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viernes, 30 de octubre de 2020

El drama electoral de los Estados Unidos.



 El 2020 definitivamente va ser un año histórico, no solo por la pandemia que paralizó al mundo y que no ha concluido, sino porque estamos presenciando  el desmoronamiento acelerado de la democracia norteamericana, la gran potencia que lideró el periodo de prosperidad y paz más importante de la Historia en las últimas siete décadas. Los  Estados Unidos, que habían sido el ejemplo para muchos países, dejaron de serlo. Hoy, su sistema político, muestra una  estado lamentable como lo mencioné en mi pasado blog.

El próximo 3 de Noviembre serán posiblemente las elecciones más importantes de los últimos cien años en ese país. Trump, estuvo recluido en un hospital por haber sido victima de su propio invento: negar al covid 19 y las consecuencias se han hecho sentir con fuerza con una caída de su imagen en las encuestas. Pero si  llegara a ser reelegido, podría continuar con su acelerado trabajo de demolición de la precaria institucionalidad que tiene hoy ese país, y de seguir dividiendo más  profundamente a la sociedad norteamericana. 


No son alarmistas los comentaristas, como Thomas Friedman, famosos periodista del N Y Times, cuando mencionan que su país podría entrar en una nueva versión de la Guerra Civil de 1861. El peligro es tan evidente que se ha vuelto un tema cada vez más recurrente en los diferentes medios de opinión nacionales e internacionales.


Friedman ha sido un crítico agudo y muy duro de Trump. En un reciente artículo se refiere a dos temas muy subvalorados pero tremendamente importantes en el ejercicio de la política, que Joe Binden debería de haber tenido muy presentes durante su campaña. Tener en cuenta  que la humillación y al sentido de identidad se han vuelto en temas fundamentales para movilizar la emocionalidad de la gente. Estos recursos  son cada vez más utilizados por los populistas  nivel nacional e internacional.


Trump ha sido un maestro en su uso para mantenerse conectado con la masa de votantes que lo llevaron al poder en el 2016 y que esperan mantenerlo por cuatro años más. A escasos cuatro días de la elección, vamos ver si Biden fue capaz de conectarse con estas dos fuerzas poderosas, par derrotar a su contrincante y evitar su reelección.




¿Cómo se entiende este fenómeno? En el 2016 , Trump logró conectarse con la humillación que sentían los blancos menos educados, que se veían desplazados por quienes se creían  mejores que ellos. Esta humillación se ha convertido en odio y Trump los ha sabido interpretar. Así es posible entender, el porqué estos votantes, no les ha importado las barbaridades que este individuo ha hecho en su rol de presidente de su país. Los ejemplos abundan, siendo el más reciente , el bochornoso espectáculo que montó en el primer debate con Biden. 


Es claro. A pesar de que Trump es un multimillonario, ha logrado que lo vean como uno de ellos. Por esta razón lo apoyan y le perdonan sus abusos de poder, sus desplantes, sus  continuas mentiras, su desprecio por los negros e irrespeto de las mujeres, y muchas otras cosas más.


Los analistas de ese país, mencionan con mucha fuerza, la brecha cada vez mayor entre estos votantes blancos  con sólo un grado de bachiller, y los que tienen un nivel universitario. Los primeros sienten que se les ve como personas perdedoras e inferiores. Se sienten disminuidos y humillados por “las élites” que se graduaron y que se ven como superiores.


Pero a este sentimiento de humillación se le suma otro de identidad que es muy potente. Es el resultado de los cambios demográficos y raciales en una sociedad que es cada vez más multicultural. En este entorno, los blancos menos educados se están sintiendo amenazados por la gente de otras razas, que se proyectan como una fuerza cada vez más importante, para definir los resultados de las contiendas electorales en el futuro.


Mándela afirmaba con mucha razón que “no hay una persona más peligrosa que quien se ha sentido humillada”. Cuando la gente se siente así, reacciona de manera violenta, y a despreciar a quien los ha hecho sentir de esa manera. Y como nos lo recuerda el periodista Friedman, las emociones que se generan se convierten en una fuerza capaz de desatar dinámicas muy complejas e impredecibles. 


