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sábado, 25 de octubre de 2025

Refundarla o cuidarla: la batalla por el alma narrativa de Colombia

 


Colombia entre dos relatos: la narrativa que destruye y la que convoca a cuidarla

Antes de continuar con la serie que anuncié en el blog anterior, donde comenté el lanzamiento en la Comuna 13 de Medellín, del movimiento Colombia es buena, vale la pena cuidarla, sentí la necesidad de hacer una pausa para aclarar un punto fundamental: qué es realmente una narrativa, para qué sirve y por qué hoy es decisiva para el futuro de Colombia. 

Solo entendiendo que el concepto, podremos comprender la narrativa que se está tratando de imponer —una narrativa que reescribe el país desde el resentimiento y la ruptura— y contrastarla con la narrativa que se está proponiendo desde el movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla: una narrativa que no niega los problemas, pero que convoca a cuidar, reconstruir y transformar desde la corresponsabilidad, no desde la destrucción de Colombia. Este blog busca mostrara el contraste, porque sin una narrativa clara no hay propósito, ni dirección, ni movilización posible.

¿Qué es una narrativa y para qué sirve?

“Una narrativa es una historia coherente y emocionalmente significativa que una comunidad construye para crear y darle sentido a su realidad, orientar sus decisiones y fortalecer su identidad colectiva. Su poder: crea una realidad


Función adaptativa:

“La narrativa es el recurso adaptativo por excelencia para dar sentido a la pérdida que producen los cambios, generar confianza en el futuro e invita a construir vínculos de corresponsabilidad y tiene el poder de crear realidad e identidad.” Ronald Heifetz 


Dos narrativas en tensión en Colombia

Quiero resaltar que en la definición anterior la narrativa es una historia construida colectivamente y no debe de ser el resultado de una imposición caudillista. El inmenso peligro de no entender esta diferencia es que puede llevar a una sociedad a su destrucción, como ocurrió con la narrativa de la Superioridad Aria que Hitler les vendió a los alemanes.

1. La narrativa actual 

Historia que cuenta:

Colombia es un país fallido que necesita ser refundado. Lo que existe —el modelo económico, las instituciones democráticas, los empresarios, el sistema privado de salud, educación y pensiones— es ilegítimo, inequitativo y debe ser desmontado. Por lo tanto, el Estado es el único actor moralmente válido para conducir el desarrollo del país.


Emociones que activa: Indignación, Desconfianza hacia el otro. Rabia contra “los de arriba”. Esperanza redentora centrada en un líder. Victimización social

Sentido que otorga: Somos víctimas de una élite que nos ha robado el país. Solo refundándolo y. transfiriendo el poder al pueblo a través del Estado se puede alcanzar la justicia.

Vínculos que propone: Lealtad al líder como redentor. Estado como garante y salvador. Exclusión y satanización del otro (empresarios, medios, academia privada, oposición)

2. La narrativa de “Colombia es buena y vale la pena cuidarla

Historia que cuenta:

Colombia no necesita ser refundada, necesita ser cuidada, reparada y transformada colectivamente. No podemos esperar milagros ni mesías: debemos tejer relaciones desde abajo para desarrollar una nueva cultura del cuidado, la corresponsabilidad y la acción colectiva. Las capacidades están ya en el país —en sus territorios, organizaciones, liderazgos ciudadanos, empresas, comunidades, universidades— esperando ser conectadas.


Emociones que activa: Gratitud por lo que sí funciona. Esperanza realista y movilizadora. Confianza construida desde abajo. Orgullo cívico. Amor por lo propio, por Colombia. Coraje colaborativo.

Sentido que otorga: “Somos capaces de cuidar y mejorar lo que tenemos, juntos, desde lo local y lo diverso.”

