Quiero tomar este informe especial, como base para hacer algunas reflexiones que me parecen muy pertinentes, cuando Colombia está en medio de un proceso electoral, para elegir los miembros del Congreso, y en el mes de Mayo, a un nuevo presidente de los colombianos.
La realidad, es que el cinismo, la desconfianza y el desprecio, son las palabras que hoy se le pueden acomodar al proceso democrático colombiano. Nadie cree en los partidos ni en los políticos de turno. Hay la sensación de que estos nunca dicen la verdad y que en general son unos corruptos. Más de lo mismo dirán unos. Votar para que al final nada cambie, dirán otros. De todas maneras, el resultado se ve reflejado en un movimiento creciente, que invita al voto en blanco, como señal de protesta. O lo que es más probable: a un aumento de la abstención.
Visto únicamente desde la perspectiva interna nuestra, esta situación realmente es muy alarmante. Sin embargo, el sistema democrático, a pesar de todas sus imperfecciones, parece ser la mejor alternativa. Pero como lo muestra The Economist, en su informe especial, este sistema está en crisis en el mundo entero. Especialmente, a partir del nuevo siglo, hay señales muy claras de una tendencia decreciente de adopción de la democracia, como sistema de gobierno.
Veamos algunas cifras para poner en perspectiva el proceso de democratización que se dio desde finales de la II Guerra Mundial. En 1941, sólo habían 11 países donde la democracia existía. Al comenzar este siglo, 120 países, que representan el 63% del total, y con un 40% de la población global, habían acogido este camino. En ese momento, parecía que el proceso de democratización no tenía reversa. Sin embargo, como lo presenta el informe, hay una preocupante situación que muestra una reversa, a nivel mundial.
Hoy, hay muchas democracias de nombre que se han convertido en autocracias, utilizando el voto, para disfrazar un régimen autoritario. Venezuela, Egipto, Rusia, Turquía, Argentina, vienen rápidamente a la mente como ejemplos de esta situación. En estos países, los derechos se violentan, las libertades de expresión y de información se coartan, y hay un uso de la violencia por parte del Estado. En todos estos casos, hay un esfuerzo deliberado por minar las instituciones, que son fundamentales para el funcionamiento de un sistema democrático.
El problema se ve amplificado por otros motivos igualmente poderosos: la crisis económica del 2008 y el surgimiento de la China como la segunda potencia económica, a nivel mundial.
El derrumbe de la economía en Europa y en los Estados Unidos, puso en evidencia que el modelo democrático, que había sido el referente para los países emergentes, estaba mostrando una profunda crisis. El primer problema, que quedó al desnudo, fue el del endeudamiento excesivo incurrido por muchos países, para costear las exigencias de corto plazo, descuidando las inversiones en infraestructura requeridas, en el largo plazo.
La visión de corto plazo se vio reflejada en más subsidios, ayudas, y exigencias de todo tipo, que obligaron a sobre extenderse en promesas a los estados nacionales. Esta situación repercutió en su mayor tamaño, pero con una incapacidad creciente para cumplir con las expectativas de sus ciudadanos.
También, se puso en evidencia el impacto de la incapacidad de llegar a acuerdos políticos rápidos para enfrentar los retos crecientes de la sociedad contemporánea. La situación más bochornosa ha sido el pésimo ejemplo de los republicanos y los demócratas en los Estados Unidos. Su incapacidad ha llevado al Gobierno Federal , al incumplimiento de sus obligaciones en los últimos dos años y a la parálisis de sus funciones básicas. El sistema democrático americano hoy es una vergüenza. Está secuestrado por los grupos de interés, por el poder del dinero, y por la ineptitud de sus líderes para dirimir sus diferencias en favor de un propósito superior de largo plazo.
