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sábado, 2 de agosto de 2025

Dignificar la política: una tarea inaplazable

 


En mis dos blogs anteriores, inicié una serie para invitar a cuidar a Colombia desde diferentes sectores de la sociedad. En este blog hago una reflexión sobre la necesidad de recuperar la legitimidad del ejercicio de la política y del espacio por excelencia donde esto sucede: el Congreso de la República.

Una invitación a transformar el desprestigio en compromiso ético y cívico 

Recuperar la dignidad de la política: cuidar a Colombia también desde el Congreso

En Colombia, decir que alguien “es político” se ha vuelto casi una acusación. Para millones ciudadanos, esa palabra no evoca liderazgo, representación ni servicio público, sino todo lo contrario: corrupción, clientelismo, oportunismo. La política se ha vaciado de sentido ético y se ha convertido en sinónimo de manipulación o de intereses mezquinos. Pero esa visión, aunque comprensible, es peligrosa. Porque sin política no hay democracia. Y sin democracia, no hay país que se pueda cuidar.

Este blog es un llamado urgente a detener esa erosión simbólica. A recuperar el valor original —y necesario— de la política como herramienta de transformación colectiva. A entender que Colombia también se cuida desde los espacios donde se toman decisiones, donde se debaten leyes, donde se distribuye el poder. Y que uno de esos espacios, quizás el más visible —y también el más cuestionado— es el Congreso de la República.

El desprestigio que duele… y paraliza

Durante las últimas décadas, el Congreso colombiano ha acumulado un desprestigio profundo y persistente. No es un fenómeno nuevo, ni tampoco infundado. Escándalos de corrupción, compra de votos, conflictos de interés, ausentismo, debates sin sustancia y leyes hechas a la medida de pequeños intereses han alimentado una percepción ciudadana de profunda desconfianza.

Los datos lo evidencian: en la más reciente medición del Panel de Opinión 2024, el Congreso obtuvo apenas 40 puntos de confianza sobre 100, muy por debajo de otras instituciones públicas. La Presidencia no quedó mejor, con 44/100, pero el Legislativo sigue siendo, sistemáticamente, uno de los peor calificados. Según la OCDE, solo el 23% de los colombianos confía en el Congreso, y apenas un 18% en los partidos políticos. A nivel regional, el Edelman Trust Barometer 2023 reporta que solo el 26% de los latinoamericanos confía en sus líderes gubernamentales, con Colombia marcando un 24%, incluso por debajo de Brasil (29%) y solo ligeramente por encima de Argentina (16%).

Este fenómeno tiene consecuencias estructurales. Un Congreso desacreditado es un país sin mediación política efectiva. Y cuando no hay espacios legítimos para deliberar, negociar y representar, se abre la puerta al autoritarismo, al populismo, la corrupcion para comprar sus votos y al resentimiento colectivo. Se disuelve la posibilidad de construir acuerdos y se fragiliza la arquitectura institucional que sostiene a la nación.

Pero también hay otra historia: la que casi no se cuenta

Frente al alud de noticias negativas, muchas veces se ignoran los esfuerzos genuinos de congresistas comprometidos. Hombres y mujeres que han impulsado reformas claves, defendido derechos fundamentales, frenado abusos del poder o visibilizado causas ignoradas. Muchos de ellos han pagado un costo alto por actuar con coherencia y valentía. Pero su labor rara vez trasciende. La narrativa dominante es otra, alimentada por el sensacionalismo, la polarización digital y el hartazgo social.

Esa narrativa ha instalado una cultura de cinismo: “todos son iguales”, “no vale la pena votar”, “la política no sirve”. Pero no hay nada más funcional para los corruptos que una ciudadanía indiferente o desesperanzada. El desprestigio sin matices es el mejor aliado de quienes quieren perpetuar el sistema tal como está.

La política también cuida… cuando se ejerce con propósito

El movimiento que está emergente que invita a cuidará Colombia porque vale la pena, se está convocando desde distintos sectores de la sociedad: empresarios, jóvenes, universidades, comunidades, Fuerzas Armadas, medios, ONG, y otros. A todos ellos los une una sola razón: cuidar a Colombia no es tarea de unos pocos, es responsabilidad de todos.

Hoy es momento de extender esa convocatoria a la política. Porque la política también cuida, cuando se ejerce con ética, con visión, con sentido del bien común. La política —en su mejor versión— es el arte de construir lo común. De deliberar, de representar, de consensuar, de asumir los desacuerdos con respeto y altura. Cuando se ejerce con propósito, la política es una de las formas más poderosas de cuidado de una sociedad.

