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Finalmente se firmó el acuerdo con las FARC. Por esta razón, en  las próximos semanas, me propongo oír la letra de la canción de Julio Igles...

sábado, 30 de julio de 2022

La política como espectáculo



 La celebridad y el sigilo son el yin y el yang de los autócratas 3P.( Moisés Naim)


En un blog anterior sobre el libro del analista y escritor venezolano Moisés Naim, presenté las tres estrategias que, según este autor, son comunes a todos los autócratas que han llegado al poder, o ya están  en él para quedarse. Sus fundamentos son: el populismo, la polarización y la posverdad.


Estas son las tres patas de las dictaduras del siglo XXI, que  están siendo utilizadas de manera muy efectiva, para minar a las democracias desde adentro, utilizando el sigilo y la falsedad para desmontar las instituciones y socavar por la base la libertad. Ese es el juego al que nos enfrentamos en Colombia en la actualidad después de los resultados de las elecciones.


Dada la importancia del tema, en este blog voy a tomar  otras de las reflexiones hechas por Naim, y que deben de ser difundidas para estar alerta de los inmensos peligros que enfrentamos los países de  America Latina donde  la izquierda ya está en el poder.  Los resultados electorales se respetan pero mientras no sean la llave para eternizarse en el poder.


Naim hace varias advertencias, que en su conjunto, muestran un panorama muy retante y complejo para quienes pensamos que es fundamental defender la democracia de los ataques de los autócratas, que la utilizan para después socavar sus fundaméntelos  y eliminar la oposición,  capitalizando el momento histórico que vivimos.




En relación  a la forma de aproximarse al poder de estos dirigentes políticos hay varias reflexiones que son muy valiosas:

“Lo que los autócratas del siglo xx hacían por la fuerza, sus homólogos del siglo XXI lo hacen mediante el sigilo y mediante el poder corrosivo de la falsa imitación”.

“Buscan erosionar la imparcialidad de la ley. El objetivo siempre es utilizar y manipular las leyes para protegerse a sí mismos y a sus aliados. Ese es el legalismo autocrático”

“El objetivo es enturbiar las aguas, crear la confusión suficiente en torno a la legitimidad de una serie de medidas como para poder seguir adelante con ellas, arrastrar a los adversarios a debates legales imposibles, dejar suficiente margen de duda para que las imposiciones se puedan llevar a la práctica y desarmar el propio sistema legal, corromperlo y vaciarlo de cualquier contenido como control del brazo ejecutivo”

“Se aprovechan de la escasa comprensión de los principios constitucionales por parte de la gente normal, para buscar crear confusión y sembrar dudas sobre lo que es legal”.


El resumen de lo anterior se podría decir lo siguiente. Dado que hoy la toma del poder por la fuerza es muy mal visto a nivel internacional, se utilizan las reglas de la democracia, para voltearlas en su contra desde adentro. Se aprovecha de manera ladina y sigilosa la ignorancia de la gente, para desmantelar la institucionalidad que la soporta. 



Otro aspecto al que Naim quiere llamarnos la atención, tiene que ver con la conversión de los movimientos políticos, en unos clubs de fans del autócrata, que quiere personificar el cambio que dice representar a nombre del pueblo. Esto tiene unas profundas implicaciones en las dinámicas políticas y electorales como hoy ya se está observando en nuestro país:


“Más que ser líderes para sus seguidores, estos autócratas que llegan al poder, se convierten en estrellas para sus fans, sus hinchas. Y como en el fútbol necesitan de equipos contrarios a quienes odiar” 

“Utilizan su carisma, para crear una unión política basada en las cualidades casi sobrenaturales que sus fans les asignan. Las masas los consideran magnéticos, mágicos, casi divinos. Están dispuestas a seguirlos en aventuras en las que no seguirían a nadie más”.

“El papel del político en la era de los fans es ser un depositario de significado, un vehículo para la identidad de los fans que no tienen del todo claro quiénes son. Los fans políticos van a un mitin para perderse en una muchedumbre en la que se sienten como en casa”

“Los fans construyen su identidad personal a partir de una identificación primaria con las estrellas a las que admiran; pero también a partir de la oposición —y el odio— al «otro equipo». La identidad visceral es la base de la polarización.

“Ya no se vota por unos principios, ni mucho menos por unos intereses. Hoy la gente vota por su identidad”.

“Para los fans, los ataques dirigidos contra los famosos que les proporcionan su identidad son, sobre todo, ataques dirigidos contra ellos. Los fans tienen tan vinculada su propia identidad con los líderes que no pueden permitirse que estos fracasen”.

“Mientras que los seguidores políticos plantean exigencias a sus líderes, los fans les ofrecen a estos autócratas, un apoyo incondicional que les da libertad para perseguir el poder con fines propios. Esto debilita las restricciones al abuso del poder”.

“La polarización consolida el control que el autócrata 3P ejerce sobre sus seguidores. Y permite que el líder ejerza su poder con muchas menos trabas que antes”


Resumiendo lo anterior, cuando se pierden y confunden los límites entre la política y el espectáculo, y se expande la cultura de los fans, hay un enorme costo para la democracia. Esta dinámica no es gratuita, es  el resultado de una acción deliberada  de los autócratas para conseguir  la impunidad total. Esto era impensable cuando había claridad de la diferencia   entre ser unos seguidores y pertenecer a una masa de fans, que se niegan a ver lo negativo de quien les define su identidad. 



Y lo que es aún peor: la fama que adquieren estos autócratas, destruye el funcionamiento normal de los mecanismos institucionales de rendición de cuentas, también acaba con el sistema de pesos y contra pesos. Pero sobre todo, genera la base de una cultura que acaba con las expectativas sobre lo que significa el comportamiento apropiado en el poder.  


En este entorno tan confuso, los valores de la democracia son expulsados por la ventana, con el aplauso o la indiferencia de los fans, Son  remplazados por los anti valores de una cultura, donde el fin justifica los medios. Se acepta que  todo vale y  le es permitido al autócrata, con tal de llegar y quedarse con el poder. Lo logra gracias a la lealtad de sus fans.


Hay un tercer aspecto que se deriva de los planteamientos anteriores y que Naim los expone de una manera lúcida y contundente. 