Vínculos que propone: Confianza entre actores diversos. Construcción de redes de liderazgo colectivo. Cultura de colaboración intersectorial. Reencantamiento democrático y afectivo con el país

También, hay que entender que un cambio genera pérdida. Es evidente que Colombia avanzado mucho pero requiere cambios y ajustes en muchos frentes. Petro llegó a la Presidencia vendiendo el cambio, el problema es que lo ha querido hacer dividiendo al país con una narrativa destructiva. El siguiente cuadro muestra el resumen las diferencias profundas entre “su narrativa” y la que quiero ayudar a divulgar en este blog. 

Contraste clave desde la función de una narrativa

Elemento

Narrativa actual

Narrativa de “Colombia es buena”

Sentido de la pérdida

Se agranda y se convierte en rabia

Se resignifica desde el cuidado

Confianza en el futuro

Depositada en el Estado y el líder

Construida desde el tejido social

Vínculos de corresponsabilidad

Verticales, Estado–ciudadano subordinado

Horizontales, ciudadanía activa y consciente

Protagonismo

Gobierno como actor principal

Sociedad como motor transformador

Liderazgo esperado

Redentor, mesiánico, centralizado

Colectivo, distribuido, arraigado

Emoción dominante

Odio  + resentimiento = polarización

Confianza + colaboración = esperanza 

Conclusión

La propuesta de “Colombia es buena y vale la pena cuidarla” no es un eslogan inspirador más: es una propuesta narrativa adaptativa que:

  • Responde a la crisis relacional y emocional del país que afecta su tejido social,
  • Reivindica lo que sí funciona y merece ser cuidado,
  • Convoca a la ciudadanía desde un lenguaje afectivo y una ética compartida,
  • Ofrece una alternativa realista frente al populismo emocional y destructivo,
  • Activa vínculos cívicos de confianza y corresponsabilidad desde el territorio,
  • Abre espacio para una convergencia improbable pero necesaria en 2026.

Algunas frases que propongo y que sintetizan la narrativa propuesta por el movimiento Colombia es buena:

  1. No necesitamos refundar a Colombia, necesitamos aprender a cuidarla mejor.
  1. Colombia no se arregla desde arriba: se cuida y se transforma desde el corazón de su gente. 
  2. El futuro de Colombia no se impone, se teje desde la corresponsabilidad. 
  3. Colombia es buena. No porque sea perfecta, sino porque su gente aún cree, cuida y crea

Confío en que este blog haya contribuido a comprender mejor la importancia estratégica de construir una narrativa positiva para Colombia. No se trata solo de contrarrestar la visión destructiva  que se ha intentado imponer, sino —sobre todo— de prepararnos para el país que podremos construir después del 7 de agosto, si somos capaces de crear colectivamente un relato distinto y en el que creamos millones de colombianos. Una narrativa que inspire corresponsabilidad, que recuerde que cuidar a Colombia empieza por votar bien, y que entienda que el poder de una narrativa no radica en describir la realidad, sino en crearla.


sábado, 18 de octubre de 2025

De la Comuna 13 al corazón de Colombia

  


Comunal 13: donde nace la esperanza de una Colombia que se cuida

 Esta semana, desde la Comuna 13 de Medellín, en el Instituto Educativo Las Independencias en el barrio San Javier, una zona que alguna vez fue sinónima de dolor y exclusión, se alzó una voz nueva para Colombia: “Colombia es buena y vale la pena cuidarla”. No fue un acto simbólico más. Fue el primer lanzamiento público del movimiento nacional que se ha venido construyendo, y que hoy comienza a encontrar tierra fértil en los corazones de miles de ciudadanos que se resisten a rendirse ante la desesperanza.

El lugar no pudo ser más significativo. Allí, en un colegio que forma a 2000 niños y jóvenes, en medio de las montañas y de una comunidad que ha hecho de la transformación su bandera, se plantó una semilla poderosa: la de una narrativa positiva y compartida, capaz de unir a un país que ha vivido demasiado tiempo dividido por el miedo, la rabia y la frustración.

