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sábado, 28 de noviembre de 2020

¿Podemos cambiar nuestra mentalidad?


¿Qué es lo que hace a una persona más exitosa a lo largo de la vida?. Y por exitosa me refiero a lograr desarrollar sus sueños y obtener los resultados que buscaba, e impactar positivamente con sus realizaciones a los demás. ¿Qué es lo que distingue a unas culturas que han logrado avanzar mucho más que otras en su estado de desarrollo? Y al avanzar, me refiero a alinear los esfuerzos colectivos de una manera más efectiva para lograr un bien comun. ¿Fue la suerte la que jugó un papel fundamental, o hay algo más?

Pues bien, a lo largo de estos meses de pandemia, me ha parecido muy interesante el entender el rol de la cultura y los modelos mentales como determinantes de la mentalidad que define los resultados de una sociedad o de un individuo (hombre o mujer). Pienso que si logramos entender su impacto, podremos mejorar las intervenciones que se hagan, para cambiar nuestra realidad personal y/o colectiva, cuando tenemos que enfrentar un mundo tan volátil, incierto, cambiante y ambiguo ( VICA) como el de ahora.


En relación con la cultura, ya he escrito en otros blogs. En lo que se refiere a los modelos mentales, quiero dar algunos elementos.  Y en cuanto a la mentalidad quiero mostrar su importancia a la luz de los dos temas anteriores.


Comparto la afirmación de algunos expertos en temas psicológicos y sociales que he leído, que etos conceptos son unos factores a los que les paramos muy poca atención, pero que son críticos para entender mejor el porqué, a unas personas a nivel individual o colectivo, se les facilita o se les dificulta, el tener mejores resultados en sus vidas y mostrar índices de desarrollo más avanzados.


Me acuerdo que fue en 1996, cuando le escuché a la firma Monitor contratada para desarrollar el estudio de Competitividad para Bogotá, mencionar los conceptos de la mentalidad y los modelos mentales. En esa ocasión, trajeron unos expertos de la firma, para capacitar al grupo que se había integrado para hacerle el seguimiento al estudio, en el cual participé.


 


Revisando notas de esa época, me encontré con la definición que nos dieran de mentalidad los de Monitor: es el conjunto de creencias, supuestos y costumbres que definen el modo de pensar, enjuiciar la realidad y actuar de un individuo o de una colectividad.


Recuerdo que, durante el trabajo que desarrollaron los consultores, se hizo una encuesta para determinar cuál era la mentalidad imperante y  los modelos mentales que la sustentaban, de un grupo de 200 personas entrevistadas y que tenían posiciones de poder e influencia en la ciudad, provenientes de los sectores público y privado. 


Lo que se quiso analizar en ese entonces, era su impacto en las malas decisiones o indecisiones que se reflejaban en los pobrísimos resultados de desempeño de la ciudad, como por ejemplo, el de procastinar por más de cinco décadas en construir el Metro. Hoy, estamos viendo algo similar con la renovación del corredor de la emblemática Carrera 7a en Bogotá. 


Lo que aprendí en resumen fue lo siguiente: la mentalidad y los modelos mentales en los seres humanos, son como las gafas a través de las cuales interpretamos la realidad. Son unos filtros que nos permiten ver ciertas cosas y otras no. Y como consecuencia, condicionan de una manera muy marcada, la forma como actuamos, los resultados que obtenemos, la forma como nos comportamos, así como también, las decisiones que tomamos o dejamos de tomar. Todo lo anterior  condiciona nuestra mentalidad.


Es importante entender que los filtros a los que hago referencia, están definidos por dos fuerzas muy poderosas e invisibles que actúan sobre las personas a medida que avanzan en su desarrollo. Me refiero primero, a las creencias y los supuestos que han incorporado de su entorno, por las experiencias que han tenido, y las influencias de otros. Y también, a los valores que han ido adaptando, y que se van moldeando y reafirmando como criterios de actuación, durante el proceso de formación desde el inicio de su existencia.


