3. La voz de las Fuerzas Armadas también cuenta
Reconocimiento al rol clave de las Fuerzas Armadas y su dignidad institucional como cuidadoras del país.
Colombia vale la pena. Y se cuida desde sus fuerzas armadas. Es nuestra obligación también cuidar de ellas.
En los últimos días, desde distintos rincones del país, han comenzado a levantarse voces que comparten una convicción profunda: Colombia vale la pena.
Empresarios comprometidos, universidades conscientes, líderes sociales, ciudadanos que no se resignan… todos empiezan a decir, con palabras distintas pero un mismo espíritu:
“No podemos seguir siendo espectadores. Es hora de cuidar lo que nos importa.” Pero también de amplificar las voces de sectores y actores claves de nuestra sociedad
Y entre los muchos sectores que merecen ser parte de este movimiento, hay uno que —por su historia, por su sacrificio, por su silencio institucional— necesita que lo miremos con respeto, gratitud y conciencia: nuestras Fuerzas Armadas. Y a pesar de su silencio , su voz se necesita hoy más que nunca.
Este blog es para ellas. Para los hombres y mujeres que han protegido el territorio, incluso cuando el país parece olvidarlos. Para quienes dieron su vida por defender un ideal de patria, aun en medio de la desconfianza, el desprestigio o la manipulación política. Y también para quienes —desde la ciudadanía— queremos decirles algo muy simple, pero esencial:
“Colombia vale la pena. Y sin ustedes, no podemos cuidarla.”
Miremos la gravedad de la situación de seguridad que hoy afecta a Colombia y las decisiones deliberadas tomadas por Petro y su ex ministro de Defensa que hoy ameritan este blog.
El abandono estratégico: entre la ingenuidad y la traición
En muchas zonas del país, el Estado ha desaparecido. Grupos armados controlan rutas, economías ilegales, territorios, comunidades. Y lo hacen a plena luz del día, mientras las fuerzas del orden reciben instrucciones de no actuar, de replegarse, de esperar instrucciones que nunca llegan. Y mientras tanto, nuestro soldados son masacrados ante la mirada indiferente de Petro y de algunos sectores de la sociedad.
Esa estrategia de dejarle territorios enteros al hampa criminal tiene un inmenso costo. Y no solo se mide en hectáreas de coca o en índices de bajas. Se mide en vidas humanas y miles de desplazados como ha sucedido más recientemente en Catatumbo. Se mide en moral e índices de desconfianza. Se mide en legitimidad. Si no revertimos esta tendencia, el daño para el país será irreversible.
Una herida institucional que nos debe de doler a todos los colombianos.
En los últimos dos años, el maltrato institucional a las Fuerzas Armadas ha sido sistemático. No se trata de diferencias de visión estratégica. Se trata de una política deliberada de deslegitimación como ya lo mencioné.
Se desmontó la cúpula militar sin diálogo ni respeto. Casi 100 generales y más de 200 coroneles fueron retirados, causando la pérdida inmensa de experiencia operacional. Se recortaron presupuestos, se abandonaron capacidades, se desmantelaron doctrinas. Se entregaron territorios enteros a bandas criminales, mientras se debilitaba la capacidad operativa del Estado. Se instauró un relato de sospecha que ha afectado la moral, la identidad y el orgullo del servicio.
Hemos sufrido una pérdida gravísima en capacidades tecnológicas para la inteligencia militar. Se suspendieron los Comandos Conjuntos, una estructura clave que había demostrado eficacia en operaciones de alto impacto. La cooperación tecnológica con Israel fue suspendida, afectando seriamente sistemas de inteligencia, repuestos para aeronaves y el uso estratégico de drones. Además, el presupuesto de cooperación de Estados Unidos ha sido reducido drásticamente.
Todo esto ocurre mientras al crimen organizado se le ofrecen concesiones, se les reconoce públicamente y, como sucedió vergonzosamente en Medellín hace unas semanas, el propio presidente legitima su accionar con gestos y propuestas de ley, que debilitan la autoridad del Estado y desmoralizan a la Fuerza Armadas.