Este blog quiero resaltar el hito de este lanzamiento de este movimiento en Medellín, que pretende aportar a la transformación positiva de Colombia. Un movimiento que no representa ninguna ideología política ni tiene un dueño visible, y que invita a quienes quieran apoyarlo a aportar a su desarrollo.

Un nuevo relato para un nuevo país

En las últimas décadas, Colombia ha sufrido una profunda erosión emocional. La desconfianza ha reemplazado la colaboración. El cinismo ha reemplazado la esperanza. Y muchas veces, las emociones que dominan nuestra conversación pública —ira, odio, resentimiento, miedo— han alimentado más la destrucción que la construcción.

Generar una nueva nueva narrativa para Colombia es un tema de preocupación nacional de mucha gente. Por eso, este movimiento no nace como una estrategia política ni como una moda pasajera. Es una respuesta profunda y urgente, que muestra cómo se pude hacer en respuesta a la crisis emocional y simbólica que vive Colombia. Lo que está en juego es el alma del país. Y para recuperarla, los colombianos necesitamos, más que propuestas técnicas, necesitamos una revolución emocional, una cultura del cuidado, una narrativa compartida que despierte las emociones brillantes que aún habitan en lo más profundo de nuestra sociedad.

Cultura del cuidado: el corazón del movimiento

El eje central de la narrativa que quiere impulsar este movimiento es simple, pero poderoso: cuidar lo que importa. En un mundo donde predomina el individualismo, el cuidado colectivo se convierte en una acción subversiva. Cuidar significa ver al otro. Escuchar. Acompañar. Reconocer lo que funciona y valorar los avances obtenidos. Construir sobre lo que ya une, en lugar de seguir repitiendo lo que nos divide.

Esta cultura del cuidado no se limita al ámbito individual y privado. Es un proyecto colectivo. Cuidamos el país cuando cuidamos el espacio público, cuando protegemos el medio ambiente, cuando tejemos redes de solidaridad en nuestros barrios, cuando participamos en decisiones que afectan a todos.

Y lo más importante: cuidar a Colombia implica también cuidarnos emocionalmente. Reconocer que nuestras emociones tienen poder político. Que no podemos construir un país distinto con las mismas pasiones que lo han desgarrado.

De la Comuna 13 al corazón de Colombia

El acto en Medellín fue más que un evento. Fue una señal de lo posible. Medios como El Tiempo,  se ha sumado al grupo de organizaciones y personas que apoyan el movimiento, y que estuvo presentes junto con RCN Televisión y El País de Cali para divulgar el evento . Pero, sobre todo, estuvo presente la comunidad. Niños, jóvenes, profesores, líderes locales. Personas que han vivido en carne propia la dureza de un país desigual, pero que no han perdido la capacidad de soñar que cuidar a Colombia tiene sentido. 

Muy importante resaltar la participación de artistas raperos muy reconocidos  como Bomby, Andrés ADP y el Dago , y grafiteros como El Perro y La Crespa, que han aportado con su arte a cambiar la imagen de su comuna. Todos ellos quisieron sumar para apoyar esta iniciativa, donde la música, la pintura y las artes escénicas, van a jugar un papel muy importante para inspirar a la gente  con el mensaje de que Colombia es buena y vale la pena cuidarla. 

En los rostros, en las palabras, en los gestos de los participantes , y en el coro de cientos de niños gritando al unísono “Colombia es buena” , se sintió lo que se quiere despertar en toda Colombia: una emoción brillante llamada esperanza.

Porque sí, es posible volver a creer en nosotros mismos los colombianos y recuperar la autoestima. Y se tiene que hacer desde la base de la sociedad, desde los territorios, desde las historias de transformación que muchos, que no cuidan a Colombia, quisieran ocultar, pero que están ahí, listas para inspirar, a donde hay gente extraordinaria que son Motores de Esperanza. Este si es el verdadero cambio que necesita nuestro país y no el que propone Petro que desconoce los logros y polariza a la sociedad.

