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viernes, 11 de abril de 2025

El precio de la ignorancia

 



El precio de la ignorancia: cómo la estupidez humana moldea nuestro destino

En mis dos blogs anteriores abordé el tema de la estupidez humana. Lo hice porque hoy somos especialmente vulnerables a este fenómeno, tanto a nivel individual como colectivo. Inicialmente, pensé que dos blogs serían suficientes, pero me equivoqué. La reacción de mis lectores me ha demostrado que toqué una fibra muy sensible en nuestra realidad contemporánea, marcada por una profunda desorientación. Esto nos lleva a una gran pregunta: ¿cómo explicar las decisiones que tomamos y nuestra incapacidad de reaccionar ante ellas?

Una perspectiva interesante para entender la estupidez humana nos la ofrece Baruch Spinoza, filósofo holandés del siglo XVII. Sus ideas, ignoradas durante casi cuatro siglos, hoy cobran relevancia para analizar un fenómeno humano que, aunque siempre ha existido, es más evidente y destructivo que nunca.

En el blog anterior exploramos cómo la educación, la política y los medios de comunicación moldean nuestra interpretación de la realidad, favoreciendo la ignorancia sobre el pensamiento crítico. Pero la cuestión central es: ¿la estupidez es una elección? Este planteamiento puede resultar incómodo, pero es fundamental.

Si queremos cambiar nuestra realidad, debemos reconocerla. Con demasiada frecuencia tomamos el camino fácil: evitamos pensar demasiado y nos refugiamos en ideas cómodas, opiniones prestadas y explicaciones simplistas para problemas complejos.

Spinoza nos ofrece una explicación para esta tendencia:

“Los seres humanos no buscan la verdad, sino aquello que les proporciona más placer o menos dolor. Pensar profundamente sobre la realidad no es algo placentero. Desafiar nuestras creencias, cuestionar lo que nos han enseñado, darnos cuenta de que hemos estado equivocados durante años, todo eso duele. Es incómodo porque nos obliga a replantearnos nuestra identidad y, en muchos casos, a enfrentar miedos que preferiríamos ignorar.”


En otras palabras, es más fácil y tentador creer en mentiras reconfortantes que aceptar verdades incómodas. Por esta razón, muchas personas recurren a la religión, la política, el nacionalismo o las teorías de conspiración como refugios intelectuales. Estos sistemas ofrecen una estructura mental simplificada que no exige demasiada reflexión, brindando seguridad a cambio de conformidad.



El peligro de la estupidez militante

El problema es que esta comodidad tiene un costo elevado. Cuando alguien enfrenta a una persona con una realidad que no quiere ver, la reacción puede ser violenta. No solo rechazan la verdad, sino que defienden su ignorancia con fervor. La razón es simple: la estupidez no es solo una falta de conocimiento, sino un mecanismo de autopreservación.

Además, el miedo al rechazo social refuerza este fenómeno. Independientemente de lo absurdo de una idea, muchas personas prefieren aceptarla antes que desafiar el pensamiento colectivo y correr el riesgo de ser marginadas. Por eso vemos a individuos inteligentes defendiendo posturas irracionales. Prefieren ser aceptados antes que tener razón.

Spinoza nos advertiría que este miedo al rechazo es una de las principales cadenas que nos atan a la ignorancia. Para él, la verdadera libertad no consiste en hacer lo que queremos, sino en comprender por qué hacemos lo que hacemos. Sin embargo, pocos se atreven a desafiar al grupo.


La persecución de la inteligencia

Esto nos lleva a otro punto crítico: la hostilidad hacia quienes piensan diferente. La historia nos demuestra que las sociedades no premian a quienes cuestionan el statu quo; al contrario, muchas veces los castigan.

  • Sócrates fue condenado a muerte por desafiar las creencias de su tiempo.
  • Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por cuestionar la visión religiosa del universo.
  • El mismo Spinoza fue excomulgado y condenado al aislamiento por atreverse a desafiar las creencias de su comunidad.

¿Por qué ocurre esto? Porque las sociedades prefieren la estabilidad a la verdad. El pensamiento crítico es peligroso porque pone en riesgo las estructuras sobre las que se sustenta la vida de la mayoría.

  • Si alguien cuestiona la religión, amenaza el poder de la iglesia.
  • Si critica el sistema económico, incomoda a quienes se benefician de él.
  • Si desafía las normas sociales, pone en peligro el orden establecido.

Por eso, la sociedad reprime el pensamiento crítico y premia la conformidad. Generación tras generación, la estupidez se vuelve la norma.

¿Podemos romper el ciclo?

Aquí enfrentamos un dilema interesante: si el sistema nos empuja hacia la ignorancia y nosotros mismos elegimos ser ignorantes por comodidad o miedo, ¿hay alguna forma de escapar de este ciclo?

Spinoza nos daría una respuesta clara: solo a través del conocimiento verdadero, aquel que no se basa en la opinión ni en la creencia, sino en la comprensión de las causas que nos determinan. Pero esto exige esfuerzo, valentía y la disposición a enfrentar verdades incómodas.