Un pequeño ejemplo puede servir para ilustrar mejor al lector sobre estos temas. Una persona que desde pequeño, le inculcaron en su familia el valor del trabajo duro y la honestidad. Como resultado de esta formación, adquiere una creencia que suele ser invisible: quienes no hacen su mejor fuerzo en la vida y actúa correctamente, no podrán lograr avanzar en ella y obtener mejores resultados. El supuesto: obrar así siempre paga.


Estos valores y la creencia que los acompaña, son parte de los modelos mentales  de la persona, que le dan sustento al marco ético que orientará las decisiones que tome  y a los comportamientos que tenga, cuando enfrente situaciones difíciles en su vida personal y de trabajo. Pero también, influenciarán significativamente sus relaciones personales con su pareja y con los demás, la manera de educar a sus hijos, sus logros personales y la forma de conseguirlos.


El tema más importante es que es muy poco usual que la gente se cuestione sus creencias, supuestos y valores. De hecho, muchas personas se molestan si alguien intenta hacerlas reflexionar. El resultado es muy grave: los correctivos a los problemas se centran en los aspectos visibles , mientras que la mentalidad que es la causante del problema, pasa de agache y es invisible. Cuando esta dinámica es colectiva,  define aspectos fundamentales de la cultura de una sociedad.


Pero el lector se podrá preguntar si la mentalidad y los modelos mentales se pueden cambiar. La respuesta es un SI en mayúsculas, siempre y cuando seamos conscientes de su existencia y aceptemos qué hay que cuestionarlos periódicamente. Lo que tenía sentido en una época puede dejar de ser útil cuando hay cambios grandes como ahora.  Es necesario confrontando contra los resultados que estamos obteniendo, para ir cambiando o fortaleciendo nuestra mentalidad.


En nuestro medio es muy típico que, para un problema que afecta a la sociedad, el correctivo se busca con nuevas leyes y normas. Pero nunca se aborda el papel de la mentalidad nuestra, que impide que estas soluciones funciones, porque se omite el papel que juega la mentalidad dominante y el inmenso impacto que tienen  en la cultura , lo que nos impiden avanzar como sociedad. 


En un artículo reciente y muy interesante  sobre estos temas, Peter Diamandis, fundador de Singularity University, mencionaba que le hacen frecuentemente una pregunta sobre si la mentalidad de la abundancia y la del crecimiento exponencial, que son los fundamentos de  su institución, la tuvo desde que nació. Su respuesta siempre es un contundente NO. Es una mentalidad que la ha venido cultivando a lo largo de los años, revisando sus creencias y supuestos para irlos ajustando. Hoy busca divulgar los beneficios de esa mentalidad en sus clases, conferencias y escritos.


Para Diamendis, la abundancia le permite ver al mundo lleno de oportunidades que se pueden desarrollar. El crecimiento exponencial, lo puso a reflexionar sobre la importancia que tiene identificar aquellas que puedan escalar aceleradamente porque generan mucho mayor valor e impacto . 


Para Diamendis, la forma de alimentar esta mentalidad es  cambiando los modelos mentales, que están conformados por las creencias y los valores. Y esto se logra de la misma forma como se entrena a una red neural en los sistemas de Inteligencia Artificial. Finalmente  el cerebro también lo es. Es necesario estarlo alimentando permanentemente de perspectivas positivas que vayan moldeando una mentalidad más abierta. Esto normalmente sucede de manera invisible y es necesario volverlo un proceso consiente y permanente.


Y como lo menciona Diamendis, hay tres formas de lograrlo: siendo cuidadoso en seleccionar la gente con la que interactuemos, las fuentes de noticias que utilicemos y el uso que le demos a las famosas redes sociales. 


Veamos una experiencia personal. A finales de los 90, la economía colombiana tuvo la peor crisis de su historía en 70 años. En ese entorno, tuve la fortuna de pertenecer a un grupo conformado por personas con una mentalidad muy positiva, a pesar de la situación que se vivía en esa época. 


