sábado, 19 de marzo de 2022

Las preguntas que surgen después de las elecciones pasadas.

 


Finalmente sabemos los resultados de las elecciones al Congreso, y tenemos más claridad de quienes son los candidatos que van a participar en la carrera por la Presidencia de Colombia. El significado de las votaciones ha tenido diferentes interpretaciones. Donde hay una convergencia de la mayoría de los analistas políticos, es en que volvimos al mismo punto del 2018, pero con unas variaciones importantes en un entorno mucho más complejo, con un gobierno muy desprestigiado y un Álvaro Uribe en el ocaso de su carrera política.

Gustavo Petro logró que la  izquierda se uniera para alcanzar una votación histórica que se va a ver reflejada en el Congreso de la República, pero lejos de ser la mayoría que algunos de sus partidarios esperaban. La euforia de sus seguidores y los resultados electorales,  van a llevarlo a maximizar sus “propuestas descabelladas” y a buscar alianzas hasta con el diablo, con el fin de conseguir su tíquete a la Presidencia en la primera vuelta. No importa si para lograrlo, tenga que dividir aún más a la sociedad colombiana, donde quienes están con él son los buenos, y los demás somos los malos. .



En el otros extremo del espectro político, quedó Federico Gutiérrez representando la derecha, a pesar de no haber sido “el que diga Uribe”.  Tendrá que hacer un acto de equilibrismo, para evitar el “abrazo del oso” del CD, partido del expresidente, para no cargar  con “el bacalada de Uribe”. Con este moquete, han tildado, a quien en otra época dominaba la escena política, como ningún otro dirigente en muchachos años. Veremos a un “Fico” enfrentando fuertemente a Petro, señalándole sus contradicciones y mentiras, y agitando la bandera de la seguridad  con   una postura cada vez más dura sobre este tema. 


El centro eligió a Sergio Fajardo. Oiremos su voz cada vez más disminuida , que tratará de voltear la imagen que lamentablemente ha cultivado por acción u omisión, por no haber demostrado  posiciones firmes o hacerlo de manera muy tímida. Especialmente su postura, ante la batalla de egos entre sus colegas de la coalición, donde salió vencedor pero con una votación muy baja. Fue una “victoria pírrica”, como la han calificado varios comentaristas


Y en la nebulosa, está Rodolfo Hernández que pelea hasta con su sombre, e Ingrid Betancourt, quien aterrizó de Europa como una bomba de neutrones, para  ayudar a desestabilizar la alianza del Centro 


Los siguientes dos meses, veremos una contienda, donde el común denominador será seguramente la descalificación del otro, atizando aún más la polarización en la que hemos vivido gracias a la confrontación entre Santos y Uribe.



Hasta aquí, no he dicho nada que no se haya comentado en muchos medios después de conocidos los resultados del pasado domingo. Pero lo que no se ha comentado, ni nadie ha hecho el esfuerzo por hacerlo visible, tiene que ver con tres preguntas: ¿Qué tipo de liderazgo quieren ver los colombianos en quien asuma el más alto cargo de la nación para los próximos cuatro años? ¿Qué tipo de liderazgo necesitan los colombianos, dadas las dificilísimas condiciones en que estamos ? ¿Y porqué es necesario entender que sígnica para un país tener dirigentes con  una excelente capacidad de ejercer el  liderazgo?


Arranco por la última pregunta. La respuesta clara es que, en momentos de crisis producto de los grandes cambios como los actuales, que afectan una organización, una comunidad o un país, la capacidad de ejercer el liderazgo que tenga una sociedad en los dirigentes a diferentes niveles, es vital para enfrentar los retos que surgen y poder orientar a todos sus miembros . Es esencial para habilitarlos para ser parte corresponsable de las posibles soluciones que emerjan.  


En la respuesta, hay que hacer explícito un elemento fundamental. La complejidad de los retos es de tal naturaleza, que escapa la capacidad de un solo individuo para enfrentarlos. Y no es a punta de labia que estos se resuelven. Se necesita propiciar un concepto mucho más amplio: el de liderazgo colectivo, que permita que haya esa capacidad de liderazgo a todos los niveles de la sociedad y desde la diversidad de los territorios que ofrece el país.


Pero entrando a responder las otras dos preguntas, es importante reconocer que, una cosa es querer con el deseo a partir de un entendimiento distorsionado del concepto del liderazgo, y otra muy distinta, cuando se tiene una buena comprensión de su significado. 


Con la Fundacion Oriegen estamos preparando una encuesta sobre estas preguntas y ver que tan grande es la brecha entre las dos. En las próximas semanas tendremos los resultados, y mientras tanto, vale la pena hacer algunas consideraciones adicionales.



