sábado, 21 de mayo de 2022

Desnudando la agenda oculta del autoritarismo.

 


Hay ocasiones en las que un buen libro puede ayudar a darle sentido a situaciones que se ven muy complejas y difíciles de explicar. En esta categoría yo no dudo en incluir el libro “La revancha de los poderosos” del analista y escritor venezolano Moisés Naim, publicado en enero de este año. Es un trabajo que hay que estudiarlo con mucho cuidado, especialmente a una semana de la primera vuelta para elegir presidente de Colombia. Este trabajo ilumina, como ningún otro, las estrategias que hoy están impulsando al autoritarismo al poder. 


En este libro Naim descifra y desnuda la estrategia que siguen personajes como Petro, en su búsqueda por llegar al poder a cualquier costo. Y en caso de lograrlo, muestra con mucha claridad y crudeza, cual sería ser su ruta que podríamos esperar una vez en el poder.

En mis dos blogs anteriores, me referí a la dinámica de la desglobalización que hoy estamos observando. Sin embargo, estamos asistiendo a un fenómeno inverso: la globalización de los regímenes autócratas y sus ataques crecientes y coordinados contra las democracias en el mundo. Esto está sucediendo sin diferencias nacionales, institucionales o culturales. Y la pregunta es ¿porqué?


Y para contestar esta pregunta, es muy pertinente el comentario de Naim al inicio de su libro. Es necesario entender las dinámicas, estrategias y herramientas que estos nuevos autócratas están utilizando para llegar al poder y quedarse con él, y así  calibrar el tamaño del reto que enfrentamos. Es un llamado a la acción, pero a partir de una verdadera compresión, del problema que tenemos quienes no estamos de acuerdo con este tipo de regímenes. 


Pero antes de entrar en la materia del análisis del libro de Naim, el autor recomienda entender que es lo que está en juego,  a partir del acuerdo que emergió al terminar la Guerra Fría y se inició la globalización. En esa época, se estableció un nuevo consenso liberal que le daba bases a la legitimidad del modelo democrático, que se comenzó a extender por el mundo en esos años. 


Su legitimidad se basaba en varios puntos fundamentales. La libertad como prioridad, lo que implica el tener elecciones libres y limpias. El respeto al estado de derecho y los derechos de las minorías. La aceptación de los controles institucionales. Y el respeto al derecho del votante a cambiar el gobierno mediante el uso de las elecciones. 


Pero Naim también nos recuerda que: 


“Las democracias liberales se apoyan en leyes e instituciones permanentes, como los parlamentos y los tribunales. Y también en algo menos visible, pero igual de importante: las normas que son los límites no escritos, pero aceptados por todos, que definen la forma apropiada de actuar.


No valoramos del todo el poder de las normas hasta que se infringen de forma reiterada. Y la infracción de las normas suele tener un efecto en cascada: cuando una persona rompe con la tradición y las expectativas, un comportamiento que antes se consideraba inapropiado se normaliza y otros lo adoptan.


Con el tiempo, las redes de normas se entretejen para establecer una idea tácita pero sólida, una cultura que define lo que es apropiado y de lo que no lo es en política. Juntas, conforman lo que los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt llamaron «los guardarraíles de la democracia»: el sentimiento tácito y común de «cómo deben hacerse las cosas» que mantiene unida una cultura política democrática”


Pues bien, el objeto del libro de Naim, es mostrar como ese consenso liberal, que dio pie al proceso de desarrollo más acelerado y exitoso que ha tenido la humanidad en toda su historia, y que sacó a millones de personas de la pobreza extrema en solo tres décadas, hoy está seriamente amenazado por autócratas que están llegando al poder, minando desde adentro el sistema democrático.



Lo que presenta Naim son las estrategias utilizadas para llegar al poder y son muy similares en diferentes países, con distintas geografías y circunstancias. Se basan en lo que el llama las estrategias autócratas 3P: populismo, polarización y posverdad. 


Dado que la llegada al poder en el siglo XXI, cuenta con muy poca aceptación al uso de la fuerza bruta, con estas estrategias se abren el camino para llegar a las elecciones, pero ocultando sus verdaderas intensiones. Si lo logran, la tarea inmediata es el desmantelamiento institucional para quedarse indefinidamente en el poder. 



La primera estrategia es la del populismo. 


Se basa en el sigilo, la confusión, la manipulación y el uso de todo lo que les sea útil para llegar al poder. Estos son sus medios preferidos. Parte del repertorio populista es el de atacar con mentiras  a quienes los critiquen y se le oponen en el camino al poder. 


Mientras logran consolidarse, procuran mantener las apariencias de una democracia funcionado y de operar dentro de las reglas del juego. Este fue el camino que siguió Chávez en sus primeros años, con el aplauso de mucho ingenuos, que no supieron ni quisieron leer sus verdaderas intensiones, a pesar de que las venía cantando por mucho tiempo.