Para mi y mis compañeros, el poder contar con este espacio, nos ayudó a apreciar muchísimo más, los valores de la solidaridad y la colaboración, y a fortalecer la creencia de que si podríamos superar los problemas que teníamos como empresarios en esa época. También, nos permitió cuestionar el supuesto imperante de que no era posible colaborar con un competidor. Más adelante, nos permitió identificar oportunidades basadas en alianzas, que nos pusieron en un periodo de crecimiento ininterrumpido como fue el caso de mi empresa . 


Rodearse de personas que se atreven a pensar en grande, que en lugar de ver problemas ven oportunidades, pero a su vez lo hacen con realismo, es otra de las lecciones que aprendí hace muchos años. Hoy, en momentos tan críticos como los que ha producido el Covid-19,  la creencia que fortalecí hace dos décadas, me ha permitido conservar una mentalidad abierta para seguir proponiendo iniciativas que pongan un granito de arena para cambiar positivamente nuestra realidad con persona que tienen una mentalidad similar.


Si se practica lo anterior, también es vital cuidar el menú de ideas e información que consumimos todos los días y los medios para tener acceso a ellas. Como lo enfatiza Diamendis, es  la manera de cambiar los modelos mentales que nublan nuestra percepción. 


Las películas, los libros, las noticias, etc. pueden ser unos grandes contaminantes que impidan alimentarnos de ideas positivas e inspiradoras, especialmente cuando son fuentes que solo refuerzan nuestra mentalidad y dejan por fuera opiniones diferentes. Y estas son críticas cuando la desesperanza y la confusión, atizada por oportunistas políticos, está en el orden del día. Si nos cuidamos, es posible tener una narrativa futura mucho más inspiradora “que nos podamos creer”. Y si lo hacemos, ese si es el contagio que deberíamos multiplicar para contrarrestar la mentalidad pesimista que nos está dejando el COVID 19. 

sábado, 21 de noviembre de 2020

El liderazgo de las juntas directivas en la Pandemia



Es evidente que esta época de pandemia ha desnudado muchas debilidades de la sociedad, y llamado la atención sobre ellas como posiblemente no había sucedido desde finales de la II Guerra. Pero en particular, hay una de ellas que por su ausencia o su presencia, ha resonado en todas partes del mundo. Me refiero al ejercicio de liderazgo en todos los niveles de la sociedad.

Un momento histórico como el actual se caracteriza por ofrecer un entorno VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad). Esto significa que la palabra CAMBIO, que siempre ha estado presente, ahora se ha vuelto en una compañera permanente del viaje a nivel personal, organizacional y social. Y la pandemia le ha impreso una mayor velocidad. Esta dinámica  ha desbordado la capacidad de adaptación de la mayoría de las personas y ha generado una gran desorientación. 


Para enfrentar esta situación, el ejercicio del liderazgo es fundamental. Se necesita para minimizar los daños y aumentar las posibilidades de superar los efectos que la pandemia ha generado. Pero también, se requiere para ayudar a identificar las oportunidades que siempre aparecen en el horizonte, después de los grandes cambios y disrupciones, como los que se están experimentando en la actualidad. Por esta razón, es pertinente preguntarse que se ha puesto en evidencia en este campo y cuáles han sido las consecuencias.


A nivel político, en nuestro hemisferio, ha sido protuberante el vacío monumental de liderazgo que se ha visto en países como los Estados Unidos, México o Brazil. El costo en vidas humanas y en destrucción de valor económico ha sido inmenso. Tendencias que ya venían en marcha, como la desistitucionalización del Estado y la caída dramática de la confianza, se aceleraron con unas consecuencias cuyo impacto hoy es muy temprano  para evaluar.


A nivel de las empresas, la pandemia paralizó las actividades económicas por muchos meses, y las ha sometido a unas condiciones sin antecedentes. Miles de empresas han cerrado sus puertas, otras tantas están tratando de sobrevivir. Solo algunas, se han beneficiado de las circunstancias, como ha sido el caso de las empresas de tecnología.  


El tsunami del covid - 19 ha puesto a prueba el liderazgo de la alta dirección de las organizaciones, así como el de las juntas directivas, en su rol de acompañamiento a las equipos directivos, y de evaluación de su liderazgo, que hoy se necesita más que nunca ante la gravedad de la crisis. 