Pero si en los Estados Unidos llueve, en Europa no escampa. El manejo de la crisis económica en estos últimos cinco años ha sido penosa. El desprestigio del Parlamento Europeo ha llegado a niveles muy altos. El cinismo de la gente ha permitido el surgimiento de partidos populistas de la extrema derecha en Francia, Holanda, e Italia. La deslegitimación de los partidos políticos y sus "líderes" en Grecia, España y Portugal, es un resultado dramático con efectos de largo plazo impredecibles.
El debilitamiento de los sistemas democráticos en Europa y en los Estados Unidos, les quitó autoridad moral para criticar, imponer, o simplemente presentarse como modelos de rol, ante la comunidad internacional. A los ojos de algunos observadores, la democracia está haciendo agua, para poder responder a los problemas de la sociedad del Siglo XXI.
El otro problema que ha servido para amplificar esta percepción, es la China. Su modelo de desarrollo ha sido tremendamente exitoso. Se ha basado en la centralización del poder en el Partido Comunista y la vinculación del mejor talento a las cúpulas de este, con una rotación ordenada cada diez años. Quienes son seleccionados, son personas que han demostrado capacidad de generar resultados.
Para ilustración del lector, en los últimos treinta años, la China ha logrado duplicar el ingreso de sus habitantes cada diez años. El mismo proceso le tomó a los Estados Unidos tres décadas. Recientemente, lograron implementar un régimen pensional en dos años, para cubrir 230 millones de personas. Este número es mayor que el cubrimiento total de los gringos. Para analistas chinos, la democracia occidental lo único que consigue es, volver complejo el tratamiento de problemas sencillos. Además, es muy dispendiosa, porque es necesario consultar a mucha gente, con intereses dispersos, para lograr que las cosas se hagan.
Por tener esta mirada, han sido capaces de sacar de la pobreza a millones de personas. Hoy cuentan con niveles de aprobación del 85% de los ciudadanos, quienes hoy sienten que su país va por buen camino. Compare el lector esta cifra con el 31% en los Estados Unidos, según lo muestra el informe del Economist.
Sin embargo, estos resultados impresionantes de la China, han tenido un costo enorme en términos de represión de las libertades, y de la corrupción inmensa al interior del mismo Partido Comunista. También, hoy ya es evidente que, el modelo de desarrollo, que les ha permitido tener tasas de crecimiento por encima el 8%, está llegando a su fin. Y este problema va a comprometer seriamente la capacidad de control sobre una inmensa masa de población de clase media, cada vez más sofisticada y exigente, que hoy está apaciguada, pero que no cuenta con las válvulas de escape en su sistema político, para manejar la presión del descontento creciente, que hoy ya aparece en la China. Como dice el dicho popular: " de eso tan bueno no dan tanto". Y yo añadiría, no parece ser sostenible.
A pesar de todo lo anterior, vemos como en Venezuela y en Ucrania, la gente ha salido a la calle, para protestar por los abusos de unos regímenes incapaces y corruptos. En el primer caso, a pesar de la mordaza a la prensa, y el uso de grupos armados paramilitares, para ejercer la violencia contra los opositores, se vuelve cada ves más evidente que un 50% de la población, quiere un sistema democrático real, donde se respeten los derechos, haya separación de los poderes, y libertad de expresión. Se exige un sistema incluyente con reglas claras para todos.
En Ucrania lograron deponer al déspota quien huyó a Rusia. Ahora, este país manejado por "el nuevo zar" Putin, quiere imponer por la fuerza de las armas, lo que no logró con el dinero y la corrupción del régimen anterior. Esta película está en desarrollo, y de nuevo, se pone en evidencia la debilidad de Europa y Estados Unidos, quienes parecen van a ceder a Putin la península de Crimea en el Mar Negro. Amanecerá y veremos.
Parecería que en los casos anteriores, la gente está pidiendo un sistema democrático integral, que a pesar de sus limitaciones, cuando se pierde, es cuando se añora. Como lo menciona El Economist, que tanta gente alrededor del mundo salga a reclamarlo, habla muy bien del sistema.
