sábado, 22 de junio de 2024

Una enfermedad autoinmune afecta a Colombia

 


En el blog anterior, planteé la necesidad de defender nuestra institucionalidad. Me llamó la atención, que a diferencia de blogs anteriores no tuvo tanta acogida a pesar de tocar un tema vital para nuestra democracia. En este blog quisiera insistir en el tema para hacer algunas reflexiones adicionales, del porque no la estamos defendiendo, y que podríamos hacer al respecto.



Hoy, la institucionalidad colombiana, es como un enfermo que está siendo atacado desde varios frentes externos e internos. Pero lo más grave, es que sufre de una enfermedad autoinmune donde  el ataque interno está sucediendo desde el mismo corazón de una de las tres instituciones más importantes para nuestra democracia : la Presidencia de la República, lo cual es un hito sin antecedentes en la historia de Colombia. 


Veamos algunas de las reflexiones que creo pueden aportar 


1. Es fundamental recoger las experiencias exitosas de nuestra historia pasada, para mejorar el desarrollo de la institucionalidad, porque sus lecciones nos deben servir como unas bases firmes, donde nos podemos parar, e iluminar el camino hacia adelante . Y las cosas negativas de la historia, también son aprendizajes, porque seguramente sus efectos  hoy impactan nuestro presente, pero también nuestros futuro si no  aprendemos  de ellas. 



Lamentablemente, este no es el camino que estamos siguiendo, lo cual es muy grave. Las consecuencias pueden ser irreparable, cuando tenemos un presidente que está  empeñado en distorsionar  el pasado para justificar  su empreño de refundar a Colombia en el presente y hacia el futuro.


Petro quiere desconocer los avances que hemos tenido como sociedad y las lecciones positivas  que nos deja nuestra historia. Es un individuo, que en su delirio mesiánico, es incapaz de construir sobre lo ya construido. El problema es que los colombianos desconocemos nuestra historia, y por lo tanto, de valorar los avances que hemos obtenido para defenderlos con valor y mucha firmeza. Es una inmensa debilidad que la está aprovechando Petro  para hacer lo que se le venga en gana.


2. Desafortunadamente, no hemos desarrollado y fortalecido un sistema inmunológico fuerte . Traducción : tener un cultura de corresponsabilidad y participación ciudadana, que conozca, aprecie y defienda la institucionalidad que hemos logrado a lo largo de nuestra historia. Y que si bien es imperfecta, tiene muchos avances importantes para sentirnos orgullosos de ella.


Cómo no existe esa cultura ciudadana, también nos atacamos desde adentro: es un deporte nacional el denigrar de nuestras instituciones y que nos hace presa fácil de populistas como Petro, que lo fomenta en su propio beneficio . El resultado está a la vista: niveles altísimos de desconfianza, de irrespeto y de incredulidad en ellas.


3. Una de las características de la cultura que necesitamos construir, es la de estimular las críticas constructivas, aceptar la diversidad de opiniones y tener la capacidad de llegar a acuerdos integrando visiones diferentes. Una cultura que promueva el manejo productivo de los conflictos naturales que surgen en estas dinámicas, pero que al final, permita alcanzar consensos para el benéfico común. Y que, una vez logrados, se defienden y se hacen respetar.


Una evidencia de que no tenemos esas capacidades, es el ejemplo reciente en el seno de instituciones tan importantes como el Congreso. Después de haber logrado un acuerdo en un tema tan vital como era la ley estatutaria de la educación, hace dos semanas, Petro dio la orden de incumplirlo y utilizar a su aliado Fecode para justificarlo.  Otro caso más, donde  se rompió totalmente la confianza y se mina por la base,  la  posibilidad de cualquier  acuerdo nacional creíble y sostenible.



4. Una cultura, como la que se necesita para defender las instituciones, no se desarrolla por generación espontánea, es el resultado de una construcción colectiva y de un liderazgo, que sean ejemplo en diferentes esferas. En nuestra historia ha habido líderes individuales que han ayudado a mostrar el camino, como fueron hace treinta Antanas Mockus y Paul Bromerg en su rol  alcaldes de Bogotá 


Estos dos profesores universitarios, dieron un ejemplo de valentía y creatividad, al atreverse a retar los modelos mentales, de una sociedad compleja, como la de nuestra Capital en esa época. De manera muy innovadora, demostraron que era posible lograr cambios significativos de comportamiento a nivel de una ciudad de más de seis millones de habitantes.   


