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sábado, 29 de mayo de 2021

El cuento que nos queremos creer

 



Lo que cuenta en la vida no es el simple hecho de haber vivido, es la diferencia que hemos logrado en la vida de los demás, lo que le da el verdadero significado a nuestra vida”. Mandela

Estamos viviendo momentos muy complejos en la sociedad colombiana. Ya es un lugar común hablar, que la crisis de la pandemia, ha puesto en la agenda nacional  los graves problemas de miles de colombianos que hoy se han empobrecido más, y que inclusive muchos de ellos están pasando hambre. Estos eran aspectos en los cuales el país había hecho avances importantes en los últimas dos décadas . 


Pero hay algo más grave aún: hay una inmensa crisis de confianza en las instituciones y de desesperanza y miedo, que como unas nubes negras, que anuncian tormentas aún mayores, están obscureciendo el ambiente, impidiendo a mucha gente  ver la posibilidad de un futuro mejor. Esta situación es especialmente crítica en los jóvenes, quienes en estas últimas semanas, han sido los protagonistas mas visibles en las movilizaciones que han paralizado al país.



Hoy, Colombia necesita urgentemente contrarrestar estas dinámicas que se están degenerando en manifestaciones violentas, acompañadas de una creciente intolerancia y confrontación. Para mantener la analogía con la vacuna que se requiere contra el covid-19, necesitamos vacunarnos el espíritu para evitar que el odio, la violencia y la ira, carcoman el alma de la nación. 


Yo estoy convencido que el mejor antídoto que podemos proponer, en estas horas tristes que vivimos, para combatir la desesperanza, la frustración y la desconfianza generalizada, es generar una nueva y positiva narrativa para los colombianos que, respetando el derecho a la protesta social, rechazamos la violencia y la destrucción del país  como mecanismos de expresión y de más polarización. 


Ese es el abismo hacia el cual algunos nos quieren conducir, sin importarles que están violentando otros derechos igualmente consagrados en nuestra Constitución, como son la vida, la movilidad, la alimentación, el trabajo y el acceso oportuno a la salud.


Yo se que estamos viviendo unos momentos históricos con muchas dificultades que afectan a millones de nuestros conciudadanos. Pero se también, que dependiendo de cómo las manejamos, podemos tener en nuestros manos un problema aún mayor o una inmensa oportunidad. Para demostrarlo, quiero compartir  una pequeña historia que ilustra la invitación que quiero hacer.



Víctor Frankl , fue un psiquiatra y filósofo austriaco que en 1942, cuando los Nazis habían invadido su país, terminó en dos de los peores campos de concentración: Auschwitz y Dachau, donde exterminaron la vida de millones de judíos. 


Pues bien, para no dejarse destruir física y psicológicamente durante los tres años de cautiverio que padeció, se propuso tres cosas:  aprender, ayudar a otros y poder contar su experiencia. Estas fueron las bases que le dieron un propósito superior,  que mantuvo viva su esperanza  de poder sobrevivir, cuando tanta gente, incluyendo toda su familia, no lo logró. Más tarde escribió su famosísimo libro: “El hombre en busque de sentido” 


El caso de Frankl me parece muy oportuno recordarlo en estos momentos, porque trae a la memoria la inmensa capacidad que tenemos los seres humanos de superar las condiciones más complejas y deja varias lecciones muy importantes para la situación que vivimos hoy:


  • Tener un propósito superior que nos permita no dejarnos invadir por la desesperanza, el miedo o la desesperación y darle sentido a los que somos y hacemos. No hacerlo es como estar muerto en vida
  • Mantener una actitud siempre abierta al aprendizaje, porque como Frankl nos lo demostró, siempre lo podremos hacer aún en las peores momentos de nuestra existencia.
  • Superar la tentación al aislamiento en momentos de crisis, para conectarse con la voluntad de servir a los demás. Esto da sentido y alegria, y es un gran antídoto para la depresión y la desesperación.
  • Compartir con otros las experiencias difíciles vividas, para mostrar que siempre tenemos la posibilidad de superarlas y poder beneficiar a otras personas que pudieran estar en circunstancias similares.
  • Demuestra que la forma en que uno se pare como observador de su propia vida, le abre o le cierra muchas posibilidades 
  • Resaltar el poder del buen ejemplo para contrarrestar,  en la balanza de la vida, el de los malos ejemplos que nos impiden crecer como seres humanos y que nos enturbian la razón.


Estamos muy lejos de vivir en Colombia, una situación similar a la que vivió Frankl en los campos de exterminio de la Alemania Nazi, donde millones de personas perdieron la vida. Pero si podemos aprender de su ejemplo, para superar la difícil situación que estamos viviendo en la actualidad,  donde no se puede minimizar la crisis de la pandemia, a la que se le ha sumado un profundo malestar social. 



Esto implica entender que, como sociedad, necesitamos encontrar con urgencia un norte común, un propósito que le dé sentido a nuestra existencia, que nos devuelva la esperanza y nos de la energía para superar los múltiples obstáculos que vamos a seguir encontrando en el camino. Pero para lograrlo, vamos a necesitar entender que solos, cada uno por su cuenta, no lo vamos a conseguir. Y también, que no es destruyendo lo que hemos conseguido colectivamente, como vamos a tener mejor país..


