sábado, 27 de agosto de 2022

El cambio climático en Europa

 


En medio de los acontecimientos políticos que se están dando en Colombia, mucha gente no ha estado muy sintonizada con el cambio de mayor impacto que ya está en marcha: el cambio climático. Esta realidad la hemos estado experimentando en nuestro país en estos últimos meses con un aumento significativo de las lluvias y en zonas como la Sabana de Bogotá,  en unas temperaturas más bajas para estas época del año. 

Sin embargo,  sospecho que todavía no tenemos la conciencia de su verdadero impacto. Por esta razón, he querido escribir este blog para poner en perspectiva lo que está sucediendo en otras partes del mundo, y en especial, el poner el foco en el efecto sistémico que se comienza a sentir con mucha fuerza . 



Para ilustrar mejor el problema , quiero llamar la atención sobre lo que está pasando en Europa durante este verano, donde gracias a las altas temperaturas y sequía, se están  produciendo cambios profundos en un continente que le cuesta mucho trabajo asumirlos. Según los expertos en estos temas, lo que hoy están experimentando muchos de los países en ese continente, es un abrebocas de las dinámicas que estaremos viendo hacia adelante en el mundo.


Para ilustrar al lector sobre lo que está sucediendo en el Viejo Continente, hay algunos   indicadores que muestran  la magnitud del problema. 


Europa había  sido bendecida con un clima manejable y por una red fluvial de ríos y canales, que atraviesan su geografía.  Han sido el sistema arterial por el cual se mueve una parte muy importante de su economía. 



Pues bien, las últimas noticias muestran que el Rhine cuya longitud es de 1200 km, ha visto reducir su caudal de manera significativa. Esta situación es el resultado de la más baja precipitación en sesenta años y niveles muy reducidos de nivel. Por primera vez en la historia registrada del el sur de Inglaterra, no hubieron lluvias registradas en el mes de julio. 


En ese país, las altas temperaturas han obligado a prohibir la irrigación de los jardines o el lavado de los autos. Estas limitaciones ya muy conocidas en estados como California en los Estados Unidos, donde además la falta de agua se ha manifestado en incendios gigantescos,  también se están comenzando a ver en Europa.



En el centro del continente, las consecuencias de la falta de lluvias para el Rhine han sido muy graves. Su profundidad se ha bajado en un 75%, lo que se ve reflejada en niveles de solo 50 cm en ciertos puntos de su recorrido. Esta situación ha impedido o reduciendo notablemente su navegación. ¿Pero cual es el problema?


Por este río se mueve una cadena logística fundamental para varios países europeos. La reducción de su navegabilidad, ha obligado a bajar la carga en las barcazas que se mueve en el río en un 50% o más para no encallar. A este  problema, se  suman  las disrupciones en el movimiento de repuestos y materias primas, generadas por la pandemia en los dos años anteriores, y al suministro de alimentos por la guerra de Ucrania.


Pero se preguntará el lector porque el problemas , si la red vial de Europa es de las mejores del mundo, y lo que no se puede enviar por el rio se debe transportar por camión. Esa sería la solución, si no fuera porque después de la pandemia, no se consiguen conductores para llevar la carga. Este problema afecta fuertemente el sistema logístico que no había sido un tema de preocupación para los europeos en el pasado.


La situación  del Rhine, la vía arteria fluvial más importante de Europa, se está sintiendo en otros ríos vitales para su economía. Un caso notable es la reducción del caudal  del Río Po en Italia, al punto que las aguas saladas del Adriatico,  han remplazado el agua dulce vital para la irrigación, en una zona agrícola muy importante del norte de ese país cercana a la costa,  donde la escasez de caudal, está limitando fuertemente el acceso a este fluido.


La bajísima precipitación y la disminución del caudal de los ríos y otras fuentes acuíferas, está teniendo un efecto muy severo en los costos de los productos agrícolas. En algunas regiones, los agricultores se han visto obligados a recoger más temprano, reduciendo entre un 30% a un 40%  el rendimiento esperado, para evitar que las altísimas temperaturas acaben con toda la cosecha. 