¿Qué hacer?...el informe especial del Economist apunta al camino. "Los ejemplos anteriores muestran como, construir la democracia, requiere de un proceso de largo tiempo que no se hace en un corto periodo. La realidad es que, en los países avanzados occidentales, el derecho al voto, se estableció mucho después de tener unos sistemas políticos sofisticados, con una estructura de servicio civil sólida, un esquema de protección y valoración de los derechos individuales, y la independencia de las tres ramas del poder, fundamentales para la estructura democrática. Sin embargo, las instituciones que deberían servir de modelo de rol, hoy se ven como algo que ya está pasado de moda, y que lamentablemente están operando de manera disfuncional"...
A estos comentarios yo le haría el siguiente aporte. Hay dos grandes tendencias, también mencionadas en el informe: la globalización impulsada por la tecnología, y los fenómenos locales y regionales en búsqueda de mayor autonomía. El conjunto de estas dos fuerzas, es lo que está evidenciando las debilidades de los sistemas democráticos en el mundo. Pero el problema tiene que ver fundamentalmente con la velocidad del cambio y la incapacidad de adaptación de las estructuras de soporte y de los políticos responsables de las mismas.
Pero también, porque no hay un esfuerzo deliberado para educar a la juventud y a los niños para el uso de la democracia. La intolerancia, que muestra la sociedad colombiana, es una pésima base para tener un sistema democrático sólido y sostenible. Ahora, que el tema de la Educacion se ha vuelto una vez más de moda, este tema debería ocupar un lugar central en el proceso de ponerla verdaderamente, al servicio del desarrollo, de una sociedad más madura e incluyente.
Puedo afirmar que, la tremenda asincronía en estos temas, unida a las promesas incumplibles, y las expectativas exageradas de la gente, quienes además no asumen su propia responsabilidad, se constituye en una mezcla explosiva que hoy puede explicar la crisis del sistema democrático en el mundo. Pero también, este análisis muestra hacia donde se debe trabajar hacia adelante.
Espero que mañana, usted señor lector, después de leer estas líneas, tendrá más elementos de juicio para tomar una buena decisión informada. Yo, por mi parte, voy a votar por el futuro y no por el pasado, que es donde debería estar centrada la discusión política en este país. A pesar de las fallas y limitaciones de Santos, su agenda de la paz y de la innovación, bien valen la pena apoyarlas, porque son las más grandes apuestas hechas para despejar nuestro futuro. Y para esto, si es elegido necesita gobernabilidad en el Congreso. Juan M Galan y Rodrigo Lara representan para mi el tipo de políticos que, deberían ayudar a apuntalar esta agenda, y representar el futuro de la nueva clase política que este país necesita.
Una reflexión final: Seamos indiferentes, y después no nos arrepintamos de reproducir la situación venezolana. Por esta razón, me alegra sobre manera, ver cada vez más cerca a Petro fuera de la Alcaldía de Bogotá. Su incapacidad, arrogancia, discurso excluyente e incendiario, es el mejor ejemplo de una persona que ha abusado del perdón que recibiera de la sociedad colombiana en 1991, del desmadre en el uso del poder, en el sistema democrático que lo albergó, y que le diera la oportunidad de llegar la segundo cargo más importante del país. Señor Petro: Además de buena labia, se necesita mucho más...!!! ¿Y de la democracia que maestro?
De acuerdo con todo...pero no es la misma estructura la que tiene que gestar un código ético soportado en un riguroso sistema de penas, que permita garantizar que una juventud bien educada en la democracia tenga una respuesta de los gobernantes elegidos en la misma linea de pensamiento de esa sociedad que conoce las diferencias entre elegir y hacer una venta-mendicidad de un voto, y digo mendicidad por que en nuestro país después de vender el voto, lo cual implica un sistema perverso, asistimos a reclamar conmiseración por nuestra situación, es una lógica inmersa en otra serie de determinantes que se sobreponen a los principios morales de una sociedad que día a día legitima su condición deshonesta y descompuesta pero disfrazada con la estética de una sociedad de consumo que le cree a las estadísticas del desarrollo.
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