viernes, 26 de abril de 2019

Sin confianza ni esperanza no hay unión.


"Es imposible ir por la vida sin confiar en nadie; es como estar preso en la peor de las celdas: uno mismo”, Graham Green.

En medio de unas noticias copadas por la demanda del Presidente Duque contra seis artículos de la reglamentación del la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz), la pérdida de gobernabilidad creciente de su agenda legislativa, la toma de la Minga de la Carretera Panamericana, y los escándalos de Odebrecht, hay un proceso muy grave  en marcha, al que nadie le está poniendo la suficiente atención. Me refiero a la pérdida creciente de confianza y esperanza de la sociedad colombiana en sus instituciones públicas y privadas, en los vecinos, los partidos políticos, el Gobierno y los medios de comunicación.

En el Diccionario de la lengua española, se define confianza como: “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”. Es interesante que estas dos palabras estén juntas porque cuando existe confianza se tiene la esperanza de que hay una respuesta acorde con las expectativas de conseguir algo del otro. Sin confianza no hay esperanza, lo cual hace muy difíciles las relaciones humanas. Por lo tanto, es muy grave el deterioro de la confianza en la sociedad colombiana que muestran las encuestas.

Leyendo un estudio, realizado en enero del 2018, por la Facultada de Economía de la U de los Andes, el 74,5  % de los colombianos desconfiaban  del presidente de la República, el 75.7  % del Congreso, 72.3  % del sistema de justicia, el 77% en la Corte Constitucional, y y el 90% de los partidos políticos. Un año más tarde, en una encuesta aplicadas a 12000 personas en el plis, el 73% de los entrevistados desconfían de sus vecinos, el 84% de los medios, el 86% del nuevo Gobierno.

En el informe del 2018 , los investigadores del estudio afirmaban: “La gobernabilidad está atada a la confianza. Difícilmente se gobierna con una desconexión tan fuerte entre autoridades públicas y ciudadanos. Si no hay confianza en el sistema de justicia, en el de salud o en el funcionario que gestiona lo cotidiano ¿qué alternativa le queda al ciudadano?”.

Este comentario es de una pertinencia crucial para entender el porqué no es viable el propósito de Duque de unir al país, cuando existe un entorno de desconfianza tan grande. Lo grave, es que su partido, el Centro Democrático, ha sido un promotor de esta situación desde la oposición. Y ahora que está en el Gobierno, sigue actuando sembrando la desconfianza en las instituciones como la JEP y el aparato de justicia, minando la credibilidad del liderazgo de Duque. 

Pero para agravar aún más la desconfianza sobre las instituciones, el Concejo de Estado, en su sección quinta, emitió un fallo contradictorio a uno anterior de esa misma corporación, quitándole la curul al profesor Mockus. Gracias a la demanda de un abogado que defendió a un gobernador de la Guajira por asesinato y que se encuentra tras las rejas, se quiere manchar de corrupto a quien ha sido una bocanada de aire y de esperanza por su forma transparente de hacer política. Ver artículo de Maria Jimena Duzán en Semana

La desistitucionalisación que hoy se ve en nuestra sociedad, es el resultado del desmoronamiento de la confianza del ciudadano de los estamentos del estado y en la polarización existente. Y en un mundo que cada vez es más volátil, incierto, complejo y ambiguo, este proceso tan negativo es más grave aún, porque es cuando más se necesitan instituciones creíbles y confiables y una visión compartida como sociedad. 

Pero el problema es mucho mayor, cuando la desconfianza se extiende a todos los demás actores, como hoy sucede con la Iglesia Católica, envuelta en grandes escándalos sexuales, la Policía que no se percibe como garantía de la seguridad del ciudadano, y el Ejército, aunque con niveles mayores de credibilidad. Como se puede observar, no tenemos ninguna institución con la credibilidad y confianza suficientes para unir y orientar, ni el liderazgo político capaz de cambiar esta dinámica.

