Entrada destacada

A veces SI a veces NO...

Finalmente se firmó el acuerdo con las FARC. Por esta razón, en  las próximos semanas, me propongo oír la letra de la canción de Julio Igles...

sábado, 24 de septiembre de 2022

La guerra de las narrativas

 


Hoy veo a muchos colegas empresarios muy desanimados, tomando decisiones de parar las inversiones, de buscar opciones por fuera del país, de dejar sus empresas en neutro o con el freno de mano puesto. Es la reacción que está generando el nuevo gobierno con la avalancha de cambios y una intencionalidad muy poco clara. ¿Pero cual es el verdadero problema que tiene el sector privado colombiano para enfrentar esta nueva realidad y que nos tiene en un estado catatónico que nos impida actuar ?


Yo tengo una hipótesis que quiero validar con mis lectores: no estábamos preparados para lo que ha sucedido, ni entendemos la verdadera naturaleza del problema. Y si lo aceptamos,  vamos a poder hacer algo importante para el país y  no dejarle el espacio solo a Petro, aportando si a la transformación de  la realidad de un país que evidentemente necesita muchos cambios.  Sobre este punto tenemos que estar de acuerdo. 


Recuerdo una pancarta en Chile que decís: “Cambios si pero no así”. Tenemos la oportunidad de ejercer un liderazgo transformador diferente que no esté contaminado por extremos ideológicos que no aportan y si profundizan las heridas y la polarización. 


Para aportar a la identificación del problema, voy a desarrollar una propuesta.



Los seres humanos nos hemos contado historias desde el principio de la creación. Y somos finalmente el resultado del cómo nos las creemos. Lo hacíamos  al rededor de una hoguera, no hace muchos años en la mesa del comedor, ahora usamos las redes sociales, ¿y mañana?


Las historias sirven para darle sentido e interpretar  al   mundo que nos rodea .. ¿pero que son las historias?  Son hechos envueltos en emociones. Las emociones afectan al cerebro límbico y  las decisiones que tomamos, y este es un tema fundamental de entender, porque pueden servir para manipular de manera muy efectiva a la gente o para construir una visión positiva y colectiva de futuro. 


La  narrativa es la manera de contar una historia, es un relato que utiliza hechos ciertos o no con una lógica de tiempo y conexión, que buscan generar una emocionalidad en la audiencia que lo escucha.


Lo importante, es que la  narrativa es un medio muy poderoso porque captura la imaginación, inspira, crea espacios conversacionales, y hay que recordar que conversar mueve a la acción. En estos espacios se crean nuevas categorías y si se utilizan mal,  para mover a la gente sin tanta reflexión y si mucha emoción. 



No es una casualidad, que hoy  se menciona cada ves más el término  del “storytelling”: el uso de la narrativa como un  medio cada vez más utilizado para vender una idea, con el propósito de mover a la audiencia,  a tomar una posición o una decisión. Lo usan los emprendedores para hacer su “pich” o los políticos para movilizar a sus votantes. Quienes lo utilizan, lo hacen con una intencionalidad  que no necesariamente la ve el receptor. Por esta razón, puede ser un instrumento muy poderoso para la manipulación. 


En la actualidad, estamos presenciando como Petro  recurre a su capacidad oratoria, para ir sembrando  cada vez más las bases de la  narrativa para  Colombia. Y está en su derecho porque así fue como llegó al poder y posiblemente sea el medio para  mantenerse en él. El problema es que, ante la ausencia de una oposición fuerte, no hay en el panorama  otra narrativa, que haga una interpretación diferente y muestre otro camino que inspire e invite a una mayor reflexión colectiva. 


Es necesario tomar conciencia, por parte de quienes no  compartimos la narrativa de Petro, de  las implicaciones que puede tener este vacío para despertarnos antes  de que sea muy tarde. Es algo trillado, pero fue el caso de Venezuela en los primeros cuatro años de Chávez.


En en mi caso,  a pesar de que coincido con Petro en la necesidad de que se produzcan cambios en nuestro país que son inaplazables, no comparto su narrativa porque  desconoce los avances que hemos tenido como país, sobre los cuales hay que seguir mejorando y construyendo. Y lo que más me preocupa: descifrar sus verdaderas intensiones, cuando tiene una posición tan negativa del papel de la iniciativa privada, en la nueva historia que quiere venderle a los colombiano .


Según el relato de Petro, que ha venido desarrollando desde sus campañas por la Presidencia, ha vendido la idea a  muchas personas , que nuestro país no ha progresado y está peor que Venezuela.   Francisco Santos, quien fuera Vicepresidente de Uribe, y por tanto esta hoy en la oposición al nuevo gobierno, lo llevó a declarar recientemente en Washinton que  : “hoy   la batalla de las narrativa la tenemos perdida”. Me distancian muchas cosas de Santos, pero en este punto estaría  de acuerdo con su afirmación.