Una travesía emocional: lo que viene en mi blog

Para darle más fuerza al movimiento, en las próximas dos semanas, voy a tocar uno de los temas más difíciles pero necesarios: las pasiones oscuras. Son esas emociones que hoy están haciendo tanto dañado a nuestra democracia: la ira que se vuelve crónica, el odio que deshumaniza, el resentimiento que corroe, el miedo que paraliza, el impulso de dominio que destruye. Y que son unas poderosas barreras para desarrollar y sostener el movimiento Colombia es buena, vale la pena cuidarla. 

No quiero quedarme en el diagnóstico, sino poder aportar a entender el cómo estas emociones operan y podemos transformarlas . Porque si no las comprendemos colectivamente, seguirán ganando terreno. Y si no las enfrentamos, los liderazgos destructivos seguirán creciendo.

La travesía emocional que voy a proponer no es cómoda, pero es necesaria. Solo si iluminamos las sombras podremos fortalecer la luz. Cómo diría Antanas Mockus en su época: se necesitan procesos pedagógicos sostenidos , para mostrarle a la gente las ventajas de la cultura ciudadana y los costos de no desarrollarla y sostenerla. La propuesta del movimiento Colombia es buena, busca retomar el tema desde la cultura del cuidado y el liderazgo colectivo. 

Lo que vendrá: una red de actores cuidadores 

Después de abordar el tema de las emociones oscuras, en las siguientes semanas , retomaremos la agenda de participación activa que se requiere para impulsar el movimiento de Colombia es buena, que ya hemos iniciado en blogs anteriores, como aporte que he querido hacerle al movimiento. Hace unos meses propuse las contribuciones  claves  que pueden hacer las universidades, y las Fuerzas Armadas, que son actores estratégicos que pueden sumarse para impulsar la iniciativa.

Pero esto es solo el inicio. En los próximos blogs, seguiré haciendo  propuestas que muestren  la participación de  nuevos actores que se pudieran sumar a la iniciativa :

  • Conjuntos habitacionales, como espacios de vida cotidiana que pueden convertirse en semilleros de cultura ciudadana y liderazgo colaborativo.
  • Cajas de compensación, con su enorme capacidad de resonancia entre millones de afiliados y empresas.
  • Las mujeres, protagonistas silenciosas de muchos procesos de cuidado que hoy deben ocupar un lugar central.
  • La tercera edad, guardianes de la memoria moral del país.
  • Los jóvenes, portadores de una nueva sensibilidad ética y estética.
  • Las fundaciones y ONG, que han tejido por décadas capacidades locales invisibles para el poder central.
  • Los artistas, que pueden traducir el cuidado en lenguajes simbólicos que movilizan.
  • Los medios de comunicación, cuya responsabilidad en cambiar el relato del país es hoy más grande que nunca.
  • Las empresas como motores para el desarrollo y que hoy están siendo atacadas desde el Gobierno Nacional.

Seguramente a esta lista podrán ir sumando otros actores, desde donde el mensaje de cuidar a Colombia seguirá difundiéndose y amplificándose. Con este esfuerzo quiero mostrar cómo se puede accionar el apoyo para fortalecer  la nueva narrativa: Colombia es buena y vale la pena cuidarla . Permitirá entender que no es un simple eslogan, sino un movimiento vivo que que nos permite visibilizar y reconocer la inmensa riqueza de experiencias valiosas de nuestra sociedad para cuidar a Colombia , así como las múltiples acciones —diversas pero concretas— que le dan sentido a la cultura ciudadana del cuidado que buscamos promover. Buscaré mostrar cómo estas acciones van a permitir  aterrizar la propuesta en los territorios a lo largo y ancho de Colombia fortaleciendo la nueva narrativa que se quiere difundir.

