Entrada destacada

A veces SI a veces NO...

Finalmente se firmó el acuerdo con las FARC. Por esta razón, en  las próximos semanas, me propongo oír la letra de la canción de Julio Igles...

domingo, 25 de julio de 2021

Aprendiendo a dialogar





“Los seres humanos necesitamos ser oídos antes de escuchar a los demás”


En la actualidad estoy participando en la iniciativa “Diálogos de Futuro” sobre el papel que debe jugar la Educación Superior en nuestro país, tema sobre el cual pienso escribir más adelante. 


Comentábamos con algunos de mis compañeros, cuando nos faltan dos talleres para finalizar la primera fase de este proyecto, que se nos habían pasado siete meses en un volar. La razón principal es porque ha sido una fascinante experiencia, en medio de la virtualidad forzada por la pandemia, donde hemos podido aprender a vivenciar el poder de un dialogo. Ha sido un proceso realizado con personas diversas y muy interesantes, dentro de un espacio estructurado, con una metodología impecable, y un propósito común muy bien definido desde el comienzo.


Esta conversación me hizo recordar lo que escribí sobre el dialogo en  un blog del 15 de mayo. 15 días después  de que estallara la explosión social. Y desde entonces, hemos escuchado con cada vez mayor frecuencia, en medio de las protestas sociales que han paralizado al país en estos últimos tres meses, la palabra “diálogo”. 



El pedido más frecuente, de quienes están en la protesta, es el de  sentarse a “dialogar” con las autoridades nacionales o locales. Parecería que la necesidad primaria es la de tener un espacio donde puedan ser escuchados sus reclamos y sus frustraciones.  También  esperan escuchar las soluciones a las peticiones propuestas. Lamentablemente, estas han llegado muchas veces a extremos absurdos, con el propósito claro de mantener el conflicto vivo y buscar réditos políticos, con miras a las elecciones del 2022.


Estas dinámicas suceden en medio de un clima de desconfianza cada vez más acentuado, y con un efecto muy negativo: degradar el diálogo como vehículo para encontrar puntos comunes sobre los cuales se pueda avanzar. 


El resultado de esta incapacidad para tener diálogos productivos, o utilizarlos solo con fines políticos, tiene un costo altísimo para nuestra sociedad, al no poder conversar para acordar un propósito común, cerrar brechas y abrir posibilidades.


Nuestra cultura de desconfianza y descalificación, que se ha arraigado tanto en las últimas dos décadas, ha sido jalonada por el pésimo ejemplo de nuestros dirigentes políticos, haciendo del dialogo una palabra hueca que imposibilita llegar a acuerdos para resolver problemas comunes, y mucho menos construir colectivamente hacia el futuro. Algo muy grave nos está fallando de base a los colombianos, cuando el acto de hablar se usa solo para insultar o descalificar a quien no tiene la misma opinión, y no para encontrar puntos de encuentro en uno de los momentos más críticos de nuestra historia.


Dada esta realidad, no nos puede sorprender  que no se hagan explicitas y con mayor fuerza , dos preguntas que son claves para cambiar esta dinámica que se ha vuelto uno de los frenos más grandes para el desarrollo de nuestra sociedad.  En la práctica: ¿que es dialogar? ¿qué se necesita para tener un dialogo constructivo y satisfactorio? 


Mi experiencia en Diálogos de Futuro, y lo que observo hoy en día en relación con los reclamos de los promotores del paro, me hace reflexionar sobre la necesidad de hacer más pedagogía para mejorar el acto del habla, que nos hace únicos a los humanos, y así poder tener mejores conversaciones generativas, que son la esencia de un buen diálogo.

Sin esta capacidad es imposible construir puntos de encuentro para dirimir las diferencias actuales, y mucho más difícil, encontrar las bases para proyectarnos colectivamente hacia el futuro.



