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sábado, 20 de febrero de 2021

El futuro negro del petróleo , el fin de una era?


En medio de la pandemia, hay noticias que han pasado de agache pero cuya importancia  no es menor. Me refiero al impacto que este periodo ha tenido en la industria petrolera, que ha visto como su participación ha venido decreciendo a medida que avanza un nuevo paradigma energético mundial. Este debería ser un tema de mucho interés para los colombianos, por el impacto que tienen los ingresos del petróleo en las finanzas del Estado y en las regiones, y cuando no se vislumbra en el futuro cercano cómo se van a remplazar.  

Veamos las señales que sustentan  los cambios que se están dando y cuál es la realidad.


El petróleo, fue sin ninguna duda, el producto emblemático que marcó el siglo XX. Está estrechamente ligado a los grandes cambios que se dieron en la movilidad y al impacto que tuvieron sus derivados en múltiples industrias: plásticos, fertilizantes, etc.


Era tal su poder, a finales del siglo pasado, que muy pocos se hubieran atrevido a predecir su caída del pedestal. Sin embargo, esto es lo que estamos observando en la actualidad, gracias a los cambios tan rápidos sociales, económicos, políticos y tecnológicos, que han caracterizado estas dos ultimas décadas. Las señales de la crisis se veían venir desde hacía ya varios años. 



El impacto ambiental del calentamiento global es cada día más claro. Es un proceso sobre el cual la comunidad científica ha venido advirtiendo desde hace varias décadas. Y sin embargo, la industria petrolera se negó a reconocerlo, utilizando todo su poder e influencia, para que no se tomaran en serio los riesgos y las medidas  que la pudieran afectar. 


Lo inevitable pasó: el 2020 fue el año de mayores temperaturas registradas en la historia. Los incendios forestales devastaron enormes extensiones de bosques en los Estados Unidos, Brasil, Australia y en varios países de Africa. En la actualidad la zona central de los Estados Unidos está con temperaturas récord bajo cero.  Estas realidades están obligando a los gobiernos a tomar medidas cada vez más drásticas para enfrentar el cambio climático, y a los inversionistas institucionales, a retirar sus inversiones de los sectores contaminantes, como el petróleo.


Pero la extracción del oro negro no paró. Desarrollos acelerados, por métodos no convencionales (fracking) en los Estados Unidos, habían generado una competencia muy importante, convirtiendo a este país en el primer productor del mundo. Esto contribuyó al desplome de los precios, de US 100 el barril a menos de la mitad, en los últimos años. 



Los estragos del COVID-19, que se iniciaron hace más de un año, golpearon la demanda, y aceleraron las tendencias que están cambiando la matriz energética. Esta situación obligó a los principales países productores, a bajar su producción para sostener el precio. Pero ahora, ante el cambio que se está dando en contra del uso de combustibles contaminantes, los va a llevar a la conclusión de sacar más rápidamente el  petróleo, porque hay un alto riesgo de que este se quede enterrado. 


En un mundo de caída de demanda de petróleo, producida por las tendencias aceleradas hacia las energías limpias, la empresa  más grande del mundo es ARMCO, perteneciente a Arabia Saudita. Esta petrolera es la mejor posicionada para enfrentar el nuevo entorno. Tiene los costos más bajos de producción y una de las reservas más grandes de la industria. Está en una posición envidiable para competir y aumentar su influencia en el mercado.


Pero esas mismas dinámicas de cambio, sí están impactando de manera profunda a las demás  empresas petroleras. En el 2019, las acciones de Exxon, Shell, Chevron, BP y Total, perdieron entre todas US 350.000 millones de su valor en la Bolsa. Pero para la primera de ellas, las malas noticias no pararon ahí.



El Dow Jones es el índice que refleja el comportamiento del precio de la acción de las 30 compañías industriales más importantes y representativas de Estados Unidos. Exxon Mobil había estado en esa lista de manera ininterrumpida desde 1928, hasta que fue sacada de este índice en agosto del 2020. Al finalizar el año, había perdido una suma récord de US 22.440 millones cuando había registrado una utilidad de 14.340 millones de dólares 12 meses antes.


En un informe reciente del Economist, se desnudó la insostenibilidad de los supuestos bajo los cuales operó por muchos años esta industria: demanda creciente y abastecimiento reducido. Sobre estas premisas la industria apostó miles de millones de dólares en nuevas exploraciones, infraestructura, etc. Sin embargo, la rentabilidad esperada se desplomó en los últimos 11 años en un 75%, un récord comparado con otros sectores.


Ante estas circunstancias, es muy interesante observar cómo han reaccionado las empresas privadas occidentales. Exxon redobló sus apuestas buscando tamaño y eficiencia. Mientras las compañías europeas comenzaron a invertir tímidamente en recursos en energías renovables. Algunas como Shell, ademas le apostaron a la explotación del gas y a las estaciones de recarga de autos eléctricos.


Otras estrategias que se han utilizado son la consolidación de las operaciones, y buscar la eficiencia operacional para mejorar la rentabilidad que ha estado tan seriamente golpeada. Se están preparando así para un escenario de nuevas energías alternativas, caída en la demanda, y una mayor intervención del Estado, para limitar el impacto ambiental del petróleo. Y a pesar de  estos cambios,  fondos como Blackrock, el mayor de su tipo en el mundo, están sacando sus inversiones y también obligando a realizar cambios en la Gobernanza del sector petrolero.


Habiendo podido liderar con sus bastos recursos, la transición hacia el cambio de paradigma, el legado de sus inversiones les ha impedido hacerlo a la velocidad requerida.. Las compañías petroleras grandes siempre asumieron grandes riesgos en el negocio que conocían, pero han sido muy tímidas para desarrollar nuevas capacidades, que les permitan reinventarse ante la nueva realidad. Esta es la lectura que hacen los mercados de valores,  y la razón por la que han castigado muy fuertemente el valor accionarios del sector.


Las tendencias que ya venían en marcha, y que se han acelerado en estos meses, han generado serias dudas en el mundo de los inversionistas sobre la viabilidad del sector hacia adelante. Especialmente, hay muchos interrogantes relacionados con su capacidad de hacer la transición, y desarrollar las nuevas competencias requeridas en el campo de las energías limpias.


Para Colombia el mensaje es muy claro. El petróleo ha representado un componente clave de las exportaciones del país. Ecopetrol, ha sido la empresa emblemática en los últimos años y le ha generado al Estado unos ingresos muy importantes. Pero en el entorno actual y las tendencias observadas, tenemos una inmensa  vulnerabilidad como país. 


Dado el panorama descrito de la industria, es evidente que se ha incrementado exponencialmente los riesgos de esta dependencia y la necesidad de buscar otras fuentes que reemplacen el impacto  del petróleo en la economía. Desafortunadamente, no estamos preparados para hacerlo a la velocidad que se necesita. Amanecerá y veremos, porque camarón que se duerme se lo lleva la corriente.


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