domingo, 10 de abril de 2022

Tenemos que hablar Colombia

 


Entre agosto y diciembre del año pasado, se promovió la iniciativa “Tenemos que hablar Colombia” a través de una plataforma digital en la que se inscribieron 12.000 participantes. Acudieron a esta invitación a dialogar por el medio digital, niños, jóvenes y adultos de diferentes regiones del país.  

Al resultado del trabajo de diálogo, se sumaron los obtenidos en otras 62 iniciativas similares  que se realizaron y otras de participación ciudadana. Todos estos trabajos surgieron como resultado de la conmoción que se generó en el país, consecuencia de las movilizaciones sociales, y que por su duración e impacto en muchas regiones del país, no tienen ningún antecedente en nuestra historia contemporánea. . 


Fueron conversaciones entre grupos pequeños, acompañados por facilitadores preparados para orientar el diálogo entre personas que eran extraños, alrededor de tres preguntas: ¿qué cambiarían? ¿qué mejorarían? ¿qué mantendrían en el país?


Un aspecto muy relevante que surgió de la recopilación y análisis de este proyecto, fue el haber podido identificar el estado emocional prevalente en un grupo tan amplio y diverso como el que atendió la invitación.


¿Cuál cree el lector que es hoy la emoción dominante en Colombia, cuando la gente se refiere a como se siente y ve la situación del país? En el caso chileno, cuando se hizo un ejercicio similar después de las marchas del 2019, se encontró que la emoción más fuerte  fue la rabia.Y dada la polarización actual que vemos en nuestro caso, se podría apostar que fuera algo similar. 



Sin embargo, después de haber registrado 1.453 conversaciones donde participaron 5.519 personas, fue una sorpresa que la respuesta no fuera  la esperada. La tristeza y el miedo fueron las dos emociones prevalentes, cuando se relacionan con lo que habría que cambiar en el país. Mientras que la alegria fue la emoción relacionada con lo que se quisiera conservar.


Este resultado me conecto con un blog anterior “El país de las emociones tristes” que publiqué en  julio del año pasado antes de que se iniciara el proyecto de “Tenemos que hablar en Colombia” . En este blog y otros en la misma época, mencionaba el gran impacto que tienen las emociones en el comportamiento de lo seres humanos, así como también, en los resultados que logran y el futuro que son capaces de construir como colectividad. Por esta razón, el resultado del informe mencionado es de un inmenso valor en estos momentos, para tratar de  descifrar  cómo se estarán comportando los colombianos en las elecciones de mayo. 



Cuando la tristeza embarga a las personas, estas buscan refugio en sus entornos privados o tratan de escaparse hacia otros entornos menos agrestes. Como lo recuerda el informe, después de las marchas, fue impresionante ver las colas de colombianos sacando sus pasaportes, porque estaban desilusionados de su país. Y también nos recuerda el más grande éxodo de la historia en America Latina,  de más de 6 millones de venezolanos desesperados huyendo de su país.


El historiador Marco Palacios señala que “nuestro proceso histórico como país nos ha hecho extremadamente individualistas. De manera que cuando alguien se siente invitado a participar en lo público traslada ese talante individualista”. 


En este tipo de ambientes, se generan unos comportamientos más egoístas que hacen imposible una cultura de confianza y colaboración. Esta es la razón por la que la desesperanza se vuelve una de las emociones dominantes. Se desconfía de las instituciones y se abre el campo abonado para los manipuladores profesionales, que bajo el ropaje del ejercicio de la política, propician sus propios intereses, atizan y se sirven del miedo de los demás. 



Lo sucedido en estos últimos dos años, es una invitación para que despertemos del letargo y la indiferencia, que hemos tenido ante  el dolor de cientos de miles de conciudadanos que la han pasado muy mal  este periodo y que se manifiestan con la emoción  de la tristeza y el miedo, detectados en el estudio.  Nos llegó el momento de entender que, no es posible un desarrollo sostenible y equilibrado, cuando hay brechas tan grandes en las dimensiones críticas de la sociedad. 


Me explico. El desarrollo de un país se puede visualizar como una mesa que está sostenida sobre cuatro patas o dimensiones críticas como la económica, la social, la política y cada vez más la ambiental. Se necesitan que las cuatro sean lo suficientemente robustas para soportar las expectativas crecientes de la gente, pero de manera corresponsable. Esto implica desarrollar capacidades de liderazgo colectivo, tema crítico al cual me he referido en blogs anteriores.



Hay que ver estos dos últimos años, como un periodo de quiebre para entender  la sociedad colombiana. Hemos tenido que abrir los ojos para entender el verdadero valor de  lo público como un bien que nos compete a todos cuidar. Cuando se vive en una  entorno   tan cambiante y complejo  como el actual, es la oportunidad para también valorar la importancia que tiene el concepto de ciudadanía, como pilar para la construcción de una sociedad, que pretenda alinearse con un propósito superior y que quiera defenderlo,


Pero sigamos con los resultados de estos diálogos. El 60% participantes manifestó su insatisfacción con lo que se debe e cambiar, y esto genera mucha angustia. Las emociones de dolor, infelicidad, desesperanza, sentirse defraudados, son las formas como estos ciudadanos expresaron su tristeza por el estado de las cosas en Colombia. Y como lo plantea el informe final de este trabajo, está emoción es el punto de encuentro de muchas personas sin distinción de su origen, situación económica, etc. 