“Los autócratas siempre han cultivado la admiración y han extremado las diferencias con sus adversarios. Ya desde Julio César y Carlomagno, los líderes carismáticos construían su propio culto a la personalidad”,

“El autócrata se hace muy visible, ineludible, familiar, mientras oculta con cuidado los mecanismos que emplea para acaparar y ejercer el poder

“Los autócratas secuestran  el lenguaje y cambian el significado de los conceptos, para enviar mensajes sencillos a sus fans, muchos de los cuales no tienen fundamentos en la realidad, pero aumentan la indignación de sus seguidores y la polarización que es una estrategia esencial para ganar y mantener su adhesión ”

“Cuando el límite entre poder y espectáculo desaparece por completo, la libertad no puede resistir mucho tiempo”.


Naim nos obliga a ver los riesgos de la época que estamos viviendo. Las bases de un sistema democrático operante están siendo profundamente cuestionadas. La experiencia, la capacidad de llegar a acuerdos y de hacer concesiones delicadas y prácticas ya no tiene valor, cuando estas son fundamentales para gobernar dentro de los límites de una democracia constitucional. Solo cuando se pierden los fundamentos de la democracia, después se añoran y la gente sufre las consecuencias cuando ya es muy tarde. 


Para que la democracia se fortalezca contra los ataques de los autócratas 3P, es fundamental poder consolidar varios aspectos que son  de su esencia y  que hoy está en juego:


“El poder debatir desde la diferencia; el tener  paciencia; el hacer concesiones; el demostrar la tolerancia  y tener la voluntad de aceptar que el adversario político no es un enemigo al que hay eliminar a toda costa, y que tiene el derecho de  obtener el poder dentro de las reglas de juego de la democracia”.



En esta época de la política vista como espectáculo, estos valores se enfrentan cada vez más a unos valores contrarios: “los insultos, la demonización de los rivales, el maximalismo y la intolerancia”. Estos comportamientos los pudimos ver en vivo y en directo el pasado 20 de julio durante la posición del nuevo Congreso. Y mucho me temo que es solo el inicio de lo que veremos hacia adelante con Petro ya en el poder.


Cuando el medio es el mensaje y estamos un mundo de fans que hipotecan su identidad al dirigente político, es lógico que el paso de los medios tradicionales a “la explosión comunicativa de la era de la información”, vengan acompañados por unas nuevas dinámicas que impulsan  la “desintermediación” del sistema político. 


El resultado final, es el desmoronamiento acelerado de los partidos políticos, que pierden su rol de intermediarios para conciliar y articular distintos intereses, y armar coaliciones para empujar agendas compartidas. Las capacidades institucionales necesarias para sostener una democracia terminan siendo muy frágiles ante las amenazas del populismo, la polarización y la posverdad.


Este comentario lo escribí antes de que se anunciara la genuflexión de los otrora poderosos partidos históricos colombianos. No pudieron resistir quedarse fuera del poder, por eso aceptaron  la invitación de un gaseoso pero nutritivo ofrecimiento burocrático,  para lograr un  acuerdo nacional eliminando cualquier oposición a la agenda del nuevo gobierno. 


Estoy convencido que ante la ausencia de una oposición política, vamos a tener que montar una oposición social reflexiva que mantenga la guardia en alto en defensa de los avances de nuestra precaria y vapuleada democracia. Darle difusión a escritores como Naim y otros como Hernando Gomez Buendia, es parte de ese trabajo que tenemos que realizar quienes no llevamos con nuestro voto  a Petro  al poder.


sábado, 23 de julio de 2022

Época de preguntas difíciles?


 En el blog anterior me remontaba a reflexiones que hice hace varios años y que hoy siguen teniendo vigencia para el momento histórico que vivimos. Repasando otros escritos de la misma época, me encontré con un blog donde me formulaba muchas preguntas que en ese entonces estaban por responder. Lo interesante del tema es que siguen siendo unos interrogantes difíciles que no hemos podido respondernos en la sociedad colombiana. 

En momentos de grandes cambios, donde nos acompaña la incertidumbre debido a la complejidad creciente de los retos que enfrentamos, la capacidad de hacer preguntas ha estado ausente durante este último periodo de nuestra historia reciente. Abundan las afirmaciones y los juicios no fundados, así como las mentiras que distorsionan la realidad. 


Por lo tanto, ante la ausencia de preguntas difíciles que nos obligan a reflexionar, hoy tenemos una sociedad, desconfiada, desorientada , vulnerable y sin esperanza,  que no sabe que le espera el porvenir


Dada la agenda de cambio del gobierno  entrante, en este blog voy a recoger las preguntas que me hiciera hace seis años porque  considero que hoy tienen  toda la vigencia y el valor de invitar a la reflexión. Las he complementado  con otras que me parecen pertinentes y actuales para el mismo fin.



El nuevo gobierno ha ofrecido darle un nuevo impulso y profundizar el proceso de paz, que durante el periodo de Duque tuvo un perfil muy desdibujado. Era de esperarse ya que, quienes les correspondió iniciar la implementación, fueron opositores  al proceso de paz de Santos. Durante estos cuatro años se incrementaron los problemas de seguridad. También se hicieron más protuberantes algunos vacíos  de los acuerdos. Por lo tanto, son pertinentes las siguientes preguntas:


  • ¿Qué tan preparado está hoy el Estado para corregir los problemas presentados  y seguir implementando efectivamente cada  los puntos pendientes acordados con las FARC?
  • ¿Cómo se piensa sostener en el tiempo el nuevo esfuerzo, después de la pobre experiencia que deja Duque por parte del Estado y de la pasiva participación de la sociedad?
  • ¿Cómo hacerlo cuando no tenemos una cultura de perseverancia para sostener apuestas de largo plazo  y tampoco nos anima una visión colectiva de futuro? 
  • ¿Tendrá Petro la capacidad de ejercer el liderazgo que no tubo Santos, para unir a los colombianos para consolidar lo que falta de los acuerdos de la Habana?


Uno de los lunares negros de la paz de Santos, fue la ausencia de una pedagogía que le permitiera a ciudadano del común, entender mejor la su rol y la verdadera naturaleza del problema que se pretendía enfrentar con el acuerdo. Hoy este tema no a cambiado, por lo tanto sigue siendo válida las siguientes preguntas: 


  • ¿Entendemos todos que, estadísticamente el acuerdo firmado hace seis años, buscaba resolver menos del 6% de los hechos de violencia en Colombia, y que el 94% restante nos correspondía a todos los colombianos dejar la indiferencia y asumir nuestra corresponsabilidad de la violencia en el país?
  • ¿Qué tan preparados estamos hoy los colombianos, para participar activa y responsablemente en la reconstrucción del tejido social, que tanto daño ha sufrido durante más de seis décadas de violencia? 
  • ¿Entiende los colombianos, que viven de los centros urbanos, y que no han sido tocados de manera muy directa por el conflicto, que  llegó la hora de incorporar al desarrollo del país a los otros colombianos que han sido históricamente marginados y han sufrido el mayor impacto?
  • ¿Que sería legítimo esperar con la continuidad del proceso en manos del nuevo gobierno?