En relación a lo que muchos colombianos quieren ver como líder en el país, lamentablemente me temo que corresponde a una imagen distorsionada del liderazgo asociada a la figura del caudillo. Es la persona que encabeza a una nación de forma despótica y autoritaria. La gente lo lleva al poder bajo la expectativa de que el si tiene la solución a todos sus problemas. 


Es frecuente que estos individuos abusen de su capacidad oratoria y falta de escrúpulos, para mentir sin sonrojarse y promover el enfrentamiento de clases. Son unos expertos agitadores de emociones capitalizando las frustraciones de la gente ¿Suena familiar?


Dadas las condiciones tan complejas del mundo en que vivimos, estos caudillos terminan frustrando a sus seguidores, que despiertan tarde, cuando ya han enajenando su libertad a cambio de promesas incumplidas y unos sueños irrealizables. El costo es la pérdida de su país como lo pueden atestiguar millones de venezolanos.


Hoy estamos viendo personajes desde los extremos ideológicos de la  derecha y  la izquierda  que han utilizado los instrumentos de la democracia, para llegar al poder y quedarse en él. Casos como Ortega en Nicaragua, Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, son unos buenos ejemplos que han generado imitadores como Castillo en el Perú y Bukele en Salvador. 


Ahora tenemos a Petro en Colombia, siguiendo los mismos pasos de sus maestros, ofreciendo el oro  y  el moro,  para llegar al poder. Y ya lo advirtió y hay que creerle. Si lo logra no lo soltaría por muchos años. 


Algo que caracteriza a esta imagen distorsionada del liderazgo, es que los caudillos no admiten competencia ni nadie que lo opaque.  Utilizan el poder,  para anular a la oposición y a quienes se atrevan a contradecirlos. 


En cuanto la segunda pregunta: ¿cuál es el entendimiento del liderazgo que necesita Colombia?. La respuesta tiene en mi opinión varías dimensiones contra las cuales hay que evaluar a los candidatos que esta semana ya se lanzaron a la contienda.


Hay que entender que no hay soluciones fáciles para muchos de los problemas difíciles que enfrentamos en nuestro país. Más claramente, hay muchos que simplemente no tienen una respuesta. Quien llegue a ser presidente, debe ser muy honesto y no despertar expectativas incumplibles a partir de soluciones irrealizables. Hacerlo, es irresponsable porque frustra las expectativas de la gente, pero también, porque vulnera aún más. la escasa credibilidad institucional que hoy socava nuestra democracia. 


Pero se preguntará el lector: ¿qué hacer ? Quien aspire al mas alto cargo de la nación, deberá de explicar la naturaleza del problema. Para los que tengan una solución técnica pero que requiere tiempo en aplicarla, lo deben de explicar de manera sencilla y realista. Para los que no la tengan, y requieran de la participación amplia de la sociedad, deberá confrontarnos a todos para que seamos parte de la solución y no parte del problema. 


Para aclarar mejor el punto anterior, vale la pena dar un ejemplo. El pecado mayor del proceso de paz de Santos, fue haberlo tratado como un problema que se solucionaba con un acuerdo, mientras la sociedad colombiana lo veía desde la gradería, sin sentirse parte del problema. Al final no hubo una apropiación colectiva y el país se dividió. Hoy el problema continúa bajo otros ropajes con un gran impacto en la periferia del país. Nada cambio.



Necesitamos alguien en el más alto cargo de la nación, que con su ejemplo, movilice el liderazgo colectivo de miles de colombianos unidos por un propósito común, por una visión esperanzadora de lo que podemos lograr. Es un liderazgo que invite a cambiar la narrativa tan negativa que tenemos de nosotros mismos, por una que construya confianza basada en una ciudadanía empoderada.


Hay un ejemplo notable de un líder, que invitó a su nación a pensar en alcanzar un sueño,  y que hasta ese momento, había estado solo en la mente de Julio Verne. En 1961, John F Kennedy le propuso a su nación una visión desafiante e inspiradora. 


“Yo creo que esta nación se debe de comprometer para lograr la meta, antes de que se termine esta década, de poner un hombre en la Luna y regresarlo a la tierra de manera segura” 


Su visión movilizó a la nación y de este proyecto surgieron muchas cosas muy valiosas, que impulsaron la ciencia y la tecnología a otro nivel. Inspiró un orgullo muy grande para todos los norteamericanos, en medio de una década convulsionada que también marcó a ese país y al mundo.


En las semanas que vienen, cuando nos estamos jugando la democracia en Colombia, será fundamental que la mayoría de los votantes nos hagamos las preguntas que he propuesto en este blog, para evaluar a cada uno de los candidatos y tomar su decisión al depositar nuestro voto. Si nos equivocamos, después no nos quejemos. Tenemos muchos ejemplos en el vecindario, que nos muestran las consecuencias nefastas de la mala decisión de llevar al poder a un caudillo.


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