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sábado, 6 de diciembre de 2025

El señor de los sueños

 El Señor de los Sueños: la nueva religión  autoritaria que seduce a la derecha americana (publicado)

En estos días estuve escuchando un podcast en siete capítulos sobre el fenómeno de “ el señor de los sueños”,  en El Salvador . Este es el nombre con el que se conoce a Bukele el actual presidente de El Salvador. Me impresionó mucho este trabajo periodístico tan profesional, y me tomé el trabajo de tomar notas sobre los principales temas que allí se presentan para entender mejor cómo se configuró este fenómeno político y por qué resulta tan atractivo para sectores de la derecha latinoamericana. Esto es especialmente relevante de cara a las elecciones en Colombia, donde ha surgido un candidato que busca seguir un camino similar. 

A continuación, presento algunos de los temas más relevantes para que el lector pueda formarse su propia opinión sobre el camino seguido por este pequeño país centroamericano y la conveniencia de que haya alguien que quiera seguir una ruta similar para Colombia..

  • La serie reconstruye los orígenes de Bukele: su formación, su familia, su tránsito de empresario/familia acomodada a alcalde, y luego su salto al poder nacional.  
  • Muestra cómo desde su campaña y discurso inicial, Bukele apeló a la idea de “romper el status quo”, presentarse como “alternativa”, como “movimiento ciudadano”, bajo la bandera de renovación y “nuevas ideas”.  
  • Pero también advierte que ese marketing — de “pueblo vs élites”, de “movimiento horizontal”, de “nosotros contra ellos” — vino acompañado de prácticas autoritarias y una concentración del poder.  
  • Finalmente, la serie mira más allá de su país: analiza lo que significa que su estilo de liderazgo, sus tácticas, su narrativa, estén siendo admiradas, imitadas o invocadas por aspirantes de derecha en otros países latinoamericanos.  

En otras palabras: el “modelo Bukele” no es solo un caso nacional, sino un laboratorio político — un experimento cuyos efectos e implicaciones están irradiando más allá de El Salvador.  Desde la serie se identifican varios factores que explican por qué el modelo de Bukele resulta atractivo para muchos países latinoamericanos:

  • Eficacia simbólica y comunicacional: Bukele se presenta como “el hombre nuevo”, como alguien joven, carismático, disruptivo — distinto a los políticos tradicionales. Eso resuena especialmente con poblaciones hartas de corrupción, de promesas incumplidas, de inestabilidad.  
  • Promesa de orden y seguridad: Ante problemas de violencia, pandillas, inseguridad — realidades comunes en muchos países de la región — su discurso de mano dura y ofensiva contra el crimen ofrece una “solución rápida”. Esto apela a la impaciencia colectiva: muchos están dispuestos a sacrificar libertades a cambio de seguridad. Esa promesa, aunque problemática y difícil de sostener , tiene gran poder electoral.  
  • Renovación institucional y ruptura con élites tradicionales: La idea de “romper con lo viejo”, de renovar la política, seduce a ciudadanos desilusionados de los partidos tradicionales (izquierda o derecha). Bukele lo capitalizó con un discurso de pueblo vs élites, de “nuevas ideas”, de “movimiento ciudadano” — lo que le dio  un aura de legitimidad popular.  
  • Impulso de símbolos modernos / pospolíticos: Su estilo combina redes sociales, marketing, caudal simbólico — algo distinto al estilo clásico de los partidos latinoamericanos — lo que lo volvió atractivo para generaciones jóvenes o sectores urbanos con desafección por lo tradicional.   Hay que señalar que antes de lanzarse a la política manejaba la agencia de publicidad de su familia con una amplia experiencia en marketing político que la sigue utilizando a profundidad .

En el podcast muestran cómo estos elementos explican el por qué muchos candidatos de derecha en otras latitudes podrían mirar hacia Bukele: les ofrece una receta que parece dar resultados rápidos — o al menos aparentes — de transformación, orden y “limpieza” del sistema.