Pero si lo anterior ya es muy grave, las cifras del 2019. en relación al sector privado, muestran un nivel de desconfianza aún más alto del 83%. Y en términos particulares, la desconfianza hacia el empresario es del 75%. En otras palabras, quienes tienen el rol de producir riqueza y trabajo, para que la sociedad pueda tener calidad de vida, son vistos muy negativamente.

Estas cifras confirman el porqué se ve de manera muy negativa a las personas que han tenido éxito creando empresas. En lugar de ser modelos de rol creíble y confiables, como sucede en los Estados Unidos, la imagen es la contraria.  Como lo advierte el columnista de Semana, José Manuel Acevedo en un artículo reciente, “hay un peligroso sesgo anti empresa al que en el país no le está poniendo suficientes bolas”. 

Y lo peor, es que esta imagen negativa y distorsionada, está haciendo carrera en las nuevas generaciones, como lo muestra la encuesta de finales del año pasado de la firma consultora Deloitte. Para estos jóvenes, las empresas solo piensan en ganar dinero según la opinión del 54% de los entrevistados. Esta cifra creció más del doble en solo un año. 

Para nada ayudan los escándalos tan emblemáticos como el de Odebrecht y otras empresas contratistas colombianas envueltas en actos de corrupción, que han contribuido a deteriorar la imagen de los empresarios en materia de la ética. De hecho, a nivel gremial, ha faltado una posición mucho más contundente  para  enfrente el tema. Parecería, que es más importante defender la solidaridad de cuerpo, que la imagen del rol del sector empresarial en la sociedad.

Por lo tanto, comparto la preocupación de Acevedo cuando nuestra sociedad ve tan negativamente el papel del empresario en la creación de empleo y riqueza lícita. Y lo peor, es que esta visión se ha venido afianzando cada vez más entre los políticos, que promueven medidas y políticas cada vez menos favorables para la iniciativa privada.  Un ejemplo: la tasa impositiva en COLOMBIA hoy está en el 69% , veintinueve puntos  por encima de las de otros países de la región en AL.

Es evidente el grave peligro que tiene la indiferencia que ha mostrado el sector privado, y la falta de liderazgo de los empresarios importantes de nuestro país, para reversar una tendencia tan preocupante de la imagen y del rol que jugamos quienes construimos empresas en Colombia. Estamos facilitando la vida a los Petro de este mundo, para construir un discurso destructivo, estigmatizante y venenoso, contra el empresario y su papel en la sociedad. 

Y esta postura cobarde y miope, es más grave aún, cuando la economía colombiana no puede seguir dependiendo del petróleo y otros recursos naturales, sino del despertar del espíritu emprendedor, como está pasando en todo el mundo. Pero en un ambiente de tanta desconfianza y con tan mala imagen, es una misión casi suicida crear nuevas empresas en nuestro país.

Ante esta triste realidad, necesitamos con urgencia, contar con unas instituciones que inspiren confianza, unos partidos que no sigan polarizando a la sociedad, y un gobernante que deje de tener un discurso de unidad pero cuyas acciones demuestran lo contrario. Y también, se necesitan empresarios que sean capaces de liderar un proceso de reconstrucción de la confianza en el papel que juegan como actores importantes en la sociedad, y que sean capaces de sintonizarse con las expectativas crecientes de las nuevas generaciones.  

En un país sin instituciones confiables, sin un liderazgo político a la altura de los retos que tenemos como sociedad,  y de personas capaces de generar prosperidad, no puede haber la confianza ni la esperanza,  para tener un país gobernable y viable hacia adelante.  Y mucho menos, para atraer talento e inversión, que es el nombre del juego competitivo a nivel mundial


Para terminar, quiero dejar unas preguntas incómodas: ¿Estamos conscientes de la magnitud del problema? ¿No es este el verdadero gran obstáculo que tenemos en Colombia para nuestro desarrollo ? ¿Porqué no podemos abordar este tema con la seriedad que se merece? ¿Puede haber unión entre los colombianos en medio de un clima de desconfianza y desesperanza como el actual?

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