viernes, 27 de mayo de 2022

Las contradicciones del votante en momentos de elegir

 



En medio de una cacofonía de mensajes contradictorios en esta campaña por la Presidencia de Colombia, parece que hay un único punto en común que ofrecen todos los candidatos en sus recetarios para los próximos cuatro años: EL CAMBIO .  Todos reconocen que Colombia no va por un buen camino y hay que transformar esa realidad. Donde están las diferencias es en el tipo y la visión de esos cambios, y las capacidades de los candidatos para lograrlo.



Los políticos suelen ofrecer el oro y el moro, para atraer al votante. El rechazo de este al estado de cosas, sin entender el entorno y la naturaleza de los problemas que lo afectan,  impide  que cuestione la capacidad del candidato  para lograr el cambio prometido. El riesgo enorme, es que el elector,  sin mucha reflexión, compra el remedio que se le ofrece para conseguir su apoyo, para luego sorprenderse porque su candidato no le cumplió.


La ignorancia del entorno, sumada a la falta de criterios para evaluar las capacidades del candidato, tienen unas consecuencias muy graves más adelante, cuando las expectativas no se cumplen, el votante se siente engañado,  los problemas  se acumulan y su confianza en las instituciones y los políticos se derrumba, como sucede en la actualidad en Colombia.



Por las razones anteriores, es muy importante que el votante entienda primero el contexto que hoy le ha tocado vivir. Eventos como la pandemia o la invasión de Rusia a Ucrania, que están afectando profundamente la inflación en el mundo, entre otros, le deberían enseñar una realidad muy importante. La volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y los cambios muy rápidos, son las características dominantes del entorno actual que limitan tremendamente el papel del Estado y de quienes pretendan  llegar al poder.. 


El elector tiene que entender que, la capacidad de las instituciones y los dirigentes políticos,  están siendo desbordadas en un entorno tan complejo. ¿La razón? Porque no se ha entendido lo que esta sucediendo, y se reacciona utilizando fórmulas del pasado que no han funcionado, cuando la realidad actual requiere otras aproximaciones más  innovadoras pero realistas. Los riesgos son muy altos cuando se lanzan propuestas a la loca sin contacto con la realidad que muchas veces limita lo que es posible  



El no comprender el contexto, es el  primer gran vacío que explica el muy  pobre entendimiento de lo que se debe tener en cuenta a la hora de escoger por quien votar. Esto tiene unas profundas  implicaciones que afectan la dinámica entre el elector y el candidato si  sale elegido,  en el momento de la verdad cuando llega al poder. En lugar de tener un votante exigente con su elegido,  este se convierte en un fan (ver blog anterior) que condiciona su identidad con la de su candidato,  como sucede en los grandes  espectáculos musicales con muchas estrellas reconocidas.


Dicho lo anterior, adicionalmente el votante debe de entender la naturaleza de los problemas que quisiera que le resolvieran y los que los candidatos están proponiendo. Ya quedó claro, que lo que suceda, está impactado por un entorno que quita muchos grados de libertad para actuar a quien aspire a llegar al poder. 



Veamos los problemas “técnicos”, llamados así porque tienen soluciones conocidas y la gente puede esperar respuestas claras, rápidas y de calidad por parte de las instituciones del estado y de su elegido ya en el poder. Esto implica que el dirigente político, que llegue a la presidencia, se sepa rodear de gente competente para llenar estos cargos. con capacidad sobresaliente para administrar con transparencia los recursos del Estado, ejecutar y controlar con prontitud los resultados . 


Para ilustrar mejor el tema veamos un ejemplo. En la temporada invernal, las autoridades locales y nacionales, deben de haber tomado las medidas preventivas, para que en caso de un derrumbe que afecte la movilidad en una vía importante de una región, haya la competencia de una respuesta rápida y eficaz. Desde la Presidencia, debe haber la capacidad de coordinación y movilización  de recursos de manera oportuna. 


Para estos problemas “técnicos”, el ciudadano tiene el derecho de esperar y exigir una solución efectiva a su problema porque la hay. El reto para el dirigente político y su equipo, a cargo de las instituciones responsables del Estado, es el de administrar, responder bien a estas expectativas, comunicarse oportunamente con la comunidad afectada, y mejorar estas capacidades en el tiempo.  


¿Que características debe de tener quien aspira a llegar a la Presidencia de Colombia para enfrentar estos problemas “técnicos”? Evidentemente una muy importante: saberse rodear de gente mejor que él o ella, con una trayectoria sobresaliente en la administración y manejo de organizaciones que pueden responder  a este tipo de problemas, y en frentes muy diversos, donde se espera la acción del Estado. De la capacidad de respuesta de estos equipos,  va a depender la credibilidad que tenga su administración en la comunidad. 


Según unos datos que me dieron en estos días, la próxima Administración que llegue al poder el 7 de agosto, necesita contar con alrededor  de 8000 cargos de niveles directivo, en las instituciones de orden nacional, para gestionar el próximo gobierno. 


La tragedia del estado colombiano, es que quien es elegido cada cuatro años, llega y  barre con los equipos existentes, como lo hizo Petro en Bogotá. El resultado: se borra una buena parte de la memoria institucional y se inicia de ceros. El costo en términos de efectividad del Estado es enorme. Y el  reto de  conseguir las personas competentes no es menor con la capacidad de remontar rápidamente la curva de aprendizaje que se  requiere para gobernar y ejecutar los cambios prometidos .



En resumen, quien aspire a llegar a la Presidencia de Colombia y tenga que enfrentar institucionalmente este tipo de problemas “técnicos”, debe de conformar equipos de excelencia y exigir un estándares muy altos de administración  y gestión, para ponerlos al servicio de la comunidad. 