Teniendo en frente los resultados de Chávez en Venezuela, escribiendo este blog me sorprendió el comentario que hizo Alejandro Gaviria, quien compitió por unos meses por la Presidencia de Colombia. Este señor afirmó en una entrevista que le hicieron, que:”estamos durmiendo encima de un volcán. Hay mucha insatisfacción. Puede ser mejor tener una explosión controlada con Petro que abrir el volcán. El país demanda cambio”. 


La ingenuidad de Gaviria raya en la irresponsabilidad. Si no que les pregunte a los venezolanos que creyeron en poder controlar la explosión de Chávez que arrasó con su país, y que también capitalizó en beneficio propio, la insatisfacción de la población. Para movilizar a la gente, los autócratas aprovechan la situación de desesperanza y desconfianza que se ha venido acelerando en el mundo, especialmente después de la pandemia. 



Estos personajes le dan voz a la indignación de la gente. Capitalizan y atizan  estas emociones negativas  que se reflejan hoy en las encuestas. Como parte de esta estrategia populista, dividen a la gente entre las élites corruptas y el pueblo traicionado  que ha sido su victima. Siempre hay un villano al que culpar. 


Pero hay que enfrentar una realidad: la  pandemia desnudó una situación insostenible de desequilibrio social y económico en muchos países, especialmente en America Latina. Colombia no fue una excepción. Esta campaña política en Colombia, como sucedió en Chile y Perú, es el reflejo de haber volteado la espalda al volcán que estaba por estallar. Es en lo único que estoy de acuerdo con Gaviria en su desafortunada entrevista. 


Durante un largo tiempo, el establecimiento, no quiso o no pudo ver, la realidad de mucha gente que se quedó atrás y quienes tienen un sentimiento  muy fuerte  de abandono. Un sistema, incapaz de interpretar y conectarse con su situación, representado por un Estado débil y lento para responder a las expectativas crecientes de mucha gente. 


Pero como lo muestra James Robinson, en su último libro “El corredor estrecho” al que ya me he referido en unos blogs anteriores, los problemas mencionados también son el resultado de una sociedad muy débil, incapaz de exigir y controlar al Estado, con quien además debe de colaborar bajo un principio de corresponsabilidad. 



Esa sociedad es la que elige una y otra vez a los dirigentes políticos corruptos que coptan las instituciones en su propio beneficio, sin pagar los costos ni responderles a su clientela electoral. Lo irónico, es que quien lidera hoy las encuestas, junto con muchos de los personajes que lo acompañan, hayan sido los protagonistas de muchos escándalos que han desprestigiado a la clase política en Colombia. Ahora, sin sonrojarse,  ofrecen “el cambio” sin explicar cómo lo harán y porque creerles que ellos sí lo van hacer y no se van a lucrar como ya lo hicieron en el pasado muchos de ellos. 


Difícil de digerir, pero estas son las bases que  han permitido que en Colombia,  sea muy posible la llegada de un Petro al poder, igual a como ocurrió con personajes similares en Peru y en Chile recientemente. 


Naim en su libro, muestra las herramientas del populismo que han utilizado  estos dirigentes  autócratas, para lograr su propósito final: llegar al poder y quedarse con él. Veamos.


Todo lo actual es catastrófico: el pesimismo es su arma favorita para mostrar que todo lo que se ha logrado no vale la pena conservarlo. De ahí sacan sus argumentos para conseguir “el cambio del sistema”, pero sin explicar los detalles de cómo lo harían si llegaran al poder. Y cuando lo hacen, utilizan propuestas irrealizables porque se aprovechan de la ignorancia y el desinterés de la gente. 


La criminalización de sus adversarios cuando llegan al poder. Estas no son personas con visiones y opiniones distintas. No, son los enemigos del pueblo qué hay que desaparecer. 


La amenaza externa y los problemas de fronteras, para generar miedo y solidaridad con el autócrata. Quienes se oponen en a esta estrategia se les tilda de traidores a la patria, son perseguidos, encarcelados o exilados .


El uso del poder militar, coptando a las Fuerzas Armadas, como sucedió en Venezuela, con el Cartel de los Soles. Se creó una mafia entre las fuerzas del orden del Estado y los delincuentes. Este es un proceso similar al que se está dando posiblemente en el Peru y en Chile en estos meses. 


El ignorar y despreciar la opinión de expertos porque son parte de las élites enemigas del pueblo. Son personas muy incómodas porque sus estudios pueden contradecir la verdad oficial que se quiere imponer, y destapar lo que el autócrata y sus cómplices quieren ocultar.  Por esta razón, la ciencia y los datos, no son bienvenidos porque van en contra del instinto y la imagen que gobernante quiere mostrar al mundo y sus seguidores o fans. 



