Con motivo de una invitación que me hicieran hace dos semanas, para participar en un Webinar sobre las lecciones aprendidas en crisis anteriores, me recordé de mi experiencia personal como Presidente de la Junta Nacional de la Cámara Colombiana de la Construcción Camacol, durante la crisis de 1998 al 2003.
Las memorias que tengo de esa época tienen un mensaje que pienso puede ser valioso en los momentos actuales: no hay cosa más importante, que aprovechar bien una gran crisis, para lograr transformaciones de gran impacto y sostenibilidad, que en otras circunstancias no se podrían esperar.
Hoy a otra escala, y por motivos diferentes, estamos viviendo una nueva crisis con un impacto en la economía que puede ser aún mayor para el país, como consecuencia del cierre de todas las actividades por cuenta del covid-19. Las tasas de desempleo ya pasaron del 20% y se proyecta una caída del PIB por encima del 10%. Para no mencionar otros efectos colaterales gravísimos para la sociedad, en el campo de la salud y el orden público.
Entiendo qué hay varias diferencias importantes entre la crisis del 98 y la actual. Sin embargo, pienso qué hay elementos comunes entre las dos, razón por la cual quiero compartir la historia de lo que hicimos para enfrentar el problema en nuestro sector en ese entonces. Creo que hay algunas lecciones que pueden servir para ayudar a manejar mejor las circunstancias que se están viviendo en la actualidad.
Cabe anotar que, desafortunadamente no quedó escrita una memoria de la experiencia de ese período, luego he tenido que recurrir a los recuerdos, para reconstruir algunos de los hitos más importantes y las lecciones aprendidas. Espero que, en esta oportunidad, no se cometa el mismo error, y se pueda documentar el proceso histórico que están viviendo la mayoría de los gremios y sectores económicos en la actualidad.
Si nos remontamos a mediados del 98, nuestro país pasaba por unos momentos muy críticos que vale la pena recordar. Veníamos de los escándalos de los dineros del narcotráfico en la campaña de Samper, lo que motivó el hecho inédito del retiro de la visa americana a este señor. Y estábamos en un entorno de gran inseguridad, donde las FARC se habían crecido, y tenían amedrentado al país. Pero también, la situación económica era muy compleja, con tasas y niveles de inflación muy altos, y una gran incertidumbre.
Y no hay que olvidar, que, en el curso de los siguientes cuatro años, más de cuatro millones de colombianos tomaron la decisión de irse de Colombia. Y es bueno recordarlo, cuando hoy estamos viviendo la migración de venezolanos huyendo del desastre económico y social de su país.
Fue en ese contexto, que se produjo una decisión inesperada de subir las tasas de interés por parte del Banco de la República, para proteger la banda cambiaria. Esto precipitó un cambio abrupto en el sector hipotecario con unas consecuencias profundas que desató la crisis en cuestión de pocos meses. Para 1999, la economía colombiana se había contraído por primera vez en setenta años, a unos niveles del -4.2% del PIB, el desempleo se disparó, y el efecto de esta caída se sintió por muchos años.
¿Y cómo era el sector de la vivienda antes de la crisis? Esa es una pregunta muy importante para calibrar la magnitud de la transformación que se experimentó más adelante. Y que se podría describir por tener altos niveles de endeudamiento, una mentalidad especulativa, baja productividad, un sistema especializado de financiación, y un gremio con una visión muy regional y con problemas serios de gobernabilidad.
¿Cuáles fueron las consecuencias de las medidas tomadas por el Banco de la República en el 98? El costo de las deudas hipotecarias se disparó por encima del 70% EA. Se hizo mucho más complejo el entorno que ya estaba marcado por la gran inseguridad. Y como ya lo mencioné, se produjo una inmensa pérdida de confianza que obligó a emigrar a más de 4 millones de colombianos y paralizar las inversiones en el país.