Riesgos, sombras y críticas del modelo — lo que suele omitirse o minimizarse al analizar el caso del “señor de los sueños”

El podcast se advierten también múltiples peligros y consecuencias negativas de seguir el modelo Bukele:

Concentración de poder y debilitamiento democrático

  • Aunque en campaña se habla de “movimiento ciudadano horizontal”, la práctica ha sido muy vertical y autoritaria — con concentración total de poder. Su partido hoy domina la Asamblea Legislativa, con la cual se tomó el sistema judicial, lo que debilitó los mecanismos de contrapeso y en la práctica acabó con la democracia en su país.  
  • En 2022 se saltó la Constitución con el apoyo de la Asamblea, la que  autorizó su reelección indefinida — que le permite la perpetuación del poder a Bukele, eliminar la alternancia  y abrir la puerta al autoritarismo en su país.  
  • Violencia institucional y erosión de derechos civiles

Durante la ejecución del Plan Control Territorial — la estrategia central de seguridad de Bukele — se han documentado miles  de detenciones arbitrarias, muertes bajo custodia estatal, desapariciones forzadas, sobre todo entre jóvenes.  Se calculan más de 70.000 personas detenidas en mega cárceles, muchos que no han sido juzgadas y sobre los cuales no se sabe su paradero.

  • Las organizaciones de derechos humanos han advertido que, aunque las estadísticas oficiales muestran una fuerte reducción de homicidios, esa “seguridad” está basada en represión brutal, en pactos oscuros con pandillas Maras como lo ha hecho Petro en Colombia , y un uso desproporcionado de la fuerza del aparato estatal.  
  • A su vez, se ha debilitado tonalmente la rendición de cuentas: instituciones de control, justicia independiente, mecanismos de supervisión han quedado comprometidos y bajo absoluto el control del gobierno .  

Incumplimiento de promesas — legitimidad basada en propaganda, no en resultados sostenibles

  • Según la serie, en su primer mandato el gobierno incumplió una mayoría abrumadora de sus promesas de campaña: alrededor del 78 % del plan original quedó sin cumplirse; de lo restante, solo una parte mínima se ejecutó completamente.  
  • Muchas de las promesas de transformación estructural (economía, desarrollo social, institucionalidad) quedaron vacías o fueron sustituidas por medidas simbólicas como el Biticoin, centradas en mostrar resultados inmediatos — sobre todo en seguridad.  
  • Eso genera una legitimidad frágil: efectiva mientras hay consenso social basado en miedo, enojo, urgencia — pero débil cuando se acumulan los cuestionamientos éticos, sociales, institucionales.

Inspiración para populismos punitivos y derechas autoritarias en otros países

  • El episodio séptimo : “Después de Bukele”,  argumenta que muchos partidos de derecha en América Latina adoptan su discurso de mano dura, promesas de orden, populismo punitivo — como si existiera una fórmula mágica para el éxito electoral basada en represión.  
  • Esa adopción puede traducirse en degradación irreversible de la democracia: concentración de poder, erosión de libertades, debilidad institucional — todo en nombre de “seguridad”, “orden” y “eficiencia”.  
  • El riesgo: que en varios países se repita un patrón similar, bajo distintos nombres, dando lugar a lo que se podría  llamar “autoritarismos blandos” o “populismos de derecha” con máscara democrática.

 Reflexiones para América Latina — ¿Qué significa replicar el modelo Bukele en contextos distintos?

  • Replicar un modelo de mano dura puede dar resultados rápidos en seguridad, pero puede socavar las instituciones democráticas a mediano y largo plazo: sin contrapesos fuertes, la concentración de poder habilita arbitrariedades. El ejemplo del Salvador desde la derecha, o el de Venezuela desde la izquierda,  son dos ejemplos contundentes. 
  • La narrativa de “pueblo vs élites”, de “movimiento ciudadano”, funciona como coalición emocional transversal — puede unir en el corto plazo, pero dividir socialmente, estigmatizar opositores, legitimar exclusiones, violencia, represión.
  • Las promesas de renovación tienen un límite: sin estrategias de desarrollo estructural — educativas, económicas, sociales — la estabilidad será frágil, y los cambios superficiales acabarán siendo meros parches.
  • En contextos con desigualdades profundas, polarización social, debilidad institucional — como en muchos países de América Latina — el “modelo Bukele” podría exacerbar tensiones, generar más injusticia, más exclusión y en el caso colombiano mucho más violencia.
  • Si candidatos de derecha imitan ese modelo, no basta hablar de mano dura: es fundamental exigir claridad en la institucionalidad, rendición de cuentas, garantías de derechos humanos, mecanismos de participación ciudadana real — no solo marketing político.