Han pasado seis años desde el acuerdo y cuatro años desde que se  inició su implementación. Desde las lecciones aprendidas en este periodo caben otras  preguntas:


  • ¿Cómo convertir la apuesta hecha por la Paz en una agenda nacional de largo plazo, cuando la sociedad colombiana está profundamente dividida y las partes ven realidades tan distantes y distintas? 
  • ¿Cuáles son los éxitos y los fracasos demostrables, que se pueden celebrar o lamentar hasta la fecha, del avance tortuoso que ha tenido la implementación de los acuerdos, durante la administración de Duque? 
  • ¿Que nos deben de enseñan estos ejemplos?
  • ¿Que capacidades positivas y negativas del Estado a nivel nacional y regional pueden afectar  el nuevo impulso al acuerdo de la Habana?



Hoy ya son mucho más evidentes los vacíos en el diseño de la implementación de lo firmado en la Habana. También, es muy claro el impacto que estas omisiones han tenido, especialmente en las zonas periféricas del país. Es necesario preguntarse entonces lo siguiente:


  • ¿Qué cosas innovadoras se han previsto en este nuevo gobierno, para combatir las bandas criminales cuando llevamos años sin que se hayan podido controlar, especialmente en las zonas donde no ha habido presencia del Estado?
  • ¿Cómo se va lograr romper con una larga tradición de terratenientes y gamonales, que aprovecharon la debilidad del Estado, se quedaron  con tierras tomadas a la fuerza, no pagan impuestos, y mangonean a su antojo las raquíticas administraciones locales donde están?
  • ¿Que lecciones del pasado y del presente se pueden derivar, ahora que el nuevo gobierno pretende abrir otros frentes con el ELN y las bandas crimínales que hoy azotan las zonas marginadas del país?


En unos días se va a posicionar la administración que llegó al poder, subida en la ola de las marchas sociales del 2021, aprovechando la incompetencia de Duque en la atención y presencia del Estado en las zonas más vulnerables del país. Pero también llega a la dirección del Estado con una agenda de cambio  relacionada con  al tema agrario y y el manejo de las protestas sociales, que en campaña promovió y tan buen rédito le dio. Las preguntas necesarias serían las siguientes:


  • ¿Qué riesgos nos enseñaron los paros campesinos, indígenas, los de los camioneros, los movimientos sociales del 2021, etc. cuando se abren las compuertas a este tipo de movimientos en el país ?
  • ¿Cómo desarrollar nuevos liderazgos que sepan encausar constructivamente los reclamos de la gente de manera que puedan aprovechar estos nuevos espacios en beneficio de la comunidad?
  • ¿Cómo preparar a la gente para que ejerza su derecho de protesta pero que no se deje manipular, como ya se ha visto recientemente por parte de los agitadores profesionales, quienes saben cómo sacarle provecho al conflicto y al caos?
  • ¿Qué van a hacer hacia adelante los partidos tradicionales, para enfrentar los retos de los movimientos sociales,  cuando hoy están tan desprestigiados y no se les reconocen como los vehículos adecuados para canalizar los reclamos de la gente ?
  • ¿Utilizará Petro la movilización social, bajo el lema de que “es lo que quiere el Pueblo” para presionar o chantajear la aprobación de sus reformas por los canales institucionales vigentes?



Y para concluir este blog, hay una gran desconfianza en la agenda del  gobierno entrante,  como lo he explicado en los blogs anteriores, porque se teme que impere la lógica de la tierra arrasada y no se tiene presente el impacto irreversible que esto puede tener para la sociedad y la economía colombiana. Por lo tanto me pregunto: 


  • ¿Que lecciones les dejan a Petro y sus seguidores, los ejemplos nefastos de Nicaragua, Venezuela, Argentina y ahora del Perú?
  • ¿Cómo piensa manejar en su agenda con los USA, el espinoso tema del narcotráfico, máxime cuando va iniciar diálogo con el ELN y las bandas criminales?


Yo creo que sería una buena idea, que muchos colombianos se hicieran unas preguntas similares, ante la ausencia de una oposición política a Petro,  que sirvieran para movilizar un movimiento ciudadano que se ocupe de hacer esa función tan crítica para defender nuestra democracia. El papel de hacerse estas preguntas difíciles, es el de no adormecernos mientras se desmantela lo que hasta aquí hemos construido positivamente como nación. 

sábado, 16 de julio de 2022

Los tiempos políticos y los tiempos de cambio

 


Un país se construye conectando los tiempos políticos con su agenda de cambio.

Estamos a menos de un mes para que asuma el cargo el nuevo presidente de los colombianos. El CAMBIO fue el lema de su campaña que lo llevó al poder, con una muy ambiciosa agenda que toca temas estructurales  en sectores como el petróleo,  la salud, las pensiones, los  impuestos, las relaciones internacionales, un posible acuerdo con el ELN, y otros temas que seguramente se destaparán durante la elaboración  del Plan de Desarrollo. 



Dado el impacto y el alcance de la agenda, que pretende ejecutar Petro, en “solo cuatro años” si le creemos que no aspira a eternizarse en el poder, se han generado en sus seguidores unas expectativas  muy altas, como también una gran desconfianza en quienes no votamos por él. El cumplir con sus promesas de campaña va a depender del manejo político que pretende montar con su propuesta del Acuerdo Nacional, pero aún más importante, de la capacidad de gestión institucional que van a estar a cargo de las personas afectas al nuevo régimen. 


Dado el comentario anterior,  la pregunta que me ha rondado en estos días, tiene que ver con los retos que va a enfrentar este gobierno, para lograr cambiar a un país tan complejo como el nuestro en un periodo que en la práctica es muy corto. Los tiempos políticos muy posiblemente no van a coincidir con los tiempos requeridos por la agenda de cambios propuesta por Petro. Su capacidad de gestión se va a poner a prueba como nunca y la tentación para quedarse va a ser muy grande.



