuelve cierto” sin la evidencia que lo soporte. 


Desde  el coaching ontológico, una opinión en los términos anteriores, tiene detrás un juicio que no está fundamentado y se le da la calidad de una afirmación. Este tema lo he tratado en blogs recientes sobre el poder del lenguaje y los actos del habla, claves para que se tengan diálogos basados en conversaciones bien estructuradas.



En Colombia, todo el mundo parecería tener opiniones diferentes sobre lo divino y lo humano. Y está bien que se tengan. El problema surge, cuando son opiniones ligeras, no informadas, y sin sustento, que se llevan al nivel de “mi verdad” que no admite otra “verdad” y a la descalificación de quien la propone. Sobre esta base, se toman decisiones muy complejas, y que en el campo político, afectan a muchísima gente. Por esta razón, siempre es conveniente preguntarse cuáles son los fundamentos de mi opinión y que tan sólidos son en el momento de usarlos para actuar.


En cuanto a la alineación, Kimura menciona que esta se puede lograr sin las necesidades de llegar a un acuerdo, lo cual en principio sorprende. Y lo es, porque la alineación es un encuentro de intenciones acompañadas de la decisión de conseguir un resultado específico en el futuro. Y dado la incertidumbre de lograrlo, o predecirlos por anticipado, hay que reconocer el efecto de variables que lo impactan. Esto invita a entender que se necesita una actitud de exploración y de búsqueda en el proceso de lograr la alineación en función de unos resultados deseados. 


Y esta actitud  permite entender algo muy importante. Se generan acciones permanentes y evolutivas que hacen del dialogo una necesidad que permite incorporar diferentes puntos de vistas de quienes participan, con opiniones diferentes pero unidos por un propósito común. Y Kimura menciona que “cuando de manera conjunta escogen un curso de acción, reconocen que la escogencia se fundamenta en un acuerdo mutuo y tentativo, que puede ser modificado o descartado en el camino. La pregunta no es “quién tiene la razón”, si no “qué es lo mejor” para lograr el propósito deseado”.


La reflexión anterior es muy poderosa para procesos como el de Diálogo de Futuro para poder seguir adelante. También, para explicar el porqué nos cuesta tanto trabajo en Colombia construir proyectos colectivos ambiciosos. 



Un acuerdo no genera sinergias porque su fundamento son las opiniones, cuyas bases hemos visto, no tienen un sustento fáctico creíble, lo que conduce muchas veces a conflictos improductivos relacionados a quien tiene la razón. Los movimientos o las organizaciones que se basan sólo en acuerdos , tienen un riesgo mucho mayor de terminar en disolución y son muy difíciles de sostener.


Mientras que la alineación genera sinergias, porque hay un propósito mayor y compartido, que permite el invitar a la inteligencia colectiva a aportar y enriquecer,  desde la diversidad de puntos de vista e inclusive de opiniones diferentes , para conseguir un resultado deseado superior al que se puede lograr individualmente. 


La explicación anterior, también invita a otra reflexión profunda para nuestra sociedad en las condiciones de alta complejidad, miedo e incertidumbre que tenemos, para lograr manejar los desafíos y problemas que enfrentamos. 


Al no tener un propósito mayor que nos una, un liderazgo que lo facilite, no lograremos alinearnos para sacarle provecho a nuestra inteligencia colectiva. Como resultado, nos desgastamos en unos conflictos muy mal manejados, enfocados a enfrentar las opiniones,  la razón de unos contra la de los otros, y sin fundamentos sólidos que soporten las dos opiniones contrarias.


Aprovecho para recalcar, como ya lo he hecho anteriormente en otros blogs, la importancia del ejercicio del liderazgo para lograr la alineación de un grupo humano hacia un resultado deseado y en función de un propósito mayor. Y como también lo he mencionado, en nuestro país hay un inmenso vacío de liderazgo, lo que impide que se gesten muchas iniciativas de alineación que inspiren e inviten a trabajar desde lo colectivo y no desde lo individual.



Una derivada de lo anterior, es que el lograr la alineación de intensiones es un prerrequisito para movilizar la inteligencia colectiva y un mayor empoderamiento de la gente porque “hay una coherencia espiritual”. Y la sinergia que se genera, permite un manejo mucho más efectivo de los desacuerdos dentro del movimiento, que ha invitado a la alineación en función de un propósito compartido y de la pluralidad de ideas. Recuerdo que la alineación puede existir con gente que tiene opiniones diferentes pero que comparten las intenciones y el propósito.


¿Es posible cambiar una organización o un movimiento basado sólo en acuerdos? La respuesta sería positiva si hay un cambio de foco que permita pasar de solo tener opiniones a compartir las intenciones. Pero hay que entender que el proceso de alineación es muy dinámico y está en flujo permanente, lo que requiere de flexibilidad para hacer los ajustes necesarios a medida que se avanza hacia la intensión que convocó al grupo. También se requiere de darle paso a la cocreación y colaboración en un ambiente que permita el trabajo colectivo. 


¿Cuál es el reto? Superar las diferencias de opinión dando mayor peso a las intenciones y el propósito compartido que ha alineado al grupo.


Espero haber contribuido con este blog al entendimiento de las diferencias en el significado de un acuerdo y la alineación, temas cada vez más críticos en entorno cada vez más en un entorno interconectado y dinámico. Pero además, es una ventaja muy grande para una sociedad para superar los retos, aprovechar las oportunidades y devolverle credibilidad al sistema democrático, que hoy muestra una profundas debilidades para lograr un propósito superior compartido.