El dilema final: ¿queremos un país seguro o un país libre?

Bukele plantea este dilema con astucia. Pero es un dilema falso. La verdadera seguridad —la que dura, la que transforma— requiere instituciones fuertes, justicia confiable, inversión social, protección de derechos, oportunidades para los jóvenes, libertad de empresa.

Lo que el modelo Bukele ofrece es otra cosa: seguridad inmediata, pero a través del miedo, la obediencia y la concentración del poder. Latinoamérica debe preguntarse: ¿queremos gobiernos que maten el crimen… o gobiernos que maten la democracia?

La respuesta no es obvia. Y ese es precisamente el peligro. Especialmente para Colombia, donde el candidato Aspriella ( el Bukele nacional),  ha ofrecido “destripar a la izquierda” si llegara al poder . No creo mucho que la seguridad se logre regresando al pasado donde parece que nuestra sociedad le cuesta mucho trabajo salir. 

Y unas últimas reflexiones : 

Una democracia que no resuelve los problemas pierde legitimidad, y una vez la pierde, cualquier autoritarismo maquillado , de derecha o izquierda, puede ocupar su lugar. Y el aplauso masivo es más peligroso que la ambición del líder ya que es el aplauso el que habilita la deriva autoritaria como lo muestra el caso de Bukele en El Salvador..

El modelo Bukele es jugar con fuego. representa una forma nueva de populismo punitivo: más moderno, más eficaz, más emocional, más publicitario. Pero su esencia es vieja: la idea de que un hombre fuerte puede salvar al país.

Cuando la derecha lo adopta sin cuestionarlo, la región entra en un ciclo perverso: Crisis de seguridad populista punitivo. debilitamiento institucional. más crisis. líder más autoritario. Y así sucesivamente, hasta que el país queda irreconocible y la reconstrucción tarda décadas. Esto es lo que está en juego en las próximas elecciones en Colombia.


sábado, 29 de noviembre de 2025

Las creencias limitantes y las habilitantes II PARTE

 Las creencias limitantes y habilitantes que frenan o aceleran el verdadero cambio mental de un país.

En el blog anterior sobre creencias quise poner en el radar de la conversación nacional un tema invisible: el poder de las creencias para poder construir o imposibilidad de crear un futuro colectivo posible. Ese es el gran reto que define si es posible o no, encontrar un punto de encuentro en un país fracturado y tan diverso como es Colombia. 

En este blog voy a enumerar una lista de las creencias limitantes que nos impiden lograrlo, y la de las creencias habilitantes que deberíamos habilitar, mediante una nueva narrativa, en el imaginario colectivo de la nación. 

1Creencias que frenan a Colombia vs. Creencias que habilitan la nueva narrativa**

Creencias que Frenan a Colombia

Creencias que Habilitan la Nueva Narrativa

1. “Colombia no tiene arreglo.” Fatalismo cultural que anula la acción.

1. “Colombia es buena y vale la pena cuidarla.” Punto emocional de partida para reconstruir confianza.

2. “El Estado debe resolverme los problemas.” Dependencia, pasividad y expectativas irreales.

2. “El cuidado empieza por mí.” Activa la corresponsabilidad y el liderazgo cotidiano.

3. “Todos los políticos son iguales.” Destruye la legitimidad democrática y favorece populismos.

3. “Las reglas nos protegen a todos.” Restituye el valor del Estado de derecho.

