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viernes, 7 de septiembre de 2018

¿En quien confiar?

En  nuestro país tenemos la convicción que el problema más grave que enfrentamos es la corrupción. No es una señal menor, cuando 11.6 millones de colombianos votaron a favor de la  consulta que envía una señal poderosa a los políticos y al nuevo presidente, a pesar de no haber superado el umbral por escasos 500.000 votos. Amanecerá y veremos para ver si la sordera crónica de nuestra clase política es capaz de asimilar el mensaje. 

Pero yo quiero proponer algo diferente y más profundo, que está en el corazón de la problemática que hoy nos afecta. En mi concepto, la desconfianza es la enfermedad más grave que impacta a nuestra sociedad. La falta de la confianza, nos está impidiendo que podamos avanzar y encontrar soluciones creativas a los múltiples retos que enfrentamos. Generar confianza, debería ser una causa nacional, así como la del ejercicio del liderazgo, ya que las dos están íntimamente relacionadas. 

Por esta razón, quiero aportar nuevas luces sobre este tema tan fundamental para el funcionamiento de una sociedad. No es la primera vez que lo hago, porque parece que la desconfianza es el karma que nos persigue y no nos permite crecer como nación. 

Confusio le decía a su discípulo Tzu-Kung: “la confianza es más importantes que la vida”. Se puede abandonar las armas y la comida, pero nunca la confianza. La gente no puede vivir sin ella. 

Hay muchas razones para explicar el porqué de la importancia de la confianza en los seres humanos, como el habilitador de los grandes cambios y el vehículo para propagar las nuevas ideas. Para entender mejor este comentario, vale la pena profundizar en ellas.

La confianza se relaciona con el cumplimiento de las expectativas que tenemos sobre el comportamiento de otra persona y que las posibilidades de no suceda son bajas. Por esto hay dos palabras asociadas a la confianza: expectativa y vulnerabilidad. 

Lo fundamental de entender, es que la confianza facilita el tomar riesgos y permite ser vulnerables. Esto significa que nos podemos comprometer con otra persona sin tener la certidumbre de como va a ser su comportamiento. A medida que más la conocemos, habrá más o menos confianza, y será posible manejar la incertidumbre y disminuir el riesgo de confiar. Esta dinámica es la base de la confianza personal. 

Lo interesante es que la confianza es contextual pues varía dependiendo de la situación o la relación. Es la fuerza que permite cerrar la brecha entre lo conocido y lo desconocido,  enfrentar la vulnerabilidad, facilitando las relaciones con lo quien no se conoce y confiar en extraños.

Pero lograr construir confianza no es una tarea fácil, muchas veces es necesario que hayan conflictos y se genere mucha fricción. Se requiere tener foco, y hacer un esfuerzo consciente y consistente para lograrlo. Pero desafortunadamente, por no tener conciencia de estas realidades, no se logran los resultados deseados.

Lo decía en mi blog anterior: la velocidad de los cambios está sobrepasando la capacidad de asimilación de la gente. Para protegerse de la inmensa cantidad de información disponibles, se están encorchando  en unas eco cámaras, o tribus,  que reducen la información y refuerzan las creencias personales que impiden ver los puntos de vista contrarios.

Iván Duque, el nuevo presidente de Colombia, se ha propuesto lograr una gran acuerdo nacional, que nos permita superar la profunda división que hoy afecta a la sociedad colombiana. Está tratando de construir puentes de confianza entre los diferentes actores que por muchos años se han visto distantes y distintos, porque se sienten los dueños de unas verdades que son excluyentes. Y lo que es más grave aún: se ven como miembros de tribus diferentes y antagónicas. Y para lograr sus propósitos, han recurrido a todos los medios, incluyendo el de mentir descaradamente, sin importar las consecuencias.

Por lo dicho anteriormente, cuando estallan los grandes escándalos que ponen en evidencia las debilidades de los sistemas, que se han establecido en la sociedad para garantizar su funcionamiento, se produce una  pérdida muy importante de la confianza. El resultado: se genera una falta de fé y seguridad en las instituciones y quienes las manejan.  Pero algo aún mas  grave: surge el miedo, la sospecha y desilusión,  que se extienden muy rápidamente  como un cancer, y que afecta a todos los órganos del cuerpo.

En mi blog anterior, hice alusión al impacto de las emociones en la política. Cuando falta la confianza, no solo opera el mundo racional que construye los argumentos para no confiar. Esta es la parte visible del problema. La que no lo es tiene un impacto aún mayor: un estado emocional que explica la irracionalidad con la que se actúa cuando se rompe la confianza y hay una falla sistemática del liderazgo en una sociedad . 

Un ejemplo patético de lo anterior fue la votación del Brexit en la Gran Bretaña, o el voto por un incompetente y corrupto como Trump. Pero muchas veces esas crisis, también ponen en evidencia otros temas que son muy graves, como lo sucedido con el colapso del sistema financiero en el 2008, donde las causas raizales fueron más allá de los complejos instrumentos financiero: una falla sistémica de responsabilidad y de  ética, la avaricia y la incompetencia. 

