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domingo, 21 de septiembre de 2025

El cuidado como cultura: aprendizajes de un viaje por el Japón

  


Introducción

Japón es hoy la tercera economía más grande del mundo, con un PIB que supera los 4.200 billones de dólares, una población cercana a los 125 millones de habitantes y un nivel de competitividad que lo mantiene como referencia en innovación tecnológica, infraestructura y calidad educativa. Este logro resulta aún más notable si se tiene en cuenta que el país tiene una población envejecida, ha enfrentado desastres naturales recurrentes y la devastación de la guerra en el siglo XX. Su crecimiento económico y su estabilidad social no se explican solo por decisiones técnicas, sino por una cultura profundamente arraigada que combina disciplina, resiliencia y orgullo colectivo.

Viajar permite ver el propio país con nuevos ojos. Recorrer Japón, con su mezcla de tradición milenaria y modernidad deslumbrante, es una experiencia que sacude las creencias más profundas. Este blog no busca idealizar una cultura que tiene también sus sombras, sino mostrar cómo ciertos hábitos colectivos, arraigados en la vida cotidiana, se convierten en cimientos sólidos para sostener un proyecto nacional. Al observar a Japón con ojos de curiosidad, Colombia puede encontrar lecciones valiosas para avanzar en la construcción de una cultura ciudadana que haga posible la narrativa de que Colombia es buena y vale la pena cuidarla.

En este primer texto me voy a concentrar en las luces de esta cultura milenaria: las fortalezas culturales japonesas que pueden inspirarnos. En un segundo blog abordaré las sombras de sus excesos, para no caer en la trampa de pensar que todo lo que funciona en otro contexto puede trasplantarse sin reflexión a nuestro país.

Para una narrativa como la de “Colombia es buena”, que busca sostener en el tiempo la idea del cuidado colectivo de nuestro país, el ejemplo japonés recuerda que los cambios culturales son fundamentales para sostener un proyecto nacional. Pero es un proceso que requiere de persistencia y coherencia promovidos por un liderazgo colectivo. Mockus demostró hace treinta años que esto era posible pero faltó la apropiación colectiva para lograr su sostenibilidad en el tiempo.


2. Respeto por lo común: lo público también es propio

En Japón sorprende la limpieza de las calles en ciudades gigantescas como Tokio con 42 millones de habitantes  y Osaka con 19 millones en sus áreas metropolitanas . No hay basureros en cada esquina, de hecho las eliminaron después de un ataque terrorista en el Metro de Tokio con gas sarin  en 1995, pero tampoco hay basura en el suelo. La gente guarda sus residuos hasta encontrar dónde desecharlos. Los baños públicos, incluso en las estaciones de tren su limpieza es impecable.

Este comportamiento ciudadano no se explica por qué haya un vigilancia estricta, de hecho se ven muy pocos policías, sino por normas culturales internalizadas. Lo público es percibido como prolongación de lo propio. Cuidar el espacio compartido es cuidar la dignidad de todos los ciudadanos japoneses.

El contraste con Colombia es muy grande, lo común suele ser visto como tierra de nadie, susceptible de abusos o descuidos. Es una mentalidad que erosiona la confianza y bloquea la colaboración. Aprender del Japón no significa copiar los rituales de una cultura muy diferente a la nuestra, pero si implica cultivar una conciencia nueva: que los parques, los barrios, las instituciones y hasta el ejercicio de la política, deben de ser vistos como extensiones de nuestra casa. El respeto no nace del miedo a una multa, sino del orgullo de cuidar lo que nos afecta a todos.


3. Memoria y resiliencia: renacer de las ruinas

La historia reciente de Japón está marcada por catástrofes. Hiroshima y Nagasaki quedaron arrasadas en 1945 por la bomba Atómica; Tokio fue devastada por bombardeos; terremotos y tsunamis han puesto a prueba al país una y otra vez. Sin embargo, lo que impresiona no es solo la magnitud de la destrucción que han sufrido el Japón, sino la capacidad colectiva  de levantarse de su  pueblo . 

Después de la II Guerra Mundial. Japón se reinventó como potencia tecnológica y económica en menos de dos décadas, sin romper con su tradición cultural. Más bien lo hicieron apoyándose en ella. Lo mismo lo han hecho después de sufrir desastres naturales como el  terremoto más fuerte que han tenido de 9.1 en la escala de Richter que desencadenó un tsunami en marzo del 2011.