Entonces: ¿Porque es importante entender que implicaciones que tiene su afirmación? Si las entendemos y actuamos pronto en concordancia,  se ha perdido la primera batalla pero no la guerra.  La razón: porque de manera muy inteligente, Petro ha entendido mejor que sus opositores, el papel tan importante que juega el uso de las narrativas para lograr su propósito y visión de país.


El tema no es nuevo ni debe ser una sorpresa. Las narrativas han sido el vehículo que usan dirigentes políticos populistas desde los extremos del espectro ideológico, como López Obrador, Chávez, Bolsonaro, Trump,  Petro, Modhi y Erogan,  para enmarcar su agenda de cambio y conseguir el apoyo de mucha gente.  


En un entorno tan complejo, caracterizado por la desesperanza, la desconfianza y la gran incertidumbre, la gente en búsqueda de orientación y de creer en algo o en alguien, es fácilmente manipulable y presa de narrativas milagrosas y mesías iluminados.  Esto sucede ante la ausencia de una narrativa diferente que les brinde otra interpretación de la realidad. Una narrativa que les brinde esperanza y los inspire  a asumir un papel más protagónico de su destino.  


El mejor ejemplo de lo anterior, lo vimos con el show que montó Petro en la ONU, para imponer una nueva narrativa internacional, pero donde la verdadera audiencia era nacional. Los temas que tocó son válidos y necesarios. La narrativa de culpar a “los del  Norte” por todos los problemas, encuadra muy bien en el libreto de tener un enemigo para las galerías pero nada mas. 


Con el uso rimbombante del lenguaje y los recursos poéticos, buscó reforzar más su imagen ante sus seguidores,  que creer que su discurso iba a cambiar la dinámica de la guerra contra las drogas o impulsar su teoría del decrecimiento económico y el la defensa  del Amazonas. 



Pero en Colombia, sí logró capturar la atención de los titulares, distrayendo a la audiencia sobre temas tan graves como la inacción de su gobierno ante la invasión de tierras, mientras sí va consolidando de manera menos visible, su verdadera agenda aprovechando que no hay oposición ni una  narrativa diferente.  


En el contexto anterior, es que se vuelve un imperativo  que desde el sector privado nos enfoquemos en construir una narrativa diferente, porque sino lo hacemos, la guerra que si vamos a perder es la de las mentes. 


La preguntas entonces debe ser: ¿Y como debe de ser esa nueva narrativa?


En un próximo blog quisiera aportar con algunas ideas de cómo se podría abordar el reto que debe enviar un mensaje muy potente a la sociedad colombiana: queremos ser parte de la solución y no parte del problema. El Sector Privado asume la responsabilidad que le corresponde, no solo en tener un aparato productivo pujante, sino ayudando a que recuperemos la esperanza y la confianza los colombianos, el desarrollo se colectivamente

sábado, 17 de septiembre de 2022

Lecciones del NO en Chile para Colombia


Chile ha sido un referente para Colombia a lo largo de más de cuatro décadas. Sus innovaciones institucionales nos han servido para hacer
  cambios en el sistema de financiación de las viviendas,  el manejo pensiónalo y también de la salud. Para no hablar que, hace 90 años, los chilenos ayudaron a la conformación de nuestra Policia Nacional. 

Desde la época de Pinochet y después durante los gobiernos de Centro Izquierda, fueron varias las innovaciones que se copiaron y adaptaron a nuestras condiciones locales. Pero también más recientemente, ha sido un referente negativo con las violentas protestas sociales que se dieron a  finales del 2019, que se repitieron en nuestro país. 


Como resultado, ese país dio un giro brusco hacia la izquierda radical con el nombramiento de Boric como, el Presidente más joven en la historia de Chile en el 2021, pero con muy poca experiencia para manejar la complejidad de su agenda de cambios con la que resultó elegido. 



Los resultado en el país austral, fueron premonitorio y hoy tenemos a Petro en el poder en nuestro país. En ambos casos, como también sucedió en el Peru con la elección de Castillo, estas elecciones demostraron un rechazo a la clase dirigente política tradicional buscando un cambio sin importar el costo y con consecuencias  impredecibles.


Citó estos antecedentes, porque hace solo tres semanas, los chilenos que votaron obligatoriamente, el  62% lo hizo por el  NO en contra de la nueva Constitución que salió cocinada de la Convención y que no unía a la sociedad. Lo que es más impresionante, es que votaron en contra las clases populares, e inclusive los indígenas que iban supuestamente a beneficiarse de una propuesta para ser un estado cuasi autónomo dentro del Estado chileno. 