Hemos visto cómo la estupidez humana no es solo un error del sistema, sino también una elección personal y colectiva. Preferimos la comodidad de la ignorancia antes que la incomodidad de pensar. Seguimos las ideas de la mayoría para evitar el rechazo. Y cuando alguien desafía las normas establecidas, en lugar de escucharlo, lo atacamos.

El autoconocimiento es la clave que nadie quiere usar. Spinoza planteó una idea radical:

“Cada pensamiento que tenemos, cada decisión que tomamos, cada emoción que sentimos, no es un acto de libre albedrío, sino el resultado de causas previas.”

Aceptar esto nos obligaría a examinar las raíces de nuestra ignorancia.


La manipulación de la estupidez colectiva

Este mecanismo tiene consecuencias profundas. La estupidez humana facilita la manipulación individual y colectiva, lo que se traduce en crisis sociales, políticas y económicas.

  • Guerra y conflicto: La historia está llena de guerras provocadas por el nacionalismo, la ambición de poder o ideologías fanáticas. La manipulación de las pasiones colectivas ha llevado a decisiones irracionales con consecuencias devastadoras. Hoy lo vemos en el conflicto entre Israel y Palestina.
  • Populismo y desinformación: Líderes populistas apelan a emociones primarias—miedo, resentimiento, nacionalismo—para manipular a las masas y alcanzar el poder, incluso en contra de los intereses de la propia población.
  • Crisis económicas: Las burbujas especulativas y crisis financieras suelen ser consecuencia de decisiones irracionales impulsadas por la avaricia y la negación del riesgo. Lo estamos viendo con la guerra arancelaria de Trump contra China.
  • Destrucción ambiental: La explotación desmedida de recursos y la inacción frente al cambio climático muestran nuestra incapacidad para actuar racionalmente en favor de la sostenibilidad a largo plazo.


Reflexión final

Con este tercer blog completo la serie sobre la estupidez humana. Mi intención no ha sido insultar, sino invitar a la reflexión. Estamos viendo muchos de estos fenómenos en tiempo real.

Entender estas dinámicas a la luz de las ideas de Spinoza puede ayudarnos a enfrentar la desorientación de nuestra época. Pero la pregunta clave sigue en pie: ¿elegiremos la comodidad de la ignorancia o el desafío del conocimiento?

La decisión, al final, es nuestra.


sábado, 5 de abril de 2025

La Estupidez Humana Colectiva II Parte

 La Estupidez Colectiva: Un Sistema que la Fomenta

En el primer blog de esta serie sobre la Estupidez Humana, quise traer el tema a la luz pública debido a las decisiones incomprensibles que estamos viendo en esta época de gran complejidad. Como mencioné en el blog anterior, el filósofo Baruch Spinoza, hace cuatro siglos, reflexionó profundamente sobre este tema, con una vigencia sorprendente en la actualidad.

En Colombia, un individuo llegó a la Presidencia hace dos años eternos y tomó la decisión estúpida de hacerle “chu chu” al sistema de salud del país, destruyéndolo. Y esa no ha sido la única decisión de este tipo que ha tomado, minando la ya débil institucionalidad que se había venido construyendo con mucho esfuerzo durante años. En Estados Unidos, otro individuo hizo “chu chu” al sistema de comercio e institucional, que había sostenido el crecimiento más importante de la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Los efectos de estas decisiones estúpidas tendrán un impacto nacional y global de grandes proporciones.



La estupidez colectiva: cuando todos se equivocan juntos

En el primer blog vimos cómo la mente nos engaña y cómo el exceso de confianza nos vuelve ciegos. En este, exploramos cómo la estupidez colectiva nos arrastra a errores históricos. Pero lo más preocupante es que vivimos dentro de un sistema que no solo permite, sino que fomenta la estupidez humana. Suena duro, pero es difícilmente refutable.

Si la estupidez individual ya es peligrosa, la colectiva es catastrófica. La historia está llena de momentos en los que sociedades enteras han tomado decisiones absurdas: desde guerras sin sentido hasta crisis económicas provocadas por la avaricia y la falta de previsión.

Un ejemplo es la burbuja financiera de los tulipanes en los Países Bajos en el siglo XVII. En un momento, la gente empezó a pagar precios ridículos por bulbos de tulipán, convencida de que su valor seguiría aumentando. Llegó un punto en el que un solo bulbo costaba más que una casa, pero la burbuja estalló y muchos quedaron en la ruina. ¿Qué pasó aquí? La lógica individual quedó anulada por la euforia colectiva.

Más recientemente, otros ejemplos de estupidez colectiva se vieron en Estados Unidos: la crisis de las “puntocom” en 2002 y la crisis de las hipotecas en 2008.

Cuando muchas personas creen en algo, aunque sea absurdo, la presión social hace que los demás también lo crean. Es la mentalidad de rebaño en su máxima expresión. Spinoza explicaría este fenómeno desde las emociones. Estas no solo gobiernan nuestras decisiones individuales, sino que también se difunden como una epidemia. Cuando la gente siente miedo, esperanza o codicia en masa, la racionalidad desaparece.