4. “La ley es un estorbo.” Justifica el atajo, la trampa y la cultura del incumplimiento.

4. “Lo público también es mío.” Promueve la cultura ciudadana y la apropiación colectiva.

5. “El vivo vive del bobo.” Matriz de desconfianza estructural.

5. “Los problemas complejos se resuelven juntos.” Base del impacto colectivo y colaboración improbable.

6. “El que tiene poder manda, el resto obedece.” Autoritarismo cotidiano e inhibición del diálogo.

6. “La confianza se construye actuando.” Reemplaza el cinismo por compromisos visibles.

7. “Nada cambia.” Inmovilismo cívico.

7. “El país se transforma desde lo local.” Descentraliza el cambio y empodera comunidades.

8. “Los otros son la causa de mis males.” Polarización identitaria y victimismo.

8. “El otro es un aliado posible, no un enemigo.” Fomenta convivencia, diálogo y moderación.

9. “El que critica divide.” Anula la deliberación democrática.

9. “La corresponsabilidad es poder.” Promueve ciudadanía activa y madurez democrática.

10. “El progreso exige destruir al contrario.” Base del faccionalismo que paraliza.

10. “La esperanza es mejor estrategia que la rabia.” Activa emociones brillantes y cooperación durable.

1. La columna izquierda describe el “software emocional” heredado

Son creencias que vienen del barroco hispánico, la cultura del atajo, el clientelismo y la inestabilidad institucional. Son invisibles, pero definen comportamientos colectivos.

2. La columna derecha es el corazón de la nueva narrativa

Es lo que permitiría construir un proyecto de país basado en: Cuidado. Cultura ciudadana. Corresponsabilidad. Redes de liderazgo colectivo. Espíritu colaborativo. Respeto por las reglas

3. La transición entre columnas define el movimiento

Esto es exactamente lo que propone Colombia es buena: pasar del miedo, resentimiento y rabia hacia esperanza, cuidado y cooperación.

Veamos más en detalle qué es cada una de estas creencias y su impacto en la construcción de una nueva narrativa para Colombia que permita lograr la convergencia desde la diversidad, generando un clima emocional que lo permita.

. Las 10 creencias limitantes que frenan a Colombia

Estas son las creencias más extendidas —culturales, políticas y emocionales— que hoy actúan como obstáculos invisibles, moldeando comportamientos, decisiones y expectativas colectivas:

1. “Colombia no tiene arreglo.”

Instala resignación, inhibe la acción colectiva y refuerza el cinismo.

2. “El Estado debe resolverme los problemas.”

Genera dependencia, expectativas irreales y debilita la corresponsabilidad ciudadana.

3. “Todos los políticos son iguales.”

Destruye la confianza en la democracia, facilita la llegada de populismos y favorece la abstención.

4. “La ley es un estorbo: lo importante es sobrevivir.”

Alimenta la cultura del atajo, la trampa, el incumplimiento y la normalización de lo inaceptable.

5. “El vivo vive del bobo.”

Una de las raíces más profundas de la desconfianza generalizada y la descomposición del capital social.

6. “El que tiene poder manda, el resto obedece.”

Refuerza relaciones verticales, autoritarismo cotidiano y dificulta la cooperación horizontal.

7. “Nada cambia porque nada sirve.”

Bloquea la participación ciudadana, debilita la acción colectiva y permite que prospere el “dejar hacer”.

8. “Los otros son la causa de mis males.”

Promueve victimismo, polarización y populismos identitarios, sin asumir responsabilidad compartida.

9. “El que protesta es enemigo, el que critica es traidor.”

Impide la deliberación democrática y genera ambientes sociales tóxicos donde solo queda la confrontación.

10. “Progreso significa destruir al contrario.”

Base emocional del faccionalismo que fragmenta al país y hace imposible construir propósitos comunes.

2. Las 10 creencias habilitadoras para una nueva narrativa

Estas son las creencias que pueden alimentar una narrativa positiva, movilizadora y realista, coherente con el movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla:

1. “Colombia es buena y vale la pena cuidarla.”

