En la primera semana de abril, estuvo en Cali Ronald Heifetz , profesor de liderazgo en la U de Harvard, en un taller con el Alcalde Alejandro Éder, miembros de su administración y empresarios de la región, quienes promovieron esta reunión. El propósito de la invitación, “ Convergencia por Cali, la ciudad en nuestras manos” , terminó siendo un espacio muy valioso para entender la naturaleza de los problemas que enfrenta esta ciudad. Con este evento, Cali nos sigue dando ejemplo, del interés del sector privado por ayudar a la ciudad y a su Administración.
Estamos viviendo una época donde hay retos que están desbordando nuestras capacidades individuales y colectivas . Para algunos de - ( retos técnicos ) - existe el conocimiento, la experiencia para enfrentarlos y se requiere una buena gerencia. Pero hay otros - (retos adaptativos) - para los cuales no hay respuestas conocidas, existen muchas preguntas, y se necesita del ejercicio del liderazgo. El gran riesgo está en equivocarse en identificar la naturaleza de los retos, y por lo tanto, del cómo enfrentarlos.
La capacidad de diagnosticar correctamente el tipo del reto que se enfrenta, es fundamental poder enfrentar de manera más efectiva el problema y no frustrar las expectativas de la gente. Como le sucede a los médicos, un diagnóstico equivocado puede matar al paciente.
En momentos cuando todo es urgente, la convocatoria a este taller fue muy pertinente. Como preparación a la reunión se realizó una encuesta a los participantes con el fin de ver su percepción sobre los retos más importantes de liderazgo colectivo para Cali, su impacto , dificultad para enfrentarlos y potenciales colaboradores. Con base a esta información, se ayudó a la selección , por parte de la Administración Municipal, de los tres retos más importantes entre una lista de más de noventa levantados .
Con la orientación del profesor Heifetz, se promovieron diversas conversaciones donde se pusieron en evidencia varias cosas:
- La diversidad es un elemento fundamental para el ejercicio del liderazgo. Todos fuimos testigos de la riqueza que se tiene cuando se escuchan opiniones diferentes y de actores disímiles.
- También se demostró la importancia de construir confianza, a partir de conocerse y escucharse los diversos actores participantes en procesos de liderazgo colectivo, y que tienen retos de alta complejidad, como los evidenciados en el taller que enfrenta a la ciudad de Cali.
- Los participantes descubrieron la diferencia que hay entre los componentes técnicos de los de los retos identificados, y los retos adaptativos. También entendieron que se requieren competencias y habilidades distintas en cada caso.
Para complementar este blog, voy a compartir con mis lectores, algunas de las reflexiones más importantes que nos aportó el profesor Heifetz en el taller .
El diagnóstico del tipo de reto que enfrenta una comunidad
Como ya lo mencioné al inicio de este blog, Heifetz distingue entre retos técnicos —para los que existen soluciones conocidas— y retos adaptativos, que no tienen soluciones preestablecidas y exigen cambios profundos en valores, hábitos y comportamientos. Este último es el ámbito donde se requiere liderazgo.
Identificar correctamente el tipo de reto es fundamental, pues un diagnóstico equivocado puede generar más problemas. Por ejemplo, la construcción del Metro de Bogotá conlleva desafíos técnicos, pero también un impacto profundo en la vida de comunidades vecinas. Por tanto, exige un diagnóstico social cuidadoso, aunque esto demande tiempo. El problema es que el tiempo suele jugar en contra del gobernante de turno, y eso puede llevar a soluciones superficiales que dejan heridas para la siguiente administración y comprometen la sostenibilidad del proyecto en el largo plazo.
Cuando se enfrentan retos adaptativos, desde la gestión pública, hay tres desafíos. El primero es educar a la ciudadanía para que comprenda que no todos los problemas tienen respuestas claras y se resuelven con expertos. El segundo, mostrar que requieren corresponsabilidad colectiva. El tercero es gestionar la impaciencia y las expectativas dentro de mandatos de duración limitada, especialmente en procesos que requieren más de un período de gobierno.