Lo anterior me llevó a recordar los retos que enfrentó Santos tratando de implementar el proceso de negociación con las FARC.  Una agenda  mucho más focalizada, pero igualmente compleja, sobre la que escribí extensamente durante los ocho años de su gobierno. Hoy veo que a Petro, en un entorno igualmente dividido de país, y desde un gobierno de izquierda por primera ves, va a enfrentar unos retos similares pero pisando muchos más cayos y en  más frentes a la vez. 

En el 2016, cuando Santos  ya llevaba  la mitad de su segundo mandato, yo escribí lo siguiente


La lección que nos deja el proceso para llegar a unos acuerdos con las FARC, es que estos toman mucho más tiempo de lo previsto, y necesitarán aún más para su implementación. Sin embargo, los tiempos políticos de los periodos presidenciales, eliminada la posibilidad de la reelección, no están alineados con esta realidad.


Tal vez, la gente no se da cuenta de lo que implica tener solo cuatro años de un periodo presidencial para lograr los cambios que la sociedad necesita, y que hoy está definido en nuestra constitución. Mientras se asienta la persona en su cargo, entiende lo que le entregaron, y define lo que va lograr, pasan entre seis a doce meses. Y al final de su periodo, en los últimos seis a ocho meses, la capacidad de gestión se ve muy limitada. Los cuatro años legales, son en la práctica solo dos años y medio para ejecutar un plan de gobierno.


Ahora pregunto: ¿es creíble que solo en un periodo tan corto, se puedan desarrollar e implementar las transformaciones de envergadura en una sociedad como la nuestra, como los que nos esperan en el post conflicto?


Los tiempos de nuestra democracia generan varios problemas. No hay sostenibilidad de las apuestas hacia adelante. Y esto es más grave aún, cuando no existe una visión compartida por la sociedad y liderada por los dirigentes políticos de turno. Por otro lado, la rotación en cargos críticos de responsabilidad es muy alta. Como consecuencia, existe una gran dificultad  para sostener  políticas en el largo plazo. Y mas grave aún, cuando  por principio lo que dejó  el antecesor  no sirve .


Como resultado, cada cuatro años nos reinventamos la rueda; las experiencias anteriores y las lecciones aprendidas no se usa para construir sobre ellas; la atención de la gente está condicionada por las agendas de corto plazo. No se entiende que una agenda de cambio importante toma tiempo consolidar.


Las consecuencias de esta dinámica política son funestas, porque están asociadas a tiempos que están desfasados con los que se requieren para desarrollar e implementar políticas de largo aliento. Cuando esta dinámica se rompe, se logran unos resultados que son muy distintos. El ejemplo fue el acuerdo de paz que tomó 16 años para lograrlo incluyendo “el articulito ” que permitió la seguridad democrática de Uribe, y la negociación de Santos con las FARC.


Pero como estamos tan enfocados en solo ver lo malo de nuestro entorno, y no reconocemos nuestros logros para aprender de ellos, estas  realidades no se ven ni se aprecian en su justo valor. Y como no la hacemos, no las defendemos, y aceptamos cambios sin medir las consecuencias. 


Procesos como lograr la Paz son por definición, unas apuestas de largo plazo que requieren continuidad de políticas y apoyarse en los logros pasados, si no queremos frustrar las expectativas y sembrar las semillas de nuevos conflictos.


Pero resulta que ya no hay reelección, y por lo tanto, volveremos a tener un desfase entre los tiempos políticos y los tiempos de cambio. La eliminación de la reelección, se basó  en sus  aspectos negativos, pero no se mencionaron los puntos positivos cuando se trata de afianzar las bases de los cambios propuestos. El ejemplo  de Santos, después de seis años, demuestra la validez de esta afirmación.


Este proceso muestra las dificultades para afianzar cambios estructurales en una sociedad como la nuestra. Este va a ser un tema de especial relevancia para el post conflicto, dada la debilidad institucional que tenemos. Definitivamente, no es el mejor panorama para lo que se nos viene, especialmente si es elegido un gobierno contrario con el proceso. (Este comentario fue premonitorio con la llegada de Duque al poder)


En este caso del acuerdo con las FARC, hay una lección muy importante para lo que pretende Petro con su agenda de cambio. El tiempo y la capacidad de gestión del Estado han sido factores limitantes muy importantes para implementar exitosamente una decisión política muy polémica que dividió al país en dos. 



Han sido 20 años, buscando la paz y el proceso ha tomado mucho más tiempo de lo esperado. Ocho años de Uribe para aumentar la capacidad militar, ocho años de Santos para firmar un acuerdo y cuatro años de Duque para su implementación que quedó muy incompleta. Y a pesar de todo, la violencia sigue imperando en muchas partes de este país donde el Estado sigue ausente.


Pienso que las reflexiones anteriores  siguen siendo muy válidas hoy en día, no solo porque Petro pretende profundizar el proceso  de paz, sino porque quiere también abrir una negociación con el ELN, cuyas dificultades son ampliamente conocidas. Pero además, porque en este periodo, se pretenden otros cambios de gran envergadura: incrementar significativamente los impuestos, revolucionar la Salud, las pensiones, y la industria energética, todos temas de un inmenso impacto para la sociedad colombiana



Es una agenda de cambios que muy posiblemente va a generar mucha resistencia. Va a requerir de una capacidad sobresaliente de liderazgo de  parte de Petro y su equipo de gobierno, porque implica construir muchos puentes y respetar la diferencia. Pero además, va a necesitar de una gran capacidad de gestión  institucional del Estado. Es el reto de pasar de una agenda política a una agenda pública apoyada por la sociedad


Hasta ahora Petro a demostrado una extraordinaria habilidad para dividir y agitar la confrontación de clases sociales. También una incapacidad de gestión muy grande cuando fue Alcalde de Bogotá de donde salió con el 68% de desfavorabilidad. Demostrar lo contrario para implementar su agenda, ya requeriría un inmenso cambio de su parte, pero que es absolutamente necesario, si quiere tener la credibilidad que le permita mover las propuestas hechas durante su campaña.


Termino este blog con otra reflexión que hiciera hace seis años   y cuya vigencia se mantiene.


Cuando se buscan unos acuerdos que pretenden tener efectos de largo plazo, porque proponen introducir cambios significativos en una sociedad como la nuestra, hay que tener muy presente el nivel de incertidumbre que se genera, y un sentido realista de los resultados que  se pueden conseguir. El reto es lograr que los tiempos políticos coincidan con los tiempos de cambio sin destruir la institucionalidad. 