Los desafíos son muy grandes, lo que implica pararnos en valores trascendentes como son: la solidaridad, la inclusión, la colaboración y el respeto a los demás. Y también, que tengamos la capacidad empática para poder tenderle la mano a otros que nos encontremos en el camino. 


Con el comentario anterior, debemos entender que las propuestas que promuevan la cultura del sálvese el quien pueda, la polarización, la descalificación del otro, la indiferencia y la desconexión con nuestro entorno que debemos de cuidar, no nos va a permitir superar la crisis actual. Tampoco podremos mejorar significativamente como sociedad. 


Y para lograr que el mensaje cale en lo más profundo del alma de nuestra sociedad, vamos a necesitar personas que se conviertan en modelos de rol positivos a todos los niveles, para que con sus acciones en beneficio de los demás, ayuden a liderar el proceso de cambio que requerimos hacer. 



Vamos a necesitar un nuevo concepto de liderazgo colectivo, sustentado por el ejemplo de muchas personas con capacidad de orientar a otros en función de un bien comun que permita construir ciudadanía que soporte el sistema democrático que hoy se encuentra atacado por varios frentes. 


Necesitamos personas que se constituyan en comunidades de liderazgo, conectadas entre sí, para lograr que el buen ejemplo le haga el contrapeso a una narrativa de desesperación y miedo que hoy nos invade. Necesitamos construir una nueva historia que nos devuelva a todos la confianza y la esperanza, de que unidos, podemos más que divididos, y que somos más los que queremos construir y no destruir. 


Para terminar, quiero invitarlos a soñar. Quiero que cierren los ojos y se dejen transportar en el tiempo hacia el futuro en una década. Están ustedes leyendo un artículo con el título: Motores de Esperanza, un movimiento social que está transformando a Colombia. En él se  recoge la experiencia de una comunidad nacional, conformada por una red con más de mil nodos en todo el país, y que cuenta con más de 100.000 personas  liderando más de 50.000 iniciativas de alto impacto en sus regiones, donde todas han aprendido de las experiencias de los demás



Es la historia de una comunidad que decidió tender puentes en sus áreas de influencia donde de han actuado y no asentar aún más la polarización.  En resumen, esta  es el cuento que nos queremos creer, y que muestra la transformación que se produce cuando cambiamos una narrativa de pesimismo como la actual, por una mucho más esperanzadora y positiva. 


Solo así es posible volver el sueño una realidad, que haga brillar  los ojos  de millones de colombianos, porque han recuperado la esperanza, el orgullo de un futuro mejor y los ha hecho creer de nuevo en su pais. Pero ojo, esta posibilidad solo reside en nuestra manos y de nadie más. 


Esta seria la nueva realidad que tenemos  que ayudar a crear, y que le da un propósito y un sentido, al proceso que ustedes han vivido en estos meses, y que hoy al cerrar el proceso de formación  para el ejercicio de liderazgo,  los estamos invitando a ser parte de esa comunidad.


Con las anteriores  palabras me dirigí al cierre de la tercera promoción de un exitoso programa piloto que se ha venido ejecutando en los últimos dos años, para potencializar el liderazgo de un grupo diverso en tres municipios del occidente de la Sabana. 


Ahora, con la Fundación Origen, la Fundacion Corona, la Fundacion Bolivar Davivienda, ProBogota y la U de la Sabana, hemos acordado  escalar esta experiencia a las 19 localidades en Bogotá, para luego ampliar la iniciativa a nivel nacional. 


Quienes estamos promoviendo esta nueva iniciativa bajo el nombre de Motores de Esperanza, le estamos apostando a la formación de comunidades de liderazgo desde lo local, conformadas por líderes políticos, sociales, empresariales y estudiantiles, para trabajar por el bien comun de su territorio.  


Los resultados del primer piloto, nos demuestran que esta puede ser una apuesta ganadora para enfrentar la crisis de liderazgo que vivimos en la actualidad. Y también, para canalizar la energía de muchos líderes que demuestren que es construyendo  y no destruyendo, como logramos un mejor país, minimizando los riesgos de otra explosión social como la que hoy estamos viendo en Colombia.


Si usted señor lector está interesado en saber más detalles sobre esta iniciativa , enviarme por favor un mensaje a mi correo fmanrique@mac.com


sábado, 22 de mayo de 2021

La voz de un joven preocupado por su país.

 



En un blog anterior sobre el diálogo, me referí al papel que están jugando los jóvenes en la situación actual del país. Están gritando para que les abran espacios los de las generaciones que los preceden, para que puedan participar y los podamos oír. No solo es necesario sino es lo qué hay que hacer para poder tender puentes que nos permita construir juntos una historia diferente para nuestro país. 


Por esta razón he invitado a Juan David Quintero, joven profesional del 27 años a compartir sus reflexiones sobre la realidad actual. Juan David Quintero, abogado, ex edil de Usaquén y líder de “Juntos”, un movimiento para fomentar nuevos liderazgos en el servicio público



Parecía que el sol calentaba a más de 100 grados mientras escuchaba los gritos y veía los rostros cubiertos por tapabocas de miles de ciudadanos marchando en la Troncal del Caribe en Santa Marta. Pensaba que sería una marcha aislada de unos cuantos, o que estaría liderada por alguna central obrera y apoyada por la Universidad del Magdalena; estaba equivocado. La Marcha que vi era de todos, pero, al mismo tiempo, de nadie. 