El resultado,  fue una  total sorpresa, que ninguna encuestadora atinó a predecir . El 80% de la gente en el 2020, habían votado por cambiar la Constitución, antes de la elecciones que llevaron a Boric al poder. En esta última votación, el mensaje fue muy claro, la mayoría de los chilenos, sin distinción de clase, si quiere un cambio pero sobre todo, quiere seguridad y recuperar la estabilidad perdida.  Y el adefecio que se cocinó que nació sin el consenso y un terreno común, no lo iba a ofrecer.


No hay una constitución perfecta que resuelva todos los problemas, pero para un votante con un mínimo de sentido común y unas preocupaciones más básicas, era claro que una propuesta con tanta  controversia, no tenía sentido apoyarla. La nueva que surja debe de proveer un piso común que brinde seguridad a la sociedad, devuelva la confianza en el sistema y la esperanza de poder tener unos avances más incluyentes y de de beneficio para todos.



Los resultados del NO en Chile, de nuevo nos muestran el camino para Colombia y para otros países latinoamericanos donde la Izquierda ha llegado, o piensa llegar al poder, creyendo que taparon el sol con las manos. Por lo tanto surgen dos preguntas muy importantes: ¿Qué pasó? ¿Qué lecciones valiosas nos deja a los colombianos? 


Hablando con un querido amigo empresario chileno hace unos días, me señalaba algo muy interesante de la historia de su país que antecedió la situación que viven en la actualidad.


Chile es un país de centro, donde los más adultos, vivieron la época de Allende a principios de los 70 y Pinochet hasta el 89. Durante cinco décadas, esta generación le tocó ver el costó que tuvieron que pagar para armar su país y donde hoy llegan unos jóvenes sin experiencia e idealistas apoyados por el Partido Comunista, a tratar de recrear los sueños que se vivieron a principios de los 70 con Allende. 


En el curso de cuatro décadas, dos generaciones de gente muy preparada, fueron los responsables de los avances logrados y reconocidos por Chile. Lamentablemente la permanencia en el poder encubó corrupción. Y la nueva generación de jóvenes políticos que se formaron desde el 2006 y las marchas del 2011 y 2015, cuestionando todo lo anterior, son los que llegarían al poder en el 2021, con una visión extremista y soñadora, despreciando los logros anteriores. 


En medio de la pandemia y de un gran malestar social, el gobierno de Piñeira, para apaciguar la situación que se le salió de las manos con los disturbios de septiembre del 2019, sacó una serie de medidas sin reparar mucho en sus consecuencias. 


Por ejemplo, se permitió el retiro de dinero de las Fondos de Pensiones, lo que empujó la demanda, y por ende prendió la mecha de la inflación interna.  Se definió una ruta para el cambio de la Constitución promulgada por Pinochet ya con 40 enmiendas en treinta años, donde se sembraron las semillas para lo que sucedió después, y que se materializó en el No a la nueva Carta, cocinada durante varios meses a espaldas de millones de chilenos. 


Estos jóvenes políticos y sus aliados de la extrema izquierda liderada por el Partido Comunista, no midieron las consecuencias de poner en juego los avances conseguidos  y tratar de ignorar la historia.  Chile logró un progreso significativo en las últimas  cuatro décadas. Millones de sus ciudadanos salieron de la pobreza y con condiciones de vida envidiadas por otros países de la región. 



En este periodo de la historia de Chile fue notable la reducción de la pobreza, del 45% en los 80  al 8.6% en el 2019. Para no hablar de la transición pacífica de la dictadura a gobiernos de izquierda y de derecha, construyendo y no destruyendo sobre los avances logrados. .


En un reciente artículo de Sergio Muñoz Bata en El Tiempo, titulado Si a la reforma, No a la revolución, mencionaba como hace 22 años Chile era un modelo para toda la región como resultado de las reformas de Pinochet de 1975 que sembraron las bases de su desarrollo en las siguientes décadas. En ese periodo, el país cuadriplicado su ingreso per cápita y llegó a ser el más próspero de Latinoamérica, mostrando los mejores índices de bienestar en saneamiento y mortalidad materna,  y del Desarrollo Humano de la ONU.


Y el autor se preguntaba: “¿qué llevó a un puñado de chilenos a cuestionar su bienestar y al 80 % de ellos a aprobar la idea de redactar una nueva Constitución, después de 35 años de vivir en prosperidad y democracia? La única respuesta que se me ocurre es que la mayoría de los chilenos desea perfeccionar su democracia y vivir en una sociedad menos desigual y más inclusiva”.


Para hacer esta tarea, los votantes subieron al poder a una nueva generación de jóvenes políticos , que hoy pretenden gobernar a Chile. Son personas que no han tenido un experiencia laboral ni tampoco política, pero que  defienden un ideal pero sin mayor capacidad de ejecución. Esta es una limitación muy seria, cuando pretenden reversar avances de muchos años y hacer cambios en un país que ha sido muy de centro izquierda y conservador.