Y como siempre pasa en estas circunstancias, también hay que tener en cuenta los efectos no esperados, que nos pueden sorprender, porque se busca intervenir un sistema complejo, donde hay una gran resistencia al cambio y no hay una visión común.


PD: las reflexiones expuestas en este blog estoy seguro que Petro y sus amigos las han debido hacer. Por lo tanto, no descartó que dado su carácter autoritario y tendencias populistas, decida pasarse por la faja su promesa de no buscar un cambio constitucional para hacerse reelegir, como lo hicieron  Chávez , Correa y Evo Morales. 


Lamentablemente en todos esos casos los resultados para sus países fueron desastrosos. Y esa es la paradoja: se necesita más tiempo para lograr cambios estructurales, y sin embargo, el tenerlo no garantiza los resultados porque no ha habido el liderazgo requerido ni las capacidades de gestión institucional.


sábado, 9 de julio de 2022

¿Bases para un acuerdo nacional?


La nueva Administración que llega al poder propuso un Acuerdo Nacional, con el fin de generar un clima de unión en el país, después de una campaña, que contribuyó a aumentar aún más la polarización existente. Asume el cargo sin un mandato contundente y un país dividido en dos. La iniciativa es muy necesaria, pero los antecedentes que la preceden, justifica una pregunta legítima: ¿existen las bases creíbles para que no termine en otra gran frustración nacional?.

También justifica otra pregunta importante: ¿podrá el nuevo mandatario dar el ejemplo, al mostrar con transparencia una voluntad de cambio a nivel personal, que le dé la credibilidad para liderar el cambio que le propone al país y atraer al 50% que no votó por él?. Ver mis dos últimos blogs 



Como resultado del rechazo a los políticos que lo antecedieron, el nuevo mandatario, ha generado en sus electores unas inmensas expectativas, muchas de ellas inviables y otras muy difíciles de cumplir, dada la situación económica, fiscal y política actuales. Los que votaron por el otro candidato, o  se abstuvieron, representan el 71% del total de los votantes potenciales en el país. Todos ellos, tienen una gran desconfianza o escepticismo, de las verdaderas intensiones de Petro una vez  posicionado como Presidente de Colombia . 

Tanto las expectativas desbocadas de sus fans, como la desconfianza de sus detractores, tienen como  telón de fondo una realidad que el nuevo mandatario no puede ignorar.  Para gobernar, va a tener que contar con los partidos tradicionales, tan desprestigiados y golpeados en estas elecciones, que no van a a querer estar fuera de las mieles del poder, como ya lo evidenciaron con su adhesión exprés al nuevo gobierno en  las semanas anteriores.


Hoy el nuevo gobierno, enfrenta una  coyuntura internacional adversa, unas condiciones muy complejas de las finanzas de Estado, unas expectativas desbocadas de sus fans, y hasta hace unas semanas, no contaba con una mayoría parlamentaria. Esta realidad  obligó a Petro,  a buscar unas alianzas iniciales con  los políticos de siempre,  contra los cuales orientó su campaña. 


Pero estos tienen en sus manos la llave para facilitarle tramitar su agenda en el Congreso. Lo saben y él también, que “la mermelada” es el oxígeno que necesitan y que los vuelve muy maleables para acomodarse a la agenda del gobernante de turno. Ya lo demostraron  en los gobiernos de Duque, Santos y Uribe y al diablo los principios, lo importante es el poder. 


No habían pasado una semana de la elección, cuando Gaviria le ofreció a Petro el apoyo del Partido Liberal. El Partido Conservador dijo que no iba  a estar en la oposición, tampoco el de la U ni Cambio Radical. La velocidad fue la constante con la que sucedió la adehéselo. La de los liberales, obedeció muy probablemente a acuerdos previos a la segunda vuelta, si Petro salía ganador. Los otros partidos no iban a quedar atrás, para sumarse al tren del nuevo acuerdo nacional.  Vamos a ver que tanto aguanta esta adhesión. 


Lo irónico del caso, es que son la misma clase política que la gente rechazó en las elecciones y contra la cual Petro montó su plataforma  de  CAMBIO, que entusiasmó a 11.5 millones de colombianos.



El análisis anterior obliga a hacer varias reflexiones de fondo que nos deben de invitar a un cuestionamiento de la validez y permanencia de este espectáculo de unidad.  Esto  me obliga a ampliar el análisis que hice en los últimos  blogs, que fue atacado duramente por los fans de Petro en las redes sociales. 
  1. ¿Cual es el Petro que finalmente nos va a gobernar? Después de ir por el país en los últimos años, incendiando los ánimos y promoviendo la lucha de clases, para ganar la segunda vuelta, tuvo que moderar sus posiciones extremas para atraer a los votantes que quedaron huérfanos del centro del espectro político. O tal vez por qué sabía que si llegaba al poder tenia que lidiar con la realidad que no podía ignorar así tuviera que engañar a sus fans.
  2. Ya  electo, se vio forzado a  a negociar con sus contradictores políticos que tienen la llave de la mayoría en el Congreso y contra los cuales despotricó durante meses, tachándolos de corruptos y responsables de todos los problemas del país.
  3. Pero siendo un viejo zorro, y  durante 30 años parte de estos grupos de poder,  aunque desde ideologías distintas, sabía que tenía que negociar. Y para hacerlo de una manera que no generaran una revuelta en sus huestes, propuso la idea de un gran acuerdo nacional. Buena idea, pero está basada en unos antecedentes muy endebles, que justifican  el cuestionar   la confianza y  la permanencia en el tiempo de esta propuesta.
  4. La iniciativa de convocar un gran acuerdo nacional, que sea creíble y sostenible, implicaría varias cosas. 
    1. Tener un verdadero sentido para dialogar, escuchar y encontrar las bases para construir un propósito común, una visión compartida, que cobije a todos los colombianos y no los intereses burocráticos a los están acostumbrados los políticos que hoy rodean a Petro. 
    2. Reconocer las fortalezas que tiene la sociedad colombiana, como las bases necesarias  para apalancar los cambios futuros. 
    3. Desarrollar una cultura ciudadana basada en la corresponsabilidad, donde el sistema de educación es pieza  fundamental para construir una verdadera democracia.
  5. El problema es que este acuerdo se busca hacer con personas que hoy no gozan de la credibilidad, respeto ni la confianza, de la mayoría de la población, porque dudan de sus verdaderas intensiones, como lo muestran los resultados finales de esta elección. Pero hay más.