Para validar lo anterior,  el periodista cita varios casos de la historia reciente a nivel internacional. El primero de ellos es  el papel que ha jugado Vladimir Putin para recuperar el orgullo ruso después de la caída de la Unión Soviética. El segundo ejemplo es la reacción de los chinos, que hoy buscan recuperarse de un siglo de humillación, infligido por las potencias occidentales desde mediados del siglo XIX, cuando su historia milenaria los había siempre ubicado en el centro del mundo como la sociedad más desarrollada. Otros casos muy emblemáticos han sido el de los palestinos, humillados por Israel, y el de los jóvenes musulmanes que han emigrado a Europa. Todos ellos han generado una alta turbulencia geopolítica, de violencia y de inestabilidad.




Recientemente hay un ejemplo de humillación muy impactante,  a nivel de la política nacional en los Estados Unidos y  que ha desatado la ira ciudadana: el asesinato de George Floy a manos de unos policías en Minneapolis. En Colombia la muerte de Javier Ordóñez, en una estación de policía. Estos hechos violentos, a manos de una institución que debe de proteger a los ciudadanos, han disparado movimientos sociales violentos que hoy se han vuelto noticias de todos los días 


Lo que es muy importante entender, de esta interpretación  de las dinámicas que estamos viendo, es que los sentimientos de humillación y la búsqueda de entidad, son muy fácilmente manipulados por políticos sin escrúpulos y distinción de ideologías, como son Trump, Bolsonaro, o Petro. Estos personajes son maestros en  tocar las frustraciones, los miedos y las  ansiedades, como las cuerdas de una arpa para movilizar las protestas de quienes los apoyan. 


El problema de las “elites”, es que no parecen haberse dado cuenta de la presión creciente que se ha venido acumulando, y que los políticos tradicionales, tampoco han sabido interpretar. Trump ha utilizado esta dinámica tan negativa, para aumentar la indignación de sus seguidores. Petro en nuestro medio, la está buscando capitalizar  de cara a las elecciones del 2022


Reflexiones cómo estás, pueden ser lecciones muy pertinentes que van emergiendo en el desarrollo del drama, con visos de tragedia, que hoy estamos viendo asombrados desde afuera, del proceso electoral norteamericano. Lo importante para nuestro país, es entender que estas tendencias son aún más contagiosas que el COVID 19, y que la vacuna tampoco se ve a la vista. Lo que se si se pueden anticipar so los resultados, que en nuestro caso se puede leer en el espejo de Venezuela.

jueves, 22 de octubre de 2020

El ocaso de un imperio




 No hay duda que las dos décadas que van corridas del Siglo XXI nos ha mostrado una época caracterizada por eventos cada vez más complejos y que se han presentado con mayor frecuencia: actos terroristas, el colapso financiero del 2008, el cambio climático cuyas manifestaciones están por todas partes como son los incendios incontrolables en California y en el Brazil. Las alarmas están prendidas, y las consecuencias se están viendo en la reacción de la gente contra tipos como Trump y Bolsonaro, y que hoy tienen patas arriba a las instituciones de sus países. 

Cuando se observa la manera en que Trump, como presidente, ha desafiado las reglas de juego de su país, y muestra comportamientos inadmisibles, como los que tuvo en el primer debate con Biden, no es de extrañar que la democracia norteamericana esté pasando por el momento más bajo y crítico de su historia. 


Lo que ha hecho este tipo durante estos cuatro años de su mandato, no tiene ningún límite. De ser reelegido, no es exagerado decir que le produciría un daño irreparable a su país. Y es claro que no se va a parar en nada para lograrlo, incluso  no aceptando los resultado electorales, para seguir en el poder a cualquier costo. 


Durante este tortuoso camino desde el 2016, se ha venido montando una oposición cada vez más activa, y los principales diarios, le han ido documentando todos sus desatinos, declaraciones sesgadas, abusos de poder  y exabruptos cotidianos, dejando una estela vergonzosa para su país.