La Convención que se eligió para redactar la nueva Constitución, quedó sesgada muy a la izquierda, como resultado de la fragmentación de los partidos, dejando por fuera unos sectores muy importantes de centro y de derecha.  Quienes fueron elegidos, salieron de unas listas de independientes manejados estratégicamente por el Partido Comunista, vendiendo la idea de que era la forma de ampliar la participación de la gente del común. 


Las propuestas que fueron surgiendo en el curso de los meses de elaboración de la nueva constitución, fueron encendiendo unos focos de resistencia que se acumularon, generando una oposición  cada vez mayor que se movilizó. La asocian de Emprendedores de Chile, aprovechando su buen nombre, jugó un papel muy relevante para explicar el porqué se debía votar por el No, en defensa de la iniciativa privada y del tejido empresarial de la pequeña  y mediana empresa


Tampoco ayudó para nada a quienes  apoyaban el Sí, que la imagen de los constituyentes se fuera deteriorando por los escándalos de algunos de sus participantes  borrachos, que se disfrazaban, o votaban desde la ducha, lo que le quitó mucha credibilidad.



Las dinámicas que ha empujando Boric y sus partidarios de la extrema izquierda, ha aumentado el nivel de pesimismo de la gente, en un  entorno que está muy enrarecido, complejo y de gran incertidumbre. Sus acciones se sumaron para aumentar el malestar producido por  los levantamientos de septiembre del 2019  durante el periodo final  de Piñera. El resultado es una acumulación de problemas muy serios, y que en el año largo de Boric, se han salido de madre .


En Chile la seguridad se ha deteriorado dramáticamente por dos fenómenos simultáneos. Los Mapuches en el sur están generando un gran problema de orden público. También la presencia de mafias internacionales y la migración especialmente venezolana. Las fuerzas de orden se sienten maniatadas y comienzan a operar a  espaldas de Boric lo que puede ser el comienzo de una resistencia muy preocupante para el país como lo hizo Pinochet con Allende,  que terminó en su caída y muerte después de un golpe militar.


Pero los problemas que enfrenta Chile hoy tienen otras dimensiones. La inflación se ha disparado por efectos internos y externos. En ese país  ya se  debilitó la economía lo que le va impedir a Boric  cumplir con las altísimas expectativas de cambio que ofreció, comenzando por la decisión de una nueva  Constitución, como lo demuestra el rotundo NO en contra de la propuesta. 


No es difícil de reconocer, que a pesar de los grandes avances durante cuatro décadas, Chile como sociedad tiene todavía un buen camino por recorrer y brechas importantes de desigualdad por cerrar. Pero ignorar la realidad con sus luces y sus sombras, sus logros y fracasos que se deberían capitalizar,  hace mucho más difícil los cambios que se necesitan sin aumentar la polarización en la sociedad.  


Es por esta razón, que el contundente NO al documento de la nueva Constitución de hace tres semanas en Chile, que pretendía poner patas arriba al país, mandó el mensaje maduro y contundente, en contra de destruir los avances logrados comprometiendo la seguridad tan valorada,  sin importar  el costo y a espaldas de una mayoría de la población, que de todas maneras había votado masivamente por su cambio.



Este es un evento histórico para Chile, que en un momento tan difícil, deja una lección  muy potente: el atropellar una sociedad con muchos cambios muy grandes, sin honrar los logros del pasado, es el peor camino posible para convocar y conseguir su apoyo. Desafortunadamente, esta es la tendencia de la izquierda que fractura aún más la sociedad. Es una barrera que no se tiene en cuenta, cuando se quiere liderar un proceso tan complejo y que genera mucha resistencia, para avanzar en el camino del desarrollo. 


Si no se valoran los avances de un país, como de hecho ha pasado en Chile y hoy se observa en Colombia, ¿cuáles son las bases sobre las cuales una sociedad se para para seguir adelante? La tendencia de ignorar esta realidad, especialmente acentuada desde la izquierda radical que ha llegado al poder en AL, es el camino seguro para frustrar las altísimas expectativas que han creado iluminados  como Boric, Petro o López Obrador.  El resultado es el aumento de los conflictos y el inmenso desgaste institucional tratando de reinventarse la rueda. 


Mi amigo chileno concluyó nuestra conversación con una reflexión muy de fondo: “estamos pagando el analfabetismo funcional, que en la prueba PISA para adultos en Chile, Mexico y Perú (Colombia no participa)  es superior al 89% y están en la cola , lo que impide a esta población, analizar conceptos y predispone a la persona a absorber slogans. Temas complejos que la gente no tiene la mínima capacidad de comprensión, como los ataques de la izquierda contra el lucro o el tema de la igualdad sin relacionarla con el esfuerzo individual, son palabra que envuelven conceptos que se  denigran”.