El ejemplo emblemático fue el manejo que tuvo  el  gobierno de la China, ocultando la pandemia a finales del 2019 y negando su responsabilidad. Hoy han tenido que cerrar a las dos ciudades más populosas de ese país a un costo enorme para la sociedad china y la economía global. 


El caso de este país, que hoy es la segunda economía mundial,  ha desnudando la realidad que se quiso ocultar, usando el poder de un estado dictatorial, apoyado en la tecnología, para limitar la libertad de su gente. Para ellos, el valor de la libertad, es solo un embeleco de un “Occidente” decadente, cuando lo comparan con su sistema autocrático de un solo partido.


Atacar y neutralizar los medios de comunicación que no soporten el régimen y se opongan a él.  Para estos regímenes la libertad de expresión y de información es un anatema qué hay evitar, utilizando la fuerza para cerrar los medios, o a compinches que los compran para ponerlos alineados como voceros del régimen. Los ejemplo de Venezuela, Rusia, Hungría, Polonia y Filipinas, muestran el mismo patrón. 


Detrás de un autócrata del siglo XXI, que utiliza el populismo para llegar al poder, hay un narcisista, un mesías en potencia quien ofrece el oro y el moro para lograr su objetivo. Cuando lo consigue, se encuentra con la realidad que le impide  cumplir con  las expectativas que sembró en el camino. Pero no le importa, porque para eso ha desmantelado las estructuras de pesos y contrapesos, que son tan incomodas ya que lo obligarían a responder.



La segunda estrategia es la de la polarización. 


Se utiliza para dividir la sociedad en dos facciones donde no hay soluciones intermedias. Naim muestra una tendencia muy preocupante: la consolidación de grupos de fanáticos que ven al autócrata como una estrella del espectáculo, con quien se identifican y todo le perdonan. Lo hacen porque lo que está en juego es su propia identidad. 


Es una tendencia muy compleja, donde el mundo del espectáculo se funde con el de la política. Se abre el espacio donde el medio y la forma, anulan el fondo. Lo importante es suscitar emociones fuertes y reacciones viscerales que entretengan. El objetivo es formar un club de fans y no un movimiento político. Sobre este tema Naim hace un análisis magistral que lo ampliaré en el siguiente blog.


La polarización extiende la visión fatalista del pasado y del presente para demonizar a los adversarios y “agudizar las contradicciones”. El resultado es generar una brecha profunda que divida de manera irreconciliable a la sociedad. Este es un objetivo primordial para el autócrata porque es el camino que le permite llegar y quedarse con él poder. 


El tema de la identidad en la polarización es crucial. El analista y escritor Francis Fukuyama lo expresó muy bien: “esta centra la necesidad natural de la gente de que se reconozca su dignidad y proporciona el lenguaje para expresar los sentimientos de agravio cuando no se les proporciona ese reconocimiento”.


Entre el fanatismo y la identidad no queda espacio para posiciones intermedias, tender puentes entre visiones diferentes, generar consensos, o llegar a acuerdos. La diversidad deja de ser una opción, todo aquel que piense distinto es un enemigo qué hay que eliminar. Se niega el derecho que el sistema democrático ofrece a otros de llegar al poder.


Como se puede ver, la polarización genera las condiciones contrarias a las que se necesitan para enfrentar los grandes retos de las sociedades contemporáneas, producidos por los cambios cada vez más acelerados del entorno actual.



La tercera estrategia: la posverdad. 


Es un tema nuevo que requiere de una explicación. “La posverdad  niega la existencia de una realidad independientemente susceptible de verificarse”. No existen o se rechazan los criterios  para establecer la verdad. Se busca un objetivo fundamental: enturbiar al máximo el ambiente para impedir distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad. Para lograrlo, el uso de la tecnología ha facilitado enormemente esta estrategia a unos costos mínimos y unos resultados impresionantes.



Los ejemplos recientes abundan de la interferencia de Rusia con sus aliados como Venezuela, para influir en las elecciones de países como España, Mexico, Chile, Peru, y también Colombia. Para no hablar del escandaloso caso de la elección de Trump y el uso de las redes contra Hilary Clinton en los Estados Unidos. 


En resumen, como se puede observar, la estrategia de las 3P que Naim ha decodificado de manera oportuna y brillante, muestra que ha sido un gravísimo error el subestimar a tipos como Putin, Chávez y similares. El daño ha sido enorme y el peligro para la democracia mortal.


Por la importancia del tema, y que enfrentamos unas elecciones sin antecedentes, voy a seguir profundizando sobre los aportes de Naim, en un momento donde hay tanta desorientación y vacíos profundos de liderazgo. Aprovecho para recomendar  al lector ver el artículo sobre el tipo de líderes que buscan los colombianos publicados por El Tiempo el pasado domingo. Sobre estos resultados también voy a escribir en estas semanas.

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