Hacia finales de esa década, Camacol perdió el 60% de sus afiliados. Ante la desesperación de la situación en la industria de la construcción, hubo empresarios que se suicidaron, y miles de personas quedaron en la calle. Pero hay algo más grave que pasó: por primera vez en la historia, miles de deudores hipotecarios entregaron en dación en pago sus viviendas, porque no pudieron pagar sus deudas. Y para rematar, la Corte Constitucional, aceptó y falló una demanda contra el UPAC, acabando con el sistema que financiaba el sector. Este se desplomó..
A nivel anecdótico, recordaba escribiendo este blog, cómo a la Asamblea del 2000 que me tocó presidir en Medellín, asistieron menos de 40 afiliados, cuando antes de la crisis éramos 1700. A nivel de comparación, entiendo que la Asamblea del año pasado en Cartagena, convocó a los afiliados de un sector ya revitalizado, y a ella asistieron más de 1800 personas. Este ejemplo expresa mejor que ningún otro, la magnitud de la crisis y el estado de ánimo de los empresarios que todavía estaban vivos en el 2000.
El choque de todo lo anterior fue profundo y produjo un cambio de paradigma muy importante en la economía y nuestra industria. En los siguientes tres años, los niveles de inflación cayeron a un dígito. Se creó un nuevo sistema de financiación hipotecaría, alrededor de la multibanca, y con tasas de interés mucho más bajas de las existentes antes de la crisis. A finales del 2002, se inició un nuevo gobierno que prioriza la seguridad y la devolución de la confianza.
A nivel del sector, también se produjeron varias transformaciones muy importantes. Se tomó una decisión muy difícil: parar para pensar y reflexionar en medio de la crisis. Se hizo el ejercicio de Planeación por Escenarios, con la ayuda de Adam Kahane y la facilitación de María Leonor Velázquez y mía, del cual salió un gremio con una visión más amplia de futuro, desplegada en unas decisiones colectivas y un plan a nivel nacional.
Gracias a esos espacios de reflexión, se generaron conversaciones difíciles pero necesarias y poderosas, para replantear nuestras prioridades gremiales y como sector. Esto facilitó la toma de decisiones complejas, como redefinir las prioridades, para dar el ejemplo y la orientación que se requería en esos momentos.
Para ilustrar el tema de las prioridades, se entendió que nos debíamos unir alrededor de un propósito: ser parte de la solución y no parte del problema. Había que poner como prioridad el país, de segundo nuestra industria, para finalmente pensar en salvar nuestras empresas. Solo desde esa perspectiva, era posible aproximarse al Gobierno para ofrecerle ayuda, sobre unas bases de confianza y con una agenda compartida y transparente. Esto permitió lograr unas acciones concertadas, y sin antecedentes, entre el Gobierno y nuestro sector.
Esta modificación de prioridades era un cambio muy notable en el comportamiento del sector, cuando en el pasado, los empresarios estaban orientados a utilizar el espacio gremial para lograr beneficios individuales y muy egoístas. Las consecuencias de esta decisión han acompañado la actividad gremial en sus relaciones con el Estado, con unos inmensos beneficios colectivos para todos.
A nivel de las compañías, también se produjeron muchas transformaciones muy positivas. Nuestras organizaciones dejaron de verse como un negocio y más como una empresa. Comenzamos a valorar las alianzas y dejar de ser llaneros solitarios. Nos abrimos al mundo para desarrollar proyectos en entornos diferentes. Reconocimos, el valor de la prudencia en el manejo del endeudamiento, para darle el paso a los fondos de inversión especializados. Entendimos la importancia de tener mayores escalas para los proyectos. En resumen, aprendimos la necesidad de profesionalizar nuestro sector.
De todo lo anterior, recojo varias lecciones aprendidas que pueden seguir siendo vigentes en la crisis actual.
- La necesidad de tomar decisiones difíciles: la pérdida de afiliados generó un impacto económico muy grande. En Bogotá vimos la necesidad cerrar nuestra seccional, que era la principal del País, para ahorrar gastos y apoyar a la Presidencia a Nacional.