Todo  suena bien para  capitalizar electoralmente el resentimiento de la gente. El resultado lo estamos comenzando a ver en Chile y preparémonos para lo que se verá en Colombia sí seguimos la misma partitura. 


Por esta razón, la  gente que creyó las promesas de la izquierda en Chile, ahora comienzan a despertar a la realidad de un nuevo gobierno, incapaz de controlar el aumento de la inseguridad, de la inflación y el desempleo. La gente votó por el dolor y no por su compresión del fenómeno. 



sábado, 10 de septiembre de 2022

Al que madruga Dios le ayuda


En el blog anterior quise proponer lo que podrían ser las bases de una estrategia de respuesta del sector privado a los ataques de Petro , porque al que madruga Dios le ayuda. En este blog voy a expandir mis reflexiones sobre el camino que podría   seguirse en las relaciones del sector privado con la nueva administración. 



Como decía Jack Welch, ex presidente de GE, enfrentar la realidad es el primer paso. Hoy tenemos un entorno que se percibe como muy hostil para la iniciativa privada. Los próximos meses se irá posiblemente consolidando esta percepción si no hacemos nada. Y la tentación, es abandonar el campo como sucedió en Venezuela, e irse del país dejando a miles de empleados en la calle. 

Mientras no se aclaren las verdaderas intenciones de Petro y su equipo, y dados sus antecedentes, esa opción puede ser  la que está buscando con sus asesores cubanos y venezolanos, pero sería entregarles en bandeja de plata el país. 


Otro camino, es asumir una posición diferente que parte del reconocimiento que el país evidentemente requiere cambios urgentes, pero no de cualquier manera. Para tener éxito, Petro o cualquier otro, suponiendo unas intenciones que no sean perpetuarse en el poder y estar dispuesto a jugar dentro de las reglas de la democracia actual, debe de “hacer la Paz”, no solo tendiendo puentes con criminales, que es su primera opción. 



Si de verdad tiene la intención de acertar, debe de tender también puentes hacia la iniciativa privada que es el mejor camino para un desarrollo sostenible de creación de riqueza. Si esto no se hace, repartir pobreza es la via más seguro al infierno. De nuevo mirar a Venezuela. 


Mi experiencia me ha demostrado, que cuando se enfrentan dos visiones antagónicas del mundo, construidas sobre las caricaturas mutuas, las etiquetas descalificadoras, y el rechazo a  dialogar, no hay nada que hacer. Pero se abren un mundo de posibilidades, cuando se hace un esfuerzo genuino de las dos partes para encontrar esos puntos comunes y dejar al lado los que son divergentes. Esto es un proceso, que puede ser lento pero necesario, para desarrollar  unas relaciones donde pueda ir generándose poco a poco la confianza. 



El primer paso es la transparencia de las intenciones de las partes. En el caso actual, podría ser encontrar  un propósito común, basada en unos principios fundamentales, para enfrentar agendas difíciles pero necesarias de transformación del país. Este podría ser un punto poderoso de unión. El peligro grande en un país donde no se han construido capacidades para tener estos diálogos generativos difíciles, es tener agendas ocultas que violenten principios fundamentales.



El segundo tema importante es la actitud con la que se aborden estos diálogos. Si se hace con la disposición de quitarse los rótulos mutuos, y hacerlo con la curiosidad de indagar y descubrir, se aumentan las posibilidades de encontrar más puntos de convergencia que de divergencia. Esto facilitaría construir propuestas conjuntas, porque se reconoce que las verdades individuales pueden cambiar por una nueva verdad compartida. 


Para algunos escépticos, está podría sonar como una propuesta ingenua. Esta es una descalificación natural en un país donde no hemos desarrollado las mínimas capacidades de diálogo generativo incluyente. El proceso con las FARC, es un buen ejemplo de lo que sucede cuando esto no se hace. Los acuerdos son muy frágiles, y cualquier cosa los puede destrozar. 


Pero  pienso que este puede ser un camino viable que vale la pena explorar. La agenda de cambios de Petro es  abrumadora, y toca aspectos fundamentales de la sociedad, de su trayectoria historica y  cultural , así como de su realidad actual. Su impacto acumulado puede desbarajustar al país y si quiere realmente generar un cambio, lo va a tener que hacer uniendo y no dividiendo más a Colombia.


Hay dos escenarios que se pueden ver:



El  primero de ellos, que parece que es el que se consolidó esta semana con la arrodillada total de los partidos tradicionales, a Petro quienes descalificó durante la campaña. El hoy presidente, fue  parlamentario y trajo a Roy Barreras, para aceitar el sistema porque  ahora  necesitaba los políticos de quienes denigró en la campaña, y que se vendieron con pasmosa facilidad.  Era un requisito para ferrocarilear los proyectos a la mayor velocidad aprovechando la pobrísima oposición. No es desatinado pensar, que una vez los utilice, los tire por la borda cuando haya consolidando su poder como lo hizo Chávez en Venezuela
.