Pero en un mundo tan complejo y cambiante, hay otro tipo de problemas “adaptativos” que se caracterizan porque no tienen una solución conocida y requieren de una alta participación de la comunidad y de los demás  actores afectados por el problema. En estos caso, las expectativas de la gente tienen que cambiar, porque su manejo va a depender muchísimo de lo que colectivamente se haga para enfrentarlo.



Para estos retos adaptativos no hay soluciones mágicas e instantáneas. Por lo tanto, es importante entender esta distinción, para “no comerse el cuento” de quienes ofrecen tener en su manga como los magos, la solución. Lamentablemente, esto es lo que está sucediendo en la actualidad con las propuestas de algunos de los candidatos en esta campaña presidencial.


Estos problemas se llaman “adaptativos”, porque normalmente van a implicar cambios de valores, creencias, relaciones, lealtades, y comportamientos. Requieren muy seguramente de desaprender para volver a prender. Significan qué hay que retar a la gente a salirse de su zona de confort para que  asuman ser corresponsables y protagonistas de las aproximaciones que se acuerden. Como no existe una respuesta conocida, hay que estar abiertos a experimentar, fallar y volverse a levantar. 



Para ilustrar este planteamiento, en la actualidad hay varios de los grandes problemas del país que pertenecen a esta categoría de retos “adaptativos”. Por ejemplo, el impacto del cambio climático y la transición que se debe dar hacia una nueva matriz energética. El impacto económico que va a significar dejar la dependencia de los ingresos del petróleo y la necesidad de que los empresarios colombianos emprendan nuevas oportunidades productivas que los reemplacen. 


Otro ejemplo muy doloroso: cambiar la cultura mafiosa que se ha construido alrededor de la cocaina para voltear al campo hacia una agricultura más industrializada como lo hizo el Peru.  Para no hablar de cambiar la cultura de “la corrupción” que es un clamor nacional por una cultura del cumplimento de las reglas y de respeto a la Constitución. Y la lista la podría seguir y seguir. Y todos estos problemas implican cambios donde se requiere una gran capacidad en el ejercicio del liderazgo colectivo.


Estos cambios adaptativos claramente no “se administran” sino que se deben de liderar a diferentes niveles de la sociedad. Por esta razón se tiene que hablar y entender el papel “del liderazgo colectivo”. Y es colectivo, porque la complejidad desborda la capacidad de un solo individuo o de un pequeño grupo, para enfrentar las cambios que hay que realizar. El caudillismo es la peor solución en estas condiciones tan complejas. 



Y de nuevo la misma pregunta: ¿Que características debe de tener quien aspira a llegar a la Presidencia de Colombia para enfrentar estos problemas “adaptativos y los cambios que se han ofrecido realizar ”? La primera condición es que el elegido tenga las capacidades y las condiciones para ejercer el  liderazgo que se requiere para lograrlos en un entorno de tan alta complejidad.. 


Esta persona tiene que demostrar la capacidad de proponer una visión inspiradora que convoque y una a los colombianos para acabar con la polarización que hoy tiene dividida a la sociedad. Debe de ser capaz  de tender puentes con quienes no lo apoyaron, para  construir acuerdos que integren la  diversidad de visiones encontrando los puntos en común. 



Y para lograrlo, debe de ser capaz de liderar los cambios y vencer las resistencias que se van a producir, creando una emocionalidad  que inspire la confianza, la esperanza y el optimismo. No promueva el odio, la división, el miedo y la desesperanza, como hizo Petro cuando fue Alcalde en Bogotá. 


La confianza se logra cuando, quien pretende liderar los cambios desde la presidencia, sea un modelo de rol de los valores y comportamientos, que deben de orientar su gobierno y a los colombianos. como son la transparencia, y la coherencia entre lo que dice y se hace.


Pero dados los retos que implica el ejercicio del liderazgo en esta época, hay otras características y capacidades que debe de tener quien aspire a llegar al poder. Una muy importante : la de motivar el reconocimiento de los avances que hemos tenido como sociedad. La razón: son las bases sobre las cuales se deben hacer  los cambios ofrecidos. 


Recientemente El Tiempo publicó una encuesta hecha a 300 personas sobre las 30 características que debían priorizar y quisieran ver en el próximo presidente del Colombia. Los resultados motivaron a la Fundacion Orígen, promotora del estudio,  a publicar la  lista 10 de atributos que recomienda tener en cuenta este domingo, al votar y a la luz de los comentarios hechos en este blog. 


Lo interesante es que temas como el liderazgo colectivo y la importancia de saberse rodear bien, no fueron escogidos en la encuesta, cuando son temas claves para enfrentar los problemas técnicos y adaptativos como se ha explicado en este blog. 


La encuesta  muestra que no hay una comprensión de que se necesita para liderar los cambios que se ofrecen y que la gente reclama. Se priorizan las características equivocadas.  Pero también se hacen evidentes  unas contradicciones muy preocupantes. Mientras que la gente pide que el líder sea honesto y transparente, tienden a ser muy condescendientes con las fallas éticas de quienes eligen y se identifican con ellos. También, cuando no asumen la corresponsabilidad del los cambios requeridos y buscan que un Caudillo les resuelvan sus problemas. Si las cosas no cambian se sorprenden, pero nunca se miran al espejo y se  preguntan su rol en el problema. 


Los colombianos parece que tienen una concepción caudillista del liderazgo que es la menos adecuada para lograr los cambio deseados en un entorno  tan complejo. Esto demuestra la urgencia de generar una pedagogía mucho más amplia sobre el liderazgo,  y una mayor conciencia que muestre las contradicciones que la gente tiene, cuando dice valorar lo que contradice con su apoyo a la hora de votar.



 























sábado, 21 de mayo de 2022

Desnudando la agenda oculta del autoritarismo.