La premisa emocional y moral que reconecta ciudadanía, esperanza y corresponsabilidad.

2. “El cuidado empieza por mí.”

Desplaza la pasividad y reconoce el poder transformador del ejemplo personal.

3. “Las reglas nos protegen a todos.”

Reconstruye respeto institucional, limita la arbitrariedad y reduce las emociones tristes.

4. “Lo que es de todos también me pertenece.”

Fomenta cultura ciudadana, apropiación colectiva y defensa de lo público.

5. “Los problemas complejos se resuelven juntos.”

Núcleo del liderazgo adaptativo, base del impacto colectivo y de las comunidades de liderazgo.

6. “La confianza se construye actuando, no esperando.”

Invitación a pequeños compromisos diarios que aumentan el capital social.

7. “El país se transforma desde lo local.”

Descentraliza la esperanza, reactiva liderazgos comunitarios y baja la política a lo cotidiano.

8. “La corresponsabilidad es poder.”

Promueve el paso de la queja a la acción, de la dependencia al protagonismo ciudadano.

9. “El otro , el distinto no es mi enemigo: es mi aliado posible.”

Rompe la lógica de facciones y habilita colaboraciones improbables desde la diversidad.

10. “La esperanza es mejor estrategia que la rabia.”

Desplaza las pasiones oscuras y activa las pasiones brillantes: cuidado, generosidad, propósito.

3. Justificación: por qué estas creencias son esenciales para la nueva narrativa

a) Una narrativa es un marco emocional, no una lista de ideas

Estas creencias reconfiguran la forma en que la gente interpreta la realidad, decide y actúa. Son el “software emocional” que hace posible o imposible cualquier proyecto político o social.

b) La narrativa existente promovida desde el “ progresismo”, se apoya en emociones tristes

—Indignación. Rabia. Resentimiento. Polarización.Desconfianza en instituciones.Promesa de refundación mesiánica

c) Las creencias positivas ofrecen un puente emocional en un país fracturado y preparan el terreno para el liderazgo adaptativo del próximo gobierno

La narrativa alternativa se apoya en emociones brillantes: Confianza. Cuidado. Esperanza activa Corresponsabilidad. Respeto por las reglas. Transformación desde lo posible. Son inclusivas, no ideológicas, no partidistas, y tocan fibras que unen: familia, comunidad, orgullo por lo propio y deseo de bienestar.

Sin estas creencias, ningún proceso de reconstrucción institucional o emocional será posible en 2026.


sábado, 22 de noviembre de 2025

 Creencias que ciegan, creencias que liberan: el desafío  interior para reconstruir a Colombia

En tiempos de incertidumbre, polarización y ansiedad colectiva, solemos buscar explicaciones afuera: en los políticos, en los medios, en la economía, en los poderes ocultos o en la corrupción que parece extenderse como un cáncer. Pero con menos frecuencia nos atrevemos a mirar hacia adentro. A ese territorio íntimo donde se alojan las creencias que filtran lo que vemos, condicionan lo que sentimos y determinan cómo actuamos.

Las creencias —personales y colectivas— son, quizá, la fuerza más subestimada en la vida social de una nación. No son simples opiniones ni ideas pasajeras: son lentes invisibles que seleccionan la información que aceptamos, moldean nuestras emociones y guían nuestras decisiones. En un entorno como el colombiano, donde las emociones oscuras —resentimiento, miedo, desconfianza, rabia— se han vuelto parte del paisaje, el papel de las creencias es aún más decisivo: pueden amplificar la polarización o abrir caminos hacia la cultura del cuidado y la cooperación.

En este blog propongo detenernos un momento para preguntarnos: ¿qué creencias están gobernando y limitando nuestra vida pública y privada?, ¿qué creencias necesitamos revisar para habilitar la construcción de un propósito superior que nos reúna como país?

1. Las creencias como filtros de la realidad

La mente humana nunca observa el mundo en bruto. Siempre interpone una narrativa previa, una suposición, una explicación. Vivimos atrapados en unos modelos mentales que no reconocemos fácilmente. No vemos “la realidad”: vemos nuestra versión de la realidad, la que nuestras creencias nos permiten procesar. Y difícilmente las cuestionamos. 

