Este escándalo, inédito en la historia del país, se suma a la larga lista de desaciertos a los que nos ha venido acostumbrando este individuo, mientras Colombia se desmorona aceleradamente. Como en estas dos semanas ya se ha escrito suficiente sobre lo sucedido, hoy quiero referirme en este blog a otra decisión de este gobierno que, sorprendentemente, no ha suscitado un gran rechazo ciudadano, especialmente en Bogotá, la ciudad afectada.
Me refiero a la decisión de incumplir con la entrega de la partida de vigencias futuras correspondiente al 2025 por $770.000 millones (US$185 millones), comprometida por el Gobierno Nacional como parte de su aporte para la ejecución del Metro de Bogotá. Se trata de la obra de infraestructura más importante en construcción en Colombia, y la decisión de Petro busca descarrilar su avance cuando ya alcanza el 50% de ejecución.
Para entender mejor el impacto de esta decisión, es necesario recordar algunos antecedentes. Cuando Petro fue alcalde de Bogotá, no fue capaz de estructurar el proyecto de un sistema de metro subterráneo, que era la alternativa menos costo-eficiente para la ciudad. Luego, Enrique Peñalosa llegó a la Alcaldía y dejó estructurada y contratada la alternativa elevada, lo que Petro no pudo hacer.
Desde entonces, este individuo se convirtió en un feroz enemigo de la solución contratada. Ya en la Presidencia, ha hecho todo lo posible para interferir en la ejecución del proyecto; incluso viajó a China para tratar de convencer a las empresas adjudicatarias de la licitación de cambiar el diseño y contratar nuevos estudios que no lo respaldaron.
Pero en esta ocasión, lo digo con gran indignación como bogotano que quiere su ciudad: Petro ha traspasado una línea roja. Aprovechando el inmenso desorden fiscal creado por su incompetencia y la de su equipo, ahora alega que no hay fondos para cumplir con el desembolso comprometido por la Nación para 2025. Se trata del pretexto perfecto para intentar descarrilar el Metro, una obra que ha avanzado sin los grandes escándalos a los que él nos tiene acostumbrados a nivel nacional.
Afortunadamente, hoy tenemos al frente de Bogotá a Carlos Fernando Galán, con un equipo de lujo, y al ingeniero Leónidas Narváez como gerente de la Empresa Metro. Estoy seguro de que no le concederán a Petro la victoria de paralizar el Metro cuando, por fin, los bogotanos podemos ver su avance. Sé que en este momento el alcalde y su equipo están buscando los recursos necesarios para seguir adelante y lograr que, a finales de 2027 o principios de 2028, esta inversión de US$20.000 millones tenga el impacto positivo que Bogotá necesita.
Este esfuerzo, el más grande que se ha realizado en la ciudad, no se puede dejar descarrilar por varias razones.
La primera razón, ya mencionada, es que la obra lleva un 50% de ejecución.
La segunda razón, porque sentaría un pésimo precedente que minaría la confianza de los inversionistas en un momento en que se está preparando la Línea 2 y estudiando la Línea 3, las cuales se integrarán con TransMilenio dentro del Sistema Integrado de Transporte (SIT).
La tercera razón es que quienes vivimos en Bogotá necesitamos recuperar la confianza en la capacidad de nuestros gobiernos locales para ejecutar grandes obras con calidad, presupuesto adecuado, cumplimiento de plazos y sin escándalos (recordemos el caso de los Moreno y los Nule).
La cuarta razón, igualmente poderosa, es que el Metro representa una gran oportunidad para unir a Bogotá. Bajo la sombrilla de la Alianza Universidad-Empresa-Estado-Sociedad la Administración ha recibido una iniciativa en esta dirección, porque el proyecto ofrece una excelente oportunidad para desarrollar una cultura de corresponsabilidad y apropiación ciudadana.
Lo que hace falta ahora es que se escuche la voz indignada de los millones de habitantes de la capital que se beneficiarán de este hito para la ciudad para mandarle un mensaje contundente: “usted no se meta con nuestro Metro”. Necesitamos que expresen su rechazo ante los atropellos del inquilino del Palacio de Nariño y respaldar al alcalde Galán. Un mensaje que siga el ejemplo del comportamiento ciudadano en Medellín con su sistema de transporte.