Como van las cosas en este gobierno, parece  que no tendrá una oposición de peso en el Congreso. Y los 10.5 millones de votantes que no lo hicieron por Petro, se quedaron sin quien los represente y sean su voz.


Petro pretende mover su agenda con la visión del Estado como el actor principal.  Pero como nos lo recuerda el profesor James Robinson en su último libro, “El corredor estrecho”, Colombia es un país con un Estado y con una sociedad muy débiles. Y de acuerdo con su planteamiento, el desarrollo sostenible de un país requiere de que ambas partes tengan un poder fuerte para controlarse mutuamente, pero sobre todo, para colaborar.


Esta realidad no cambió con Duque su antecesor, No es difícil entender, que para Petro y su grupo, les va a quedar cuesta arriba desconocer, que un Estado débil, es una barrera muy grande para implementar su ambiciosa agenda de cambio que quiere imponer.  Y hay que sumarle otra realidad. Petro  como alcalde de Bogotá, demostró una debilidad muy marcada para liderar su equipo y lograr la ejecución del plan que propuso en esa época... 


El tema le va a ser más difícil, porque en ninguna parte de su agenda de campaña, propuso fortalecer el poder de la sociedad, donde uno de los actores fundamentales es el sector privado, responsable de generar riqueza para hacer crecer una economía con más recursos para cubrir las crecientes necesidades de la sociedad. Pero esto no va ser posible  si no cuenta con el sector privado, y lo espanta y descalifica. Lo inteligente es tratar de buscar puntos de encuentro para colaborar  y construir un diálogo que beneficie a toda la sociedad. 


La razón debería ser evidente e imponerse antes de que el daño se haga mayor. Apenas ha transcurrido un mes de este gobierno, que con sus acciones e improvisaciones, está mandando señales que están generando una preocupación  creciente. Pero si se acepta qué hay que enfrentar la realidad, a este gobierno le va quedar imposible desconocer  la complejidad de los temas internos y externos, que se suman a la debilidad institucional del Estado. 



Esta situación, también es una barrera muy difícil de superar solos, como ya comienza a aprender Boric en Chile, con la estruendosa derrota que sufrió la nueva Constitución que se quería imponer a las malas. Los cambios a la fuerza dentro del marco de la democracia no funcionan, salvo que se quiera acabar con ella.  Como fortalecerla no es un tema visible  en lo propuesto por Petro en estas pocas semanas. Y este es quizás, el mayor reto de cambio que tiene el país.

Y finalmente hay otra consideración ante la avalancha de cambios que Petro quiere imponer con la complicidad de los políticos de siempre. 


Hay un principio fundamental cuando se quiere lograr un cambio disruptivos en una organización, en este caso una tan compleja como es la sociedad colombiana, y es reconocer tres cosas fundamentales. La primera, el papel de la cultura y su historia. La segunda, la focalización en muy pocos temas a la vez. Pero también, como lo recuerda Ronald Heifetz, profesor de liderazgo de Harvard, reconocer las cosas buenas sobre sobre las cuales se deben de basar los cambios. 


Si se violan estos  principios, la probabilidad de éxito es muy baja y la resistencia y el desgaste muy altos. Y el resultado es que las consecuencias sistémicas no esperadas, pueden ser más graves que los problemas que se querían resolver. No parece que estas consideraciones ni capacidades institucionales y personales, sean importantes para el gobierno actual, cuando son fundamentales para liderar los cambios que pretende lograr que requieren movilizar a muchos actores de la sociedad



















sábado, 3 de septiembre de 2022

Camarón que se duerme se lo lleva la corriente


Estamos viviendo un momento histórico de cambios en la sociedad colombiana. Muchos de ellos eran tendencias previsibles que la pandemia aceleró. El nuevo gobierno se vino preparando para llegar al poder desde hace varios años.  Fortaleció un movimiento caudillista y creó un nuevo partido de izquierda de la nada, siguiendo el libreto de Uribe , que desde la extrema derecha, lo había puesto en práctica años atrás. 

La estrategia de Petro para llegar al poder, fue la de agudizar  aún más la polarización y la lucha de clases. Para ello, fue muy útil estigmatizar a sus opositores y a otros actores como los empresarios, los banqueros,  las Fuerzas Armadas y la Policía, entre otros a quienes culpó de todos los males, pero sin reconocer los avances positivos del país. Es un artista en este campo.



Manipuló las emociones negativas y astutamente se posicionó como el intérprete del descontento popular con el que se conectó.  También estableció  una red de apoyo en las zonas más marginadas del país, quienes al final contribuyeron  a su victoria electoral.