  6. Los partidos que llegaron al  Congreso llevan dos décadas de acomodo para disfrutar de la “mermelada” que los acostumbraron los antecesores de Petro. ¿Porqué vamos a creer que esta oportunidad no vamos a ver algo similar, un acomodo de intereses burocráticos, disfrazados bajo el ropaje de un acuerdo nacional? ¿Qué es lo que va ser diferente si son los mismos con las mismas?  ¿Van a vender una vez más sus principios, si los tienen, por unos puestos para darle vía libre a la agenda de Petro sin nada más?
  7. Petro,  Gaviria,  y otros de los eventuales participantes de la clase política,  que se sentarían en una mesa para construir ese acuerdo nacional, han demostrado con su ejemplo a lo largo de los años, una capacidad sobresaliente para dividir y no multiplicar, 
  8. Si se sientan a tratar de llegar algún acuerdo, el problema es que la confianza va a ser la invitada que brilla por su ausencia. Los participantes vienen precedidos de de unas dinámicas de mentiras, engaños, traiciones, odios e intereses mezquines. Tiene una flexibilidad demostrada para acomodar su marco ético a  sus interés, para lucrarse de  las mieles del poder. 
  9. Otro tema clave que está ausente, es la capacidad de ejercer el liderazgo para orientar una conversación genuina muy difícil, donde los intereses individuales se supediten a los colectivos. 
  10. ¿Quien va a representar en ese “acuerdo nacional” a los millones de colombianos que son la mayoría, y que con nuestro voto o abstención, demostramos que ni Petro ni los partidos tradicionales tienen su confianza y no se sienten representados por ellos?
  11. Convencer a esa mayoría, de que no van a ver otra vez un espectáculo circense donde los intereses burocráticos y el lucrarse del Estado, estén por encima de los que beneficien y unan a una sociedad tan polarizada, requiere de un milagro que ojalá pudiéramos creer.
  12. Esta realidad le va implicar a Petro, manejar una tensión enorme de una agenda menos extrema y más realista de cambio, a la que generó creando unas expectativas desbordadas entre sus seguidores mas fanáticos que lo llevaron al poder. 
  13. Esta realidad enfrenta a Petro con un reto que se puede volver en su contra: el descontento creciente de quienes lo apoyaron desde la extrema izquierda. Ya comenzaron a sonar los  primeros truenos que anuncian una tempestad, como le está  sucediendo a Castillo en Peru y Boric en Chile. Y como dice el dicho popular: “no hay cuña que más apriete que la del mismo  palo”.



Pero lo que más me preocupa de la iniciativa de un posible acuerdo nacional , es que no se ven por ningún lado, unos elementos fundamentales para hacer que esta iniciativa  sea el primer paso de un real cambio en la cultura política del país. Y me explico.

Los desprestigiados dirigentes políticos que ahora se quieren subir al “acuerdo nacional”,  son los responsables de haber llevado a nuestro sistema democrático a un punto tan bajo de credibilidad. Al final, el propósito que debe orientar este ejercicio de diálogo nacional propuesto por Petro, debería  buscar recuperar la confianza, desde una diversidad de opiniones,  de nuestra apaleada democracia para defender nuestra libertad. 

Para hacer que este cambio sea creíble, es fundamental que quiénes lo impulsen, puedan demostrar  la capacidad de cambiar a nivel personal. Si no lo hacen, no tendrían la credibilidad, ni la autoridad moral, para convencer  a los millones de colombiano que no son fans de Petro, pero que tampoco creen en los políticos tradicionales que hoy lo rodean.  


Tendrían que evidenciar  un genuino interés  e intención de transformarse para cambiar la cultura políticas de nuestro país. La historia nos muestra esta es una vara muy alta de superar. Pero lo más importante, este ejemplo de transformación sincera y real, requiere que Petro como nuevo jefe del  Estado, lo entienda y esté dispuesto a demostrarlo con sus acciones. Por el bien de Colombia espero que lo pueda  lograr. Se abren las apuestas sobre esta posibilidad. Ese si sería un gran CAMBIO que podría transformar nuestra realidad



El cambio que se debe lograr en la dirigencia política también le aplica a la sociedad. Implica  que como ciudadanos, asumamos una actitud diferente de corresponsabilidad. Esto significa  no esperar que alguien haga el milagro y dejarnos de quejarnos, para buscar incidir en nuestro entorno inmediato. Hay que asumir un papel más activo como actores y no de simples espectadores de  la realidad que nos afecta y que podemos ayudar a cambiar.


Si ese fuera el verdadero propósito que animara el acuerdo nacional, es este espacio deberían estar presentes personas representativas de la sociedad colombiana incluyendo a quienes no votamos por Petro. Los acuerdos a los que se lleguen, no pueden hacerse a espalda de esa otra mitad. 


Este comentario apunta a otro  propósito del que nadie habla. Para entenderlo quiero recordar la propuesta del profesor James Robinson en su libro “El corredor estrecho” a quien he sitiado en otros blogs.


La tesis de este académico, que conoce a profundidad nuestro país, es que el desarrollo  se logra, cuando el poder del estado y el de la sociedad, se fortalecen armónicamente con el fIn de tener una capacidad de control reciproco, que además les permita colaborar. Ambas partes entienden, que se necesitan mutuamente, para enfrentar los difíciles retos que implica el desarrollo de un país en un entorno de cambio muy rápido, incierto y de gran complejidad.


Esta propuesta significa que, en el acuerdo nacional, debe de aparecer con fuerza la tesis de Robinson. Es necesario fortalecer al Estado pero no de forma descontrolada. Especialmente en el caso colombiano, donde este tiene unas muy débiles capacidades de gestión y de presencia territorial. 


El problema es que las propuestas de Petro agrandan el aparato de Estado, pero no dicen nada sobre como aumentar su débil capacidad. Pero también implica fortalecer la  interlocución de la sociedad como actor y no como espectador . Este tema es invisible, pero absolutamente necesario, como base  para construir el desarrollo del país, con énfasis desde lo local. Implica el fortalecer unas redes de  veedurías ciudadanas y de redes de liderazgo colectivo, que ayuden a mover agendas de desarrollo territorial . El verdadero cambio cultural que Colombia necesita está en  ahí, no de la mano de los políticos de siempre. 