Un Congreso fortalecido, transparente, conectado con la ciudadanía y capaz de formar criterio colectivo, puede ser un motor de transformación institucional y cultural. Pero para que eso ocurra, hay que recuperar su legitimidad. Y esa recuperación comienza con un nuevo tipo de liderazgo: más consciente, más pedagógico, más coherente.

Dignificar la política: una tarea urgente y posible

Dignificar la política no significa idealizarla. Significa rescatar su papel estructural en una democracia madura. Significa también asumir responsabilidades individuales y colectivas para transformarla desde dentro.

Para quienes ya ocupan curules, dignificar su rol implica:

  • Ejercer con ejemplaridad, aun cuando no haya cámaras ni micrófonos.
  • Rendir cuentas de manera clara, frecuente y comprensible.
  • Ser puentes entre el Estado y la ciudadanía, no simples operadores clientelistas.
  • Promover una cultura de respeto y deliberación, incluso en medio del disenso.
  • Recuperar el carácter pedagógico de la función pública: explicar, conversar, formar criterio.

Para quienes aspiran a llegar, significa:

  • Construir capital político sobre la base de la coherencia, no de los favores.
  • Presentarse con propuestas, no con slogans vacíos ni listas de contratos.
  • Liderar desde la escucha, no desde el cálculo electoral.

Y para la ciudadanía, dignificar la política implica:

  • No resignarse al cinismo: exigir, cuestionar, pero también participar.
  • No “comer entero”: desarrollar criterio político, más allá de emociones reactivas.
  • Votar con responsabilidad y hacer seguimiento al voto.
  • Entender que la democracia no concluye en las urnas.

Accountability, pedagogía y cercanía: claves para reconstruir la confianza

Uno de los vacíos más evidentes entre representantes y representados en Colombia es la falta de mecanismos de seguimiento, evaluación y diálogo. El accountability sigue siendo débil, formalista o inexistente.

Cambiar esto es posible. Algunas ideas para hacerlo realidad:

  • Informes trimestrales en lenguaje ciudadano, con datos clave y decisiones relevantes.
  • Encuentros digitales periódicos entre congresistas y votantes.
  • Sistemas de trazabilidad legislativa, que alerten sobre votaciones críticas por región o tema.
  • Alianzas con universidades, medios y fundaciones para hacer veeduría social, como lo ha venido haciendo el Instituto de Ciencia Política (ICP).
  • Escuelas de formación política ciudadana, lideradas por los mismos congresistas.
  • Visitas guiadas al Congreso como hizo el Parlamento Británicos para que los ciudadanos conocieran  la institución 

Estas prácticas no son utópicas. Ya existen iniciativas inspiradoras. Lo que falta es voluntad política para escalarlas y convertirlas en norma, no en excepción.

Cuidar el Congreso es cuidar a Colombia

Cuidar a Colombia también significa cuidar el equilibrio de poderes, la pluralidad de voces, la deliberación pública. No podemos seguir viendo al Congreso como una estructura ajena o irrelevante. Es ahí donde se define buena parte del rumbo del país: desde la reforma a la salud hasta el presupuesto nacional, desde los derechos de las minorías hasta la estabilidad institucional.

En momentos como el actual —con millones de ciudadanos afectados por decisiones irresponsables del Ejecutivo—, el Congreso debe asumir un rol de contrapeso activo, informado y ético. Ojalá esta legislatura dé señales claras en esa dirección. Colombia lo necesita.

Conclusión: hacia una nueva narrativa política

No hay democracia sin políticos. Y no hay buenos políticos sin una ciudadanía que los exija, los vigile y también los respalde cuando actúan con integridad.

Por eso este blog es una invitación:

  • A los congresistas actuales y futuros: hagan de su cargo una causa pública, no un patrimonio privado.
  • A los ciudadanos: a no abandonar la política por hastío. Participen, discutan, exijan.
  • A los jóvenes: prepárense para asumir el relevo con ética, carácter y visión.
  • A los medios y universidades: visibilicen lo que sí vale la pena en el Congreso.
  • A todos: recuperemos la dignidad de la política. Porque cuidar a Colombia también se hace desde ahí.
  • Pero lo más importante: las elecciones para el Congreso del próximo año, será determinante para las elecciones presidenciales en Mayo. Equivocarse en este punto es no cuidar a Colombia y perder nuestro país.

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