Sindicatos, universidades, fuerzas políticas, curiosos, todos marchando juntos pero cada quién con su dolor particular. Algunos gritaban contra la reforma tributaria, otros contra la reforma a la salud, otros acusaban a Uribe de “paraco” y a Duque de “inútil”. El único elemento común era su rabia. Su indignación y su molestia eran tan tangibles como el sol que calentaba el pavimento samario. 


Pensé que era una marcha que en sí misma era una contradicción. ¿No a la reforma tributaria, pero, unos pasos más adelante exigen Ingreso Solidario? Instantes después una pancarta me aclaró el horizonte: “Queremos vivir, no sobrevivir”. Al verla, sentí que se me iluminaba la razón: la Marcha no es contra la nada en concreto; es sobre todo lo concreto. Es un sentimiento de indignación que se reduce a que somos un país indignado que como dicen en el Caribe: ¡Botó el chupo! 




Al igual que los tiburones que empiezan a dar círculos sobre sus presas antes de atacar, empecé a ver a algunos marchantes correr de un lado para otro con sus caras y brazos tapados pasándose cosas entre ellos a sus pequeños morrales en sus espaldas. Posibles vándalos pensarán algunos, no lo sé. Solo vi una mayoría pacífica caminar al lado de policías que acompañaban la gran caminata. 


Al preguntarme nuevamente por el futuro, luego de la marcha, y pensar qué hacer para tranquilizar, no a una Marcha en Santa Marta, sino un país en Marcha, concluí cuatro ideas fundamentales:

    • Vivíamos una crisis de liderazgo.

Se nos hizo creer a los jóvenes que por ser jóvenes éramos buenos y erradamente creímos que nos las sabíamos todas. La realidad de un presidente “inexperto”, porque experto debe venir de experiencia, elegido por ser el de Uribe; de un equipo no de expertos con experiencia, sino de “amigos”, como es el caso con Daniel Palacios, el Ministro del Interior. Es él quien, se supone, debería enfrentar las crisis, como hizo Serpa con Samper, Valencia con Uribe, Cristo con Santos o Echandía con López Pumarejo. Estamos siendo gobernados por jóvenes arrogantes. Arrogancia debería ser la palabra enemiga de los jóvenes, sobre todo a los que queremos liderar. 

    • Escuchar más que argumentar

La gran mayoría estamos de acuerdo con la indignación y listos para apoyar una nueva agenda para Colombia, pero ¿quién la materializa? ¿El uribismo “inexperto” o el petrismo igual de inexperto y, de pronto, hasta más arrogante? Mientras los que estén en el poder no sepan qué hacer con él, los otros sabrán en silencio que la destrucción y el desastre es su combustible para hacerse con él. ¿Qué vamos a hacer los que estamos en el centro de los extremos? Claramente tenemos que dejar de pensar en ballenas y asumir posiciones, reconocer la experiencia que permita escuchar la rabia para ver más allá de ella e implementar las soluciones que pueden ser antídoto de la indignación. ¿Quién será? No podemos perder la esperanza.

    • No es el momento de los economistas o los “técnicos”; es el momento de los políticos.

No podemos seguir creyendo que esto se soluciona pensando en grados de inversión, márgenes gravables o retórica economista de escritorio. Necesitamos líderes, o aún más claro, ¡necesitamos políticos! En la dificultad es que aparecen los verdaderos líderes. Ante la inminente invasión alemana apareció Churchill. ¿Quién será el político que lidere a Colombia en esta crisis? 

    • Si los políticos no se mueven, debe ser el momento de las soluciones ciudadanas.

No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras los políticos dejan la cobardía y se reencuentran con su espíritu. Desde la sociedad civil debemos unirnos y proponer una nueva agenda, pero nos tenemos que obligar a ver más allá de nuestras narices. Bienvenidos los empresarios preocupados por sus empleados y por su país, no solo pensativos por las pérdidas de los bloqueos. Bienvenidos jóvenes irreverentes, pero conscientes y dispuestos a entender que ni esto, ni nada, es blanco y negro. Bienvenido todo el que quiera con humildad escuchar y proponer cómo salimos de esto trabajando JUNTOS.

    •  La nueva agenda para Colombia será la justicia social. 

¿Pero qué defenderemos? Las últimas elecciones, y todas las que me han tocado en mi vida, han versado sobre la guerra. ¿Qué hacer con las FARC? ¿Qué hacer con el narcotráfico? ¿La paz de Santos? Pues, queridos lectores, la verdad revelada, el gran secreto de los rabiosos indignados que marcharon en el calor de Santa Marta es la siguiente: la agenda cambió. Las nuevas demandas serán: ¿Cómo hacemos para que Colombia sea un país más justo? ¿Cómo reduciremos la pobreza y la desigualdad? ¿Cómo empezaremos a vivir en un país maravilloso y no más simplemente sobrevivir? ¿Será posible?

sábado, 15 de mayo de 2021

El diálogo “mágico”

En Colombia estamos viviendo en la actualidad una situación muy difícil que le ha puesto todas las luces a una palabra: el diálogo. En ella se está viendo la llave  para encontrar una solución mágica al desastre que ocasionaron un presidente y un ministró autistas, que se desconectaron de la realidad. Y que precisamente por no “dialogar”, antes de lanzar la granada de una reforma tributaria totalmente inoportuna, han incendiado al país.