A diferencia de los retos técnicos, que permiten planes detallados, los retos adaptativos no siguen rutas lineales. Por eso, Heifetz propone “subirse al balcón” para observar lo que ocurre en la pista de baile, diagnosticar, innovar y luego volver a la acción, en un ciclo continuo de reflexión y adaptación.
Confusiones relacionadas con el ejercicio de liderazgo
Existe una confusión generalizada respecto al concepto de liderazgo. Este término se utiliza frecuentemente sin una comprensión clara de su significado. Se asume que quien es considerado líder necesariamente posee talento y habilidades adecuadas. Sin embargo, al estudiar múltiples casos, se evidencia que no existe un único conjunto de características que definan el liderazgo.
Otra confusión común es pensar que el liderazgo es patrimonio de unas pocas personas dotadas de ciertas cualidades. Esta visión resulta peligrosa para la sociedad, pues fomenta culturas de dependencia y de caudillismo.
Una tercera confusión, es asignar el calificativo de “lider” a quien es un dirigente o tiene un rol de autoridad. Sobre este tema específico voy a compartir más adelante una distinción muy importante que hace Heifetz.
No es posible construir una sociedad vibrante si no existe una responsabilidad colectiva por su bienestar. Tampoco es viable una economía dinámica sin personas dispuestas a emprender, asumir riesgos y responder a los desafíos de la comunidad. Se requiere una diversidad de talentos comprometidos con asumir riesgos y responder al llamado del contexto.
La historia demuestra que muchas veces, quienes ejercen liderazgo emergen de lugares impredecibles, no exclusivamente de escuelas prestigiosas o familias de élite.
Concepto de autoridad y su relación con el liderazgo
La autoridad surge de una transacción en la que una persona otorga poder a otra para actuar en su nombre, a cambio de un servicio que espera recibir. Esto implica confianza, integridad, capacidad y competencia por parte de quien recibe dicha autoridad.
Las estructuras de autoridad son recursos esenciales para las sociedades humanas. No podemos prescindir de ellas. No obstante, su base fundamental es la confianza. Los seres humanos estamos naturalmente predispuestos a confiar. Desde la infancia, aprendemos a confiar en nuestros mayores. La confianza es la palabra clave detrás del acto de autorizar a otro.
Existe un legado infantil: el deseo de encontrar a alguien en quien confiar, una figura paterna salvadora que nos proteja de las amenazas, alguien con todas las respuestas. Lamentablemente, la mayoría de los adultos han experimentado abusos de confianza por parte de personas con autoridad, y ello deja heridas profundas.
Crecimos desarrollando reacciones alérgicas a la autoridad. Por un lado, anhelamos confiar en los demás; por otro, acumulamos razones para no hacerlo. Esta ambivalencia ha deteriorado la noción de “autoridad”, debido a las cicatrices provocadas por abusos tanto en el ámbito familiar como en nuestras propias vidas.
Desde esta perspectiva, el desafío del liderazgo consiste en rehabilitar la capacidad de las personas para volver a confiar en la autoridad. Pero también es un reto para entender que hay personas que no tienen autoridad y pueden ejercer un gran liderazgo. Para quienes enseñan liderazgo a personas en roles de autoridad, la tarea es mostrar la importancia de convertirse en dirigentes confiables que no abusen de su poder.
Sin embargo, existe una paradoja. Muchas personas desconfían profundamente de la autoridad, y a la vez, son vulnerables a caer en manos de charlatanes que ofrecen certezas y falsas promesas. Trágicamente, la realidad se impone, y estas personas terminan frustradas, aprendiendo por las malas.
En contextos de vacío de liderazgo y manipulación por parte de dirigentes sin escrúpulos, se agudizan las tensiones sociales. Crece el sentimiento de abandono en sectores de la población cuya ira busca salidas en promesas incumplibles emitidas por demagogos.
En América Latina, donde surgió el término “caudillo”, la palabra autoridad tiene una carga cultural significativa. Existe un anhelo histórico por la figura de un mesías que nos rescate de nuestras complejidades y heridas.
Se necesitan líderes con el coraje de confrontar a la ciudadanía y decirles que no existen respuestas fáciles en un entorno complejo y volátil. El riesgo, incluso, puede ser la vida de quien se atreve a plantear tales verdades.