Con los argumentos anteriores voy a comentar lo que he aprendido y ratificado en Diálogos de Futuro hasta la fecha, sobre qué se necesita para tener conversaciones productivas con grupos diversos, intereses distintos, y lecturas diferentes de la realidad. A continuación algunas de las lecciones que pueden ayudar.


  1. Dialogar implica conversar. Y conversar es cambiar juntos con la persona o personas con quienes interactuemos. 
  2. Hay conversaciones difíciles que hay que preparar. Si se logra, se genera una satisfacción muy especial, porque seguramente las partes salieron del proceso de conversar, con puntos de vista distintos a los que tenían al iniciar la conversación. 
  3. Dependiendo del tema a dialogar, ayuda mucho tener una metodología y un facilitador.
  4. Aún, en las conversaciones más difíciles, el aproximarla con la intención de hacer sentir a su interlocutor respetado, genera rápidamente un clima de confianza sin el cual nada bueno va a suceder.
  5. Más que usar afirmaciones que disfrazan juicios muchas veces infundados y que generan resistencia en el interlocutor, utilizar preguntas que eleven el nivel de la conversación e inviten a correr el velo para ver posibilidades donde antes solo se veían problemas.
  6. El hacer buenas preguntas es un arte. Por esta razón las preguntas abiertas que no tienen implícito un juicio, abren posibilidades interesantes para encontrar puntos en común. 
  7. En conversaciones difíciles, es una buena estrategia  es conocer no sólo lo que le ha sucedido al interlocutor, sino el cómo lo experimentó. Una buena convención va más allá  de la descripción plana de unos eventos, y toca las emociones que se sintieron.
  8. En una conversación difícil, es más importante el tener curiosidad sobre lo que la otra persona experimentó, que tener la razón. Esto permite una indagación más profunda sobre los desacuerdos que están detrás de los que inicialmente eran visibles.
  9. El mayor acto de respeto, que abre las puertas de la confianza en una buena conversación, es el prestarle una total atención a lo que dice el interlocutor. 
  10. Para sacarle mayor provecho a la atención total, es una buena idea el suspender un comentario o una respuesta, pausando por unos segundos antes de hacerlo. 
  11. En conversaciones difíciles es muy conveniente lograr hacer un comentario clave que mantenga la relación funcionando.
  12. Tener una conversación difícil es muy parecido a un parto. Esto implica una gran capacidad de escucha, para ayudarle a la otra persona a sacar a la superficie los temas reales subyacentes y manteniendo el tema central hasta que vaya cambiando fruto de la atención recibida. 
  13. Darle al interlocutor un sentido de control, es la mejor forma de influenciar las acciones que se esperan de él.


Si no aprendemos a conversar, para dirimir las diferencias que hoy se ven como unos abismos insuperables, es claro que no podremos enfrentar los grandes retos de hoy y los que tenemos hacia adelante. Sería toda una revolución, que las nuevas generaciones pudieran aprender desde muy jóvenes a dialogar, como parte de una pedagogía que fortalezca la cultura ciudadana que tanto nos está haciendo falta en nuestra sociedad.


 

sábado, 17 de julio de 2021

El desbalance entre derechos y deberes

 


En medio de la confrontación entre los extremos de las ideologías de izquierda y derecha, la primera ha atizado la polarización y la lucha de clases, defendiendo el “sagrado derecho a la protesta”, pero con menos cabo de otros derechos, tanto más importantes, como son el derecho a la vida, la salud, el trabajo y la movilidad. 




Y en medio de esta cacofonía de voces airadas a favor y en contra, y de los actos de violencia que han tenido un enorme costo social y económico, se nos perdieron de vista en Colombia, las obligaciones que debemos de tener como ciudadanos, para poder exigir los derechos que nos brinda la Constitución. 


Y lo insólito de esta situación tan anómala, en un país donde se le rinde tanto culto a los legalismo, se muestre un desbalance tan marcado entre los derechos y los deberes. Este es un tema que no parece importarles a las diferentes instancias de nuestro desbarajustado sistema judicial. 