Pero también, los miembros de las juntas directivas, tienen que asumir colectivamente un liderazgo muy importante para mantener, en medio de la tormenta, un equilibrio en la agenda estratégica entre los problemas inmediatos de sobrevivir  y los retos hacia adelante,  para aprovechar las oportunidades que se abren. 


Las juntas también ejercen su liderazgo, cuando hacen oportunamente las preguntas difíciles que son necesarias para enfrentar la realidad, y cuando cuestionan los supuestos de la alta dirección  bajo los cuales se presentan los planes de contingencia y los de más largo plazo de la organización. 


Y especialmente, ejercen el liderazgo cuando forzan las conversaciones de futuro de la empresa, en función de los cambios que se deben de realizar, y las capacidades que se tienen que fortalecer para lograrlo, especialmente la de ejecución, como la adaptación rápida y flexible a las nuevas condiciones . En este sentido, el liderazgo de la junta se vuelve un aporte crucial para cuestionar el tipo de cultura que tiene la organización y la que se requiere, para soportar y sostener hacia adelante los cambios necesarios.


Finalmente, en su rol de liderazgo, una junta directiva debe colectivamente de poder mantener un diálogo fluido, transparente y oportuno con los altos directivos de la empresa. Hoy, como nunca, el ejercicio del liderazgo se ha vuelto una de las capacidades estratégicas más importantes para navegar el las aguas turbulentas en las que se encuentran la mayoría de las empresas en Colombia y en el mundo.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Las dimensiones de nuestra cultura en Colombia

 



 

En las últimas semanas nos hemos reunido con un grupo de amigos con quienes hemos conformado la organización Transformar, cuyo objetivo es el de ofrecerle a su miembros, personas mayores de 55 años, la posibilidad de mantenerse activos aportando a la sociedad inicialmente en dos frentes: como mentores de empresas y como impulsadores de iniciativas de alto impacto. En este segundo frente hemos comenzado a abordar la transformación de la cultura como fundamento para el desarrollo del país. 


Y para dar los primeros pasos, estamos explorando varios frentes. Uno de ellas ha sido la de tratar de identificar los principales rasgos que nos caracterizan en general a los colombianos, para ver cuáles son unos activos y cuáles son las barreras que nos impiden avanzar. Como resultado de ese análisis, buscamos construir un primer documento que lo hemos denominado : “ El cuento que nos queremos creer” . 


Partimos de una premisa muy importante. Hoy los colombianos tenemos una autoimagen colectiva muy negativa que se ve reflejada en las narrativas pesimistas que nos contamos , en las expresiones coloquiales que usamos, y que al final, muestran unos rasgos culturales que nos definen como sociedad. 


Si somos capaces de cambiar esas narrativas por otras más positivas, es posible pensar que podríamos superar esa imagen negativa por otra que nos habilite para enfrentar mejor los grandes retos colectivos que tenemos hacia adelante.


En este blog voy a compartir algunos de los hallazgos que hemos identificado en el grupo de trabajo integrado por ocho personas, con visiones diferentes, de cómo somos y nos comportamos los colombianos. Es una muestra muy pequeña pero interesante que nos ha servido para avanzar.


Identificamos varias dimensiones culturales que voy a tratar de sintetizar en esteblog.

  



1- La distancia del poder. La incapacidad del Estado a todos los niveles para cumplir con su rol y obligaciones con el ciudadano, ha generado un nivel de desconfianza creciente en un grupo muy grande de la población, que se siente desprotegida y alejada de las fuentes de poder. Mientras hay otros mucho menos numerosos, que a la sombra del Estado, se han beneficiado de su cercanía y abusado de ella. 