Por eso dos personas, frente a los mismos hechos, llegan a conclusiones opuestas y sienten emociones radicalmente diferentes. A eso se suma otro fenómeno: en escenarios de polarización, las creencias se vuelven identidad, y cuando una creencia se convierte en identidad, ya no la defendemos con argumentos, sino con emociones. Así muere el diálogo,  la conversación y nace la agresividad. Protegemos lo que creemos es nuestra identidad individual y colectiva.

En estos momentos, Colombia está viviendo esta realidad de manera dramática. Lo que pensamos del país, del gobierno, de los empresarios, de los jóvenes, de la Fuerza Pública o de los líderes políticos, no surge de un análisis sereno, sino de creencias acumuladas: algunas heredadas, otras inducidas, muchas nunca examinadas.

Las creencias son como un sistema operativo: si no lo actualizamos, empieza a fallar.

Y el problema se aumenta exponencialmente cuando buscamos juntarnos con personas que tienen creencias similares, dinámica que las convalida y refuerza. Es la razón de los silos de opinión habilitados por las redes sociales. 

2. ¿Por qué es necesario revisar nuestras creencias?

Porque las creencias generan emociones, y las emociones guían comportamientos. Y hoy, en Colombia, las emociones están bloqueando las posibilidades de encuentro y generando comportamientos muy agresivos. Las personas con creencias diferentes son los enemigos a los que hay que destruir.

Cuando una creencia se instala como verdad absoluta (“todos los políticos son iguales”, “nadie en este país hace las cosas bien”, “Colombia es un país condenado”, “el otro bando es un enemigo”), esas creencias restringen nuestra mirada, erosionan la confianza y nos llevan a actuar desde el miedo o la impotencia.

Hay tres razones que hacen urgente revisar nuestras creencias:

a)  Muchas de nuestras creencias ya no corresponden al país que somos

Seguimos interpretando la realidad con marcos mentales de otra época: Creencias autoritarias sobre el liderazgo. Creencias fatalistas sobre nuestra identidad colectiva. Creencias de desconfianza aprendida que nos impiden colaborar. Es como querer navegar el océano desconocido con mapas que no existen.

b) Las creencias generan estados emocionales duraderos

Una creencia pesimista produce miedo. Una creencia de impotencia produce resignación. Una creencia de rechazo produce agresividad. Por eso revisar las creencias no es un acto intelectual: es un acto emocional y ético.

c) Ninguna sociedad puede construir un propósito superior con creencias que se contradicen

Si creemos que “nada funciona”, ¿cómo esperar compromiso?. Si creemos que “todos los demás son corruptos”, ¿cómo construir confianza?.Si creemos que “Colombia está perdida”, ¿cómo pedirle a la gente que cuide algo que considera irrecuperable?. si creemos que las personas en condiciones de pobreza extrema no pueden cuidar de su comunidad, ¿ cómo construir una realidad colectiva?. Las la suma de las creencias individuales son la infraestructura mental invisible de un país. Sin revisar esa infraestructura, no habrá narrativa común posible.

3. Introducir este tema en una conversación nacional

Este es un punto crítico. Colombia necesita hablar de sus creencias sin vergüenza y sin miedo para hacerlas muy visibles y entender su impacto. Pero ¿cómo hacerlo para diferentes públicos y en diferentes escenarios, que permita una mejor comprensión colectiva?

Propongo tres caminos:

1. Convertirlo en una conversación sobre su impacto en el bienestar emocional, no sobre política

Nos dormimos con creencias y nos despertamos con ellas, determinan cómo trabajamos, cómo hablamos con nuestros hijos, cómo interpretamos la incertidumbre. Es decir: afectan el bienestar individual y colectivo cotidiano.

Esto abre la puerta a un diálogo más humano, menos ideológico.

