Colombia entre dos relatos: la narrativa que destruye y la que convoca a cuidarla
Antes de continuar con la serie que anuncié en el blog anterior, donde comenté el lanzamiento en la Comuna 13 de Medellín, del movimiento Colombia es buena, vale la pena cuidarla, sentí la necesidad de hacer una pausa para aclarar un punto fundamental: qué es realmente una narrativa, para qué sirve y por qué hoy es decisiva para el futuro de Colombia.
Solo entendiendo que el concepto, podremos comprender la narrativa que se está tratando de imponer —una narrativa que reescribe el país desde el resentimiento y la ruptura— y contrastarla con la narrativa que se está proponiendo desde el movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla: una narrativa que no niega los problemas, pero que convoca a cuidar, reconstruir y transformar desde la corresponsabilidad, no desde la destrucción de Colombia. Este blog busca mostrara el contraste, porque sin una narrativa clara no hay propósito, ni dirección, ni movilización posible.
¿Qué es una narrativa y para qué sirve?
“Una narrativa es una historia coherente y emocionalmente significativa que una comunidad construye para crear y darle sentido a su realidad, orientar sus decisiones y fortalecer su identidad colectiva. Su poder: crea una realidad”
Función adaptativa:
“La narrativa es el recurso adaptativo por excelencia para dar sentido a la pérdida que producen los cambios, generar confianza en el futuro e invita a construir vínculos de corresponsabilidad y tiene el poder de crear realidad e identidad.” Ronald Heifetz
Dos narrativas en tensión en Colombia
Quiero resaltar que en la definición anterior la narrativa es una historia construida colectivamente y no debe de ser el resultado de una imposición caudillista. El inmenso peligro de no entender esta diferencia es que puede llevar a una sociedad a su destrucción, como ocurrió con la narrativa de la Superioridad Aria que Hitler les vendió a los alemanes.
1. La narrativa actual
Historia que cuenta:
Colombia es un país fallido que necesita ser refundado. Lo que existe —el modelo económico, las instituciones democráticas, los empresarios, el sistema privado de salud, educación y pensiones— es ilegítimo, inequitativo y debe ser desmontado. Por lo tanto, el Estado es el único actor moralmente válido para conducir el desarrollo del país.
Emociones que activa: Indignación, Desconfianza hacia el otro. Rabia contra “los de arriba”. Esperanza redentora centrada en un líder. Victimización social
Sentido que otorga: Somos víctimas de una élite que nos ha robado el país. Solo refundándolo y. transfiriendo el poder al pueblo a través del Estado se puede alcanzar la justicia.
Vínculos que propone: Lealtad al líder como redentor. Estado como garante y salvador. Exclusión y satanización del otro (empresarios, medios, academia privada, oposición)
2. La narrativa de “Colombia es buena y vale la pena cuidarla”
Historia que cuenta:
Colombia no necesita ser refundada, necesita ser cuidada, reparada y transformada colectivamente. No podemos esperar milagros ni mesías: debemos tejer relaciones desde abajo para desarrollar una nueva cultura del cuidado, la corresponsabilidad y la acción colectiva. Las capacidades están ya en el país —en sus territorios, organizaciones, liderazgos ciudadanos, empresas, comunidades, universidades— esperando ser conectadas.
Emociones que activa: Gratitud por lo que sí funciona. Esperanza realista y movilizadora. Confianza construida desde abajo. Orgullo cívico. Amor por lo propio, por Colombia. Coraje colaborativo.
Sentido que otorga: “Somos capaces de cuidar y mejorar lo que tenemos, juntos, desde lo local y lo diverso.”
Vínculos que propone: Confianza entre actores diversos. Construcción de redes de liderazgo colectivo. Cultura de colaboración intersectorial. Reencantamiento democrático y afectivo con el país
También, hay que entender que un cambio genera pérdida. Es evidente que Colombia avanzado mucho pero requiere cambios y ajustes en muchos frentes. Petro llegó a la Presidencia vendiendo el cambio, el problema es que lo ha querido hacer dividiendo al país con una narrativa destructiva. El siguiente cuadro muestra el resumen las diferencias profundas entre “su narrativa” y la que quiero ayudar a divulgar en este blog.
Contraste clave desde la función de una narrativa
|
Elemento |
Narrativa actual |
Narrativa de “Colombia es buena” |
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Sentido de la pérdida |
Se agranda y se convierte en rabia |
Se resignifica desde el cuidado |
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Confianza en el futuro |
Depositada en el Estado y el líder |
Construida desde el tejido social |
|
Vínculos de corresponsabilidad |
Verticales, Estado–ciudadano subordinado |
Horizontales, ciudadanía activa y consciente |
|
Protagonismo |
Gobierno como actor principal |
Sociedad como motor transformador |
|
Liderazgo esperado |
Redentor, mesiánico, centralizado |
Colectivo, distribuido, arraigado |
|
Emoción dominante |
Odio + resentimiento = polarización |
Confianza + colaboración = esperanza |
Conclusión
La propuesta de “Colombia es buena y vale la pena cuidarla” no es un eslogan inspirador más: es una propuesta narrativa adaptativa que:
- Responde a la crisis relacional y emocional del país que afecta su tejido social,
- Reivindica lo que sí funciona y merece ser cuidado,
- Convoca a la ciudadanía desde un lenguaje afectivo y una ética compartida,
- Ofrece una alternativa realista frente al populismo emocional y destructivo,
- Activa vínculos cívicos de confianza y corresponsabilidad desde el territorio,
- Abre espacio para una convergencia improbable pero necesaria en 2026.
Algunas frases que propongo y que sintetizan la narrativa propuesta por el movimiento Colombia es buena:
- No necesitamos refundar a Colombia, necesitamos aprender a cuidarla mejor.
- Colombia no se arregla desde arriba: se cuida y se transforma desde el corazón de su gente.
- El futuro de Colombia no se impone, se teje desde la corresponsabilidad.
- Colombia es buena. No porque sea perfecta, sino porque su gente aún cree, cuida y crea
Confío en que este blog haya contribuido a comprender mejor la importancia estratégica de construir una narrativa positiva para Colombia. No se trata solo de contrarrestar la visión destructiva que se ha intentado imponer, sino —sobre todo— de prepararnos para el país que podremos construir después del 7 de agosto, si somos capaces de crear colectivamente un relato distinto y en el que creamos millones de colombianos. Una narrativa que inspire corresponsabilidad, que recuerde que cuidar a Colombia empieza por votar bien, y que entienda que el poder de una narrativa no radica en describir la realidad, sino en crearla.