 


Hay ocasiones en las que un buen libro puede ayudar a darle sentido a situaciones que se ven muy complejas y difíciles de explicar. En esta categoría yo no dudo en incluir el libro “La revancha de los poderosos” del analista y escritor venezolano Moisés Naim, publicado en enero de este año. Es un trabajo que hay que estudiarlo con mucho cuidado, especialmente a una semana de la primera vuelta para elegir presidente de Colombia. Este trabajo ilumina, como ningún otro, las estrategias que hoy están impulsando al autoritarismo al poder. 


En este libro Naim descifra y desnuda la estrategia que siguen personajes como Petro, en su búsqueda por llegar al poder a cualquier costo. Y en caso de lograrlo, muestra con mucha claridad y crudeza, cual sería ser su ruta que podríamos esperar una vez en el poder.

En mis dos blogs anteriores, me referí a la dinámica de la desglobalización que hoy estamos observando. Sin embargo, estamos asistiendo a un fenómeno inverso: la globalización de los regímenes autócratas y sus ataques crecientes y coordinados contra las democracias en el mundo. Esto está sucediendo sin diferencias nacionales, institucionales o culturales. Y la pregunta es ¿porqué?


Y para contestar esta pregunta, es muy pertinente el comentario de Naim al inicio de su libro. Es necesario entender las dinámicas, estrategias y herramientas que estos nuevos autócratas están utilizando para llegar al poder y quedarse con él, y así  calibrar el tamaño del reto que enfrentamos. Es un llamado a la acción, pero a partir de una verdadera compresión, del problema que tenemos quienes no estamos de acuerdo con este tipo de regímenes. 


Pero antes de entrar en la materia del análisis del libro de Naim, el autor recomienda entender que es lo que está en juego,  a partir del acuerdo que emergió al terminar la Guerra Fría y se inició la globalización. En esa época, se estableció un nuevo consenso liberal que le daba bases a la legitimidad del modelo democrático, que se comenzó a extender por el mundo en esos años. 


Su legitimidad se basaba en varios puntos fundamentales. La libertad como prioridad, lo que implica el tener elecciones libres y limpias. El respeto al estado de derecho y los derechos de las minorías. La aceptación de los controles institucionales. Y el respeto al derecho del votante a cambiar el gobierno mediante el uso de las elecciones. 


Pero Naim también nos recuerda que: 


“Las democracias liberales se apoyan en leyes e instituciones permanentes, como los parlamentos y los tribunales. Y también en algo menos visible, pero igual de importante: las normas que son los límites no escritos, pero aceptados por todos, que definen la forma apropiada de actuar.


No valoramos del todo el poder de las normas hasta que se infringen de forma reiterada. Y la infracción de las normas suele tener un efecto en cascada: cuando una persona rompe con la tradición y las expectativas, un comportamiento que antes se consideraba inapropiado se normaliza y otros lo adoptan.


Con el tiempo, las redes de normas se entretejen para establecer una idea tácita pero sólida, una cultura que define lo que es apropiado y de lo que no lo es en política. Juntas, conforman lo que los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt llamaron «los guardarraíles de la democracia»: el sentimiento tácito y común de «cómo deben hacerse las cosas» que mantiene unida una cultura política democrática”


Pues bien, el objeto del libro de Naim, es mostrar como ese consenso liberal, que dio pie al proceso de desarrollo más acelerado y exitoso que ha tenido la humanidad en toda su historia, y que sacó a millones de personas de la pobreza extrema en solo tres décadas, hoy está seriamente amenazado por autócratas que están llegando al poder, minando desde adentro el sistema democrático.



Lo que presenta Naim son las estrategias utilizadas para llegar al poder y son muy similares en diferentes países, con distintas geografías y circunstancias. Se basan en lo que el llama las estrategias autócratas 3P: populismo, polarización y posverdad. 


Dado que la llegada al poder en el siglo XXI, cuenta con muy poca aceptación al uso de la fuerza bruta, con estas estrategias se abren el camino para llegar a las elecciones, pero ocultando sus verdaderas intensiones. Si lo logran, la tarea inmediata es el desmantelamiento institucional para quedarse indefinidamente en el poder. 



La primera estrategia es la del populismo. 


Se basa en el sigilo, la confusión, la manipulación y el uso de todo lo que les sea útil para llegar al poder. Estos son sus medios preferidos. Parte del repertorio populista es el de atacar con mentiras  a quienes los critiquen y se le oponen en el camino al poder. 


Mientras logran consolidarse, procuran mantener las apariencias de una democracia funcionado y de operar dentro de las reglas del juego. Este fue el camino que siguió Chávez en sus primeros años, con el aplauso de mucho ingenuos, que no supieron ni quisieron leer sus verdaderas intensiones, a pesar de que las venía cantando por mucho tiempo.


Teniendo en frente los resultados de Chávez en Venezuela, escribiendo este blog me sorprendió el comentario que hizo Alejandro Gaviria, quien compitió por unos meses por la Presidencia de Colombia. Este señor afirmó en una entrevista que le hicieron, que:”estamos durmiendo encima de un volcán. Hay mucha insatisfacción. Puede ser mejor tener una explosión controlada con Petro que abrir el volcán. El país demanda cambio”. 


La ingenuidad de Gaviria raya en la irresponsabilidad. Si no que les pregunte a los venezolanos que creyeron en poder controlar la explosión de Chávez que arrasó con su país, y que también capitalizó en beneficio propio, la insatisfacción de la población. Para movilizar a la gente, los autócratas aprovechan la situación de desesperanza y desconfianza que se ha venido acelerando en el mundo, especialmente después de la pandemia. 



Estos personajes le dan voz a la indignación de la gente. Capitalizan y atizan  estas emociones negativas  que se reflejan hoy en las encuestas. Como parte de esta estrategia populista, dividen a la gente entre las élites corruptas y el pueblo traicionado  que ha sido su victima. Siempre hay un villano al que culpar. 