Más de 20.000 mentiras registradas por el Washington Post, sin que hubieran habido consecuencias. El no pago de impuestos durante 15 años, la compra del silencio de una prostituta, o la presión al Presidente de Ucrania para mentir sobre el hijo de Biden. El haber recibido ayuda de los rusos para ser elegido, y más recientemente en el primer debate con Biden ante 80 millones de asombrados norteamericanos, le dio respaldo a un grupo de supremacistas blancos e insistió en amenazar con no entregar el poder si las elecciones no le eran favorables aduciendo un colosal fraude en su contra.


Sin mencionar el hecho de que Trump mintió el haber sido informado de  la gravedad de la pandemia en febrero. El costo en vidas humanas, resultado de está incalificable  irresponsabilidad, se proyecta en un mayor número de muertos que los que perdieron los gringos en la II Guerra. Ahora el virus que negó su gravedad,  ha atrapado a Trump faltando pocas semanas para la elección.


¿Que explicación puede tener semejante debacle que hoy compromete la democracia norteamericana y ha debilitado profundamente su imagen como el ejemplo a seguir? Algunos analistas muy críticos en los medios nacionales e internacionales, afirman que Trump es el espejo que refleja la realidad de millones de gringos, sus miedos, resentimientos e irresponsabilidad. 


Los más fanáticos seguidores de Trump, sienten que como blancos, están perdiendo el control de su país. Al igual que en Europa sienten que los emigrantes son un peligro, sin importar de su lugar de origen. Trump los representa, entiende, promueve y manipula sus temores , lo que explica el porque voltean la cabeza para el otro lado, cuando se brinca impunemente todas las reglas. 


Uno de los columnistas del NY Time explicaba que, cuando personas cómo estás se sienten que están siendo amenazadas, tienen una alta tolerancia a la crueldad de quienes asumen su vocería. En estas condiciones justifican comportamientos inadmisibles. Y como lo menciona David Brooks, también columnista de este diario  en uno de sus artículos, el problema con el perfil de Trump, es que demuestra una alta capacidad para la deshonestidad, la traición, el engaño, la mentira como sus rasgos más sobresalientes, que han definido el tono amoral de su campaña y de sus cuatro años como presidente.


Y el problema para la sociedad norteamericana, es que en este periodo,  Trump ha acelerado un proceso de degradación moral, que era invisible, pero que gracias a su comportamiento aberrante, se ha convertido en una vergüenza nacional y ha escandalizado a quienes antes admiraban el sistema democrático gringo. El primer  debate  le corrió el velo a esta triste realidad, que sería un preámbulo de lo que podría hacer, si es elegido para un segundo mandato. 


Esta situación genera un pregunta muy dolorosa para muchos norteamericanos, que han visto cómo se desarrolla ante sus ojos esta película de horror, esta tragedia nacional: ¿han pedido el sentido de lo que es correcto y que debe determinar si vale la pena  seguir viviendo en su país ? ¿Van a permitir que Trump y sus compinches republicanos arrastren a su nación al fondo del abismo moral, poniendo en peligro la misma estabilidad del pais? 


En el libro “Como mueren las democracias”, dos profesores de Harvard: Daniel Ziplatt y Steven Levitsky mostraban cómo “la pendiente resbalosa que comienza con pisotear las normas democráticas” acaba con cualquier posibilidad de lograr que haya el mínimo de confianza entre rivales. Sin ella no es posible que funcione la democracia, o que operen  las instituciones que la sustentan.


El ocaso de una sociedad es muy duro de ver, especialmente cuando esta había asumido el rol de ser el faro del sistema democrático, que en los últimos 75 años había traído tantos beneficios a miles de millones de perdonas en el mundo. En el caso de los Estados Unidos, es una lección de la historia, que a pesar de poseer los recursos y el conocimiento médico más avanzado, no ha tenido la voluntad política para controlar la pandemia. Es el ejemplo de lo que le sucede a un sistema, cuando muestra muchas fisuras muy graves que le impiden responder. 


Y la otra lección que se puede aprender, es que para que el sistema democrático responda a los desafíos cada vez más complejos como el actual del Covid-19, necesita de un liderazgo que  claramente Trump ha sido incapaz de ejercer. Este es el inmenso vacío que hoy muestra la sociedad norteamericana, pero que también enfrentan muchos países en el mundo en el peor momento de la historia contemporánea