Mientras tanto, el sistema político tradicional se auto destruía y desprestigiaba aún más. Saltaron a la palestra 20 candidatos, muchos sin un apoyo político y alianzas pegadas con babas. El resultado fue una feria vergonzosa de egos, la fragmentación, la confusión, la desorientación y la polarización de los votantes, quienes estaban muy golpeados por la pandemia. 


Estos candidatos muy débiles, pretendieron llegar al poder, sin haber formulado una propuesta atractiva  que inspirara y devolviera la esperanza y la confianza a la gente. Tampoco hicieron el trabajo de una lectura  juiciosa de la realidad, que si realizó Petro durante más de 8 años, para recoger e interpretar el malestar y la indignación de mucha gente. Petro se volvió así en el Caudillo, el héroe de los invisibles de la sociedad colombiana. Esa es la razón por la que  punteo en las encuestas desde antes de iniciar la carrera. 



Y como dicen los dichos populares que se aplican muy bien en este caso: “al que madruga Dios lo ayuda”. Pero también: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” y “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”. En Colombia, la clase dirigente se dividió y se durmió, para despertar con su peor pesadilla que la tiene buscando escondederos de a peso.


En estos años de preparación, Petro creó las bases para liderar un cambio radical de paradigma, redefinir la cancha y sus reglas de juego, sin que nadie se percatara de la nueva realidad emergente que se estaba cocinando bajo sus narices. Ahora se despiertan sin entender que fue lo que sucedió, y con una muy baja comprensión del perfil de quien les ganó la partida. Y claramente no tienen las capacidades para jugar el mismo juego de Petro.


Algo similar sucedió con las FARC por muchos años. Pero a diferencia de estos que quisieron llegar al poder con el uso de las armas, Petro tuvo treinta años de entrenamiento en el pantano nauseabundo de la política tradicional, para aprender su mañas y estudiar sus vulnerabilidades. Usando las reglas de la democracia llegó al poder. Y si le creemos, lo piensa tener por muchos años, para asegurar su visión y agenda de cambio, que como iluminado,  le vendió a 11.2 millones de colombianos e  imponerla a 10.5 que no votamos por su propuesta.


El resultado desnudó una verdad dura de aceptar: el profundo vacío de un liderazgo político unificador. Venció el odio, la desesperanza y el miedo que agudizó aún más  la polarización en el país. Lo paradójico, es que el discurso  de Petro busca “la paz total” tendiendo unos puentes muy cuestionables y poco claros, con los peores criminales y terroristas que quedan hoy en el país. 


Lo que genera gran desconfianza de estas iniciativas, es la poca transparencia como lo pretende hacer. Como también,  su acercamiento  a  los regímenes dictatoriales como el de Maduro y Ortega. En simultanea,  propone unos cambios que castigan y marginan a las empresas y a la iniciativa privada, a quienes le interesa mucho presentar como los enemigos del pueblo. 



Para quien llegó al poder dividiendo, el tener a quién culpar o estigmatizar, es muy importante cuando la realidad comience a evidenciar que para lograr los cambios que el país pide y requiere, se necesita incluir a quienes generan la riqueza y el empleo del país. 


Su estrategia actual está logrando el peor de los mundos. El capital vota con los pies y la parálisis de la actividad productiva. El espejo lo tenemos en Venezuela donde Chávez y Maduro, destruyeron el aparato productivo de su país y generaron una hemorragia de talento irreparable.


Pero volvamos al proceso que nos trajo hasta aquí. El trabajo perseverante y con propósito de Petro y su gente,  les dio sus frutos aprovechando el impacto profundo del COVID-19, para impulsar con otros actores, las marchas sociales del año pasado. Inteligentemente interpretó el momento de la pandemia y el aumento de la desconfianza de la gente en las instituciones, y vio una ventana de oportunidad única, para acelerar la oposición al gobierno de Duque y pensar que era su momento para que llegar poder. 


Como hoy lo sabemos, situaciones similares se vivieron en el Peru, Chile, y ahora en Colombia, donde gobiernos de extrema izquierda  capitalizaron el impacto de la pandemia, para generar una revolución aprovechando las reglas de la democracia. El problema de esta situación, no es que lo hayan logrado. 



Esta es una etapa inédita de la llegada de la izquierda al poder. Para quienes votaron por Petro , el problema está en las altísimas expectativas que generó al ofrecer  un milagro de cambio en muy corto plazo. Para quienes no lo hicieron,  el tema de fondo que genera  una inmensa  preocupación,  es  la verdadera  intención de los cambios propuestos, que reflejan  la partitura ya conocida del Foro de San Pablo, que se implementó en Venezuela y Nicaragua, con la asesoría de Cuba, con los desastrosos resultados conocidos.