Pero hay que enfrentar una realidad: la  pandemia desnudó una situación insostenible de desequilibrio social y económico en muchos países, especialmente en America Latina. Colombia no fue una excepción. Esta campaña política en Colombia, como sucedió en Chile y Perú, es el reflejo de haber volteado la espalda al volcán que estaba por estallar. Es en lo único que estoy de acuerdo con Gaviria en su desafortunada entrevista. 


Durante un largo tiempo, el establecimiento, no quiso o no pudo ver, la realidad de mucha gente que se quedó atrás y quienes tienen un sentimiento  muy fuerte  de abandono. Un sistema, incapaz de interpretar y conectarse con su situación, representado por un Estado débil y lento para responder a las expectativas crecientes de mucha gente. 


Pero como lo muestra James Robinson, en su último libro “El corredor estrecho” al que ya me he referido en unos blogs anteriores, los problemas mencionados también son el resultado de una sociedad muy débil, incapaz de exigir y controlar al Estado, con quien además debe de colaborar bajo un principio de corresponsabilidad. 



Esa sociedad es la que elige una y otra vez a los dirigentes políticos corruptos que coptan las instituciones en su propio beneficio, sin pagar los costos ni responderles a su clientela electoral. Lo irónico, es que quien lidera hoy las encuestas, junto con muchos de los personajes que lo acompañan, hayan sido los protagonistas de muchos escándalos que han desprestigiado a la clase política en Colombia. Ahora, sin sonrojarse,  ofrecen “el cambio” sin explicar cómo lo harán y porque creerles que ellos sí lo van hacer y no se van a lucrar como ya lo hicieron en el pasado muchos de ellos. 


Difícil de digerir, pero estas son las bases que  han permitido que en Colombia,  sea muy posible la llegada de un Petro al poder, igual a como ocurrió con personajes similares en Peru y en Chile recientemente. 


Naim en su libro, muestra las herramientas del populismo que han utilizado  estos dirigentes  autócratas, para lograr su propósito final: llegar al poder y quedarse con él. Veamos.


Todo lo actual es catastrófico: el pesimismo es su arma favorita para mostrar que todo lo que se ha logrado no vale la pena conservarlo. De ahí sacan sus argumentos para conseguir “el cambio del sistema”, pero sin explicar los detalles de cómo lo harían si llegaran al poder. Y cuando lo hacen, utilizan propuestas irrealizables porque se aprovechan de la ignorancia y el desinterés de la gente. 


La criminalización de sus adversarios cuando llegan al poder. Estas no son personas con visiones y opiniones distintas. No, son los enemigos del pueblo qué hay que desaparecer. 


La amenaza externa y los problemas de fronteras, para generar miedo y solidaridad con el autócrata. Quienes se oponen en a esta estrategia se les tilda de traidores a la patria, son perseguidos, encarcelados o exilados .


El uso del poder militar, coptando a las Fuerzas Armadas, como sucedió en Venezuela, con el Cartel de los Soles. Se creó una mafia entre las fuerzas del orden del Estado y los delincuentes. Este es un proceso similar al que se está dando posiblemente en el Peru y en Chile en estos meses. 


El ignorar y despreciar la opinión de expertos porque son parte de las élites enemigas del pueblo. Son personas muy incómodas porque sus estudios pueden contradecir la verdad oficial que se quiere imponer, y destapar lo que el autócrata y sus cómplices quieren ocultar.  Por esta razón, la ciencia y los datos, no son bienvenidos porque van en contra del instinto y la imagen que gobernante quiere mostrar al mundo y sus seguidores o fans. 



El ejemplo emblemático fue el manejo que tuvo  el  gobierno de la China, ocultando la pandemia a finales del 2019 y negando su responsabilidad. Hoy han tenido que cerrar a las dos ciudades más populosas de ese país a un costo enorme para la sociedad china y la economía global. 


El caso de este país, que hoy es la segunda economía mundial,  ha desnudando la realidad que se quiso ocultar, usando el poder de un estado dictatorial, apoyado en la tecnología, para limitar la libertad de su gente. Para ellos, el valor de la libertad, es solo un embeleco de un “Occidente” decadente, cuando lo comparan con su sistema autocrático de un solo partido.


Atacar y neutralizar los medios de comunicación que no soporten el régimen y se opongan a él.  Para estos regímenes la libertad de expresión y de información es un anatema qué hay evitar, utilizando la fuerza para cerrar los medios, o a compinches que los compran para ponerlos alineados como voceros del régimen. Los ejemplo de Venezuela, Rusia, Hungría, Polonia y Filipinas, muestran el mismo patrón. 


Detrás de un autócrata del siglo XXI, que utiliza el populismo para llegar al poder, hay un narcisista, un mesías en potencia quien ofrece el oro y el moro para lograr su objetivo. Cuando lo consigue, se encuentra con la realidad que le impide  cumplir con  las expectativas que sembró en el camino. Pero no le importa, porque para eso ha desmantelado las estructuras de pesos y contrapesos, que son tan incomodas ya que lo obligarían a responder.



La segunda estrategia es la de la polarización. 


Se utiliza para dividir la sociedad en dos facciones donde no hay soluciones intermedias. Naim muestra una tendencia muy preocupante: la consolidación de grupos de fanáticos que ven al autócrata como una estrella del espectáculo, con quien se identifican y todo le perdonan. Lo hacen porque lo que está en juego es su propia identidad. 


Es una tendencia muy compleja, donde el mundo del espectáculo se funde con el de la política. Se abre el espacio donde el medio y la forma, anulan el fondo. Lo importante es suscitar emociones fuertes y reacciones viscerales que entretengan. El objetivo es formar un club de fans y no un movimiento político. Sobre este tema Naim hace un análisis magistral que lo ampliaré en el siguiente blog.