Con un Estado débil, incapaz de hacer cumplir los derechos, y mucho menos los deberes consignados en la Constitución,  se le ha dado un patente de corso a los vándalos y a los grupos armados fuera de la ley, así como a quienes han promovido las marchas en el peor momento de la pandemia, para ponerse de ruana el país. Hoy, estos individuos tienen más protección bajo la normativa absolutamente permisiva que tenemos o podemos hacer cumplir, que el pequeño comerciante al que le saquearon su negocio y tuvo que cerrar, o la niña que murió en una ambulancia antes de nacer.

Como veíamos en el blog anterior, somos un país “de emociones tristes”, donde priman las pasiones y las emociones negativas. De alguna manera, esta realidad que no es fácil de entender, hace que la irracionalidad prime y desaparezca lo obvio. En este caso, las responsabilidades ciudadanas, que han pasado al sótano de los recuerdos, junto con el marco de la ética y los valores, para orientar las decisiones individuales y colectivas en la sociedad. Su ausencia explica mejor el porque se toman decisiones tan pobres que nos afectan a todos. 


Esta realidad pone en evidencia la ausencia de  un verdadero “liderazgo político” en el país. No hay quien confronte a la gente con las contradicciones entre lo que demandan como derechos  para ellos, pero que se olvidan de sus obligaciones para con los demás. 



No hay quien le explique a la gente, que el sano equilibrio entre los dos, es una precondición  para vivir en armonía como sociedad. Pero no hay esa orientación porque es más fácil sumarse al coro de los que gritan, destruyen y destilan odio, que confrontar a la gente con las consecuencias tan negativas que produce este desequilibrio entre derechos y deberes. .


A la luz de los comentarios anteriores, me pareció muy oportuno publicar las palabras de un presidente de Francia, después de una victoria de su partido en unas elecciones regionales. Aprovechó la oportunidad para confrontar a los franceses con las consecuencias de las contradicciones en que  ha  incurrido tradicionalmente la izquierda de su país, cuando a nombre de su ideología, defienden unos derechos, pero se olvidan de los deberes y su corresponsabilidad. Yo me atrevo a afirmar que la mayoría de sus comentarios, caen como anillo al dedo para la situación actual en Colombia. 


En esta oportunidad, este dirigente político actuó como líder,  al señalar estas contradicciones cuando dice lo siguiente : 


"Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo sabe, y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura: Desde 1968 no se podía hablar de moral.   


Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. 


Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El slogan era VIVIR SIN OBLIGACIONES Y GOZAR SIN TRABAS... (el sumag kawsai francés?)


Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una  izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. 


Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Hay que rehabilitar la cultura del trabajo. 


Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente.   


Defienden los servicios públicos pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho a la escuela pública pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia pero jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa. 


Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Y con el mayor descaro se lucran de los bienes del Estado, y montan hasta negocios con el dinero mal habido a la vista de todos de la manera mas cínica.


Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos. Estos se ganan haciendo valer y respetar los anteriores”


Independientemente si hubiera sido Sarkozy o Macron, porque el mensaje que me llegó con estas palabras no fue claro, me sirven muy bien para subrayar la incoherencia en que vivimos los colombianos y sirve para explicar porqué hemos llegado a donde estamos




sábado, 10 de julio de 2021

El país de las emociones tristes


 ¿De que depende el vivir una buena vida?  Esta es una pregunta que adquiere una dimensión e importancia mayor, cuando hoy la vida está siendo amenazada desde diferentes frentes. Evidentemente la pandemia ha sido uno de ellos al enfrentarnos con la vulnerabilidad de los seres humanos, traducida en millones de personas muertas y contagiadas. Pero también, la calidad de vida se ha visto seriamente afectada por los retrocesos sociales que hoy se reflejan en los incrementos de los niveles de pobreza   no vistos desde hace más de una década. 