En Suiza, los agricultores ya han advertido una reducción significativa en la producción de leche y por lo tanto  del queso Gruyere y otros productos lácteos. Pero el efecto tan severo del cambio climático que está en marcha, ha impedido que la reanudación de envíos de cereales desde Ucrania que se logró recientemente, se vea  reflejada en una reducción del precio de los alimentos para el consumidor. 


Otros efectos del cambio climático en el Viejo Continente eran impensables hace poco tiempo. Un impacto de la guerra de Ucrania, ha sido el despertar de los europeos de su dependencia del suministro de gas de Rusia, tema especialmente crítico para la economía de Alemania. Ante la escasez de este combustible,  se han visto obligados a reactivar y aumentar el uso de las plantas nucleares para producir energía. Les ha implicado alivianar la legislación  de la CEE respecto al uso del agua que se utiliza enfriar los reactores. 


El problema curioso que ahora tienen, es que al devolver a los ríos el agua hirviendo que se produce en el proceso de enfriamiento, dados los bajísimos  caudales de los ríos cerca de las plantas nucleares,  también se está poniendo en peligro la industria pesquera.



En Noruega, los niveles de los embalses de las hidroeléctricas han bajado muchísimo, lo que los ha obligado a reducir la exportación de energía a Alemania lo cual agrava aún más las situaciones energética de ese país. La forma de minimizar el impacto es volver a aumentar el uso de las plantas alimentadas por carbón. Pero dado el bajo nivel de los ríos, ahora el problema es llevar este material en barcazas cuando la navegabilidad está comprometida. Para no hablar de otra paradoja de la escasez del gas ruso: el aumento del uso de este mineral  que se quiere eliminar de la matriz energética por sus efectos en el cambio climático. 


Esta cadena de eventos sistémicos están afectando la dirección que la CEE había fijado para lograr cero emisiones en el 2050 con un punto de quiebre muy importante en el 2030. Para los europeos, el cambio climático había sido tratado más bajo una óptica preventiva y de  ayudar a enfrentar el problema en los países de menor nivel de desarrollo. Ahora, su situación cambio.


Las consecuencias del cambio climático se ven reflejadas finalmente en otros indicadores muy importantes. Se han disparado los costos de la energía y los alimentos, afectando la inflación, que a su vez impactan el crecimiento de la economía. Esta dinámica  la está sintiendo muy fuertemente   el bolsillo del consumidor lo que se está traduciendo en un malestar creciente en la sociedad que se está manifestando en marchas como las sucedidas en estos días en UK.


Como lo menciona un artículo reciente de la revista The Economist, ahora los europeos se encuentra en una situación muy compleja. Tienen un crecimiento muy bajo de sus economías. Pero más importante aún, la cultura europea en general es muy renuente al cambio. Las condiciones climáticas que habían disfrutado hasta hace poco, los había protegido de situación extremas. Ahora el cambio climático  los va a obligar a reinventarse y aceptar modificar viejas costumbres, como ya está sucediendo en otras partes del mundo.


La suerte de una geografía que les había permitido tener un sistema fluvial y vial muy útil para explotar tierras muy fértiles, está siendo modificada por  los cambios sistémicos generados por el clima.   Esta nueva realidad nos está recordando a los seres humanos la altísima vulnerabilidad a la que estamos expuestos y cuyo impacto creciente lo vamos a seguir sintiendo cada vez más todos los habitantes de este planeta. 


El caso europeo no debe de recordar un mensaje fundamental: la fuerza de los efectos sistémicos  del cambio climático,  se estarán  sintiendo  cada vez más en todo el mundo. Y lo más crítico,  será el nivel de resiliencia y adaptabilidad cultural de la sociedad. Para no hablar los niveles de colaboración para encontrar soluciones colectivas, que lastimosamente han brillado por su ausencia como lo demostró el COVID 19 








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