No es gratuito que una mayoría sienta qué hay muchas cosas que deben de cambiar en Colombia. Cuando estas voces no han sido escuchadas, orientadas y empoderadas positivamente, la frustración de muchos se va acumulando. Y como sucede con una olla exprés, cuando su válvula de alivio no funciona para bajar la presión, esta estalla. Fue lo que sucedió, en el periodo de abril a septiembre del años pasado, con los violentos episodios que bloquearon a nuestro país.


Dada la inmensa incertidumbre que se generó durante y después de las marchas, en medio de una pandemia histórica, no es de extrañar que la gente también manifestara la emoción del miedo. Y claro que hubo mucha gente que expresaran su indignación y algunos con ira y “voluntad de venganza” , como se evidenció en las revueltas que paralizaron por más de dos meses a Cali, la tercera ciudad más importante de Colombia  y a al principal puerto del pais. 



Los hechos ocurridos en Cali, Bogota, Medellin y otras ciudades,  deben verse  como el tsunami que nos obligue a despertarnos y buscar recuperar el tiempo perdido marcado por la indiferencia y el egoísmo de muchos. Este sacudón tan pertinente, nos está mostrando que estamos corriendo unos riesgos enormes: “la posibilidad permanente de combustión nacional, obstáculos para el desarrollo y amenazas palpables a la gobernabilidad” según el informe.


Pero como ya lo he señalado en varios blogs anteriores en los últimos meses, lo más grave es que está en peligro nuestra frágil democracia. Si no corregimos el curso rápidamente, puesto que no tenemos más tiempo que perder , vamos camino al despeñadero como hoy lo muestra el ejemplo de Venezuela que parecería que muchos se niegan a reconocer. 


O si quieren ver  otros caso más recientes. El desmadre del Peru del incapaz de Castillo que ha nombrado a 50 ministros en solo 9 meses y también está acusado por corrupción. O miremos  más hacia el sur: el salto al vacío de Chile, cuyo futuro depende hoy de un hilo en función  de lo que salga de la nueva Constitución redactada por los grupos más radicales de la izquierda de ese país, y gobernado por un joven inexperto sometido al fuego cruzado de quienes lo apoyaron..


Pero a pesar de lo anterior, hay una luz al final del túnel. Es muy interesante qué los participantes en los diálogos “Tenemos que hablar Colombia”, hayan manifestado su convencimiento que las emociones negativas y sus comportamientos asociados, no pueden conducir a “la destrucción del país y comenzar de cero” . 


Lo que la mayoría de los participantes piden es que las cosas funcionen mejor y se acabe la corrupción. Demuestran una disposición “a ser parte de las solución posibles”  y no parte del problema. Consideran que se necesitan formar mejores ciudadanos, con pensamiento más crítico, dentro de un marco de ética y principios cívicos, que les permita tener mejor criterio para tomar mejores decisiones. Esto requiere de cambios en la política, la educación y la cultura. 


Quiero subrayar especialmente la mención de la necesidad de lograr cambios en la cultura de la sociedad colombiana. Parecería que los dialogantes han intuido con bastante claridad el papel que juega tener una cultura coherente con los cambios que se quieren conseguir. Y sin embargo, este tema es el gran ausente durante esta época electoral, pero lo ha sido históricamente desde siempre. 


Una observación muy relevante con el cambio de cultura , tratada  en blogs anteriores, es la necesidad de preparar un liderazgo colectivo a todos los niveles de la sociedad, que sea capaz de orientar estos cambios con su ejemplo de coherencia y transparencia, y que hoy tanto brillan por su ausencia, en la dirigencia política y económica de nuestro pais. 


Esto explica los niveles dramáticos de desconfianza que muestran las encuestas recientes sobre este tema, también el estado de emocionalidad tan negativo que muestran los diálogos realizados. Pero también, el surgimiento acelerado de las propuestas populistas, que ofrecen respuestas simples a problemas y realidades muy complejas.


Si se lograran los cambios que se evidencian en el trabajo ya citado, sería posible poder pensar en un futuro colectivo más justo, equitativo e incluyente, que valore la diversidad y la diferencia. Ambos son  un gran activo  de una sociedad tan pluricultural como la colombiana. 


En este contexto, adquiere mucho valor el un comentario de uno de los participantes: “Es indispensable recuperar el sentido de vida, el proyecto de vida y el deseo de las nuevas generaciones de construir un mejor país desde la participación, el respeto por el otro y la diferencia”.


Por la importancia  de estos diálogos, y estando ad portas de las elecciones para elegir al próximo presidente, en el siguiente blog seguiré profundizando y analizando los resultados que salieron de este extraordinario ejercicio de poner a dialogar a los colombianos. Hay que estar dispuestos a dejarse sorprender. 


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