Esta resiliencia colectiva tiene una lección profunda para Colombia. Nosotros también hemos vivido guerras internas, violencia y desastres naturales. Pero solemos narrarnos desde la herida y no desde la recuperación. La memoria japonesa muestra que se puede convertir el dolor en una energía de cohesión, en lugar de una excusa para la resignación.

La narrativa de “Colombia es buena” necesita este mismo espíritu: reconocer las cicatrices, pero contarlas como pruebas superadas que fortalecen la identidad común.

4. Orgullo compartido y reputación colectiva

En la cultura japonesa existe la noción de mantener la cara, es decir, cuidar la imagen propia y la de los demás. No se trata solo de apariencia, sino de dignidad en lo público. Esa conciencia de que cada acción individual afecta la reputación colectiva genera un círculo virtuoso: si alguien incumple, no solo queda mal él, sino que avergüenza y afecta la armonía del grupo . Estos dos  conceptos  la vergüenza y la armonía,  son muy poderosos en la cultura japonesa 

En Colombia, la reputación tiende a entenderse de manera individual. Lo importante es “quedar bien uno”, no importa  si se afecta a la comunidad. Por eso es dicho aceptado que el “vivo se come al bobo” aunque el sistema se debilite como resultado de su acción. La lección japonesa es clara: no basta con cuidar la propia cara; hay que cuidar el rostro del país. En un contexto donde la confianza está erosionada, recuperar el orgullo compartido es una estrategia de transformación cultural indispensable si queremos avanzar.


5. El mejoramiento continuo con raíces: tradición y modernidad en diálogo

Japón es también un laboratorio de convivencia entre pasado y futuro. Es posible ver un templo del siglo VIII en medio de rascacielos ultramodernos, o asistir a una ceremonia del té después de visitar un centro de robótica. El  Kaizen  base de la calidad e innovación en los procesos de producción que llevaron al Japón a ser líder en muchas industrias,  no borra sus raíces culturales , más bien se apoya en ellas y las potencia.

El contraste con Colombia es muy grande. Solemos caer en dicotomías muy destructivas: tradición versus modernidad, campo versus ciudad, identidad cultural versus apertura global. El ejemplo japonés enseña que la fuerza está en la integración de sus activos culturales y su historia con la realidad actual . Las sociedades que logran avanzar sin negar sus raíces son las que encuentran un equilibrio más sostenible.

Para el movimiento “Colombia es buena” que está emergiendo , este aprendizaje es vital: no se trata de inventar un país desde cero, sino de tejer una narrativa que reconozca nuestras tradiciones y las relacione con los desafíos contemporáneos.

6. Conexión con la narrativa del cuidado en Colombia

Las fortalezas culturales de Japón no son solo curiosidades turísticas. Funcionan como recordatorios de que la cultura es el verdadero andamiaje de los proyectos colectivos de largo plazo. Un tren bala no es posible si no existe disciplina; una ciudad limpia no se sostiene sin respeto; la innovación y la calidad no prosperan sin memoria; la confianza no se multiplica sin orgullo compartido.

Colombia, con su diversidad, recursividad y resiliencia, tiene un enorme potencial para construir una cultura ciudadana que no solo copie, pero sí aprenda. Lo fundamental es entender que el cambio no vendrá de decretos o discursos, sino de la forma en que millones de ciudadanos decidan actuar colectivamente en su vida cotidiana.

Conclusión

Japón enseña que el cuidado colectivo no es un eslogan, sino una práctica cultural. Las normas sociales, los rituales comunitarios y la disciplina cotidiana son la base invisible que sostiene un país. Para Colombia, el reto es cultivar nuestra propia versión de esos valores, sin perder la alegría, la calidez y la diversidad que nos caracterizan.

La narrativa emergente de que Colombia es buena y vale la pena cuidarla solo será real si logramos convertirla en hábitos, en símbolos y en orgullo compartido. Japón nos muestra que sí es posible. Ahora nos corresponde a nosotros decidir qué elementos de nuestra cultura queremos potenciar para que el cuidado deje de ser excepción y se convierta en costumbre nacional .


PD:por problemas de tecnología parece que mis dos blogs anteriores no fueron enviados por Google. Le recomiendo al lector leerlos, en especial el de la semana pasada sobre Corea. Y si los encuentra interesantes los invito a compartirlos con otras personas

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