Como un aporte para lograr lo anterior, un grupo de organizaciones y universidades, estamos impulsando unas iniciativas de diálogo, para lograr movilizar  al sistema de educación superior, los empresarios y a otras organizaciones, alrededor de dos iniciativas muy ambiciosas.   Con este esfuerzo, buscamos aportar a la construcción de ciudadanía y a la formación de  liderazgos diversos, de donde surjan los nuevos dirigentes políticos, sociales y empresariales, que   sean capaces de aportar al cambio verdadero que necesita el país. 


Necesitamos personas  que tenga la forma de manejar diálogos desde la diversidad y los desacuerdos, en un entorno en donde las diferencias no se vuelven personales y den patente de corso para aniquilar al contradictor  como un enemigo,  tal como se vio por parte de la campaña del hoy presidente electo y que muchos quieren olvidar. Vamos a ver que va a suceder con el acuerdo nacional y si este logra avanzar hacia una dinámica distinta. Estoy dispuesto a dejarme sorprender por el bien de nuestro pais

sábado, 2 de julio de 2022

¿Porqué más hay que desconfiar?




 “Si no le tiene miedo a las consecuencias de sus decisiones, como puede aprender  a tomar en serio sus escogencias?” Tocqueville

En este blog, voy a concluir lo que comencé la semana anterior, que explica las realidades que no podemos ignorar y que nos obligan a desconfiar de las verdaderas intenciones del nuevo mandatario de los colombianos. Especialmente a la luz de su propuesta de un acuerdo nacional, la reunión con Uribe y el apoyo de los partidos a quienes atacó en la campaña.



Hoy, a escasas dos semanas de la elección, el tema se vuelve aún más urgente, cuando sin pudor, los desprestigiados partidos políticos perdedores y que deberían hacer la oposición, corrieron a buscar la sombre del nuevo gobierno,. Lo hacen no por afinidad ideológica o programática, sino  para proteger sus propios intereses y no los de los votantes, que  los eligieron. 


Mientras tanto los 10,5 millones que votamos en contra del nuevo mandatario o en blanco, y los 17 millones que se abstuvieron de votar, quedamos al garete.  Es un chiste de mal gusto esperar que el cambio prometido, se vaya a realizar con los mismos que nos han traído hasta aquí. La “real política” se impuso, dirán algunos, o “todo cambia para que nada cambie” dirán otros. Esa es la verdadera  realidad de nuestra clase política que no oye ni entiende. 


Realidad: una cosa es ganarse el premio mayor del poder con el 29%, y otras muy distinta el de querer gobernar teniendo al 71% de la población votante en contra o indiferente. Además, es muy distinto haber llegado al poder generando altísimas expectativas de cambio ofreciendo el oro y el moro, y otra es poderlas cumplir con un entorno interno y externo tan complejo.


Creo que habría hoy un consenso en el país: son muchas las heridas  que se han producidas  por tantos años de violencia. Lamentablemente, el hoy presidente electo, miembro 30 años  de esa misma clase política, permitió y promovió con su discurso y su comportamiento para llegar al poder, que la violencia llegara al mundo digital de la campaña. 



Así quedó expuesto en los bochornosos videos que salieron a la luz pública. En ellos, se mostró la manera deliberada como se hicieron planes para tal efecto, con el consentimiento  del entonces candidato, cuya presencia fue captada en estos videos  de  varias  reuniones.  


Sin ningún cuestionamiento ético, se realizó una asquerosa campaña de desprestigio personal contra sus adversarios,  a quienes se les trató  como unos enemigos  a  eliminar.  Dado que los hechos no se pueden negar, ¿porqué pide el nuevo presidente que no desconfiemos de él, cuando ya posicionado, pueda volver a repetir la estrategia contra sus opositores que tanto rédito le dió? ¿porqué debemos de esperar que su comportamiento como mandatario vaya a cambiar?. 


Para sus fans que votaron por él, está transgresión que bordea lo penal, no les movió  la aguja un milímetro en su decisión de voto. Esta realidad, muestra una elasticidad en los límites éticos muy preocupante  que hoy se observa en la sociedad colombiana. Así se explica el porqué hemos caído tan bajo. Todo vale y es perdonado, en el camino de llegar al poder. Con ese ejemplo, ¿porque esperar un comportamiento distinto en el resto de la gente?


Pero hay más. Con un ejemplo tan lamentable, ¿con que fundamentos van a poder esperar estos votantes, el cambio en las costumbres políticas que tanto reclaman? Esta es la realidad patética que muestra algo todavía más  preocupante: la pérdida del norte ético que impide  que  haya una sanción social contra los dirigentes políticos que impunemente hacen lo que quieren.



Realidad: la trayectoria como un opositor populista, que ha demostrado toda su vida el nuevo capitán del barco llamado Colombia, que hoy navega en medio de un mar tan revuelo y tormentoso. En estos últimos años, ha evidenciado una habilidad sobresaliente para sembrar el odio y el rencor. Así lo hizo desde los balcones de la Alcaldía de Bogotá. 


Después de la pandemia, con oportunismo político muy fino, capitalizó el malestar de mucha gente. De manera incendiaria, amplificó las claras debilidades de nuestra democracia y la incapacidad del Estado, que ahora va a precidir y tratar de cambiar. En los próximos cuatro años, sino más, tendrá que lidiar con las expectativas desbordadas que creó en sus votantes. También, con la desconfianza de la mayoría  de la población que no votamos por él.


Ahora en el poder, y hablando “del amor”, va  a tener que contrarrestar el odio que sembró durante sus ocho años de campaña para llegar al poder.   La realidad se impone obligándolo a reconocer,  que con solo con un 29% de la población a su favor,  el cambio no es realizable ni sostenible. 



Realidad: El más grande reto que tiene hacia adelante el nuevo gobernante, si quiere  realmente liderar un  un propósito común que nos una como sociedad, es el de volver un activo la diversidad  y complejidad de nuestra  sociedad. Va a tener que generar unas dinámicas distintas, que promuevan nuevos liderazgos colectivos, para que haya una verdadera apropiación, empoderamiento y corresponsabilidad desde lo local, de la sociedad 


Necesitamos fortalecer a la sociedad para que asuma un papel más activo y menos mendigante de los cambios que se necesitan. Una sociedad con mas poder que pueda controlar al Estado y colaborar con él en el proceso de transformar la realidad, tal como lo explica el profesor James Robinson en su último libro “El corredor estrecho” . Esto si que sería un inmenso cambio que le daría un sentido más creíble   un acuerdo nacional. 