La polarización extiende la visión fatalista del pasado y del presente para demonizar a los adversarios y “agudizar las contradicciones”. El resultado es generar una brecha profunda que divida de manera irreconciliable a la sociedad. Este es un objetivo primordial para el autócrata porque es el camino que le permite llegar y quedarse con él poder. 


El tema de la identidad en la polarización es crucial. El analista y escritor Francis Fukuyama lo expresó muy bien: “esta centra la necesidad natural de la gente de que se reconozca su dignidad y proporciona el lenguaje para expresar los sentimientos de agravio cuando no se les proporciona ese reconocimiento”.


Entre el fanatismo y la identidad no queda espacio para posiciones intermedias, tender puentes entre visiones diferentes, generar consensos, o llegar a acuerdos. La diversidad deja de ser una opción, todo aquel que piense distinto es un enemigo qué hay que eliminar. Se niega el derecho que el sistema democrático ofrece a otros de llegar al poder.


Como se puede ver, la polarización genera las condiciones contrarias a las que se necesitan para enfrentar los grandes retos de las sociedades contemporáneas, producidos por los cambios cada vez más acelerados del entorno actual.



La tercera estrategia: la posverdad. 


Es un tema nuevo que requiere de una explicación. “La posverdad  niega la existencia de una realidad independientemente susceptible de verificarse”. No existen o se rechazan los criterios  para establecer la verdad. Se busca un objetivo fundamental: enturbiar al máximo el ambiente para impedir distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad. Para lograrlo, el uso de la tecnología ha facilitado enormemente esta estrategia a unos costos mínimos y unos resultados impresionantes.



Los ejemplos recientes abundan de la interferencia de Rusia con sus aliados como Venezuela, para influir en las elecciones de países como España, Mexico, Chile, Peru, y también Colombia. Para no hablar del escandaloso caso de la elección de Trump y el uso de las redes contra Hilary Clinton en los Estados Unidos. 


En resumen, como se puede observar, la estrategia de las 3P que Naim ha decodificado de manera oportuna y brillante, muestra que ha sido un gravísimo error el subestimar a tipos como Putin, Chávez y similares. El daño ha sido enorme y el peligro para la democracia mortal.


Por la importancia del tema, y que enfrentamos unas elecciones sin antecedentes, voy a seguir profundizando sobre los aportes de Naim, en un momento donde hay tanta desorientación y vacíos profundos de liderazgo. Aprovecho para recomendar  al lector ver el artículo sobre el tipo de líderes que buscan los colombianos publicados por El Tiempo el pasado domingo. Sobre estos resultados también voy a escribir en estas semanas.

sábado, 14 de mayo de 2022

El fin de la globalización II parte

 


En el blog anterior señalaba los efectos del fin de la era actual de globalización sobre la economía y la sociedad. También mencionaba que este tema no había ocupado ningún espacio durante esta época electoral en Colombia. En mi opinión, gracias a está grave omisión, se ha perdido una muy buena oportunidad pedagógica para preparar y orientar a la gente sobre las consecuencias de estas grandes dinámicas globales de las cuales no nos podemos escapar.. 

Y esta omisión es más preocupante aun, cuando los primeros efectos ya los estamos sintiendo con mucha fuerza toda la población con  un incremento sin antecedentes en la inflación en nuestro país y a nivel mundial. Peor aún, cuando el próximo gobierno va enfrentarse con un entorno mucho más complejo y con poquísimos grados de libertad para decidir y actuar. Esa omisión se le va a devolver como un bumerán a la cabeza del próximo inquilino del Palacio de Nariño. 



Y como ya está pasando en Peru y en Chile, va a tener que tomarse un trago muy amargo: en un blog anterior mencionaba que hay una gran diferencia entre protestar y gobernar, especialmente en las circunstancias tan complejas como las actuales. 


Mostraba que, las señales sobre el fin de la era actual de la globalización, ya comenzaban a ser claras desde el 2008. También, que la pandemia y el ataque ruso a Ucrania, habían acelerado el proceso que estaba en marcha, donde unos de los efectos  más notables, había sido el acercamiento entre Rusia y China, y las verdaderas razones para hacerlo. Ambos países  veían una oportunidad histórica para aprovechar  su percepción del debilitamiento de la influencia internacional de los Estados Unidos y la Unión Europea. 



Ambas naciones, quieren ser reconocidas y aceptadas en sus nuevos roles como potencias en el mundo. Para reforzar sus posturas, han promovido en estas últimas dos décadas, los movimientos que defienden de manera autoritaria la soberanía nacional. Por esta razón cuentan con el respaldo de regímenes como el Erdogan en Turquía y Modi en la India. 

Pero el tema del honor nacional no es de su exclusividad. Trump durante su mandato y Johnson en Inglaterra, son dos ejemplos increíbles del virus nacionalista. Es el resultado de los ataques al sistema desde adentro de la misma democracia, y de un desprecio de la visión cosmopolita y de convergencia mundial, que le dio vida en 1990 a la era actual de la globalización y que hoy está concluyendo.


Lo increíble de esta historia, es que fueron los Estados Unidos e Inglaterra donde se gestaron los ataques dentro de su sistema, pero que en sus momentos de mayor poder mundial, impulsaron la visión de los valores de la democracia  y la globalización, que se volvieron unos referentes deseables para muchos países en el mundo. 


Hoy, con su ejemplo, están ayudando a los autócratas como Putin y Xi-Jinping y otros similares, a demoler las bases de la misma democracia, que es lo que en el fondo hoy está en riesgo cuando la globalización había ayudado a difundir como un modelo a seguir.


A pesar de que hoy la globalización cuenta con muy pocos defensores, por la forma en que está siendo atacada, de manera mal intencionada sus opositores buscan ocultar una realidad incuestionable. Gracias a ella, y a a pesar de sus sombras que las tiene, fue el motor que impulsó el acenso  de cientos de millones de personas  a los niveles de la clase media, según los parámetros del Banco Mundial. 