De esta situación, se desprende que, en  el imaginario colectivo, este muy arraigada la idea de que “sin palanca no hay salvación”, y que hace sentir el sistema como un algo muy excluyente. Pero también está muy metido en nuestra cultura “el todo vale” que es e aceptado para defenderse del sistema que se ve negativamente. También, la idea de que se pueden exigir, por medios pacíficos o violentos, los derechos, pero se olvidan los deberes correspondientes 


2- Individualismo vs colectivismo. Cuando alguien se siente excluido por  el sistema, y hay muy pocas referencias de los beneficios que pueden obtenerse dentro de una sociedad que no actúa colectivamente para el logro del bien comun, el comportamiento egoísta e individualista es la norma y no la excepción. Se encuba la cultura “del rebusque y el atajo”, “el vivo se come al bobo”, de poca disciplina social y donde el logro individual prima sobre el colectivo. Es una cultura que no premia la excelencia y convive con la mediocridad. Hay muy poca auto reflexión y una tendencia  a culpar a los demás

En esta cultura individualista se exacerba la actitud de rechazo a la diversidad, y la creencia que el Estado debe ser el único responsable del bienestar indivIdual. Pero al ver su incapacidad, se ignora la obligación cívica de buscar elegir mejor y de hacer seguimiento a los políticos que  han llevado al poder.  Se ha creado una cultura política de venta y compra de votos sin importar las consecuencias posteriores.


Cuando el individualismo es una característica cultural dominante, se imposibilitan las respuestas coordinadas y colectivas para enfrentar los grandes retos que afectan a nuestra sociedad. Esta limitación también se ve reflejada en que haya ejemplos sobresalientes en deportes individuales y no colectivos. En este tipo de culturas, brilla por su ausencia la solidaridad y la capacidad de sostener apuestas colectivas en el largo plazo. 


Visto desde afuera, se percibe a nivel individual al colombiano como una persona que es recursiva, buena gente, amable con los extranjeros, y en general como buen trabajador.  


3- Masculinidad vs feminidad. Hay una cultura que es predominante machista, donde no se reconoce el importante rol que juega la mujer en la sociedad. En ese contesto, hay un desprecio y poco entendimiento de las competencias blandas que son más fuertes en las mujeres y que se han vuelto centrales para la sociedad de hoy, como son la empatía, el manejo emocional, la capacidad de relacionamiento, etc. Sin embargo, poco a poco ha habido avances en este campo en varios sectores de la sociedad colombiana. 



 4- Corto vs largo plazo Una característica de las sociedades avanzadas es tener una cultura que premie el largo plazo sin descuidar el corto plazo. Y esto lo han logrado porque han sido capaces de ir construyendo unos propósitos nacionales, aceptados y defendidos colectivamente, que no se cambian en el tiempo y que aglutinan a la sociedad. Sobre estas bases, han desarrollado un Estado efectivo con capacidad de sostener apuestas de largo plazo. Esto genera un círculo virtuoso de confianza y de credibilidad, así como de corresponsabilidad entre el ciudadano y los funcionarios públicos.


Sin una visión de largo plazo soportada colectivamente, se impone una cultura cortoplacista , indiferente y egoísta, reforzada por unos profundos vacíos de liderazgo colectivo en diferentes niveles de la sociedad.  En estas condiciones, la gente se desorienta fácilmente, y está muy expuesta a crearse expectativas infundadas. Son personas fácilmente manipulables, porque creen  sin mayor criterio, en las falsas promesas que reciben, o en algún  milagro que les  haga cambiar su realidad. 


Cuando no hay la cultura de largo plazo, sucede algo muy complejo que se vuelve en una barrera cultural colectiva de la sociedad. La dificultad de reconocer y celebrar los logros que se han venido construyendo a lo largo de los años, y la creencia muy arraigada de que no somos capaces de hacer cosas importantes. 


Al no reconocernos desde lo positivo y sólo enfatizar lo negativo, minamos la esperanza y la confianza , que son fundamentales  para potencializar  nuestra  capacidad colectiva de actuación. Y de paso, invisivilisamos a miles de personas extraordinarias que, “si se han creído el cuento” de que es posible cambiar positivamente la realidad de nuestro país con su ejemplo que orienta y moviliza a muchos más. 


5- La violencia cultural. Otra característica cultural de las sociedades avanzadas es su capacidad de enfrentar los conflictos de manera inteligente y productiva, en medio de la diversidad que es valorada.  Esto impide que este sea un factor de fragmentación y se ve más como un activo social. 


