sábado, 16 de octubre de 2021

La democracia en peligro en AL, una llamada a la acción



Desde 1995 The Economist, prestigiosa revista inglesa ha publicado el Latinobarometro y reunido datos en 18 países sobre las actitudes de los latinoamericanos en relación a la democracia y las instituciones que la soportan. En su última edición hecha en campo entre octubre y diciembre del 2020 y complementada con entrevistas telefónicas en Mayo de este año, muestra un panorama bastante sombrío de la región.
 

En su último informe nos recuerda que AL fue golpeada mucho más fuerte por el covid-19 que el resto del mundo. Con solo el 8% de la población del planeta tuvo el 14% de los muertos por encima de los datos registrados oficialmente. 



Un numero muy preocupante en la encuesta, muestra que el 88% de los entrevistados no confían en otras personas, siendo la confianza el factor fundamental del capital social de una comunidad. Este resultado puede explicar el rezago cada vez mayor que muestra la región, cuando se la compara con los países más desarrollados. El dato refleja la percepción que la gente tiene de su sistema democrático y de sus instituciones.


Dados estos bajísimos niveles de confianza personal, no fue una sorpresa que la pandemia acelerara otras tendencias, que ya se venían incubado desde tiempo atrás. Una de ellas es el nivel desconfianza que inspiran las instituciones a nivel regional. Los partidos políticos ocuparon el nivel más bajo en la encuesta con el 88%, le siguió el Congreso con el 80%, el Sistema Judicial con el 75% y los Gobiernos con el 72%. La institución menos desprestigiada fue la Iglesia con el 40%



Teniendo en cuenta la desconfianza creciente en las instituciones y en las personas, tampoco es sorprendente que las encuestas presenten una actitud de apoyo decreciente de la gente al sistema democrático. En el 2020, el 70% de las personas entrevistadas en la región, mostraban una insatisfacción importante con el funcionamiento de la democracia. Esta cifra no varió mucho con relación a las obtenidas dos años atrás. En el caso de Colombia la cifra del 80% es aún más preocupante.


Lo que más debe de alertar de estos resultados, es la indiferencia hacia la democracia que   tienen el 25% de los entrevistados, cifra que se duplicó en una década.  La encuesta demostró que la indiferencia, es más pronunciada en la gente joven de las clases más pudientes, que representan la elites en su respectivos países.


Otra señal preocupante fue la elección de Nayib Bukele en el 2019 como Presidente del Salvador.  Este señor, representante de una nueva generación de políticos, desde su posición ha adoptado una actitud antidemocrática y populista. En el primer año, amenazó al Congreso, la Corte Suprema y la Prensa de su país.  Y sin embargo, dos años después de llegar al poder, el 66% de los entrevistados piensan que El Salvador va por buen camino vrs el 19% de los encuestados sobre el mismo tema  en los otros  países de la región . 


En el Uruguay, la percepción de la gente en un periodo de tres años, ha mejorado 15 puntos (60% a 75%) en relación a su preferencia de la democracia sobre otras formas de gobierno. Costa Rica muestra una tendencia similar  en el mismo periodo (60% a 68%). En el caso de Colombia hay una leve mejora pero partiendo de niveles mucho más bajos (38% a 42%). Brazil y Mexico, los dos países más grandes de la región, muestran también niveles muy bajos de aceptación de la democracia cercanos al 40%



Las causas de la insatisfacción son variadas y se manifestaron muy claramente durante las protestas sociales en el 2019 y en Colombia nuevamente en el 2021. Más del 50% de los entrevistados estaban en favor de esta manera de expresión de la insatisfacción con el sistema democrático, a pesar de la violencia y destrozos que ocasionaron en Chile y en nuestro país. 


Las causas más citadas fueron varias. Los  gobiernos sólo representan una minoría y no les importa los demás. El acceso a la salud es un motivo de insatisfacción en países como Chile. La desigualdad en la distribución de la riqueza y las oportunidades son motivo de mucho malestar en todos los países. 


Churchill decía que la democracia era el menos malo de todos los sistemas de gobierno, la evidencia de varios casos en la región le dan la razón. En la Venezuela de Maduro, la democracia dejó de existir hace años, situación que ha obligado a más de 6 millones de sus habitantes a abandonar su país, tema que particularmente nos ha afectado en Colombia. 


Otro ejemplo patético es Nicaragua, donde los Ortega montaron una dictadura familiar. La libertad de expresión y las garantías ciudadanas, en estos países no existen sino en la imaginación de los déspotas que hoy detentan el poder. 


En Perú, via las elecciones, llegó finalmente a la presidencia el Sendero Luminoso después  de causar con actos terroristas más de 300.000 muertos. Y lo hizo, por interpuesta persona de Castillo, un sindicalista desconocido que irrumpió en la escena pública al dirigir una huelga de maestros en el 2017. Hoy tiene en marcha un proceso de desmantelamiento de la democracia peruana, que fue el vehículo utilizado para llegar al poder.  El propósito:  implantar un régimen de corte marxista leninista a pesar de los resultados desastrosos que muestra la historia de esta forma de gobierno. El mejor ejemplo es Cuba en la región. 


No se puede desconocer que, los resultados presentados por The Economist, muestran una crisis de la democracia, que podríamos llamar sistémica, caracterizada por la desconfianza y la indiferencia en la región, con la excepción de Uruguay y Costa Rica. Pero lo más preocupante, es que las alternativas populistas y dictatoriales de izquierda, que han dejado en bancarrota a países como Venezuela y Cuba, se vean como más atractivas y lleven al poder a personajes ineptos como Castillo en el Perú.


