La estupidez humana según Spinoza: una explicación para nuestros tiempos
El filósofo portugués-holandés del siglo XVII, Baruch Spinoza, es considerado uno de los pensadores más importantes y, sin duda, el más radical de su tiempo. Fue un gran racionalista de la filosofía del siglo XVII y es reconocido como el padre del pensamiento moderno. Sus reflexiones, formuladas hace cuatro siglos, no podrían ser más pertinentes para explicar la “estupidez con la que estamos actuando, individual y colectivamente, en la actualidad”.
En este blog y el siguiente, compartiré mis notas sobre excelentes presentaciones que he escuchado sobre este tema. Varias de ellas se apoyan en los planteamientos de Spinoza sobre la naturaleza humana y nos conducen a una pregunta fundamental: ¿por qué, a pesar de nuestra inteligencia, seguimos cometiendo errores absurdos? ¿Por qué repetimos las mismas conductas destructivas una y otra vez? Somos capaces de la genialidad y, al mismo tiempo, de la necedad. “El mismo cerebro que creó la filosofía de Spinoza es el que sigue cayendo en supersticiones y creencias sin fundamento”.
Es una paradoja que los mismos seres humanos que han creado civilizaciones e inventado nuevas tecnologías también sean responsables de desatar guerras con costos inmensos para la humanidad. Y, en la actualidad, llevamos al poder a dirigentes que están destruyendo la institucionalidad, la misma que sirvió de base para lograr el periodo de prosperidad mundial más acelerado en la historia de la humanidad tras la Segunda Guerra Mundial.
Comprender la estupidez para entender nuestro tiempo
Mi argumento es que comprender el fenómeno de la “estupidez” nos da una clave para entender mejor la época en la que vivimos, donde se están tomando decisiones que solo merecen este calificativo. Para Spinoza, la “estupidez” no es la ausencia de inteligencia, sino la incapacidad de entender las causas fundamentales que condicionan nuestra percepción de la realidad, lo que se refleja en comportamientos irracionales y malas decisiones, tanto personales como colectivas.
Según Spinoza, las pasiones nublan la razón y nos impiden comprender las causas reales de las cosas. La ambición, el miedo o el odio nos llevan a tomar decisiones irracionales y a repetir errores. La estupidez, entonces, es la consecuencia de ideas inadecuadas, fruto de una percepción distorsionada de la realidad influida por las pasiones.
Los dirigentes autoritarios como Trump, Putin y Petro, entre otros, actúan a sus anchas porque utilizan la estupidez humana como estrategia para manipular, amedrentar y confundir a la sociedad.
Aquí es donde las ideas de Spinoza adquieren una relevancia fundamental para entender por qué está ocurriendo esto y cómo podemos actuar inteligentemente para contrarrestarlo. Si comprendemos sus causas, como propone Spinoza, podremos desarrollar estrategias más eficaces para minimizar el impacto destructivo de quienes se aprovechan de nuestra estupidez.
El problema del libre albedrío: ¿realmente tomamos decisiones racionales?
Uno de los puntos centrales del pensamiento de Spinoza sobre la estupidez es su crítica al concepto de libre albedrío. Cuestiona la supuesta libertad de elección que la mayoría de las personas creen tener. Para él, nuestras acciones no son fruto de decisiones libres, sino el resultado de fuerzas previas y condiciones del entorno. Sin embargo, ignoramos las causas que nos determinan, muchas de las cuales no controlamos. “Estamos atrapados en una red de condicionamientos biológicos y sociales”, afirma Spinoza.
La verdadera libertad, según este filósofo, no consiste en elegir sin restricciones, sino en comprender las causas que nos gobiernan. Solo así podemos reconocer nuestras limitaciones y actuar en concordancia. Nos gusta pensar que somos seres racionales, pero en realidad, nuestras decisiones están moldeadas por emociones, sesgos y deseos inconscientes.