2. Conectar el tema con ejemplos cotidianos

Las creencias se manifiestan en cosas simples: cómo tratamos al vecino, cómo manejamos el desacuerdo, cómo reaccionamos ante una norma, cómo interpretamos el trabajo colectivo.La conversación puede comenzar ahí, sin entrar de inmediato en las grandes discusiones nacionales.

3. Vincular el tema con el propósito superior que el país necesita

No se trata de revisar creencias por revisión psicológica: se trata de revisarlas porque sin una base compartida de creencias colectivas, ningún propósito nacional sobrevivirá. Y esta es precisamente la razón por la cual este tema conecta con la narrativa que hemos venido trabajando: Colombia es buena y vale la pena cuidarla.

4. ¿Qué tiene que ver esto con el movimiento Colombia es buena?

La premisa central del movimiento es que Colombia tiene un enorme potencial humano, social y cultural que ha sido opacado por narrativas negativas y por creencias que refuerzan la desesperanza. 

Una creencia no revisada puede convertirse en un obstáculo para el cuidado colectivo. La creencia de que “nada va a cambiar” paraliza. La creencia de que “estamos solos” desmoviliza. La creencia de que “el otro es el problema” destruye puentes.

El movimiento promueve otra creencia fundamental:

Colombia sí puede reorientar su rumbo si activamos comunidades, liderazgos y redes que cuiden lo que tenemos y que reconstruyan lo que hemos perdido y saquen la mejor versión de los colombianos para avanzar como país.

Esta no es una creencia ingenua. Es una creencia productiva, fundada en experiencias reales que se evidencia en miles de iniciativas silenciosas que hay a lo largo y ancho de nuestro país, y que nuestras creencias limitantes no nos permiten ver. Pero ahí están. Solo hay que visibilizarlas, conectarlas y apoyarlas para activarlas al servicio de Colombia porque es buena y vale la pena cuidarla . 

El país no va a cambiar con promesas que no se cumplen,  o con discursos y reformas que no se implementan. El país cambia cuando una nueva creencia —esperanzadora, realista, movilizadora— se hace colectiva, y que permita habilitar una mentalidad distinta que facilite la posibilidad de los verdaderos cambios .

Lo que estás proponiendo con Colombia es buena,  es cambiar el punto de partida psicológico y emocional desde el cual los colombianos interpretan su realidad.

5. Revisar creencias para recuperar la capacidad de encontrarnos

No habrá propósito nacional sin un proceso de introspección colectiva. Colombia necesita revisar sus creencias para:

  • desactivar prejuicios, reinterpretar la incertidumbre, transformar la relación con la institucionalidad, recuperar la confianza básica, y habilitar la cooperación entre sectores históricamente desconectados.

Todo proceso de reconstrucción nacional empieza por un acto simple y profundo: preguntarnos si lo que creemos nos acerca o nos aleja del país que decimos querer.

6. Un llamado final

Este blog quiere abrir una puerta: la puerta de la reflexión interior como camino de transformación social. No podemos construir una narrativa común si cada uno está atrapado en creencias que lo separan del otro. No podemos construir un “nosotros” mientras cada quien defiende su mapa mental como si fuera la realidad misma. No podemos cuidar a Colombia si antes no revisamos lo que creemos sobre Colombia.

Las creencias pueden ser cárceles o pueden ser motores. En nuestras manos está decidir qué queremos que sean. El movimiento Colombia es buena y vale la pena cuidarla no comienza en la calle ni en las instituciones: comienza en la conciencia de cada uno, en la disposición humilde de revisar nuestras creencias y permitir que una narrativa más generosa, más realista y más esperanzadora tome el lugar que hoy ocupan el miedo, la rabia o la indiferencia.

Si cambiamos las creencias que nos limitan, cambiaremos las emociones que nos bloquean.Y si cambian las emociones, cambiamos las decisiones. Y si cambian las decisiones, Colombia cambia.

Ese es el punto de partida. Ese es el camino

En un siguiente blog voy a mostrar algunas de las creencias limitantes que nos impiden avanzar y las creencias habilitantes que debemos instalar en la mente colectiva de la nación.