Leyendo el fascinante libro “El país de las emociones tristes” de Mauricio García Villegas, me identifiqué con su respuesta a esta pregunta: “una buena vida depende de los encuentros que tenemos a lo largo de nuestra existencia. Cuando ellos son buenos, están guiados por los afectos y nuestra vida es gozosa y alegre. Cuando están alimentados por los odios, la existencia es triste”. Este comentario se entiende mejor si aceptamos que somos más animales emocionales que animales racionales. 


Este comentario me conectó con el papel de las emociones tratado en un blog anterior y su impacto en la búsqueda de la felicidad. En ese artículo mostraba el efecto que tiene el mundo emocional en el comportamiento de los seres humanos, así como también, en los resultados que logran, y del futuro que son capaces de construir como sociedad


Como lo escribía el filósofo holandés  del SXVII Baruch Spinoza, el alcanzar la felicidad, que es un propósito muy deseable, depende de poder controlar las emociones que García denomina “emociones tristes” como el odio, la venganza, la envidia y la  animosidad.  Y esto se logra, si se fomentan las emociones positivas como la empatía, el perdón, la compasión, la colaboración, el afecto, el gozo y la alegría. 


Este comentario hecho hace cuatro siglos, señala algo muy importante. El papel que juegan las emociones individuales y colectivas, en la conformación de los patrones culturales de una sociedad, y que a su vez, se reflejan en las decisiones o las omisiones colectivas y la capacidad de enfrentar, constructiva y colectivamente, sus problemas.



En un artículo reciente del portal de la Silla Vacia sobre la encuesta realizada entre los jóvenes de 18 años a 32 años en la segunda semana de mayo mostraba lo siguientes:


“Mientras que en el 2019 el 45 por ciento de los jóvenes salió a protestar, este año fue el 73 por ciento, lo que significa que, en la medida que pasa el tiempo, hay más deseos de buscar en la calle las soluciones a problemas que no encuentran desde las instituciones. Esto, finalmente, va acompañado de unas emociones negativas. Cuando realizamos la primera encuesta —después de las manifestaciones pacíficas del 2019—, la alegría de los jóvenes en las 13 ciudades era del 66 por ciento. Después, con la pandemia, esa alegría bajó al 53 por ciento, y ahora en mayo fue apenas del 5 por ciento. Mientras tanto, ha aumentado la tristeza (33 por ciento) y la ira (27 por ciento)”


Estos acontecimientos son los que le dan más relevancia y novedad a la propuesta que hace García, al poner la emocionalidad como un factor clave para explicar muchos de los acontecimientos históricos nuestros y sus dinámicas actuales. Tiene razón cuando afirma que la emocionalidad de una comunidad , define la forma en que se relacionan las personas hacia adentro y hacia afuera de ella, el diseño institucional que privilegian, “el tamaño de la esperanza y las frustraciones” que los acompañan. 


Vistas desde esta perspectiva, es evidente el porqué el título del libro de García al denominar a Colombia como “un país de emociones tristes”. Y a lo largo de esta obra, su autor muestra con una argumentación muy sólida, el efecto, invisible pero muy presente en nuestro medio, que esta realidad ha tenido en el devenir de nuestra nación. 



Una persona, o una colectividad, terminan siendo el resultado de sus decisiones conscientes o inconscientes, que van tomando a lo largo de la vida y condicionadas por su entorno emocional. El autor introduce un concepto muy interesante: cada país adopta un arreglo emocional, que se mueve entre una emocionalidad triste y una que no lo es. El sitio donde se ubique determina la identidad de su sociedad.


Si se acepta inicialmente la hipótesis propuesta por García, emerge una explicación muy interesante de algunos de los rengos culturales nuestros más protuberantes, reflejados en una conflictividad endémica; unos proyectos importantes que no se logran materializar; la incapacidad de llegar a consensos que beneficien a todos; un legalismo desesperante reflejado en innumerables leyes que terminan siendo letra muerta. Todos ellos son el resultado de una estructura emocional colectiva inadecuada que no ha logrado evolucionar. 