¿Pero que significa dialogar? Según el diccionario de Oxford: “discutir sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución”. Esto presupone primero, que haya la capacidad de reconocer que existe un problema que afecta a las partes interesadas, y segundo, la voluntad y la intención de alcanzar un acuerdo para solucionarlo o manejarlo. 


Para que un diálogo sea exitoso, además de entender lo anterior, se necesita comprender, como ya lo explicaba en otro blog reciente, que el uso del lenguaje es el medio para lograrlo, porque la palabra es acción. Esto presupone que, como resultado del diálogo, pasen cosas que movilizan a las partes comprometidas a encontrar puntos de acuerdo, a pesar de  las diferencias en sus posiciones e interpretaciones relacionadas con la situación.



Para dialogar, se necesita conversar. Y para que sea una conversación constructiva se requiere que estemos dispuestos a ver por las gafas del otro, para ver la realidad desde otra perspectiva, dejando los juicios de valor que nos acompañan, con la curiosidad para descubrir lo que antes no se podía ver. Y esto requiere, no solo la disponibilidad de observar, pero también de escuchar.


Además, se necesita que haya un mínimo de confianza sobre la capacidad  y confiabilidad para cumplir y sostener lo acordado, así como del nivel de transparencia con el que se adelante el proceso de exponer sobre la mesa los intereses de las partes. Pero adicionalmente, se necesita qué haya un acuerdo sobre el significado de las palabras, para evitar malas interpretaciones que minen lo anterior. 


Este último punto, es un problema particularmente agudo al sentarse con los jóvenes que están en la protestas. Esto explica el porque hay una brecha de comunicación tan grande entre padres e hijos. Hoy, esta es una realidad que mina la posibilidad de acercar a las nuevas generaciones, para construir una visión y una propuesta común.



Lo que me lleva a otra condición fundamental para conducir un dialogo exitoso: el saber escuchar al otros de manera empática, para que emerjan una o varias soluciones, aceptadas y sostenibles por todos. Si no se hace así, el resultado queda “pegado con babas”. Y el problema se agrava aún más cuando hay una brecha de comunicación generacional.


Pero habría que añadir otra condición para haya un diálogo exitoso: el sentido de la oportunidad. A título de ejemplo, esta condición claramente no se cumplió al lanzar al país al vacío con la reforma tributaria. Y por no dialogar primero, Duque abrió la caja de Pandora, minado aún más el bajísimo nivel de confianza de la población sobre su gestión y la institucionalidad en general. 


El haber abierto el diálogo en las circunstancias tan extremas en que ha estado el país, era una obligación del Jefe del Estado, además de una necesidad, para acercar a las diferentes fuerzas cuyo apoyo era esencial para conseguir más recursos. El escenario de una reacción violenta estaba en letargo desde noviembre del 2019. Las brazas estaban vivas y solo se necesitaba un pretexto para hacerlas arder de nuevo. 


Por insensibilidad e imprudencia, se creó  una situación gravísima que  obligó a Duque  a retirar la reforma, y descabezar a su ministro de Hacienda. La explosión social que generó, lo dejó acorralado y solo, con un nivele bajísimo de confianza y aceptación ciudadana, obligado a “dialogar” en muchos frentes a la vez, pero sin poder controlar las dinámicas que despertó.


Hoy, las condiciones hacen que sus propuestas, sin importar que tan buenas sean, sean filtradas a través de los lentes de la desconfianza, hasta que se acabe el periodo de su mandato. Sembró vientos y cosechó tempestades. 


La situación actual es un ejemplo de lo qué pasa cuando no se abren espacios  para dialogar con oportunidad, y cuando a un gobernante le falta la empatía para sintonizarse con el sufrimiento y la desesperanza de la población, que en nuestro caso ha sido tan afectada por la pandemia..



Pero también es un buen ejemplo de lo que sucede, cuando hay que buscar forzadamente el diálogo en unas condiciones tan negativas. Hoy Duque está “descubriendo” la necesidad de dialogar. Pero lo está haciendo obligado a  aceptar  un diálogo muy extraño “sobre lo divino y lo humano”, y con unas personas que han asumido la representación sin que nadie se las hubiera dado, y que no todos los reconocen y aceptan como sus líderes. 


Un problema que se veía como tema netamente técnico, manejado por un tecnócrata reconocido, para enderezar las finanzas públicas tan golpeadas por la crisis de la pandemia, se le sumo un problema social sin antecedentes que se venía cocinando desde hacía mucho tiempo. No se entendió que se necesitaba muchísima capacidad de liderazgo, para enfrentar la explosión que se generó, tema que claramente ha brillado por su ausencia. 


Pero hay otro gran problema que enfrenta Duque y en general quienes buscamos caminos no violentos para darle trámite a los reclamos de la sociedad. Son muchas las voces que buscan ser oídas, distorsionadas por los grupos que tienen otras agendas e intereses, y que aprovechan el desorden actual para desestabilizar al país. 


Luego no es un diálogo el que va a resolver una situación tan compleja como la actual, se van a necesitar muchos más diálogos que se van a tener que realizar a múltiples niveles, con la expectativa a que converjan en algunos puntos en común.


Pero no solo fue Duque, su equipo y el partido que lo llevó al poder, los que resultaron sorprendidos por la magnitud del desastre que se ha producido. El caso de Cali, la tercera ciudad más importante del país, ha sido particularmente doloroso, pero a la vez sintomático, de otros problemas muy profundos, que no han sido abordados adecuadamente.  