Pero la mayor paradoja, es que el país más beneficiado de este proceso ha sido la China que sacó de la pobreza a más de 600 millones de chinos, y que hoy se ha convertido en el peor enemigo de la globalización por cuenta de su confrontación geopolítica con los norteamericanos .


A lo anterior, hay que sumar la necesidad de defender con agresividad los valores culturales propios, que según autócratas como Putin y Xi-Jinping, han sido agredidos por la globalización. Evidentemente, desde el inicio de este periodo, los valores liberales occidentales fueron ampliamente difundidos a través de la música, el cine, las redes sociales y la influencia política de las naciones más avanzadas. El supuesto fue que su adopción iba a ser universal. Sin embargo, la verdad es que hoy estos valores son más marginales que lo que se suponía. 



En la Encuesta Mundial de Valores sobre las creencias culturales y morales, los resultados del 2020 muestran un mapa muy diferente de encuestas anteriores. Las zonas protestantes europeas y de habla inglesa, se han ido marginando del resto del mundo menos desarrollado, mostrando una divergencia creciente en temas como el matrimonio, la familia, el género y la orientación sexual.


En un libro escrito sobre estos temas por Joseph Henrich “Las personas más extrañas del mundo” lo demuestra con gran profundidad. El retrato que emerge de la persona occidental es complejo: “individualista, obsesivo, orientado al control, no conformista y analítico”. Su foco está en sus atributos, logros y aspiraciones, por encima de las relaciones y los roles sociales. 


Como lo menciona David Brooks en su análisis sobre la globalización en el NY Times, mucha gente en otras culturas ven con desprecio o incomprensión, la obsesión occidental por defender los derechos de género, de las comunidades LGTB, o el derecho a definir la propia identidad. Y aún más, “se cuestiona que el papel de la educación sea desarrollar un pensamiento crítico en los niños y jóvenes para que se puedan liberar de las ideas inculcadas por sus padres y comunidades”. 


Pero además, las estadísticas parecería darles la razón a quienes hoy rechazan los “valores occidentales”. En los Estados Unidos el 44% de los estudiantes de secundaria manifiestan sentimientos de tristeza y desesperanza, lo cual no habla muy bien de la defensa de estos valores.


Otros estudios recientes, muestran que los valores universales como la libertad, la democracia y la dignidad personal, no son aceptados en todas partes, y con una tendencia decreciente muy preocupante.


Hay un tema que también llama mucho la atención: el deseo muy fuerte de la gente por tener orden en su entorno, alejarse del caos y la anarquía que los impacta. Los cambios culturales se suman a las dificultades crecientes de gobernabilidad, y se perciben como algo  fuera de control que empujan a la gente a buscar irreflexivamente el orden a cualquier costo. 


Pero no entienden que su deseo  solo se consigue, cuando se vive en sociedades que tienen reglas claras, donde se protegen los derechos individuales y hay libre elección de sus dirigentes. Lamentablemente esta posibilidad parece ser un lujo muy alejado en muchos países. 



Como lo muestra “Freedom in the World 2022”, el resultado que muestran estas encuestas, es un declive creciente de la democracia en el mundo en los últimos 16 años. Esta es una tendencia que se comenzó a evidenciar en el 2006. Es “una recesión de la democracia que se está profundizando.” Claramente no era lo que se esperaba en el nuevo periodo de la globalización. 


Hace unos años, las democracias se veían estables y los regímenes autoritarios disminuidos. Ahora la situación es al revés. China se precia de un modelo autoritario y centralizado, que ha utilizado las nuevas tecnologías para aumentar su control sobre más de 1300 millones de chinos, mientras llegaron a ser la segunda economía del mundo. Los indicadores de patentes, las inversión en bienes de capital, el desarrollo acelerado de su infraestructura,  han venido aumentando en ese país. Este proceso ha contado con el apoyo de la población a la dictadura del partido comunista chino.


Hoy, con el ataque ruso a su vecino, estamos  viviendo un mundo que se creía superado desde 1990, en donde las grandes potencias compiten por tener acceso a los recursos y mayor dominación territorial. Es el caso de China y Rusia, ambos buscan ampliar sus zonas de influencia sin importar los medios para hacerlo. Esta dinámica es una fuente creciente de conflicto, como lo que está sucediendo con Ucrania y pude suceder con Taiwán. 


En el centro de esta dinámica, es el choque entre dos sistemas políticos muy distintos: la democratización vrs el autoritarismo. Estamos presenciando una versión contemporánea de unos nuevos muros divisorios que están acabando la globalización. Pero a diferencia de la Guerra Fría, en este conflicto que está en marcha, ya no solo es político y económico. Como lo afirma Brooks en su análisis, es un cocktail muy peligro y explosivo, donde juega lo cultural, lo psicológico, lo religioso, el estatus, la moral y la religión. Esta mezcla viene en un solo paquete y expresa con mucha fuerza, un rechazo a seguir los patrones de un Occidente decadente.


Es la lucha entre “la dignidad personal y la cohesión comunal” . Estas diferencias están siendo aprovechadas por los autócratas en su propio beneficio y de paso, sembrar el caos en los países que se les oponen. Las guerras culturales, las tensiones religiosas y el resentimiento, son los medios para movilizar a la gente y aumentar su poder. Se estaría validando el planteamiento  de Samuel Huntington en su libro “ Choque de civilizaciones” cuando afirmaba que “las ideas , la psicología y los valores, además de los intereses materiales, definen la historia”.


Lo que más impresiona hoy en día, es que el rechazo a los valores de las élites occidentales, no es solo un fenómeno entre naciones. También se está viendo al interior de los países como es el caso de Trump en los Estados Unidos, Jaír Bolsonaro en el Brasil, o Modi en la India. En el caso norteamericano, hoy se ve una sociedad fracturada a en torno a muchos temas a la vez.