Según Heifetz, ejercer liderazgo desde una posición de autoridad, requiere paciencia y compasión. En contextos donde las personas desconfían —y tienen razones para hacerlo— es necesario diagnosticar sus causas y ofrecer acompañamiento.
Pero surge una pregunta crucial: ¿Qué sucede cuando la figura de autoridad no sabe qué hacer? Aunque se le ha confiado un rol para aliviar el dolor colectivo, puede no tener la respuesta. Para mantenerse en el poder, puede mentir, fingir competencia o distraer la atención. Hoy en día, las figuras de autoridad enfrentan una presión enorme por cumplir con expectativas que muchas veces son inalcanzables. Si no son honestas, terminarán engañando a la ciudadanía.
Reflexión final
Los comentarios anteriores son especialmente importantes para los alcaldes que hoy gobiernan los destinos de las ciudades grandes, medianas y pequeñas en Colombia. Estas personas fueron elegidas con la expectativa de que tenían la capacidad de resolver “todos los problemas” que afectan la calidad de vida de su gente , pero la realidad es muy diferente. Y lo preocupante, es ver que muchos de ellos están con sus agendas desbordadas, apagando incendios con un costo personal muy alto, sin el tiempo para abocar los grandes retos adaptativos que enfrentan. Más grave aún, si los tratan como si fueran “retos técnicos “ y se sorprenden porque los resultados no son buenos, como lo demuestran la caída de la popularidad en las encuestas.
Hay dos preguntas importantes que me hago al finalizar este blog. ¿ Las reflexiones propuestas por Heifetz, y los aprendizajes construidos colectivamente en el taller, le permitirán al alcalde de Cali y a su equipo, corregir el rumbo y vincular de una manera más decidida la participación del liderazgo colectivo de los diferentes grupos de interés que puede aportar en la ciudad?. ¿ También serían pertinentes para los alcaldes de Bogotá, Medellín y otras ciudades, donde estén ejerciendo el poder en beneficio de sus comunidades?
Confusiones relacionadas con el ejercicio de liderazgo
Existe una confusión generalizada respecto al concepto de liderazgo. El término se utiliza frecuentemente sin una comprensión clara de su significado. Se asume que quien es considerado líder necesariamente posee talento y habilidades adecuadas. Sin embargo, al estudiar múltiples casos, se evidencia que no existe un único conjunto de características que definan el liderazgo.
Otra confusión común es pensar que el liderazgo es patrimonio de unas pocas personas dotadas de ciertas cualidades. Esta visión resulta peligrosa para la sociedad, pues fomenta culturas de dependencia y de caudillismo.
No es posible construir una sociedad vibrante si no existe una responsabilidad colectiva por su bienestar. Tampoco es viable una economía dinámica sin personas dispuestas a emprender, asumir riesgos y responder a los desafíos de la comunidad. Se requiere una diversidad de talentos comprometidos con asumir riesgos y responder al llamado del contexto.
La historia demuestra que muchas veces, quienes ejercen liderazgo emergen de lugares impredecibles, no exclusivamente de escuelas prestigiosas o familias de élite.
Concepto de autoridad y su relación con el liderazgo
La autoridad surge de una transacción en la que una persona otorga poder a otra para actuar en su nombre, a cambio de un servicio que espera recibir. Esto implica confianza, integridad, capacidad y competencia por parte de quien recibe dicha autoridad.
Las estructuras de autoridad son recursos esenciales para las sociedades humanas. No podemos prescindir de ellas. No obstante, su base fundamental es la confianza. Los seres humanos estamos naturalmente predispuestos a confiar. Desde la infancia, aprendemos a confiar en nuestros mayores. La confianza es la palabra clave detrás del acto de autorizar a otro.
Existe un legado infantil: el deseo de encontrar a alguien en quien confiar, una figura paterna salvadora que nos proteja de las amenazas, alguien con todas las respuestas. Lamentablemente, la mayoría de los adultos han experimentado abusos de confianza por parte de personas con autoridad, y ello deja heridas profundas.
Crecimos desarrollando reacciones alérgicas a la autoridad. Por un lado, anhelamos confiar en los demás; por otro, acumulamos razones para no hacerlo. Esta ambivalencia ha deteriorado la noción de “autoridad”, debido a las cicatrices provocadas por abusos tanto en el ámbito familiar como en nuestras propias vidas.