La dirigencia política, los gremios y empresarios, los medios de comunicación, entre otros considerados como “la clase dirigente” del país, se han visto también forzados a confrontar una realidad que no habían querido ver ni atender. Ahora algunos, buscan propiciar “diálogos constructivos” cuando antes no lo pudieron o quisieron hacer. Otros, mucho más pesimistas sobre los resultados de un diálogo nacional en las circunstancias actuales , ya están alistando maletas para abandonar el barco antes de que se hunda. Increíble!!!


En el caso actual, si no hay voluntad, transparencia de agendas e intereses, y una compresión compartida del problema que enfrentamos como sociedad en la realidad presente , el desgaste va a ser muy grande para volver de nuevo al mismo punto de partida y no hay tiempo que perder. Seguramente se intentará reanudar los diálogos, pero  sobre unas bases cada vez más débiles de confianza y credibilidad. 


Sin estas condición que son fundamentales, es muy difícil esperar resultados positivos y duraderos, dada la urgencia del momento actual. La verdad es que no hemos desarrollado la capacidad incluyente de conversar para dialogar, sin recurrir a la violencia y a la descalificación de quienes opinan diferente.  Esto explica la profunda polarización en la que estamos, que nos impide enfrentar, de manera inteligente, los múltiples problemas de una sociedad convulsionada, que requiere construir unos mínimos acuerdos para los cuales se necesita esa capacidad de conversar.


La sociedad colombiana está pagando hoy un altísimo precio por no haber desarrollado unas mínimas capacidades de diálogo y de confianza. Ahora, cuando más se necesitan no están allí. Por esta razón, la gran preocupación que yo tengo, es que la fórmula del diálogo mágico que nos saque de este grandísimo atolladero en el que nos encontremos, no va a contar con unos interlocutores válidos y preparados. 


Lo que vamos a escuchar en las próximas semanas, y ojalá me equivoque, es una multiplicidad de demandas hechas desde la desconfianza, la rabia y la desesperación. Y estás no son precisamente las mejores compañeras para unos diálogos constructivos. 


Y si seguimos por este camino, dejamos que la emoción del miedo, que se traduce en rabia, odio, y desconfianza, nuble el buen juicio y siembre más desesperanza. Y cuando no hay esperanza de que podemos encontrar colectivamente un propósito común y un camino para lograrlo, las consecuencias para los jóvenes, que hoy protestan apresados por estas emociones, serán mucho más graves que las que hoy los han lanzado a las calles. Y si no creen , que le pregunten a sus pares en Venezuela.



¿Que hacer? En mi próximo blog voy a seguir explorando el lado emocional que hoy nos envuelve a los  colombianos y que debemos gestionar. También voy a comentar sobre  varias iniciativas que buscan contribuir con propuestas para mejorar nuestra capacidad de conversar para poder dialogar. Porque lo único que no podemos hacer, es abandonar el barco, ni tampoco dejarnos paralizar por el miedo. 

sábado, 8 de mayo de 2021

¿Y ahora qué?



 Los que creen que los pueblos seguirán sus intereses y no sus pasiones,  o han entendiDo nada del siglo XX Raymon Aron 

Las condiciones estaban dadas para que ardiera el país. No debería ser una sorpresa para nadie, y menos para Duque y su partido, quienes no supieron leer, ni conectarse, con las consecuencias  de la pandemia y  su profundo impacto en la sociedad.  Es cierto, el covid-19 fue una lotería que tuvieron que enfrentar y que cogió al mundo entero por sorpresa. Pero esto no los excusa  para asumir la responsabilidad por sus acciones y omisiones, durante los tres años que han estado en el poder, para entender que había un peligro inmenso de que se nos incendiara el país como sucedió en Chile. 


La afirmación anterior adquiere aún más validez,  cuando ya se habían prendido las primeras llamas en Colombia a finales del 2019, y que se creyó de manera equivocada, que habían sido sofocadas por las cuarentenas que encerraron a la población durante el 2020. Pero las condiciones, que estaban latentes, fueron agravadas por la crisis de la pandemia.  Su impacto postró a la economía y borró los avances  logrados en las últimas décadas, en temas como la reducción de la pobreza entre otros retrocesos



Como unos pirómanos, Duque y Carrasquilla,  prendieron de nuevo y de manera irresponsable la hoguera. ¿Cuales eran estas condiciones que no vieron y que hoy nos tienen en la peor encrucijada de la historia contemporánea de Colombia?

  • Un material altamente inflamable: desigualdad, desempleo, crisis de salud y violencia. 
  • Un entorno muy complejo con vientos huracanados crecientes: una desconfianza generalizada, polarización, vacío evidente de liderazgo, desistitucionalización de los partidos políticos, sistema judicial inoperante, Congreso incapaz, corrupción  desbordada, y unas redes sociales que facilitan la orquestación de la revuelta. 
  • Una chispa: una reforma tributaria desconectada con la realidad social actual y un manejo asombrosamente inepto de la misma. 
  • Mas combustible sobre la hoguera: el oportunismo político de Petro y los sindicatos de izquierda, un problema visto solo desde  la óptica del orden público y  del terrorismo,  el uso excesivo de la fuerza pública, un presidente inexperto que se quedó solo y sin capacidades de liderazgo y pedagogía.