Si alguien tiene alguna duda de la posible validez de estos planteamientos, lo invito a hacer un repaso de las noticias de los últimos dos meses, para no ir más lejos, de la conmoción social y de salud que hemos vivido en Colombia. Es muy fácil identificar en este material, el común denominador del odio, el desprecio por el diferente, la sevicia y en general una emocionalidad tan negativa, que hoy envuelve como una nube negra el panorama nacional.  


García va mostrando a lo largo de su libro, como el ejercicio equivocado de la política en nuestro medio, ha contribuido de manera significativa a esta situación. Para evidenciar la validez de esta afirmación, no se necesita sino repasar la historia reciente de la época de la Violencia, y saltar después a los últimos 20 años, para ver el papel que ha jugado la furia de los dirigentes políticos, para sembrar el odio y la violencia, que han fracturado a la sociedad en diferentes momentos de su historia.


Hoy los avances en la ciencia del comportamiento y del cerebro, muestran con cada vez más   papel que juegan las emociones en las relaciones humanas. Por esta razón, García presenta como ellas han enmarcado el debate político mucho más que las ideas, la argumentación y las razones. Esto facilita entender mejor, el destino que a lo largo de los años, se han forjado sociedades como las nuestras.  


Si nos detenemos por un minuto a asimilar el comentario anterior, no nos debe de sorprender sus consecuencias. La pelea entre Uribe y Santos que ha polarizado a la sociedad colombiana, como no se veía desde la época de Laureano Gómez hace sesenta años, no se puede explicar sino desde la emoción muy triste del odio de estos dos dirigentes  y que hoy han puesto en un grave peligro a nuestra frágil democracia. 


La confrontación de este par de políticos, con sus “emociones tristes”, ha tenido un doble efecto que ha definido nuestra realidad actual, alejándonos de dos grandes propósitos que son fundamentales para avanzar como sociedad. 


El primero de ellos, el poder convivir en una nación en paz, donde la violencia no sea el medio para dirimir las diferencias. Esta incapacidad, que se ha manifestado de la peor manera en estos dos últimos meses, nos está alejando cada vez más rápidamente de nuestras posibilidades. 


Y el segundo efecto es igualmente grave: no haber podido desarrollar la capacIdad para lograr unos mínimos acuerdos de convivencia y colaboración, fundamentales para enfrentar momentos como la crisis de la pandemia, que nos ha puesto al borde de un abismo de una profunda crisis social. 



He hecho en este blog una breve introducción al papel de “las emociones tristes” propuestas por Mauricios García Villegas, para subrayar la importancia que creo que tiene el tema y que seguiré desarrollándolo en otros blogs. Es un planteamiento realmente innovador, al utilizar el componente emocional que caracteriza a los seres humanos, para darle  una mirada distinta al devenir histórico de nuestro país y de nuestras cultura. Y este no es un tema menor


De hecho, es la primera vez alguien se atreve a darle un papel protagónico a las emociones, que hasta la fecha han pasado invisibles, en las recurrentes discusiones y análisis del porqué hemos llegado al estado actual. Y de alguna forma, este planteamiento ayuda a contestar la pregunta que formulara en el blog anterior y que hoy ocupa la atención de la comunidad latinoamericana: 


Me había comprometido a publicar las sugerencias sobre los activos que hemos construido como sociedad hasta hoy. Lamentablemente tengo que confesar, que a pesar de que el blog fue leído por más de 500 personas de mi lista de distribución de 1.500, recibí muy pocos comentarios. Hubiera querido tener más aportes para presentarlos en este blog, y así poder mostrar, qué a pesar de haber mucho camino por andar,  hay muchas cosas buenas que nos han sucedido como sociedad 


No se si esta falta de respuesta es el reflejo de un artículo que no tiene ninguna relevancia, que podría ser, o más bien una manifestación muy clara de la emocionalidad actual tan negativa que nos invade y nos impide ver los logros que hemos conseguido como sociedad. En cualquiera caso, creo que es un muy mal síntoma de lo que nos está sucediendo en Colombia, porque si no nos reconocemos desde lo positivo, muy difícilmente vamos a poder avanzar. 