Aquí enfrentamos un problema fundamental. Como dijo Nietzsche, la gente no busca la verdad, sino certezas reconfortantes. Surge entonces una pregunta importante: ¿Qué factores están influyendo en estos comportamientos individuales y colectivos? ¿Podemos hacer algo al respecto o estamos condenados a vivir atrapados en nuestra propia estupidez?

Si analizamos el sistema, encontramos varios  factores con alto impacto: la educación, la cultura y los sistemas de poder, que refuerzan la estupidez colectiva e impiden que veamos más allá de nuestras ilusiones. 

Veamos cómo la educación, la política y los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en perpetuar las condiciones que propician la estupidez individual y colectiva.

La educación: un sistema diseñado para la obediencia, no para el pensamiento crítico


Desde niños, nos dicen que la educación es la clave del éxito. Pero, ¿qué tipo de educación? Spinoza nos enseñó que la verdadera sabiduría no consiste en acumular información, sino en entender la estructura de la realidad. Sin embargo, cada vez es más claro que el sistema educativo no nos enseña a pensar, sino a memorizar, repetir y obedecer.

Es raro encontrar una escuela que motive a sus estudiantes a analizar sus emociones o a identificar los sesgos cognitivos que afectan sus decisiones. Si lo hicieran, tendríamos ciudadanos con mejor criterio, más difíciles de manipular. Por eso, los regímenes autoritarios suelen capturar el sistema educativo: para impedir que haya ciudadanos con pensamiento crítico.

Spinoza diría que la ignorancia no es solo falta de conocimiento, sino falta de comprensión de las causas que rigen nuestra existencia. Si el sistema educativo no nos forma en este tipo de pensamiento, no podemos esperar mucho de la sociedad en general.


La política: el arte de manipular la ignorancia

Si la educación mantiene a la gente en la ignorancia, la política la aprovecha para manipularla. La historia ha demostrado que las sociedades más fáciles de gobernar son aquellas donde la gente no piensa demasiado. Pueblos cultos, como el alemán, cayeron embrujados por la verborrea nacionalista nazi de Adolf Hitler.

Spinoza nos advertiría que las emociones, más que la razón, son el motor de la política. No ganan los argumentos más lógicos, sino los que generan más emoción. Y si el sistema político necesita de una sociedad manipulable, no es realista esperar que los políticos tengan interés en promover ciudadanos que piensen con claridad.

Los medios: no nos dicen qué pensar, pero sí cómo pensar

Los medios de comunicación seleccionan qué noticias son importantes, cómo deben ser interpretadas y qué emociones deben despertar en nosotros. Es más rentable mantener a la audiencia en un estado constante de indignación, miedo o esperanza, porque estas emociones capturan más fácilmente el interés y la atención.

El problema hoy en día es la proliferación de información sin control en redes sociales. Estas plataformas se han convertido en vehículos de manipulación y diseminación de noticias falsas, difíciles de controlar sin recurrir a métodos autoritarios.

Spinoza nos diría que la verdadera sabiduría consiste en comprender por qué sentimos lo que sentimos. Si algo nos indigna, deberíamos preguntarnos: ¿es porque realmente es un problema o porque alguien nos está manipulando para que lo veamos así?


La estupidez como elección

Hasta ahora hemos analizado cómo la educación, la política y los medios moldean una sociedad que favorece la ignorancia sobre el pensamiento crítico. Pero hay una pregunta aún más retadora: ¿elegimos ser estúpidos?

Puede sonar absurdo, pero muchas veces optamos por no pensar demasiado. Nos refugiamos en ideas cómodas, en opiniones prestadas, en explicaciones simples para problemas complejos. Nos molesta que nos cuestionen nuestras creencias, incluso cuando sospechamos que podríamos estar equivocados.

Spinoza nos diría que los seres humanos no buscan la verdad, sino lo que les proporciona más placer o menos dolor. Pensar profundamente no es placentero. Desafiar nuestras creencias, cuestionar lo que nos han enseñado y admitir que hemos estado equivocados durante años es incómodo.

Es más fácil creer en mentiras reconfortantes que aceptar verdades incómodas. La religión, la política, el nacionalismo y las teorías de conspiración ofrecen estructuras mentales fáciles de seguir y que eliminan la necesidad de pensar demasiado.

¿Cómo podemos romper el ciclo?

Aquí enfrentamos un dilema interesante: si el sistema nos empuja hacia la ignorancia y nosotros mismos elegimos ser ignorantes por comodidad o miedo, ¿hay alguna manera de salir de este ciclo?

Spinoza nos daría una respuesta clara: solo a través del conocimiento verdadero. No de la opinión ni la creencia, sino del entendimiento profundo de las causas que nos determinan. Pero esto no es fácil. Romper con la estupidez requiere esfuerzo, valentía y la disposición de enfrentar verdades incómodas.

La pregunta final es: si realmente queremos escapar de la trampa de la estupidez, ¿por qué no lo hacemos?