En nuestro caso, las dimensiones culturales ya anotadas, se suman otras debilidades del Estado, especialmente en el funcionamiento de la Justicia, y la falta de otros mecanismos alternativos para la  resolución de conflictos. Esta realidad ha generado la cultura de recurrir a medios violentos para resolver los conflictos, lo que agudiza el sentimiento de la gente de sentirse victima del sistema. La violencia se ha vuelto un valor cultural y una fuente de poder.


Lo relevante de este ejercicio, que hicimos un grupo de personas interesadas en el tema y con diversas perspectivas, y que no pretende ser ni mucho menos exhaustivo, es que nos sorprendió a todos porque reflejaba al final, nuestra visión colectiva de algunas de las características culturales que tenemos que enfrentar si queremos cambiar la realidad. 


Cabe resaltar la predominancia de los aspectos negativos versus los positivos que salieron en el ejercicio, lo cual demuestra la visión que tenemos en general de nosotros mismos. Esto no significa que las características identificadas no sean ciertas puesto que son evidentes y tienen un alto impacto en el comportamiento individual y colectivo. Lo preocupante sin embargo, es el trabajo que nos costo encontrar un balance con los aspectos positivos que no fueron fáciles de identificar.


Pero la reflexión más importante que me dejó este ejercicio, es que subestimamos la importancia del papel de la cultura que condiciona la manera en que interpretamos la realidad, afectando de manera profunda nuestra capacidad de responder colectivamente a los inmensos retos que hoy enfrentamos como sociedad. Pero al ser un tema invisible y no conversable, se convierte en una tremenda barrera que afecta nuestro desarrollo hacia adelante.

sábado, 7 de noviembre de 2020

El cinismo, el legado de Trump



Hace dos décadas Robert Sampson, un académico, hizo un experimento de sociología en la ciudad de Chicago. Dejó miles de cartas con estampillas y una dirección, en diferentes barrios de la ciudad, con el fin de observar el comportamiento de la gente. Lo que descubrió fue muy interesante. Había barrios donde la gente recogía las cartas y se preocupaba por depositarlas, porque entendían que era lo correcto, mientras que en otros, la gente las ignoraba, o las botaba en la basura.

En su investigación descubrió que había una correlación, entre la disposición de entregar las cartas en el correo, con el nivel de “cinismo moral” de la gente, en estos diferentes sectores de la ciudad. Este término se refiere a la disposición a aceptar o no, las leyes y las normas informales de comportamiento, como temas esenciales de convivencia en una sociedad. Según Sampson, cuando el cinismo define el marco de actuación en una sociedad, “se destapa el lado más oscuro de la naturaleza


En el diccionario también se define al cinismo, como la actitud de la persona que miente con descaro y defiende, o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta, algo que merece general desaprobación”


Las investigaciones, hechas por el Dr Sampson, demostraron que el cinismo moral, está asociado con niveles de pobreza y de aislamiento racial. En los barrios pobres de Chicago, donde la policía ha usado la violencia contra los negros, o donde hay blancos con muy bajos niveles de educación y el sistema no parece responderles, se puede entender la actitud cínica de la gente que vive en estas circunstancias.

 

Sin embargo, esta actitud también se observa en personas que han sido privilegiadas y extremadamente ricas, como es el caso de Trump, y otros multimillonarios en su país. En este grupo de personas, hay la creencia de que las leyes y las reglas de buen comportamiento, no les aplican a ellos: están por encima de la ley. Y en el caso de Trump, también se le aplica la definición del diccionario: un mentiroso descarado y deshonesto que debería haber merecido una desaprobación general pero que los resultados electorales demuestran que hay cerca de 70 millones de norteamericanos que se identifican con este señor. ¡Increíble! l,

 



En los Estados Unidos, parecería que el cinismo moral, definido por Sampson, se volvió el punto de encuentro entre estos polos opuestos de la sociedad y que Trump los ha unido e interpretado, en detrimento de la estructura moral de la sociedad norteamericana. Pero también, el cinismo ha puesto en evidencia el gran reto de la sociedad contemporánea que se mueve en un entorno tan cuestionable: “la tensión entre las prerrogativas individuales y el bien común”.