Pero esto requiere también que, estemos dispuestos a cambiar a nivel personal y como ciudadanos, la mentalidad de sentirnos victimas y no actores fatalistas, mendigantes y cortoplacistas, que hoy define nuestra cultura 


Lo que necesita urgentemente la sociedad colombiana, es desarrollar ciudadanos responsables,  para que nos merezcamos ser tratados como verdaderos adultos y no como unos párvulos irresponsables, que esperan milagros cuando no los hay. Esto explica el que busquemos como sociedad la figura del Caudillo capaz de resolver todos nuestros problemas. También,  el porqué llegó al poder  el actual presidente electo 


Sin embargo, paradójicamente es la gran oportunidad histórica que tiene el nuevo mandatario y  su movimiento, para que hagan honor a su nombre: “El Pacto Histórico”. Es un reto que va a poner a prueba su capacidad de líder más que de ser el caudillo de un % muy bajo de la población. 


Tiene que evidenciar  con hechos, que es capaz de dominar su  talante autoritario y de mostrar unas  intenciones transparentes y sinceras, que unan y no dividan más a todos los colombianos. Espero por el bien del país, que pueda demostrar  esa  capacidad de cambiar, que le permita ser un ejemplo para quienes hoy lo vemos con tanta desconfianza.



Realidad: gobernar como el Llanero Solitario un país tan complejo como el nuestro, es imposible en el entorno actual. Se requiere contar con un equipo sólido e impecable en su comportamiento, capaz de llevarle la contrarias al primer mandatario cuando sea necesario. Esa es la verdadera lealtad. 


Para que esto sea posible, va a tener que mirar con lupa y no con oportunismo, el equipo que lo va rodear, ya que el de su campaña, estuvo  muy lejos de ser el que le puede ayudar a cambiar  para lograr la transformación que quiere impulsar. Porque los Petrovideos, mostraron que se ha rodeado de personas que no les importa torcer las normas con el potencial de generar graves escándalos o hechos de corrupción.  Este  ha sido el ejemplo de  Castillo en el Perú. El resultado: se mina totalmente el respeto y la credibilidad que es fundamental para gobernar y sobre todo, liderar el cambio que el país necesita.


Realidad: también implica que, el presidente electo le haga caso a la Dra Marina Muzzucato  profesora de Economía reconocida internacionalmente y que parece admirar.  Ella, que tiene una posición de izquierda, afirmó en una entrevista reciente, que el problema de la mentalidad de la izquierda, es que no se ha sintonizado con la realidad actual, ya que solo piensa en la redistribución y no en la generación de riqueza. Así no hay desarrollo posible ni sostenible.


Se necesita generar confianza, con reglas de juego claras y sin caprichos ideológicos  destructivos, para convocar a los empresarios como unos actores fundamentales para el cambio. Ellos  son fundamentales para acelerar o retrasar los cambios que el país necesita. Pero también, los empresarios tienen  que cambiar y reconocer que hay un nuevo entorno donde deben de colaborar para mejorar las condiciones de todos. La sociedad les están exigiendo a las empresas una ampliación de su rol  y una mayor  responsabilidad. 



Realidad: para  liderar la transformación de la realidad de una sociedad, primero hay que demostrar la capacidad de  cambiar a nivel personal. El ejemplo es Mándela,  después  de haber liderado una lucha violenta contra la discriminación racial en Sur Africa y pagado 27 años de prisión. Este exguerrillero tuvo una transformación hacia una visión muy distinta de la realidad. 


Esta experiencia traumática, le permitió a Mándela liderar a su país, en la transición del apartheid a la democracia. Entendió que, una vez elegido como el primer presidente negro de su país, tenía que convocar a una nación profundamente dividida de blancos y  negros.  alrededor de la imagen de la Nación del Arco Iris. Entendió que los necesitaba a todos sin distinción de color. Su ejemplo le dio la credibilidad y los inspiró. (Ver en YouTube la película Invictus que es muy pertinente para nuestro caso)


Realidad: la vida pública del presidente electo, no ofrece una evidencia de un cambio similar. Al revés, ya en con el poder, la mayor preocupación es que se acentúe su talante autoritario y déspota, así como la falta de transparencia que mostró como alcalde y  en  esta campaña. 

Números testimonios muestran que no es una persona que se deje leer para quienes han estado cerca de él.  Por esta razón, su talante genera  mucha desconfianza sobre sus  verdaderas intenciones, que mueven la agenda oculta que realmente va a querer imponer. 


Estos  rasgos de carácter hacen poco creíble  su verdadera intención al convocar a una unidad nacional . También pone en duda, su oferta de respetar la democracia que lo llevó al poder, y de no buscar quedarse en él indefinidamente como Maduro en Venezuela.  A lo largo de su campaña, mostró que no tubo ningún reparo en mentir, si esto lo acercaba a su objetivo.



Realidad: Como lo demuestra la historia de agresividad, odio y rencillas que nos han dejado los pésimos ejemplos de Duque, Uribe y Santos en los últimos años, estas nunca serán unas bases creíbles  para lograr el tan cacareado cambio que piden millones de colombianos, no solo quienes votaron por el nuevo mandatario de todos los colombianos. Este estilo es el camino seguro  para frustrar a sus votantes , y de paso , dejar el barco Colombia encallado o a la deriva. Esa si no puede ser la realidad.


Con la propuesta de convocar a un acuerdo nacional, el nuevo presidente parecería que está buscando enmendar la plana ahora que ya llegó al poder, Desafortunadamente para él, si no reconoce el impacto ni la lectura que nos hacemos millones de colombianos que no somos sus fans, de su trayectoria anterior, y acepta que esta genera una inmensa y fundamentada duda,  no le va a ser creíble ni posible  lograr el cambio personal necesario  para liderar el redireccionamiento de la sociedad colombiana . 


El verdadero cambio para un acuerdo nacional es aceptar que podemos estar respetuosamente en desacuerdo desde la diversidad, sin convertir en enemigos mortales a quienes piensan distinto. Esto requiere un cambio personal en todos los colombianos, arrancando con el ejemplo de quienes hoy están en el poder. Implica  una capacidad de liderazgo, y no de caudillismo, a diferentes niveles de la sociedad, cuya capacidad hay que construir. Solo así podremos defender la democracia y nuestra libertad.