Esta situación,  es el espejo del que le escuche a un analista chileno sobre la realidad de su país, cuando explicaba los antecedentes y las consecuencias de la crisis que se desató el 18 de Octubre del 2019. Y como es un buen  reflejo de nuestra situación, de nuevo vale la pena poner los ojos en este país, porque nos puede servir para poder contestar hoy la gran pregunta que tenemos en Colombia: ¿Y que sigue?


Chile ha sido un referente en AL por la forma en habían manejado su proceso de desarrollo y superado crisis muy complejas desde hace cincuenta años. Pero irónicamente, cuando el actual presidente Piñera, afirmara  a principios de Octubre del 2019, que su país era un ejemplo de estabilidad, en un continente convulsionado, días después  le estalló la más grande protesta social en muchos años.  


Su afirmación se desmoronó en un instante, con unas consecuencias posteriores impredecibles, que nadie las había previsto. Esta explosión de indignación social, se produjo porque las condiciones estaban dadas para que se prendiera la hoguera, y volara por los aires la sensación de invulnerabilidad y prepotencia de Piñera y la élite empresarial chilena. Ver lo que hoy está sucediendo en Chile, nos puede ayudar a iluminar mejor el proceso y las posibles consecuencias de la crisis sin antecedentes que hoy estamos viendo en nuestro país. 


Como el análisis del caso chileno, que tuve la oportunidad de escuchar en estos días, es fascinante, preocupante y muy relevante, para entender nuestra situación actual, me voy a  referir a los puntos que más me llamaron la atención.


Por las implicaciones  políticas y económicas, que llevaron que finalmente a  Piñera a perder el manejo del país, los mensajes más importantes fueron los siguientes. Hoy Chile es una sociedad caracterizada  por unas grandes brechas que dividen a su sociedad: la desconexión entre la izquierda y la derecha que están cada vez más distantes, la desconexión entre la élite y el pueblo, y el abismo creciente generacional



Comencemos por una pregunta muy importante: ¿cuál es el rol de la juventud en lo sucedido en Chile y como es el perfil de este grupo poblacional que hoy lo caracteriza


No puedo decir que lo que escuche haya sido una sorpresa para mi, pero tengo que confesar que me impacto muchísimo porque me abrió los ojos sobre las dinámicas que hoy definen esta generación, que en pocos años asumirá la responsabilidad de manejar a su país, pero que la crisis política actual, ha acelerado su participación e impacto. 


En una encuesta reciente a jóvenes de 15 a 30 años se encontró que es la generación que quiere cambiar a Chile la caracteriza lo siguiente:

  • No ven en la política el camino para resolver los problemas y conflictos de la sociedad.
  • Ven las redes sociales como el vehículo para expresarse, movilizarse y conectarse 
  • Es una generación sin miedo al poder, a la autoridad, el cumplimento de las reglas y los límites.
  • No le encuentran sentido a la división de izquierda/derecha que ha moldeado el comportamiento político hasta ahora.
  • Buscan la satisfacción inmediata
  • El 60% de los entrevistados participaron activamente en las marchas
  • Solo el 35% estuvo de acuerdo con la declaración del estado de emergencia decretado por Piñera durante los disturbios.
  • El 80% justificó y lo considero legítimo  el no cumplir con el pago del transporte que fue la chispa que prendió la hoguera

Es una generación que demanda justicia, coherencia, transparencia, respeto, empatía, innovacion. 


Cuando una sociedad no cree ni el el rejo de las campanas, no tiene el capital social que le permite entenderse desde la diversidad y la complejidad, para poder tener unos mínimos acuerdos que le posibiliten enfrentar los problemas que afectan a todos sus miembros. En el caso de Chile, las encuestas sobre la confianza de los habitantes en sus dirigentes y las instituciones, está en los niveles más bajos desde que se lleva este registro.


Para el caso chileno, se encontró una válvula de escape temporal para calmar las violentas protestas sociales, que también dieron alguna pausa durante la pandemia el año pasado. Pero al igual que Colombia, se volvieron a prender hace algunos meses. Se encontró un enemigo común que había que cambiar: la Constitución de Pinochet. Lo que salga de este cambio a través de una Constituyente, es muy difícil de predecir. Lo que se puede apostar, es que dado el entorno actual tan caldeado, las sorpresas serán muchas.


Otro aspecto que me llamó la atención es que la  crisis, que hoy afecta a país austral, ha llevado “al derrumbe” de unas certezas, traducidas en fantasías, que diferenciaban a Chile de otros países latinoamericanos

  • La  movilidad social basada en el trabajo duro y la educación, 
  • La inmortalidad y la Libertad donde el estar vivo mañana y moverse con libertad no se cuestionaba
  • La estabilidad económica que garantizaba poder tener dinero para vivir.

Y algo que me impacto aún más,  del análisis hecho sobre Chile, es el cambio tan dramático de los escenarios y las prioridades  de antes de la crisis de octubre del 2019, después de ella  y hoy en la situación actual.

  • De un foco en el mercado, a uno más en el Estado, para terminar hoy en la pregunta : ¿quien nos podrá salvar?
  • De una clase media creciente volver la atención sobre la pobreza, el hambre y el desempleo.
  • Del crecimiento económico, a las demandas sociales para terminar en un foco en las necesidades básicas de salud y alimentación.
  • De la capacidad de gestion, a un nuevo liderazgo efectivo y empático.
  • De la unidad y el consenso social, a la polarización.
  • De las certezas a la incertidumbre y el miedo.
  • De la confianza institucional, eje: los Carabineros, a una gran desconfianza en ellos .