Desde esta perspectiva, el desafío del liderazgo consiste en rehabilitar la capacidad de las personas para volver a confiar en la autoridad. Para quienes enseñan liderazgo a personas en roles de autoridad, la tarea es mostrar la importancia de convertirse en dirigentes confiables que no abusen de su poder.
Sin embargo, existe una paradoja. Muchas personas desconfían profundamente de la autoridad, y a la vez, son vulnerables a caer en manos de charlatanes que ofrecen certezas y falsas promesas. Trágicamente, la realidad se impone, y estas personas terminan frustradas, aprendiendo por las malas.
En contextos de vacío de liderazgo y manipulación por parte de dirigentes sin escrúpulos, se agudizan las tensiones sociales. Crece el sentimiento de abandono en sectores de la población cuya ira busca salidas en promesas incumplibles emitidas por demagogos.
En América Latina, donde surgió el término “caudillo”, la palabra autoridad tiene una carga cultural significativa. Existe un anhelo histórico por la figura de un mesías que nos rescate de nuestras complejidades y heridas.
Se necesitan líderes con el coraje de confrontar a la ciudadanía y decirles que no existen respuestas fáciles en un entorno complejo y volátil. El riesgo, incluso, puede ser la vida de quien se atreve a plantear tales verdades.
Según Heifetz, ejercer liderazgo desde una posición de autoridad, requiere paciencia y compasión. En contextos donde las personas desconfían —y tienen razones para hacerlo— es necesario diagnosticar sus causas y ofrecer acompañamiento.
Pero surge una pregunta crucial: ¿Qué sucede cuando la figura de autoridad no sabe qué hacer? Aunque se le ha confiado un rol para aliviar el dolor colectivo, puede no tener la respuesta. Para mantenerse en el poder, puede mentir, fingir competencia o distraer la atención. Hoy en día, las figuras de autoridad enfrentan una presión enorme por cumplir con expectativas que muchas veces son inalcanzables. Si no son honestas, terminarán engañando a la ciudadanía.
Competencias para ejercer la autoridad
Frente a desafíos adaptativos, las personas en posiciones de autoridad requieren un nuevo conjunto de habilidades para movilizar procesos de cambio y desafiar a sus propios ciudadanos.
Además, se necesita valentía para decir: “Yo resolví parte de tu problema, pero tú también eres parte de él, y por tanto, parte de la solución”. El problema es que, cuando la ciudadanía vota por un gobernante, espera que le resuelva todo. Dirán: “Para eso lo elegimos”.
Complejidad y capacidad de adaptación individual y colectiva
Vivimos en un mundo caracterizado por la incertidumbre, el cambio acelerado y la volatilidad. Esto genera inestabilidad y requiere una creciente capacidad de adaptación cultural. Los desafíos adaptativos producen desequilibrios permanentes, afectando el comportamiento y la capacidad de respuesta, tanto individual como colectiva.
Desde la perspectiva de Heifetz, el mayor reto del liderazgo es crear condiciones para una cultura capaz de adaptarse permanentemente. Esto implica corresponsabilidad colectiva para monitorear el entorno.
Uno de los grandes desafíos es contener el desequilibrio que estos retos provocan, manteniéndolo dentro de un rango productivo de tensión. Esto exige fortalecer los espacios de contención social, como si se tratara de una olla a presión, en la que el tejido social funcione como el pegamento que permite afrontar tensiones sin ruptura.
Cuanto más cohesionado sea ese tejido, mayor será la capacidad colectiva para gestionar conflictos, incertidumbre y tensiones. Las dinámicas de inestabilidad generan fuerzas centrífugas que afectan el sentido de comunidad, provocando desorientación y conflictos, con múltiples interpretaciones sobre cómo enfrentar la situación.
Por ello, es necesario construir un tejido social cohesionado, basado en una cultura que promueva adaptabilidad y resiliencia. Se necesitan espacios para conversaciones difíciles que propicien innovación, en lugar de polarización y confrontación.
