En medio de la confrontación entre los extremos de las ideologías de izquierda y derecha, la primera ha atizado la polarización y la lucha de clases, defendiendo el “sagrado derecho a la protesta”, pero con menos cabo de otros derechos, tanto más importantes, como son el derecho a la vida, la salud, el trabajo y la movilidad.
Y en medio de esta cacofonía de voces airadas a favor y en contra, y de los actos de violencia que han tenido un enorme costo social y económico, se nos perdieron de vista en Colombia, las obligaciones que debemos de tener como ciudadanos, para poder exigir los derechos que nos brinda la Constitución.
Y lo insólito de esta situación tan anómala, en un país donde se le rinde tanto culto a los legalismo, se muestre un desbalance tan marcado entre los derechos y los deberes. Este es un tema que no parece importarles a las diferentes instancias de nuestro desbarajustado sistema judicial.
Con un Estado débil, incapaz de hacer cumplir los derechos, y mucho menos los deberes consignados en la Constitución, se le ha dado un patente de corso a los vándalos y a los grupos armados fuera de la ley, así como a quienes han promovido las marchas en el peor momento de la pandemia, para ponerse de ruana el país. Hoy, estos individuos tienen más protección bajo la normativa absolutamente permisiva que tenemos o podemos hacer cumplir, que el pequeño comerciante al que le saquearon su negocio y tuvo que cerrar, o la niña que murió en una ambulancia antes de nacer.
Como veíamos en el blog anterior, somos un país “de emociones tristes”, donde priman las pasiones y las emociones negativas. De alguna manera, esta realidad que no es fácil de entender, hace que la irracionalidad prime y desaparezca lo obvio. En este caso, las responsabilidades ciudadanas, que han pasado al sótano de los recuerdos, junto con el marco de la ética y los valores, para orientar las decisiones individuales y colectivas en la sociedad. Su ausencia explica mejor el porque se toman decisiones tan pobres que nos afectan a todos.
Esta realidad pone en evidencia la ausencia de un verdadero “liderazgo político” en el país. No hay quien confronte a la gente con las contradicciones entre lo que demandan como derechos para ellos, pero que se olvidan de sus obligaciones para con los demás.
No hay quien le explique a la gente, que el sano equilibrio entre los dos, es una precondición para vivir en armonía como sociedad. Pero no hay esa orientación porque es más fácil sumarse al coro de los que gritan, destruyen y destilan odio, que confrontar a la gente con las consecuencias tan negativas que produce este desequilibrio entre derechos y deberes. .
A la luz de los comentarios anteriores, me pareció muy oportuno publicar las palabras de un presidente de Francia, después de una victoria de su partido en unas elecciones regionales. Aprovechó la oportunidad para confrontar a los franceses con las consecuencias de las contradicciones en que ha incurrido tradicionalmente la izquierda de su país, cuando a nombre de su ideología, defienden unos derechos, pero se olvidan de los deberes y su corresponsabilidad. Yo me atrevo a afirmar que la mayoría de sus comentarios, caen como anillo al dedo para la situación actual en Colombia.
En esta oportunidad, este dirigente político actuó como líder, al señalar estas contradicciones cuando dice lo siguiente :
"Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo sabe, y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura: Desde 1968 no se podía hablar de moral.
Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes.
Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El slogan era VIVIR SIN OBLIGACIONES Y GOZAR SIN TRABAS... (el sumag kawsai francés?)
Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor.
Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Hay que rehabilitar la cultura del trabajo.
Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente.
Defienden los servicios públicos pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho a la escuela pública pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia pero jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa.
Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Y con el mayor descaro se lucran de los bienes del Estado, y montan hasta negocios con el dinero mal habido a la vista de todos de la manera mas cínica.
Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos. Estos se ganan haciendo valer y respetar los anteriores”
Independientemente si hubiera sido Sarkozy o Macron, porque el mensaje que me llegó con estas palabras no fue claro, me sirven muy bien para subrayar la incoherencia en que vivimos los colombianos y sirve para explicar porqué hemos llegado a donde estamos.
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