Este último comentario me hace pensar, de que esta triste realidad es una tremenda oportunidad para quien aspire liderar la transformación de Colombia desde la Presidencia en el 2022. Yo siento qué mucha gente quisiera seguir finalmente a “un líder”  que inspire la construcción de una visión colectiva como sociedad. Alguien que nos invite a  reconocer los logros alcanzados, desde una emocionalidad positiva, como bases para construir colectivamente una realidad alejada de las emociones tristes que nos han acompañado y que hoy no nos dejan avanzar.


sábado, 3 de julio de 2021

¿Cómo llegamos aquí?


Conversando en estos días con un buen amigo chileno, sobre lo que ha sucedido en nuestros países, me compartió algunas reflexiones que hizo con otros empresarios, a la luz de una
  pregunta sencilla pero profunda:  ¿Porqué y como llegamos aquí ? . Esta pregunta es especialmente relevante para los chilenos que se sentían tan orgullosos del modelo económico que los había colocado a la cabeza de los países latinoamericanos en materia de desarrollo. O al menos eso creían hasta que les estalló la bomba.

El mismo interrogante debe de estar  rondando en la mente de muchos empresarios peruanos, que han visto cambiar, en muy pocos meses un panorama económico interesante aunque en un entorno político caótico, por una pesadilla marxista que  está apenas por empezar. 


Este cuestionamiento también debería estar presente en Colombia, donde en estos últimos dos meses, hemos presenciado protestas sociales y actos de terrorismo urbano, que han tenido un impacto sin  antecedentes en nuestra historia reciente como nación. 



Como resultado de estas dinámicas convulsionadas, nos enfrentamos con un calidoscopio de emociones negativas, cuando hemos visto transformar el legítimo derecho a la protesta resultado de  los efectos de la pandemia, en un movimiento vandálico de destrucción calculada y sistemática de los bienes públicos, el cierre  miles de empresas, un aumento exponencial de la polarización, un ataque a nuestro sistema democrático, más otras secuelas no menores producidas por el desmadre de esta situación.


El gran reto que tenemos, es no dejarnos paralizar por las emociones negativas, para poder responder, actuando  más rápidamente, en los diferentes niveles de la sociedad. Hacerlo es responsabilidad de todos, porque no hay un mesías que nos vaya a hacer el milagrito, que nosotros nos neguemos a realizar. 


Esta explosión social, en el momento más alto de muertes y contagio, han tenido unos impactos negativos que han sido tremendamente perjudiciales para una sociedad ya muy debilitada por los efectos de la pandemia. Pero también, ha traído cosas muy positivas qué hay que valorar. 



La primera de ellas: obligarnos a hacernos las preguntas difíciles que no habíamos querido enfrentar hacia atrás. La segunda:  forzarnos  a reconocer muchos de los avances positivos que hemos logrado en las últimas décadas como sociedad, porque son las únicas bases sólidas para poder actuar y vencer la desesperanza que hoy nos  paraliza, para evitar que unos bárbaros acaben con nuestro país bajo la disculpa de que sus actos son en beneficio del pueblo.


Volvamos a la pregunta reformulada con la que inicie este blog: ¿Porqué  y como llegamos a esta situación?


  • Una cultura desalinéala con las exigencias crecientes de un entorno cambiante, cada vez más volátil, incierto , complejo y ambiguo, que nos ha impedido reconocer los retos y problemas que se habían venido acumulando sin resolver a los largos de los años. Asociado a lo anterior: 
    • Vacíos profundos de liderazgo a todos los niveles de la sociedad.
    • La cultura y el liderazgo  no son temas visible, relevantes, y por lo tanto  no son conversarles, cuando se analizan las causas raizales de los problemas que tenemos como sociedad.
    • La pérdida de valores y la ausencia de un propósito colectivo .
    • La cultura del dinero fácil que premia al vivo y a los atajos chuecos, donde el fin justifica los medios
    • Incapacidad de leer oportunamente las señales del entorno interno en el país, así como externo a nivel global, para poder enfrentar mejor los cambios de paradigmas, sociales, políticos, empresariales y tecnológicos que están en marcha.

