sábado, 1 de junio de 2013

El pragmatismo que dio luz al orangután


El mensaje que le dieron al País los doce parlamentarios reunidos la semana pasada para conciliar la mal llamada Reforma a la Justicia, no puede ser mas funesto: en la Política todo vale, especialmente cuando hay que protegerse la espalda.

Para no entrar en los detalles, que para eso expertos tiene la Santa Madre Iglesia, lo que salió como documento conciliado es tan aberrante, que obligó al Gobierno Santos a devolver al Congreso la pelota: o se enmiendan los exabruptos o se entierra la Reforma a la Justicia y los dos años de trabajo legislativo. Hoy ya se saben los resultados: un entierro de tercera al orangután que se escapó del zoológico.

El problema es que, al ser una reforma constitucional, no parece muy claro si el Ejecutivo podía tomar esta decisión. En el momento comencé a escribir este blog, lo que parece tenía paralizada la entrada en vigor del Orangután legislativo, era que el Presidente del Congreso, de paseo por la China mientras pasaba esta debacle, impidiera la publicación en el Diario Oficial. Después del entierro ya confirmado, tendremos que esperar muchas sorpresas como consecuencia de la legalidad de la decisión tomada.

Durante muchos meses se oyeron voces de alerta sobre lo que se venía gestando en los siete debates, que se surtieron en el Congreso sobre la cacareada reforma. Sin embargo, a pesar de que el propósito inicial de esta iniciativa del Gobierno liderada por Vargas Lleras en cuatro de las siete vueltas, se había ido prostituyendo, tercamente se insistió en ella.

Al Ministro Juan Carlos Esguerra, excelente abogado pero ajeno al manejo de las trapisondas de nuestros congresistas, le tocó estrenar el renacido Ministerio de la Justicia, y en simultánea,  liderar el trámite de  la iniciativa en su etapa final, en el Congreso. Su inexperiencia en este campo y la falta de malicia indígena, terminó por obligarlo a renunciar.

"Soy responsable políticamente pero no soy culpable de lo que salió de la conciliación entre Senado y Cámara", dijo el ex ministro, el día viernes. Y a renglón seguido, en un gesto que lo enaltece, presentó su renuncia irrevocable al Presidente Santos, porque según sus declaraciones,  sus principios le impedían continuar como cabeza de esa Cartera. Este es solo uno de los efectos negativos que se dispararon después del inmenso escándalo del pasado viernes, cuando se conoció el Frankenstein que habían gestado los doce insignes padres de la patria a puerta cerrada y sin la intervención de Esguerra, según el lo manifestó a los medios el fin de semana.

Lo que es grave del desenlace final del desastre legislativo, es las contradicciones, entre las afirmaciones del Ministro y las del Presidente del Senado, Dr. Simón Gaviria. Según este último, el Dr. Esguerra le había dado la tranquilidad de que la conciliación había quedado bien hecha y que esta era la razón por la cual no había leído el informe final, que salió a la luz publica el viernes de la semana pasada. ¿Quién dice la verdad?. No importa, lo que es evidente es que el resultado se convirtió en un escándalo sin antecedentes en la política colombiana.    

Para los legos como es mi caso, en temas jurídicos de esta naturaleza, lo que se puede deducir de los comentarios hechos por comentaristas y expertos en este campo, la Reforma Jurídica, que estaba originalmente concebida, en el curso de los meses se desvirtuó por las transacciones que tuvo que hacer el Gobierno para ,facilitar su tramite en el Congreso. El pragmatismo a ultranza abrió la Caja de Pandora para cambiar las reglas de juego, que estaban vigentes desde la Constitución del 91 para juzgar a los congresistas. Y de paso, sirvió para que los magistrados aumentaran su período a doce años, a partir del momento que se aprobara la Reforma.

Como decía algún comentarista el fin de semana pasado: las tres ramas del Poder Publico se confabularon para hacerse favores mutuos. El Gobierno sacrificó unos principios en aras a lograr sacar algunos puntos que consideraba claves, así la Reforma no fuera la ideal. Los congresistas lograban poner barreras para ser juzgados y castigados por inhabilidades y a los magistrados se les compró su silencio aumentando su periodo en el cargo.

Muchos de los personajes que hoy están en el Congreso, están bajo la lupa de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía. En la conciliación entre Senado y Cámara,  vieron la oportunidad para frenar estos procesos, introduciendo temas que no habían sido tratados en los debates del proyecto. Visto desde afuera, parece evidente que al Gobierno y al Ministro, les faltaron pantalones para trazar la línea y permitir el bochornoso espectáculo que finalmente estalló la semana pasada.

Como la saga de esta reforma no ha terminado, si hay algunas lecciones y reflexiones que se pueden sacar hasta ahora de todo este proceso que muestra, una vez mas, el lado putrefacto de la política colombiana.

Es evidente que la Democracia no es perfecta, especialmente en países como el nuestro, donde la ignorancia y la apatía de la gente, permite que lleguen a ocupar cargos representativos, personas sin las mas mínimas calificaciones profesionales y éticas. Mientras personajes siniestros puedan llegar vía voto popular al Congreso, sin que hayan filtros de alguna naturaleza, en un país atravesado por el narcotráfico y la corrupción, la sociedad colombiana estará expuesta a mas escándalos, el desprestigio del Congreso seguirá por los suelos, y la frágil institucionalidad del país será una de las principales barreras para su desarrollo.

Al Gobierno le cabe una gran dosis de responsabilidad por lo que sucedió. De hecho, en estos dos años del período de Santos, se ha contado con el apoyo incondicional de la clase política en el Congreso, respaldado por la Unidad Nacional, lo que le ha permitido sacar adelante todas las iniciativas que ha tramitado, ante el órgano legislativo.

No se si se puede calificar de arrogancia o ingenuidad, pero lo que si es claro es que, al Presidente Santos le faltó mucho mas contundencia, en definir personalmente los límites de lo que era permisible transar, con los congresistas. La lección debe ser muy clara: el fin no justifica los medios y el exceso de pragmatismo que muestra Santos en sus actos, dio pie para dar  la luz el orangután en el Congreso. El Gobierno se quedó con el pecado y sin el genero y en el proceso, perdió el aporte del Dr. Esguerra, excelente profesional en el campo del derecho constitucional, mas no como domador  de zoológicos.

¿Y de la Justicia qué?, se preguntarán algunos. Por la manera en que sucedió el proceso, las negociaciones que se hicieron, el aceptar que el tema se desviara de su propósito inicial, desnudó un hecho protuberante: con el sistema actual y la historia de impunidad que nos acompaña, se requiere de otra séptima papeleta, como la que dio lugar a la Constitución del 91, para generar los cambios que se necesitan. Un sociedad  que permita que reine la impunidad no es viable, especialmente si los llamados a corregir esta situación, son los principales beneficiarios de la misma,

Los efectos de este triste episodio de nuestra vida nacional, van a tener efectos secundarios que pueden minar seriamente la gobernabilidad de Santos, en lo que le queda de su periodo y acabar con su posible reelección. Las señales hacia afuera no pueden ser mas desafortunadas en el momento en que el mundo se enfrenta a una gran incertidumbre.

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