Si vemos nuestro caso en Colombia, no se puede tapar el sol con las manos: fallas de nuestra democracia son muchas, pero también los avances que hemos tenido como nación. El problema es que, en es este entorno polarizado y de desconfianza que nos envuelve como una nube negra, mucha gente magnifica las falencias y se niega a reconocer los logros. Y si todo se ve negro, la desesperanza se vuelve la peor consejera para elegir a los dirigentes políticos y por esta razón nos equivocamos. Esa es la realidad que enfrentamos para las elecciones del 2022. 



Mientras en Venezuela, Cuba y Nicaragua, las protestas se suprimen a la fuerza, se persigue a la oposición, la libertad de expresión no existe y se violan sistemáticamente los derechos humanos, en países como Colombia la situación es bastante diferente. 


La gente tiene la libertad de  expresarse, e inclusive de abusar de esa libertad. La evidencia:  los excesos  que vimos durante las marchas sociales que se salieron de madre. Ejemplos como la  toma de Cali, la tercera ciudad más importante y el cierre del principal puerto del país, así lo demuestran. Y si, es evidente que hubieron excesos por parte de la Policía, cuyo desprestigio ha alcanzado niveles históricos, pero estos fueron denunciados y hay procesos condenatorios en marcha. La prensa los publica, y la oposición se puede expresar libremente condenándolos. 


A pesar de que en esta crisis de desconfianza, en que hoy nos movemos como sociedad, hayamos perdido la capacidad de reconocer y valorar los avances que hemos tenido, la solución inteligente no parece llevar al abismo y botar por la borda nuestra democracia, ni los muchos logros  que hemos tenido como sociedad. Nos quejamos de lo que tenemos hasta que lo perdemos y entonces lo lamentamos pero ya es tarde.  ¿Entonces que debemos hacer?


La respuesta contundente: defender nuestra democracia y no abandonar como ratas el barco como sucedió en Venezuela, actitud que la hundió como nación. Despertar la fuerza  del liderazgo colectivo que existe en muchos niveles de nuestra sociedad, para propiciar los cambios que se necesitan, promoviendo una nueva generación de líderes políticos, sociales y empresariales que los orienten y dinamicen el sistema democrático corrigiendo sus fallas.


También, hay  que reconocer el problema. La indignación y el resentimiento se han venido acumulando a lo largo de los años, donde las estructuras que sostienen el sistema democrático, se han  quedando cada vez más atrás del incremento exponencial de las expectativas de la gente. Y cuando hay el vacío de liderazgo que hoy tenemos, el resultado es una sociedad desorientada que es muy vulnerable a los cantos de sirena populista que hoy llegan desde los extremos de los dos espectros políticos. 


La buena noticia es que, ante la alternativa de una dictadura de izquierda o de derecha, y como respuesta a la crisis que hemos tenido después de la pandemia y que ha afectado tan profundamente  a la sociedad, se están comenzando a despertar una serie de iniciativas en todo el país que apuntan en esa dirección. 


Este es el caso en el Valle del Cauca, donde micro, medianos y grandes empresarios, han estructurado un programa de respuesta a la situación social de la región y reunido un fondo inicial de $ 50.000 millones para atender varios frentes prioritarios. Se ha vuelto a despertar el espíritu cívico que caracterizó al sector privado en los años 70 y 80 y que volvió a Cali un referente nacional e internacional. 


En Bogotá, han nacido iniciativas como Colombia cuida Colombia y Motores de Esperanza con el fin de promover nuevos liderazgos y la unión de esfuerzos para generar un mayor impacto colectivo. Con el concurso de importantes empresas, universidades y fundaciones, este último caso busca identificar, visibilizar, conectar y apoyar a muchos líderes que hoy hay en nuestro país para que colectivamente aporten a su transformación. 



El informe del Economist, muestra una realidad que no se puede ignorar por más tiempo. Es una llamada a la acción para que desde diferentes sectores de la sociedad, se pellizquen y movilicen para corregir el rumbo. Hay que atender los temas urgentes que ha destapado la pandemia, pero también hay que enfrentar un tema más urgente aún: contar en el mediano plazo, con unas comunidades de liderazgo colectivo, que desde lo local, se unan en una gran red para sembrar las verdaderas bases de un desarrollo sostenible y de gran impacto, que dinamicé nuestra democracia y beneficie de manera incluyentes a la sociedad.


Sobre este tema seguiré escribiendo, ya que formó parte de un grupo de empresarios, rectores y otras personas, que hemos tomado la decisión de aportar con creatividad a la solución de formar estas comunidades de liderazgo. No queremos ser parte del coro, de quienes se quejan, o están pensando abandonar al país a su suerte. 


Nos merecemos un futuro mejor que Venezuela, Nicaragua, Cuba o Brazil, pero para lograrlo, hay que unirnos y ponernos a trabajar. Los enemigos de la democracia, desde los dos extremos del espectro político, ya lo están haciendo para llevarnos por el camino de la polarización y el odio, que perpetúa una historia de violencia que el famoso acuerdo de paz de Santos, no logró superar.


Si no queremos que tengan existo,  necesitamos ofrecerle a la sociedad, una contra narrativa basada en el ejemplo del liderazgo colectivo,  que promueve la esperanza y la confianza, para  enfrentar la otra  narrativa que nos quieren imponer para nuestro país. 


1 comentario:

  1. Muy de acuerdo con este análisis: reconociendo nuestras deficiencias y fallas, que son enormes, debemos esforzarnos por reconocer también los logros y avances, que también son significativos. El camino a la autodestrucción como nación está adoquinado con las narrativas del odio a lo construido, con muchas mentiras usadas como pegante

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