  • Una profunda  crisis ética que se manifestó en el cancer de la corrupción y el saqueo de los dineros públicos donde todo vale y no hay sanción social. Esto se facilitó por:
    • Unas élites que abusaron de su poder para maximizar, mediante colusiones, sus resultados económicos sin reparar en las necesidades de los demás.
    • Unos niveles muy altos de impunidad que hace  al sistema democrático muy vulnerable a su manipulación. 
  • El deterioro de la capacidad institucional para responder a las crecientes expectativas de la gente como resultado de:
    • La mediocridad de los dirigentes políticos incapaces de entender los retos actuales y de conectarse con las necesidades de la población. 
    • La fragmentación de los partidos políticos, que dejaron de servir de cadenas de transmisión para los reclamos y las necesidades de la sociedad, con los estamentos del Estado a nivel nacional y local.
    • Los niveles históricos de desconfianza en las instituciones y en la dirigencia política.
    • La desesperante lentitud del Estado para acompasar la velocidad creciente de los cambios del entorno. No se percibe como un ayuda sino un obstáculo mayor qué hay que superar.
    • La baja capacidad profesional en los funcionarios públicos en un sistema que castiga la innovacion y el asumir la responsabilidad. 


  • En Chile se creyeron el cuento del éxito de su modelo de desarrollo económico y dejaron de leer las señales del desequilibrio que generó, y que en las últimas décadas, se tradujo en una mayor desigualdad y malestar social. Esto produjo: 
    • Una conciencia anestesiada en la mayoría de los empresarios que le voltearon la espalda a las crecientes expectativas no atendidas  de la población. 
    • Una sociedad de consumo con altos niveles de endeudamiento 
    • Unos partidos políticos que se engolosinaron con el poder y el modelo económico vigente.
  • En Colombia, un modelo económico altamente dependiente de la explotación de recursos naturales no renovables y con una muy baja capacidad de generación de valor a nivel internacional. Las razones son varias: 
    • La baja capacidad de generación de puestos de trabajo calificado que absorba un número creciente de oferta, especialmente personas jóvenes y mujeres en general.
    • Una baja productividad laboral que impide competir en costo y calidad en el mercado internacional. 


  • Una población adulta con brechas grandes de alfabetismo funcional que los convierte en blancos fáciles de la manipulación. Esto es el producto de: 
    • Un Sistema de Educación que le apostó a la cantidad y no la calidad 
    • Un Sistema de Educación Superior cuya propuesta de valor no abre oportunidades y si genera mucha frustración.
  • Un Sistema de Salud con unos profundos problemas de capacidad, equidad, y calidad. Esto generó
    • Una dependencia de producción  de vacunas, drogas e implementos médicos 
    • Una gran vulnerabilidad a las posición dominante de las grandes empresas farmacéuticas. 

Como no soy partidario de solo ver el vaso medio vacío, a pesar de la enormidad que implica  reconocer los temas anteriores y encontrar soluciones creativas para ver el vaso medio lleno,  me parece necesario  hacernos otra pregunta muy importante: ¿Qué tenemos como activos valiosos los colombianos, para poder superar la situación actual, minimizando los costos y los riesgos que esto implica?


Aquí quiera invitar a los lectores a proponer sus respuestas y que me las envíen a mi correo personal.  fmanrique@mac.com Me comprometo a compilarlas en mi próximo blog , donde buscaré  demostrar que son muchos los activos que tenemos para combatir el miedo, el escepticismo, la desesperanza, que son las emociones negativas que hoy nos acompañan, y que nos frenan para actuar con rapidez, si no queremos lamentarlo después.