Una nueva partitura nacional

Lo que está en juego es algo más grande que un proyecto puntual. Los promotores  de la iniciativa quieren aportar a escribir la nueva partitura para la narrativa de Colombia. Una partitura en la que cada sector social, cada ciudadano, cada territorio, pueda aportar su nota. No una melodía unánime y homogénea, sino una sinfonía diversa, armonizada por un propósito superior: cuidar lo que somos, lo que tenemos y lo que podemos llegar a ser.

Por eso, desde este blog quiero declarar que me sumo al movimiento e invitar a mis lectores, desde sonde  se encuentren, a apoyarlo y participar en este esfuerzo colectivo. No se necesita un cargo, ni un permiso, ni una agenda política. Para participar, solo se necesita tener la convicción de que Colombia es buena y vale la pena cuidarla.

Medellín: una llama que se prende , no un punto de llegada

La Comuna 13 no fue un acto cualquiera. Fue un punto de partida. Lo que allí sucedió será replicado en otros territorios, con otros lenguajes, con otros actores. Pero la esencia será la misma: llevar el mensaje del cuidado y la esperanza a todos los rincones del país.

Estamos en un momento crítico. Las pasiones oscuras están avanzando, así como también la desconfianza. La polarización se profundiza. Pero también hay una energía nueva que está surgiendo. Una fuerza que nace de abajo, del encuentro improbable entre sectores, generaciones y regiones. Una ciudadanía que despierta.

Este blog es una celebración, pero también es una convocatoria. A  no quedarse  al margen de la historia. A saber leer lo que viene. A compartir, proponer, construir colectivamente . Porque este movimiento no tiene dueños. Tiene impulsadores  que, con su ejemplo,  son unos motores de esperanza . Y usted lector o lectora, puede ser uno de ellos.

¿Usted, lector de este blog, se unen a este viaje emocional colectivo que nos invita a  cuidar lo mejor de Colombia?


sábado, 11 de octubre de 2025

El otro rostro del Japón: lecciones para no repetir en el desarrollo de una nueva cultura ciudadana



 

 Introducción

Toda cultura tiene dos rostros. Así como Japón impresiona por su disciplina, su resiliencia y su capacidad de cuidado colectivo, también deja ver los excesos de esos mismos valores cuando se llevan al extremo. El orden puede volverse cárcel, la disciplina puede asfixiar la creatividad y la resiliencia puede esconder dolores no resueltos.

Este segundo blog busca explorar esas sombras. No como un reproche a Japón, sino como un recordatorio de que ningún modelo cultural es perfecto. Para Colombia, el aprendizaje está en reconocer qué no debemos copiar si queremos que la narrativa que está emergiendo de Colombia es buena y vale la pena cuidarla se traduzca en una cultura viva, equilibrada y sostenible.

1. Conformismo social: cuando conservar la armonía impide que hayan diferencias y se premia la aversión al riesgo

En Japón se valora la armonía por encima del conflicto. Esta preferencia cultural ha permitido sociedades estables, pero también genera un riesgo: la presión a encajar puede silenciar voces críticas. En las escuelas, en las empresas y hasta en los barrios, quien se aparta demasiado de la norma puede ser excluido.

Un rasgo profundamente arraigado en la cultura japonesa es la aversión al riesgo. La presión por alinearse con el grupo y no desafiar lo establecido premia la conformidad y castiga la disidencia. Esta mentalidad, que facilita la cohesión social, tiene un costo enorme para la innovación: dificulta la vida de los emprendedores y sofoca a quienes se atreven a pensar distinto. El resultado es visible en el retroceso de industrias que alguna vez fueron líderes globales —la electrónica, la automotriz, la fotografía— y que hoy ceden terreno a competidores más audaces en Corea del Sur y China. Japón, que en el pasado marcó el rumbo tecnológico, enfrenta ahora la paradoja de que su propia cultura de disciplina y prudencia lo ha dejado rezagado frente a países capaces de asumir riesgos mayores.