Petro y su grupo, con un discurso convincente de cambio, construido desde la ideología de la extrema izquierda, enfatizaron la desigualdad, la lucha de clases, la repartición y no generación de riqueza,  los  excluidos  y  la agenda de la paz total. Han buscado apropiarse de la agenda ambiental y energética. Supieron capitalizar la frustración y el resentimiento de millones de colombianos hastiados con la clase política tradicional.


El resultado de las urnas en las pasadas elecciones, es un repudio sin antecedentes, a la clase dirigente política y empresarial de nuestro país. Si bien la diferencia en votos no fue abrumadora,  solo 700.000 votos, en un potencial de votantes de 29 millones de colombianos, fue lo suficiente para llegar al poder y proponer “una andanada” de reformas que tocan aspectos fundamentales de la sociedad. 



Lo más inaudito es que la posición de los partidos tradicionales, que ante su desprestigió, les resultó más rentable la claudicación de sus principios, si es que alguna vez los tuvieron,  para  rendirse a los pies de Petro, a cambio de unas gabelas burocráticas y quien sabe que más. Esta postura  implica que no va a haber una oposición poderosa a “la aplanador de Petro” como lo han denominado algunos medios. 


Ahora, muchos empresarios ante esta nueva realidad se preguntan qué hacer. No hay duda que a solo menos de un mes de haberse posicionado Petro, su propuesta de reformas ha generado muchísimo malestar, incertidumbre e inclusive miedo. Las conversaciones que se escuchan se refieren a la decisión de desinvertir, poner en neutro las empresas, y buscar oportunidades en otros entornos de menor incertidumbre que el nuestro en la actualidad. 


Lo que no he escuchado hasta ahora, en conversaciones con colegas empresarios, es una actitud crítica y cuestionadora de nuestra corresponsabilidad en el proceso que nos trajo hasta aquí. No he visto una apertura a preguntarse que lecciones se pueden aprender. Y menos aún , el dejar el miedo y la desesperanza, para diseñar una respuesta colectiva inteligente, que permita recuperar la confianza del pueblo colombiano en la iniciativa privada y su papel para aportar a los cambios que el país necesita.



El mensaje debe de ser contundente y claro si queremos construir una contra narrativa que sea la verdadera defensa de nuestro papel en la sociedad y para tender puentes. Para lograrlo, debemos trabajar sobre los siguientes puntos: 


  • No queremos ser parte del problema sino un apoyo muy importante de la solución y lo podemos hacer. El Estado, ni el Caudillo de turno, son capaces de enfrentar solos los inmensos desafíos que implica la transformación de un país complejo como el nuestro. 
  • Hay que dejar claro que se requiere  sumar para multiplicar, para lo cual hay que quitarse las etiquetas descalificadoras y concentrarnos en construir entre todos, un propósito que nos una alrededor de unos cambios necesarios y posibles, que muevan la transformación del pais.
  • El sector privado debe de adoptar una postura que lo saque del encasillamiento en donde nos quieren poner: “unos chupa sangre del pueblo”. Hay que construir un nuevo imaginario para demostrar la voluntad de tener  unos espacios de encuentro con el nuevo gobierno,  en favor de la sociedad y sin exclusión y mas divisiones. 
  • Hay que adoptar una postura que le permita  ser un ejemplo de cómo incluir la diversidad de puntos de vista y del manejo inteligente de los disensos, para construir colectivamente sobre las diferencias. Pero si todos nos paramos solo en lo que nos divide y no en lo que nos une, no tendremos  cambios ni tampoco un pais viable. 

Para lograrlo, los empresarios vamos a tener que hacer cambios que nos permitan actuar como ciudadanos y con un rol más amplio que trascienda el concepto de la responsabilidad social tradicional. Es esencial, si queremos mejorar los niveles  de confianza de la población colombiana  porque  se nos percibe positivamente como parte de la solución y no el trompo de poner de los problemas  que nos afectan a todos. 


Esta postura demostraría que si aprendimos la lección. Pero requiere de una genuina voluntad de aportar a muchos de los cambios donde nuestra participación es fundamental. Esto implicaría el desarrollar una agenda de propuestas sólidas que busque puntos de encuentro con la agenda de Petro. 


Pero también se requiere defender con firmeza nuestro papel en la sociedad y el rechazo a la estigmatización que políticamente ha promovido la izquierda. Y esto también va en ambas direcciones, para ver si somos capaces de abrir unos espacios de diálogo y no de más confrontación.


Pero la pregunta que algunos se hará: ¿porqué hacerlo? ¿Vale la pena y es posible hacerlo?


En el siguiente blog daré razones adicionales para pensar que este es el camino más inteligente si queremos unirnos en un punto que es indiferente a las ideologías: reconocer que por donde vamos, vamos mal porque estamos dejando a mucha gente en el camino.