¿Qué nos puede enseñar el caso chileno para interpretar y proyectar el caso colombiano?


Son varias las reflexiones que se pueden hacer. La primera de ellas, es el tremendo error que comete un gobierno cuando no es capaz de leer las necesidades de la sociedad y se desconecta de ella. Brilla por su ausencia la capacidad de empatía, y abunda la prepotencia y la soberbia.  Esto lleva a un manejo de los problemas complejos y ambiguos, con un enfoque puramente técnico,  sin entender que muchos de ellos requieren de serios procesos de adaptación y por lo tanto de liderazgo.


La segunda reflexión es enfocar las marchas sociales, como solo actos de terrorismo y vandalismo, cuya única respuesta es el uso excesivo de la fuerza pública, con el consiguiente impacto en el desprestigio y su legitimidad. Esta aproximación abre un abismo entre la dirigencia política y el pueblo que impide la gobernabilidad, 


Pero ademas, es la oportunidad de oro para que los agitadores profesionales como Petro, se posicionen como la única solución. Ellos si tienen todas las respuestas a las angustias de la gente, ellos si los comprenden y los pueden ayudar. Claro, el resultado final es Venezuela, pero eso se olvida fácilmente,  cuando el miedo , el hambre y la desesperanza, son las emociones dominantes de una sociedad. Los agitadores lo saben y buscan exacerbarlas aún más porque son su gran oportunidad.



Y de aquí comparto algunas lecciones del caso chileno que escuche en la presentación de hace tres días.

  • Con argumentos y estadísticas  no se combaten las emociones. 
  • Se necesitan liderazgos que sepan hacer las preguntas pertinentes, y tengan el coraje de aceptar los fracasos, valoren las controversias y acepten que no tienen todas las respuestas.
  • Lo que fallo es “El  modelo” a escala nacional y planetaria. Esta surgiendo un nuevo paradigma y una “nueva normalidad” sin reverso. 
  • Colapsaron las ideologías y las narrativas del siglo XX y hay un gran desencanto con la globalización y la democracia.
  • Las protestas se gestionan, reorientan, se enmarcan distinto y  no se “solucionan”.
  • Como en el judo, la resistencia no se resiste sino se canaliza.
  • La solución y “ los milagros” no deben de esperarse solo del Estado y la dirigencia política.
  • Las empresas tienen que desempeñar un papel más activo para ayudar a cerrar las brechas que afectan a las sociedades donde operan.
  • La incertidumbre llegó para quedarse y con ella el desorden y el miedo. Hay que improvisar.
  • Las soluciones técnicas a problemas adaptativos pueden destruir una democracia.
  • Los privilegios no justificados, generan cada vez más rechazo y resentimientos, en las sociedades con expectativas crecientes.

Como se puede observar de los puntos anteriores, los avances logrados en el pasado, no inmunizan a una sociedad de los cambios en las expectativas  de la gente que avanzan más rápidamente que la capacidad del sistema democrático para responder a ellas. Y cuando hay un shock tan grande como la pandemia, este desnuda las brechas que no fueron atendidas y pone a prueba la capacidad institucional, el liderazgo político, y el capital social para responder. Lo que se observa en Chile y ahora en Colombia, es que vamos por el camino equivocado y esta es la realidad. ¿Qué hacer? En el próximo blog veremos si es posible prender la luz de la Esperanza







 




sábado, 1 de mayo de 2021

¡ O paradoja !


En medio de la tercera ola de la pandemia que ha azotado nuestro país, el Gobierno Nacional decidió presentar una reforma tributaria más profunda que las anteriores, que con el pomposo
  nombre de Ley de solidaridad sostenible, golpea fuertemente los bolsillos de  la clase media en Colombia. La respuesta de repudio general fue inmediata y no pudo se más contundente: los principales partidos políticos, si es que se pueden denominar como tales, le voltearon la espalda, incluyendo el partido de gobierno con su mentor  a la cabeza. 

Dirigentes políticos como Petro, no iban a dejar pasar esta oportunidad para azuzar  aún más a las masas. Nada más fácil, para un agitador profesional sin escrúpulos,  que exacerbar los ánimos de personas muy golpeadas por las consecuencias económicas del covid-19, para lanzarlas de manera irresponsable a la calle, corriendo altísimos riesgos de contagiar o ser contagiadas, cuando estamos en el pico más alto de la pandemia. 




Para no hablar de la orquestación de actos de violencia que fueron promovidos en diferentes puntos de la ciudad y en otras ciudades del país. El caso de Cali fue bochornoso: las imágenes de los vándalos que irrumpieron en las oficinas de la DIAN, son escalofriantes pero no inesperadas. En un ambiente tan caldeado y complejo, estas son las consecuencias que Duque y su ministro Carrasquilla, han debido de anticipar, pero de manera ciega, claramente no lo hicieron. Aún más insistieron en su proyecto. 


Las razones para hacerlo, eran poder sostener la caña de programas asistenciales para ayudar a la gente de menos recursos tan perjudicada en esta pandemia. Pero también, que si no lo hacían, íbamos a ser castigados por las calificadoras de riesgo. Lo primero claramente tiene sus méritos, lo segundo no. La verdad es que la ortodoxia fiscal saltó por la borda a nivel mundial en estos últimos meses. La impresión de billete y el alto endeudamiento sin mayores miramientos, se convirtieron en el nuevo paradigma del manejo económico, forzados por las circunstancias.