Brooks se pregunta en su análisis, si es posible ganar una guerra cultural a nivel global, donde se mezclan temas tan variados como el secularismo y los derechos de los homosexuales, con el uso de las armas nucleares, los flujos de comercio, el resentimiento al estatus, la masculinidad tóxica y las tomas de poder autoritario. 


A la luz de los resultados recientes, es válido pensar que las críticas que se están haciendo a la cultura individualista, materialista, y demasiado condescendiente del mundo accidental, tienen mucho fondo. 


En un entorno tan complejo como el actual, una sociedad parada en esos valores y sin una disposición a cuestionarse, tiene una posición débil parta enfrentar los tremendos retos que están presentando los ejemplos autoritarios, como es el caso de la China, y mucho menos preparada para defender la democracia. Esa es la gran apuesta de  China y Rusia hoy en día. 


En muchos países, la gente está apoyando estos regímenes autoritarios. Sienten que le dan voz al resentimiento que tienen porque el sistema democrático los dejó atrás, además  de que se está vulnerado su orgullo nacional. Es tan grave este rechazo que no les importa si el costo que tienen que pagar es su libertad. Es una postura idealista hasta que la pierden. Solo hay que mirar a nuestro vecino Venezuela y los millones de personas que han salido huyendo de su país.


Definitivamente hay una ceguera colectiva, que está contagiando a millones de personas, y que les está impidiendo ver la manipulación a la que están siendo sometidos,  por parte de  personajes que provienen de  los extremos del espectro ideológico. 


Estas personas no solo no ven, tampoco parece impórtales que lo que está en juego es la defensa de su libertad y el respeto a su dignidad personal. Solo cuando esto se pierde y hay que huir, es cuando el sentido común se recupera, solo que ya es muy tarde. Repito: Venezuela es un ejemplo patético. 


Mientras tanto, hay afortunadamente  el  ejemplo inspirador y heroico de la férrea defensa del pueblo ucraniano, que ha  movilizado hasta el último ciudadano, para defender su libertad, autodeterminación y su democracia,  atacadas sin piedad por Putin. 


Al final se impone una verdad: uno cuida lo que le importa, especialmente cuando se toma consciencia del altísimo costo que se paga cuando no se hace a tiempo.


En su libro “La revancha de los poderosos” , el analista venezolano Moisés Naim hace un extraordinario análisis de las dinámicas actuales que están acelerando los procesos autoritarios y su impacto en las ideas liberales que sustentaron la globalización. En un próximo blog, voy a referirme a algunos aspectos muy interesantes, que complementan muy bien este blog y el anterior


sábado, 7 de mayo de 2022

El fin de la globalización I parte


 Mientras en Colombia nos entretenemos con el proceso electoral en marcha, el entorno internacional, en el cual necesariamente estamos insertos, está cambiando rápidamente con grandes consecuencias a nivel global. En medio de una campaña política tan crítica para Colombia, los candidatos que aspiran a la Presidencia, no han hecho ningún esfuerzo para preparar a la población y mostrar las consecuencias.

Como resultado, la mayoría de la gente ha estado de espaldas a esta realidad que ya está afectando la calidad de vida de millones de colombianos. No se les ha explicado que la inflación, cuyo indicador se ha triplicado en dos años, es un resultado directo de las dinámicas internacionales que están en marcha. 



Las disrupciones que produjo la pandemia en las cadenas de abastecimiento, y ahora la demencial invasión rusa a Ucrania, han disparado el precio del petróleo, creado un desabastecimiento de materias primas para los abonos, muchos componentes electrónicos y otros productos críticos, con un gran impacto en los costos que han acelerado la inflación global a niveles que no se hablan visto a muchos años.


Este es el contexto en el cual vale la pena mirar el impacto de mayor envergadura que se está produciendo: el final de la era de la globalización. 


Las nuevas generaciones nacidas después de 1990, han vivido y se han beneficiado de esta era, con sus luces y sus sombras. Pues bien, parece que ese periodo está por terminar y su impacto se va a sentir muy fuertemente obligando a un inmenso cambio en sus expectativas. 


En los próximos dos blogs, me voy a referir a esta realidad y mostrar cuáles pueden ser sus efectos a corto y mediano plazo. Para este fin, me he documentado en varias fuentes, y de algunos artículos sobre el tema escritos por columnistas como David Brooks en el NY Times.



Hace 25 años, el mundo presentaba un panorama más esperanzador porque se había acabado la Guerra Fría. El capitalismo había superado al comunismo. La interdependencia entre las naciones había adquirido una mayor dinámica. La democracia se estaba extendiendo por el globo alrededor de unos valores universales como los derechos humanos, el pluralismo y la libertad . El internet prometía acelerar el proceso de conectar al globo en un a gran red.


Quienes vivimos ese periodo, estábamos presenciando un nuevo renacer de la globalización, que había tenido un momento equivalente entre 1860 y 1913, y que concluyó antes de iniciar la I Guerra Mundial. En esta oportunidad, la convergencia de los desarrollos tecnológicos y los nuevos  modelos económicos, promovieron la globalización. Como resultado de esta dinámica, los indicadores de comercio e inversión se dinamizaron,  impulsados por la creciente red de intercambio y de nuevas cadenas de suministro que se crearon durante  este periodo. 


Pero su impacto  también tubo efectos políticos, culturales y sociales. La tecnología facilitó el acercamiento de la gente, la conexión y construcciones de relaciones a un nivel nunca antes visto. A un click se hizo posible conectarse con otras personas en cualquier parte del mundo. Se facilitó  el intercambio  de ideas y se aceleró la innovación de nuevos productos y servicios.


