Pensar para cuidar: el pensamiento crítico como columna vertebral de una cultura del cuidado
En la serie Colombia es buena y vale la pena cuidarla hemos recorrido algunos sectores del país, mostrando cómo cada uno, desde su lugar, puede y debe aportar a un propósito común: cuidar lo que somos, lo que tenemos y lo que soñamos ser. Hemos hablado de empresarios y Fuerzas Armadas, en las próximas semanas serán los jóvenes, comunidades, gremios, medios, artistas, ONG y muchos otros los protagonistas que se suman al movimiento que está naciendo.
Pero hay un elemento que atraviesa a todos estos sectores, sin el cual la cultura de cuidado se vuelve frágil y vulnerable: el pensamiento crítico. Cuidar no es solo un acto de voluntad o de emoción; es también un ejercicio de lucidez, de discernimiento y de resistencia frente a la manipulación, la mentira y el conformismo.
En tiempos donde las instituciones que sostienen la democracia están bajo presión y los niveles de incertidumbre son altos, recuperar y cultivar el pensamiento crítico es tan urgente como defender la integridad física de nuestros territorios o la seguridad de nuestras comunidades. Sin pensamiento crítico, la cultura de cuidado corre el riesgo de ser absorbida por la estupidez colectiva: esa aceptación pasiva de narrativas sin fundamento y la renuncia a pensar por cuenta propia.(ver mi blog sobre la estupidez humana)
La cultura de cuidado: un tejido que necesita lucidez
Cuando hablamos de cultura de cuidado, nos referimos a un conjunto de valores, prácticas y hábitos que ponen en el centro el bien común y la corresponsabilidad. Es cuidar a las personas, a las instituciones, al medio ambiente, a la verdad.
Pero este cuidado no se sostiene solo con buenas intenciones. Requiere de un marco ético que soporte la capacidad de análisis que permita diferenciar entre lo que parece bueno y lo que realmente lo es; entre lo que beneficia a corto plazo y lo que es sostenible a largo plazo; entre lo que emociona y lo que conviene.
Ahí entra el pensamiento crítico como la fibra que refuerza todo el tejido: permite evaluar, cuestionar, contrastar y tomar decisiones fundamentadas, incluso cuando la presión del grupo, la propaganda o el miedo nos empujan en otra dirección.
Cuando la emoción domina y la razón se retrae
La sociedad contemporánea premia la velocidad y la reacción instantánea. Vivimos saturados de información fragmentada y de mensajes diseñados para despertar emociones fuertes, no para invitar a la reflexión.
Las redes sociales, que podrían ser una plaza pública para el diálogo informado, han terminado reforzando burbujas ideológicas y patrones de pensamiento grupal. En esos espacios, lo viral importa más que lo verdadero. El que duda o hace preguntas incómodas es acusado de desleal, tibio o enemigo.
Este clima erosiona la capacidad de pensar colectivamente. Y cuando una nación pierde esa capacidad, el cuidado se degrada en un instinto de protección de “los nuestros”, en lugar de un compromiso con el bien común.
El pensamiento crítico como valor transversal en varios sectores
En la narrativa de Colombia es buena, cada sector aporta a la cultura de cuidado desde su misión y sus capacidades. Pero todos enfrentan un desafío común: discernir qué cuidar, cómo cuidarlo y de quién cuidarlo. Sin pensamiento crítico, las respuestas a estas preguntas quedan en manos de la propaganda, la inercia o la moda.
- Empresarios: Necesitan filtrar propuestas y políticas públicas con análisis riguroso, no solo desde el interés inmediato e individualista, sino desde la sostenibilidad del país.
- Universidades: Son incubadoras naturales de pensamiento crítico, pero deben resistir la tentación de convertirse en fábricas de títulos y discursos únicos.
- Fuerzas Armadas: Su capacidad de cuidar depende también de discernir amenazas reales de narrativas políticas diseñadas para debilitarlas.
- Jóvenes: Deben aprender que no todo lo que indigna en redes es cierto, ni toda tendencia viral es causa justa.
- Comunidades residenciales: Pueden convertirse en semilleros de diálogo informado sobre convivencia, seguridad, proyectos comunes y laboratorios de convivencia y construcción de cultura ciudadana.
- Medios de comunicación: La credibilidad se gana priorizando la veracidad sobre el clic fácil.
- Cajas de compensación: Pueden multiplicar alfabetización mediática y pensamiento crítico entre millones de afiliados.
- Artistas: Tienen el poder de despertar preguntas y cuestionar lo establecido a través del lenguaje simbólico.
- ONG y fundaciones: Su trabajo territorial es más efectivo cuando ayuda a las comunidades a analizar y decidir con información de calidad.
- Y así otros sectores que pueden aportar: El pensamiento crítico les da la capacidad de cuidar con efectividad y no solo con intención.
De la intención al método: estrategias para despertar el pensamiento crítico
Si aceptamos que el pensamiento crítico es parte esencial de la cultura de cuidado, entonces debemos incorporarlo como una meta explícita de la movilización ciudadana. Aquí algunas estrategias para hacerlo:
1. Incluirlo en la narrativa central
En todo mensaje de Colombia es buena, recordar que cuidar no es solo un acto emocional sino un acto intelectual: implica verificar, contrastar, dudar y preguntar.
2. Campañas de alfabetización mediática
Aliarse con universidades, medios y organizaciones sociales para enseñar a leer críticamente noticias, identificar sesgos, verificar fuentes y reconocer manipulaciones.
3. Espacios de deliberación ciudadana
Organizar foros, cabildos y conversatorios donde sectores diversos practiquen la discusión argumentada, con reglas claras para escuchar y responder con base en datos y razones.
4. Formación sectorial
Diseñar módulos de pensamiento crítico adaptados a cada sector: por ejemplo, para empresarios, análisis de políticas económicas; para comunidades, resolución de conflictos; para jóvenes, desmontaje de narrativas virales.
5. Visibilizar ejemplos inspiradores
Contar historias concretas en las que el pensamiento crítico haya evitado errores graves o permitido soluciones innovadoras.
6. Indicadores de impacto
Medir avances: cuántas personas participan en espacios de debate, cuántos medios incorporan verificadores, cuántas comunidades desarrollan planes con base en diagnósticos rigurosos.
Un llamado a la acción lúcida
El pensamiento crítico no es un lujo intelectual: es una herramienta de supervivencia democrática. Un país que no piensa, se deja llevar; y un país que se deja llevar, no cuida.
Por eso, la cultura de cuidado que hemos descrito en Colombia es buena solo será sólida si está sostenida por una ciudadanía capaz de hacer preguntas difíciles, de escuchar respuestas incómodas y de cambiar de opinión cuando la evidencia lo exige.
Cuidar a Colombia es, también, cuidar nuestra manera de pensar. Y en tiempos de polarización, desinformación y ataques a las instituciones, esa puede ser la forma más profunda y estratégica de resistencia ciudadana.
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