Lo que me lleva al corazón de este blog: ¿en qué mundo se están moviendo los dirigentes políticos que tenemos?, y en especial Ivan Duque, quien se ganó la lotería de ser jefe del estado, por escogencia de su padrino Uribe, y sin experiencia previa, le tocó enfrentar la crisis económica y de salud más grande de nuestra historia. Decisiones como la reforma tributaria presentada ,  era como lanzar gasolina a una hoguera que se estaba saliendo ya de control. 



A mi si me genera mucha curiosidad saber en que estaban pensando Duque y Carrasquilla, cuando evaluaron  la oportunidad de exprimir mas a las empresas y sacarle dinero a la clase media, en las condiciones económicas actuales. De verdad, ¿pensaron que era factible su aprobación en la situación actual, y que iba a primar la urgencia de obtener más recursos para el fisco, para que fuera bien recibida?. ¿Porqué no oyeron a quienes les advirtieron del desastre, incluyendo a Uribe quien intervino cuando ya era tarde?


Desde hace mucho tiempo, se ha reconocido por parte de los expertos nacionales e internacionales, que el sistema tributario colombiano requiere de un rediseño profundo, para enfrentar los retos, necesidades y expectativas crecientes de nuestra sociedad. Esta pandemia no solo rompió la ortodoxia en el manejo de las finanzas públicas, sino que desnudó brutalmente esa realidad, que ni los políticos, ni la sociedad en general, han querido enfrentar. 


Esta incapacidad de coger el toro por los cuernos, y buscar una solución que actualizara al sistema tributario colombiano, para enfrentar las nuevas realidades económicas, políticas y sociales del país, le está pasando una factura con un inmenso costo, durante la peor crisis económica de nuestra historia. 



Para un país con tasas de informalidad superiores al 50%, una cultura tramposa cada vez más asentada, y una situación tan compleja como la actual, buscar arreglar el problema sin ninguna pedagogía, ha sido una insensatez, que demuestran una insensibilidad impresionante, una falta de oportunidad irresponsable, y una incapacidad de tomarle el pulso al momento histórico que atraviesa el país. 


El ministro Carrasquilla y sus técnicos de Hacienda, no supieron escuchar las voces de la comisión de expertos que les entregó un informe muy completo con recomendaciones muy serias. Las afugias por conseguir plata los cegó. Este no era el momento para enmendar una plana histórica que tiene pendiente el país. Y mucho menos, cuando se perdió un año muy valioso para ir preparando al país para entender los costos que se iban que tener que pagar. ¿Porqué no lo hicieron, en el 2019 al iniciar el gobierno, y cuando podían invertir mejor el capital político que tenían? 


Lo que es una ironía de la vida, y que demuestra una gran torpeza, de Duque y de su partido con Uribe a la cabeza, es  que una decisión inoportuna y tardía para resolver un problema de fondo, nos termine costando  la llegada de  Petro al poder. Parece que el campanazo de nuestro vecino Ecuador no los inmutó, ni tampoco el desastre que enfrenta el Perú, como lo mostré en mi blog anterior. 


Pero hay algo todavía más preocupante, que ya lo he mencionado en otros blogs. La pandemia ha dejado al descubierto otro gran problema que enfrentamos como sociedad: el profundo vacío de liderazgo de la dirigencia política de nuestro país, tanto de derecha como de izquierda. De este comentario, en mi concepto  no se salva nadie.  Pero resulta que el ejercicio del liderazgo es esencial cuando una sociedad enfrenta grandes crisis, como lo hizo Churchill, cuando llegó a ser Primer Ministro al iniciar la II Guerra en 1940. 


Es en estos momentos, se necesita que exista esta capacidad de liderazgo en las cabezas de quienes toman las decisiones, y que afectan a toda la sociedad. Se requiere, como lo hizo Churchill, que todos entiendan que deben de hacer sacrificios y asumir una cuota de responsabilidad para salir adelante. En ese caso, fue el llamado que hizo este líder político : “sangre , sudor y lágrimas”, y un llamado a defender su nación, lo que inspiró a los británicos a enfrentar a Hitler y superar la debacle de Dunkerque en las costas francesas. 


Al igual que Santos con su proceso de paz, Duque está cometiendo el mismo error. No era un problema técnico de buscar más recursos, lo que ha debido de abordar primero, ha debido ser enfrentar el reto  adaptativo que implica aceptar pagar impuestos, cuando venimos de  una cultura que se acostumbró a que solo lo hace una ínfima minoría en cabeza de las empresas, sin asumir la responsabilidad tributaria que nos debería competer a todos. Así sucede en otros países similares a los nuestro, para no hablar de los más avanzados de la OECD, club al cual pertenecemos, pero que estamos muy lejos de igualar. 


Y retomando el caso del Reino Unido en la década de los 30 del siglo pasado, un monumental error de juicio y de de decisiones equivocadas por parte de Chamberlain, Primer Ministro de esa época, al no leer las verdaderas intenciones de Hitler, cambio la historia y el mundo se sumergió en un holocausto que costó más de 70 millones de vidas. En nuestro caso, !o paradoja! , nos puede conducir de la mano del Centro Democrático, a repetir la historia de Venezuela. Ese sería un escenario posible con un costo inmenso, que habríamos pagado por esa falta de sensibilidad y liderazgo político de Uribe, Duque y su grupo .