Si hay algo que nos define como humanidad, es nuestra capacidad para engañarnos a nosotros mismos.
El cerebro humano: diseñado para la supervivencia, no para la verdad
Para Spinoza, la mente humana no está diseñada para buscar la verdad, sino para la supervivencia. A lo largo de nuestra evolución, el cerebro ha priorizado estrategias que garantizan la reproducción y la seguridad, no necesariamente aquellas que nos llevan a una comprensión profunda del mundo.
Por ello, nos aferramos a creencias erróneas, justificamos malas decisiones y caemos en trampas cognitivas. Un ejemplo claro es el sesgo de confirmación, que nos lleva a buscar información que refuerce nuestras ideas previas y a rechazar todo lo que las contradiga. “Nos encerramos en burbujas de pensamiento”, evitando cuestionar nuestras propias certezas”.
Otro problema es la ilusión de conocimiento: creemos entender algo con profundidad cuando en realidad nuestro conocimiento es limitado. La confianza excesiva en nuestro propio intelecto nos lleva a decisiones erróneas e impide que reconozcamos nuestras limitaciones.
Además, existe el fenómeno de la resistencia a admitir que podríamos estar equivocados. Cuanto menos sabemos, más creemos saber. Este es uno de los efectos más destructivos de la estupidez.
Las personas con menor conocimiento sobre un tema suelen sobreestimar su comprensión. Se aferran a sus creencias porque su identidad está construida sobre ellas, modificando los hechos en su mente antes que aceptar una verdad incómoda.
Esto explica por qué la gente defiende ideas obsoletas con tanta pasión, incluso cuando hay pruebas contundentes en su contra, y acepta con facilidad teorías conspirativas o ideologías extremas.
Ejemplos de estupidez en la vida cotidiana
La estupidez humana no es solo un problema individual, sino estructural. Se manifiesta en sistemas políticos, en la propaganda y en estructuras de poder que perpetúan la irracionalidad. Aquí algunos ejemplos:
• Adicciones: Una persona adicta a las drogas sigue consumiendo a pesar de conocer las consecuencias negativas. La pasión (deseo) domina la razón.
• Relaciones tóxicas: Quedarse en una relación abusiva por miedo o dependencia es un ejemplo de cómo las emociones eclipsan la racionalidad.
• Negación del cambio climático: Rechazar la evidencia científica porque contradice una ideología es un caso claro de cómo las pasiones superan la razón.
• Inversión irracional: Alguien que invierte todo su dinero en una empresa dudosa, guiado solo por la esperanza de enriquecerse, demuestra cómo la avaricia nubla el juicio.
Si no reconocemos estos patrones, quedamos vulnerables a la manipulación.
Conclusión: la gran lección de Spinoza
Creemos que somos seres racionales, pero sistemáticamente caemos en los mismos errores. Creemos que tomamos decisiones informadas, pero estamos sujetos a impulsos irracionales.
El mensaje más profundo de Spinoza es que la estupidez no es un accidente, sino un resultado de cómo funciona nuestro cerebro. Y lo más preocupante es que nuestra mente sabotea nuestra capacidad de entender el mundo y nos impide reconocer nuestra propia necedad.
Spinoza nos invita a aceptar que el autoengaño es el verdadero motor de la estupidez. La mayoría de las personas no buscan la verdad, sino razones para seguir creyendo lo que ya creen. “Nuestro cerebro es un maestro del autoengaño: creamos narrativas cómodas para justificar nuestras acciones y nos aferramos a ellas, incluso cuando la realidad nos demuestra lo contrario”.
En el próximo blog, exploraremos cómo Spinoza, cuatro siglos atrás, nos dejó claves para entender por qué estamos siendo manipulados y cómo podemos evitar comportarnos como estúpidos. Sus ideas son un regalo extraordinario para quienes desean salir de esta trampa y comenzar a actuar con mayor inteligencia.