Sin embargo, ese extraordinario ejemplo tuvo un problema: no tuvo un liderazgo colectivo que se apropiara de una propuesta que le pegaba al corazón de lo que yo he llamado “la infraestructura mental” de la ciudad. En un entorno tan complejo como el actual, es cuando más se necesita un liderazgo colectivo, para volver a poner en el centro de la conversación nacional, el papel fundamental que juega la cultura, si queremos avanzar como sociedad. Los retos son enormes y los esfuerzos individuales son insuficientes..


También me aparecen unas reflexiones adicionales 


Ya lo mencioné pero quiero insistir : la sociedad colombiana  tiene las defensas muy bajas . Pero lo más preocupante, es que no reconocemos que estamos enfermos, necesitamos ayuda y que  debemos corresponsabilizarnos por nuestro problema de salud antes de que sea muy tarde.


El andamiaje institucional que ha tomado décadas de esfuerzo e inversión de todos los colombianos, es el que hoy, Petro y sus acólitos, quieren demoler. La dura realidad, es que el tsunami nos cogió con las defensas muy bajas, poco preparados culturalmente como sociedad, y  con la emocionalidad colectiva totalmente inadecuada para enfrentar el problema y corresponsabilizarnos de buscar una solución .



Hemos creado una cultura  con un entorno emocional paralizante, caracterizada  por el miedo, el escepticismo ,la  desorientación, la resignación y la aversión al riesgo. Y también,  hay muy poca curiosidad para explorar distintos caminos que permitan identificar nuevas oportunidades.



La firma Monitor que realizó el Estudio de Competitividad para Bogotá en 1997, ya lo había anticipado y nos lo demostró en su informe final. Desde hace décadas, nuestros modelos mentales: creencias, supuestos  y valores (o ausencia de ellos) , tanto a  nivel individual como colectivo, han sido nuestros peores enemigos. Nos han distorsionado la realidad , castrado la capacidad de  soñar en grande y de indignarnos. Pero lo peor es que no lo reconocemos.


Lo anterior puede explicar nuestro  individualismo enfermizo, y que se traduce en  la actitud miope de: “sálvese el que pueda”, y que prima sobre el trabajo colectivo inteligente y con propósito que oriente e inspire. Todavía no entendemos que hay que sembrar con buena semilla y tener la paciencia para cuidar y cosechar . 


Pero lo más grave aún: a sabiendas que nuestro presente es el resultado de lo que no hicimos bien -de lo que no sembramos - y que hay que corregir, persiste una visión cortoplacista donde lo urgente y lo pragmático, domina lo importante, y sin  embargo, se espera el milagro de resultados inmediatos. Claro hay que apagar el incendio diarias dicen unos, y ¿después que esperamos? si no sacamos tiempo para pensar cuándo era contra intuitivo hacerlo. (Ver mi historia de Camacol en la crisis del sector entre 1998 y el 2002). 


No se ve el despertar de un liderazgo colectivo que promueva un  movimiento creciente de indignación que defienda nuestra institucionalidad, trace la raya y diga: “basta, no más” !!. Y  que impulse iniciativas para cambiar la narrativa de desesperanza y ayudar a subir los niveles de confianza que hoy están en el piso. Estos son temas críticos para poder defender nuestras instituciones.



Necesitamos  un entorno distinto , donde no sea muy frustrante y solitario el atreverse a proponer  iniciativas innovadoras, que pongan la luz en el  papel de la cultura, como palanca o freno de nuestro desarrollo, y busquen fortalecer la capacidad de gestión institucional pública.  Se necesita activar la institucionalidad privada que se comprometa con una cultura de liderazgo colectivo y una ciudadanía mucho más comprometida, capacitada e informada. 


Necesitamos dejar de ver el vaso medio vacío para verlo medio lleno, para poder valorar los avances que hemos logrado como sociedad, pero con la valentía de reconocer que somos nosotros la primera barrera que tenemos que superar si queremos progresar.


No pierdo la esperanza de que se multiplique el número de colombianos , que desde su propias experiencias y realidades, den el ejemplo para sumarlos en la defensa de las instituciones que hemos construido a lo largo de nuestra historia. He tenido la fortuna de encontrarme con mucha gente extraordinaria y valiosa que son ejemplo de aporte al pais. Solo tenemos que visibilizarlos , conectarlos y apoyarlos, para que su ejemplo, nos inspiren y nos demuestren que colectivamente si podemos cambiar nuestra la cultura que define nuestra realidad y construir una nueva narrativa para Colombia.




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