En su libro ¿En quien se puede confiar? de Rachel Botsman, muestra una gran paradoja. Mientras crece la desconfianza en la capacidad de las instituciones y sus dirigentes, para atender de manera efectiva a los crecientes retos de la sociedad contemporánea, hoy en día, la gente está comenzando a confiar en vehículo sin conductor guiados por la tecnología. 

En el 2017 se hizo una encuesta a 30.000 personas en 28 países, que evidenció una gran crisis de confianza en los medios de comunicación, el gobierno, las empresas y las organizaciones sin ánimo de lucro. Por ejemplo, el 82% dice no confiar en los medios de comunicación, siendo el indicador general es el más bajo registrado. 

Ante esta crisis, la autora observa como “la gente tiende a confiar cada vez más en la familia, los amigos, los colegas que son los venderos influnciadores de las percepciones”. Y lo más sorprendente, se confía más en la opinión de un extraño, que la de un experto o una autoridad. En materia de confianza, estamos viviendo una época donde los individuos son más importantes que las instituciones y donde los clientes tienen una gran influencia social.

La autora menciona el papel de la confianza como el pegante que mantiene junta a una sociedad. A pesar de la crisis de confianza, esta no ha desaparecido, sino que se ha desplazado lo qua tiene tremendas implicaciones en muchos campos. 

Por ejemplo, el surgimiento de la economía compartida como Airbnb, que hoy tiene una capitalización en bolsa de US31.000 millones. Esta empresa nace de la idea de alquilarle a extraños la vivienda propia. Entonces surge la pregunta obvia: ¿cómo es que la gente confía hoy más en extraños pero no lo hace en los banqueros, los  políticos, y los periodistas?.

Esta nueva etapa de construcción de confianza explica el surgimiento de de las monedas virtuales como el Bitcoin y el Ether y la tecnología del Blockchain que las soporta. Se abre el mundo de las  transacciones sin intermediarios. También explica el papel protagónico de Facebook y Google en el desarrollo y el inmenso impacto de las redes sociales. La tecnología está generando un cambio masivo en las fuentes de confianza

Pero estos avances tienen un inconveniente importante, porque se pueden convertir en los medios para divulgar noticias falsas porque no hay filtro de sus fuentes. Lo que sí es cierto, es que “la confianza distribuida, habilitada por nuevas tecnologías, está reescribiendo las reglas que norman las relaciones humanas, la visión del mundo que tenemos, y el papel de la comunidad a una escala global”. 

Estos hechos muestran que posiblemente estemos viviendo el nacimiento de la tercera revolución en la confianza en la historia de la humanidad. La primera fase fue el surgimiento de confianza local cuando se vivía en pequeñas comunidades donde todo el mundo se conocía. La segunda fase sucedió cuando surgen las instituciones que sirvieron de mediadoras de confianza usando instrumentos como los contratos, las cortes, y las marcas conocidas. Este cambio permitió el surgimiento de la sociedad industrial. La tercera fase es la que estamos viendo emerger: la confianza distribuida

Una demostración del poder de la confianza que está habilitando la tecnología, es el ejemplo de la empresa china Alibaba. Esta se ufana que “su ventaja competitiva no es su tecnología per se, que es importante, sino la confianza que le tienen más de seiscientos millones de consumidores para comprar en internet porque parten de un principio fundamental: los extraños no tienden a traicionar su confianza. 

El crecimiento astronómico de esta empresa china se debe a que la tecnología habilitó un salto cuántico de confianza para lograr algo nuevo y fundamentalmente diferente, superando el miedo que genera saltar a lo desconocido.

En este caso, como en otros ejemplos emblemáticos, la tecnología sirvió para reducir la incertidumbre y bajar el riesgo de una transacción. Y como Amazon, “reconoció que a medida que hay una gran problema de confianza, también hay una oportunidad ”.

Hay una afirmación que es cierta: necesitamos entender como se construye, o se destruye la confianza en esta nueva era, porque sin ella una sociedad no pueda operar. Cuando existe, permite actos grandes y pequeños de cooperación, que facilitan la eficiencia económica y le permite a una comunidad operar. 

Ejemplos tan contundentes como los ya citados, demuestran la importancia que juega el papel de la confianza en la nueva economía. También, hemos visto que hay un cambio en la forma como hoy se está desplazando la confianza. Su importancia es innegable pero queda en el aire la pregunta: ¿cómo se va a ver reflejada esta dinámica en las instituciones y en sus dirigentes, que seguirán siendo muy importantes en la medida en que sean capaces de recuperar la confianza pérdida de la sociedad?.


En Colombia, el tema se menciona pero claramente no es parte de la agenda nacional, como ya lo recordé. Y sin embargo, nada importante se hará en nuestro país, si no se reconstruyen los puentes de confianza entre todos sus ciudadanos y quienes son responsables de liderar el cambio

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