El diagnóstico del tipo de reto que enfrenta una comunidad
Como ya lo mencioné al inicio de este blog, Heifetz distingue entre retos técnicos —para los que existen soluciones conocidas— y retos adaptativos, que no tienen soluciones preestablecidas y exigen cambios profundos en hábitos y comportamientos. Este último es el ámbito donde se requiere liderazgo.
Identificar correctamente el tipo de reto es fundamental, pues un diagnóstico equivocado puede generar más problemas. Por ejemplo, la construcción del Metro de Bogotá conlleva desafíos técnicos, pero también un impacto profundo en la vida de comunidades vecinas. Por tanto, exige un diagnóstico social cuidadoso, aunque esto demande tiempo. El problema es que el tiempo suele jugar en contra del gobernante de turno, y eso puede llevar a soluciones superficiales que dejan heridas para la siguiente administración.
Desde la gestión pública, hay varios retos. El primero es educar a la ciudadanía para que comprenda que no todos los problemas se resuelven con expertos, y que muchos requieren corresponsabilidad colectiva.
El segundo reto es gestionar la impaciencia y las expectativas dentro de mandatos de duración limitada, especialmente en procesos que requieren más de un período de gobierno.
A diferencia de los retos técnicos, que permiten planes detallados, los retos adaptativos no siguen rutas lineales. Por eso, Heifetz propone “subirse al balcón” para observar lo que ocurre en la pista de baile, diagnosticar, y luego volver a la acción, en un ciclo continuo de reflexión y adaptación.
El ejercicio del liderazgo para el cambio y el aprendizaje social
Cualquier proceso de cambio en contextos de incertidumbre exige que las personas desaprendan para adquirir nuevos conocimientos y comportamientos. Este proceso toma tiempo y requiere paciencia.
El ritmo del cambio depende de la velocidad del aprendizaje colectivo. Por ello, se deben moderar las expectativas y prestar atención al ritmo y la secuencia del trabajo adaptativo. Dado el historial de desconfianza, ayudar a las personas a superarlo requiere tiempo y esfuerzo.
Los retos adaptativos necesitan movilizar un proceso de aprendizaje social en el ecosistema que rodea el problema. Pero esto no es lo que normalmente se espera de una figura de autoridad, y ahí radica el peligro.
Otro riesgo es el vacío de liderazgo público, que explica la desorientación y resistencia al cambio. No contamos con líderes políticos capaces de ejercer el liderazgo que requieren los enormes desafíos adaptativos de nuestra sociedad. Las figuras de autoridad no movilizan a las personas a asumir la corresponsabilidad que les corresponde para lograr una mejor calidad de vida y ciudadanía.
Hemos creado una cultura de dependencia. Cuanto más desesperada está la gente, más vulnerable es a caer en manos de demagogos que prometen milagros.
Restricciones al ejercicio del liderazgo en posiciones de poder
Aunque se percibe que quien tiene autoridad no tiene restricciones, en realidad sí las tiene, empezando por su credibilidad, que está ligada a su legitimidad. Muchas expectativas no se pueden cumplir sin una mayor capacidad adaptativa, un sentido de corresponsabilidad compartida y una comprensión de cómo cada quien contribuye al problema.
El abuso del poder mina esa legitimidad. Las sociedades han construido sistemas legales y constitucionales para formalizar la autoridad y dotarla de legitimidad.
La gente busca respuestas fáciles a problemas complejos. Pero, en realidad, el liderazgo requiere ir más allá de la autoridad, haciendo preguntas incómodas. En algunos casos, el liderazgo implica incluso desobedecer ciertas leyes injustas para promover el cambio.
El movimiento por los derechos civiles en EE. UU. rompió normas para mostrar su injusticia, como las leyes que impedían a los afroamericanos votar. Incluso contó con el respaldo tácito del presidente Johnson. Las protestas evidenciaron la violencia de los racistas, y despertaron la conciencia nacional.
Este ejemplo muestra que debemos analizar las demandas adaptativas y los tipos de responsabilidad colectiva que nuestras estructuras de autoridad aún no están preparadas para asumir.
En resumen, debemos moderar nuestras nociones tradicionales de legitimidad para estar a la altura de las exigencias del trabajo adaptativo, lo que implica, en ocasiones, cruzar los límites.
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