- La priorización de la acción gremial. En lugar de buscar salvarse quien pudiera, entendimos que se requería un esfuerzo colectivo, siendo parte de la solución y no parte del problema. Por esta razón, le ofrecimos al Gobierno nuestra ayuda cambiando las prioridades: primero el país, segundo la industria y tercero la empresa
- La necesidad de reflexionar en la mitad de la crisis. Vimos, que a pesar de la situación tan crítica, había la necesidad de parar, sacar el tiempo en medio de la situación, para pensar, mirar hacia adelante e identificar la oportunidad de replantear el gremio y su papel en la industria, redefinir su propósito, así como la visión y su oferta de valor.
- La importancia del trabajo colectivo. No fue fácil, pero se logró, que los empresarios entendieran la importancia del trabajo colaborativo, que era necesario ante la magnitud del problema que había que enfrentar, en un gremio federado y con una visión muy regional.
- La visión internacional. En los siguientes años, se vio la importancia mirar hacia afuera. No solo para abrir nuevos mercados, sino también para conocer y aprender de lo que se estaba haciendo en otros países. Todo esto se volvió algo común.
A pesar de que la situación global de hoy, que no tiene antecedentes históricos, la crisis de esa época y las lecciones aprendidas, así como la transformación que se logró en nuestro sector, el Gremio y las empresas, nos muestran un camino que puede ser relevante para enfrentar el impacto del coronavirus en nuestra economía. Por esta razón, pienso que la historia que he compartido nos deja otro mensaje fundamental:
- Una crisis, por más grave que sea, si se enfrenta positivamente, puede ser el catalizador de una gran transformación. Y esa es hoy nuestra oportunidad
También, al contar esta historia no escrita, es relevante recodar el papel que juega el ejercicio de liderazgo, la utilización de metodologías como la planeación por escenarios, y la necesidad de tomar decisiones difíciles, que son recursos de tremenda importancia, cuando se necesita orientar la transformación que requiere nuestro país, mientras y después de que la crisis sanitaria sea controlada.
Aprovecho para hacerle un homenaje a Eduardo Jaramillo Robledo, empresario que, por cuestión de las circunstancias, tuvo que liderar este proceso de transformación al que yo tuve la oportunidad de acompañar con otros empresarios como Felipe Calderón, Juan Manuel Gomez, Roberto Moreno, entre otros. Eduardo estuvo a cargo del gremio sin cobrar un peso durante tres de los cinco años que permaneció como presidente de la agremiación. Un gesto que lo enaltece y nos dio un ejemplo extraordinario, que no se puede olvidar.
Y también quiero dejar un mensaje de esperanza, basado en mi experiencia: todos tenemos la responsabilidad de no dejar pasar esta crisis para orientar hacia un buen puerto, la transformación que requieren, el país, las industrias y nuestras empresas. Esta es una oportunidad única que debemos capitalizar.
Apreciado Pacho:
ResponderEliminarLeyendo este blog recordé y volví a vivir tantas vivencias de esos complejos pero interesantes e inolvidables años, en los que compartimos “la barca” de ese sector de la construcción en crisis, años en los que aprendimos lecciones inolvidables, crecimos en el manejo de crisis y de muy complejos momentos de la realidad de país y empresarial, establecimos lazos imborrables entre muchos actores de nuestro sector, algo que durante muchos años fue algo impensable, pero más que ello, afortunadamente, pudimos hacer amigos del alma para toda la vida.
Gracias por recordarme todas estas lecciones, gracias por haber liderado en su momento ese complejo proceso, gracias por tantos aportes de liderazgo y estrategia que fueron una realidad en el actuar del sector, gracias por haber podido hacer parte de un equipo como el que logramos conformar de la mano de tantos amigos y, muy especialmente, de ese gran amigo y líder Eduardo Jaramillo.
Carlos A. Ossa M.