La moral columna fundamental de las Fuerzas Armadas
En este contexto, lo más grave es cuánto nos vamos a demorar recuperando la moral de la tropa. Esa moral es la columna vertebral de todos los soldados y policías que se exponen por Colombia . Es la única profesión en la que uno arriesga su vida por un tercero que no conoce: por cualquier ciudadano en cualquier territorio del país.
Hablamos de personas que han servido. Las Fuerzas Armadas no son una abstracción. Están formadas por miles de hombres y mujeres de carne y hueso, con familias, con historias, con sueños, con cicatrices. Son quienes han patrullado bajo la lluvia. Quienes han caminado entre minas. Quienes han visto caer a sus compañeros. Quienes han sido injustamente acusados por errores ajenos.
Reconocimiento y perdón
Es cierto, no hablamos de instituciones perfectas. También han tenido equivocaciones graves, como los “falsos positivos”, que mancharon gravemente la imagen y la credibilidad de la institución. No hablamos de una élite que está blindada. Nos referimos a personas que han estado ahí cuando más se ha necesitado pero que han aprendido de sus errores y su institución ha pedido perdón. Pero, hoy , ellos necesitan saber que no están solos.
Una ciudadanía que los respalda
Este mensaje es ciudadano. No busca instrumentalizar a las Fuerzas Armadas. No es una jugada electoral, ni una táctica ideológica. Es un acto de gratitud y de verdad. Porque si hay algo que nos ha enseñado la historia reciente es que sin seguridad, sin institucionalidad, sin presencia legítima del Estado en el territorio, no hay desarrollo posible.
Y si hay algo que ha demostrado la historia de nuestras Fuerzas Armadas es que, cuando se sienten acompañadas por la sociedad, hacen posible lo imposible. Eso lo aprendí cuando tuve la oportunidad de entender la institución por dentro como invitado del CIDENAL. Esto es un programa que acerca a la sociedad civil, para conocerlas mejor.
La seguridad también es un acto de cuidado
Hablar de cuidar a Colombia no es solo hablar de salud, educación o empleo. También es hablar de seguridad como bien público. De protección como derecho. De legalidad como base de la convivencia. Y eso no se garantiza sin contar con quienes portan el uniforme con honor.
Un movimiento que los incluye
Este blog pretende aportar a un movimiento más amplio que se está gestando con mucha fuerza. Hace una semana, me dirigí a los empresarios, invitándolos a salir del silencio y asumir su responsabilidad histórica. Hoy, le hablo a las Fuerzas Armadas, para decirles: Gracias. Estamos con ustedes. Colombia vale la pena. Y sin ustedes, no podremos cuidarla.
Una invitación a alinear propósitos
Se trata de construir un nuevo pacto de confianza entre sociedad y Fuerzas Armadas. Un pacto que reconozca su papel, pero también les exija estándares éticos altos para que sean ejemplo y faro moral para una sociedad que hoy se encuentra perdida y desorientada. Un pacto que los respalde, pero también los inspire. Que les recuerde que su labor no es solo obedecer órdenes, sino proteger un ideal de país que aún vale la pena.
Porque lo que hoy está en juego no es solo la seguridad. Es el alma del país representada en su Constitución y en sus instituciones, dentro de un marco que protege nuestra democracia.
En resumen:
Estuve con ustedes en el CIDENAL , como ya lo mencioné, y aprendí a respetar profundamente lo que ustedes representan. Soy parte de un grupo muy grande de ciudadanos que no compran los relatos del odio ni las campañas de desprestigio que hoy nos atropellan. Que no quieren una patria sin orden, sin Estado y sin seguridad.
El uniforme pesa. La misión es dura. La soledad institucional agota. Pero quiero decirles, desde lo más hondo de una voz ciudadana, que se que cuenta con el apoyo de millones de colombianos, : no están solos. Reconocemos y apreciamos lo que ustedes han hecho por nuestro país.
Y por eso, resaltar que Colombia vale la pena y merece el cuidado de todos, incluyendo de manera relevante, con el compromiso incuestionable de nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.