Colombia enfrenta el reto opuesto: nuestra sociedad es vibrante, diversa y a veces caótica, esa diversidad es un tesoro. El peligro de copiar acríticamente la homogeneidad japonesa sería sacrificar el pluralismo que necesitamos para fortalecer la democracia. Una cultura ciudadana sana debe reconocer que la discrepancia no es amenaza, sino motor de innovación. 

Y en cuanto al riesgo en el caso colombiano, el panorama es casi el inverso al japonés. En nuestro país el asumir riesgos forma parte del ADN cultural:

  • Emprendimiento por necesidad y por ingenio. Muchos colombianos se lanzan a crear negocios, a innovar en soluciones, a improvisar caminos donde no los hay. Esa disposición a arriesgar, incluso con recursos escasos, ha sido fuente de creatividad y resiliencia.
  • Tolerancia al fracaso. Aunque socialmente se castiga, en la práctica es común volver a empezar después de haber perdido todo. Esa plasticidad es un capital cultural valioso.
  • El lado oscuro. El exceso de riesgo también se traduce en informalidad, proyectos sin continuidad, apuestas especulativas y una cultura de “ensayo y error” que rara vez se convierte en procesos sostenibles a largo plazo. Muchas ideas se queman rápido porque no se acompañan de disciplina ni de estructuras que las respalden. Y nos falta algo muy valioso: el trabajo colectivo 

Si se mira el contraste con Japón, podríamos decir que Colombia tiene lo que a los japoneses les falta —atrevimiento, creatividad, capacidad de improvisar—, pero carece de lo que a ellos les sobra —disciplina, constancia, capacidad de sostener un esfuerzo colectivo en el tiempo.

2. Jerarquías rígidas: respeto que se convierte en sumisión

En Japón, la autoridad se respeta con rigurosidad. Las jerarquías laborales y sociales se reflejan hasta en el lenguaje: el japonés tiene diferentes formas verbales según la posición de la persona a la que se dirige uno. Aunque esto facilita la claridad de roles, también limita el disenso. Muchas decisiones no se cuestionan, incluso si afectan negativamente a la comunidad.

En Colombia, solemos sufrir el problema contrario: una relación con la autoridad marcada por la desconfianza y la rebeldía. Sin embargo, esa realidad nuestra, que puede ser a veces es excesiva, es también puede ser una reserva para defender nuestra democracia. La advertencia es clara: necesitamos estructuras de autoridad que se ganen el respeto de la gente, pero nunca a costa de perder la autonomía crítica. Si queremos desarrollar una cultura de cuidado, como lo propone el movimiento “ Colombia es buena” , esta no puede basarse en la obediencia ciega, sino en una capacidad colectiva de construir acuerdos conscientes a pesar de las diferencias.


3. Soledad y salud mental: el costo invisible del orden

Uno de los contrastes más dolorosos en Japón es la coexistencia de ciudades impecables con altos índices de soledad y depresión. Fenómenos como el hikikomori —jóvenes que se encierran durante meses o años en sus habitaciones, desconectados del mundo— muestran que la presión social puede quebrar la vida emocional. También está el drama del suicidio, que, aunque ha disminuido en las últimas décadas, sigue siendo un problema serio.

Aquí aparece una advertencia vital para Colombia: no basta con construir orden externo si no hay salud emocional interna. Nuestro país, con todas sus dificultades, conserva una reserva de cercanía humana, de familia extendida, de vecindad solidaria. Son capitales emocionales que debemos proteger. Si perdiéramos esa calidez en nombre de la eficiencia, el costo sería altísimo.

Resulta interesante que , mientras escribo este blog, leo en un periódico japonés en inglés la noticia de que los gobiernos de Japón y Corea han decidido crear una comisión de alto nivel para buscar soluciones a dos problemas que los afectan por igual: la crisis de salud mental y el acelerado decrecimiento demográfico.

4. Homogeneidad excluyente: cuando la diversidad se percibe como amenaza

Japón es una sociedad con poca inmigración y gran homogeneidad étnica y cultural. Eso le ha dado cohesión, pero también ha generado dificultades para integrar lo diverso. Los extranjeros, incluso después de décadas de residencia, pueden seguir siendo vistos como “otros”.