Durante esta nueva era, el modelo de desarrollo y el sistema político de los  Estados Unidos y de los países europeos, se veían de manera optimista como referentes y el camino a seguir . El consumismo, el secularismo, el individualismo y el progreso material, fueron los valores deseables y de alto impacto cultural. Después de  la caída del Muro de Berlín en 1989, la lucha entre las ideologías comunista y capitalista,  parecería que había llegado a su fin. 


Un supuesto muy importante, que ayudó al desarrollo del globalización durante más de dos décadas, fue la seguridad que daba el nivel de interdependencia económica que se había construido. Era un seguro que daba tranquilidad para minimizar la producción local y buscar  las eficiencias en costos y velocidad,  usando las cadenas especializadas de suministro global. Una ilusión similar, aunque a otra escala, se tuvo en la era anterior de la globalización y que fuera destrozada por dos grandes guerras mundiales. 


En opinión de muchos  expertos en estos temas, hoy estamos viendo el fin de la globalización como la conocimos en los últimos treinta años. Las señales, que son cada vez más claras, nos muestran que su retroceso está en marcha. Veamos algunas de ellas.



La tendencia del freno a la globalización se comenzó a evidenciar desde el 2008, año en el que se precipitó una gran crisis financiera.  En los siguientes 11 años, los datos del comercio relativos al PIB mundial, cayeron un 5%. Lo mismo se evidenció con el flujo migratorio y de inversión que se redujo en un 50%, del 2016 al 2019, según un informe especial de la revista The Economist.


En este periodo de cambio, son varias las causas que han acelerado esta tendencia. La crisis del 2008 sembró una gran duda sobre el capitalismo. El impacto del enfrentamiento entre China y los Estados Unidos, el Brexit, la llegada al poder de populistas como Trump, los movimientos nacionalistas, y los promovidos desde la izquierda contra la globalización, son algunas de sus principales fuerzas impulsoras.



La pandemia de los últimos dos años, y ahora, la invasión de Rusia a Ucrania, han acelerado los conflictos y las dinámicas contra la globalización. .Se han evidenciado las principales vulnerabilidades de este modelo: la disrupción que se ha producido en las cadenas de suministro y la dependencia de muy pocas fuentes del abastecimiento de productos críticos como el gas para Europa, y los fertilizantes que afectan la producción de alimentos. Hoy han perdido vigencia los supuestos, que fueron utilizados desde los años 80, para tomar decisiones de inversión,. 


Otra causa: la rivalidad económica entre las grandes potencias se han mezclado con los temas políticos y culturales. Esta realidad ha acelerado la reversión de decisiones empresariales tomadas durante los últimos veinte años. Cientos de compañías han repensado sus operaciones o las han cerrado en paises como Rusia y China, por las decisiones hostiles de sus regímenes autoritarios y los conflictos geopolíticos que han suscitado sus decisiones. Hoy, estas dos naciones son los más grandes enemigos de la globalización. 


En la actualidad, los riesgos de hacer negocios en estos paises, se han aumentado significativamente porque la incertidumbre es cada vez mayor. Se ha acelerado la tendencia a producir localmente, y se ha reducido significativamente los flujos de inversión.  Por ejemplo, entre China y los Estados Unidos se redujo a una sexta parte en los últimos tres años. 


Otra señal  muy preocupante es la reacción de indiferencia, que se se ve en muchos países del mundo, ante la invasión rusa a Ucrania. El ejemplo autoritario y demencial de Putin, no solo no ha merecido el rechazo, sino  inclusive ha contado tácitamente con aprobación y apoyo . El caso de la China y la India, los dos países más poblados de la tierra, son demasiado visibles. Especialmente el de la India, que se supone ser la democracia representativa mas grande del mundo.



Como consecuencia de estas dinámicas tan negativas, el mundo se está dividiendo en dos bloques de comercio alrededor de las dos grandes potencias económicas! Estados Unidos y China, y que enfrentan a dos sistemas con lógicas políticas y culturales  muy distintas. 


Los chinos están actuando hoy bajo un supuesto: la vulnerabilidad y la decadencia del sistema democrático occidental, especialmente la decadencia norteamericana. Ven el éxito conseguido por ellos con su  sistema autoritario  de un solo partido, como la evidencia que les demuestra su superioridad, y que será  el modelo dominante hacia el futuro. 



Como afirma David Brooks, columnista del NY Times en un artículo muy completo sobre el fin de la globalización, lo que estamos  presenciando es “una guerra cultural global” entre dos sistemas muy distintos. Pero hay otras  motivaciones  adicionales a  los temas económicos y políticos que están afectando el curso que traía la historia de la globalización desde 1990.


Brooks afirma que los seres humanos tienen unas necesidades de “ser vistos, respetados y apreciados. Cuando esto no sucede, se genera una reacción de ira, resentimiento y venganza. Hay un sentimiento profundo de injusticia y una respuesta agresiva de indignación”.  La inequidad generada en esta época de la globalización, ha producido un gran rechazo de la gente que han sentido que el proceso los ha ignorado y dejado atrás. 


Estas dinámicas tan complejas, han sentado las bases  para exacerbar el resentimiento, que ha sido explotado por los populistas autoritarios, de izquierda y de derecha. Es en este escenario histórico, que Putin y  Xi  Jinping, han aprovechado, para amplificar esta situación a una escala global, y que les sirve a sus intereses para aumentar sus esferas de influencia y revivir pasadas glorias. 


Esta dinámica explica la unión que declararon en febrero de este año, cuando los dos reafirmaron su apoyo mutuo en contra de las élites de los Estados Unidos y Europa. Ambos están reaccionado contra lo que consideran es una época de humillación para sus dos naciones, e imposición de valores por parte de las potencias occidentales. 


En el siguiente blog continuaré con otros factores que explica el fin de la era actual de la globalización y sus consecuencias para países como Colombia.