 

Para medir el nivel de cinismo, el Dr Sampson utilizó un cuestionario donde le pidió a la gente contestar si, se estaban de acuerdo o en desacuerdo, con afirmaciones como: “las leyes están hechas para ser irrespetadas” , “para hacer dinero hoy en día  ya no hay unas formas correctas o incorrectas, solamente  caminos fáciles o difíciles”, y “es correcto hacer lo que uno quiera mientras no le haga daño a los demás”  

 

Los resultados encontrados se anticiparon, a lo que en estos últimos cuatro años ha sucedido bajo la perversa influencia de Trump. Como presidente, ha dado patente de corso a una cultura donde está bien “el todo vale”, el mentir descaradamente genera millones de adeptos, y donde se ha legitimado desde el más alto cargo, el surgimiento de grupos paramilitares que usan la fuerza para amedrentar a quienes no piensan igual.

 

Pero el nivel de cinismo ha llegado al extremo:  quien se preocupa por otros es un imbécil, las leyes están para romperlas, las normas informales de buen comportamiento no valen y mis mentiras son la verdad. El resultado es un proceso de demolición sin antecedentes en la confianza de la gente en las instituciones y sus dirigentes, y la siembra de la desconfianza en los demás.

 

Pero hay algo más profundo que está sucediendo en la actualidad, y que lo menciona la articulista del NY Times Jennifer Senior sobre estos temas: el inmenso costo que ha generado la pérdida de la confianza en la sociedad norteamericana donde ha desaparecido la generosidad: “Como nación, hemos perdido el sentido de altruismo y de un propósito moral, la voluntad colectiva de hacer lo que es correcto y decente. Vivimos en un estado donde prevalece el nihilismo y donde la corrupción se derrama desde la cúspide. Trump ha normalizado el egoísmo extremo en nuestra sociedad”  

 

El efecto más lamentable que ha dejado Trump en el contexto anterior es el pésimo ejemplo de sus cuatro años en la presidencia de los Estados Unidos. Ha logrado normalizar temas que son aberrantes para una persona en su posición:  el no pagar impuestos, ridiculizar el uso del tapabocas durante la pandemia, el obstruir la justicia con impunidad, el fomento de la violencia por parte de los grupos extremistas de derecha, el irrespeto de las mujeres, la descalificación de las minorías, etc. Estos comportamientos han ido minando las bases de la cultura que hizo de su país, un referente mundial.

 

Y al violar valores como los de la generosidad y el respeto a los demás, ha vulnerado gravemente la capacidad social de enfrentar más efectivamente la pandemia que ha costado más de 230.000 vidas humanas en los Estados Unidos.

 

Los comentarios anteriores, tienen especial importancia en momentos en que se define el resultado de las elecciones norteamericanas, las más votadas y reñidas de la historia de ese país. Los datos que, no son finales, muestran que Trump obtuvo 70 millones de votos, lo cual es sorprendente, porque esas personas votaron por la personificación del cinismo descrito por Sampson. Pero el resultado a la fecha es más alarmante, si se tiene en cuenta que 74 millones de norteamericanos, que habrían podido participar,  decidieron no votar.


 


¿Estados Unidos perdió su alma? Esta pregunta hecha por Peter Singer, profesor de bioética de Princeton, en un artículo publicado este sábado en El Tiempo, resume muy bien el dilema que enfrentará Biden, si finalmente ganaba el poder.  Pues bien esa será la realidad porque los medios acaban de anunciar que ha sido elegido como el nuevo presidente de su país derrotando a Trump. Tendrá que buscar acercar a una nación fracturada y sin rumbo que es el legado que le deja su antecesor. Una victoria histórica y un repudio al cinismo que personificó Trump durante sus cuatro años en el poder.

 

Como puede observar el lector, al leer este blog, y unirlo con el anterior, en el corazón del debate electoral norteamericano, está el rol que juega la cultura y cuáles van a ser sus principales rasgos que van a emerger de la confrontación entre dos visiones y modos de actuación, que hoy se encuentran irremediablemente separados por un gran abismo.