Colombia, en cambio, es plural desde su raíz. Somos mezcla de regiones, etnias, religiones y formas de vida. Si algo necesitamos, es más bien aprender a transformar esa diversidad en un factor de cohesión que facilite nuestro desarrollo. La advertencia japonesa es clara: no confundir unidad con uniformidad. Una narrativa como Colombia es buena debe construirse sobre la aceptación de la diferencia como un activo para promover la cultura del cuidado .


5. Exceso de sacrificio: cuando el trabajo consume la vida

El fenómeno del karoshi —muerte por exceso de trabajo— refleja un extremo cultural japonés: la entrega total a la empresa, incluso a costa de la salud y la familia. Aunque hoy existen esfuerzos por equilibrar la vida laboral, la presión sigue siendo evidente.

Colombia puede aprender aquí una lección valiosa. Nuestra cultura, con su vitalidad, su música y su capacidad de fiesta, a veces es criticada por falta de rigor. Pero ese actitud  que se ve en varias regiones del país,  no debe convertirse en un defecto. Más bien pude ser un recurso valioso porque en tiempos de crisis como los actuales, la risa, la amistad y la creatividad han sido y son mecanismos de superación. El ejemplo japonés nos muestra que no es inteligente sacrificar la humanidad en nombre de la productividad. La clave está en equilibrar esfuerzo con bienestar.

6. El espejo para Colombia: ¿qué cultura queremos cultivar?

Las sombras japonesas nos obligan a pensar que no basta con importar virtudes sin mirar los riesgos. La disciplina puede derivar en rigidez, el orgullo en exclusión, la resiliencia en silencios dolorosos.

Colombia tiene desafíos distintos: fragmentación social, desconfianza en lo común, debilidad institucional. Pero también tiene fortalezas propias: la capacidad de improvisar, la creatividad para sobrevivir en contextos adversos, la diversidad como fuente de riqueza simbólica.

La clave está en no renunciar a nuestras cualidades en nombre de un modelo ajeno. Más bien, se trata de equilibrar: aprender de Japón la constancia, pero sin perder la alegría; admirar su respeto por lo común, pero sin caer en el conformismo; reconocer su resiliencia, pero sin silenciar las heridas.


Conclusión

Japón nos muestra que el orden no es un fin en sí mismo: puede ser herramienta de cohesión o cadena que aprisiona. Para Colombia, la gran lección está en el equilibrio. Necesitamos construir una cultura ciudadana que combine disciplina con creatividad, respeto con crítica, unidad con diversidad, esfuerzo con calidez humana.

La narrativa que está emergiendo con el movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla, no puede convertirse en un discurso rígido ni en un llamado a la obediencia ciega. Debe ser un proyecto vivo, que integre nuestras luces y sombras. Japón nos advierte que el precio de ignorar el alma de una sociedad puede ser muy alto.

Si queremos que nuestra cultura sea habilitadora y no freno, debemos elegir con cuidado qué aprendizajes incorporar y qué excesos evitar. En últimas, se trata de hacer de la cultura un espacio donde la disciplina no ahogue la risa, donde la memoria no apague la esperanza, y donde el cuidado colectivo se viva con orgullo, sin perder la libertad que hace de Colombia un país único.

PD: a mis lectores que no leyeron mi blog anterior sobre los aspectos positivos de la cultura japonesa los invito a hacerlo para contrastarlo con lo planteado en este blog

El próximo martes se realizará el primer lanzamiento del movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla en la Comuna 13 de Medellín, con la participación de músicos colombianos de talla mundial. El evento tendrá lugar en un escenario que pasó de ser una herida profunda para la sociedad antioqueña a convertirse en símbolo de transformación y cuidado, y en uno de los destinos más visitados por los turistas que llegan a la ciudad.