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sábado, 2 de noviembre de 2013

La llave para nuestro futuro: la Política de Innovación.

La llave para nuestro futuro: la Política de Innovacion

En nuestra geografía nacional hay dos mundos que hoy se enfrentan: la Colombia del siglo XX con un historial de sesenta años de violencia y muerte, y la Colombia que aspira a ser una nación relevante en el siglo XXI. La tensión entre esas dos realidades, es la que hoy está en juego en el proceso electoral que ya se inició. En las próximas elecciones, se estará definiendo en buena medida, cual de estas dos realidades marcarán el rumbo de nuestro país en los próximos años.

Asumiendo grandes riesgos,  entre los cuales estaba echarse como enemigo a Uribe, el Presidente Santos, tomó varias decisiones muy importantes relacionadas con nuestro pasado violento.  La Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, las negociaciones en la Habana con las FARC, y el trámite recientemente aprobado en el Congreso, del referéndum por la paz, son parte muy importante de las apuestas que buscan cerrar un capítulo de nuestra historia sangrienta del siglo XX, y abrirle a los colombianos, un nuevo capítulo: el de un país en paz.



Al iniciar su mandato, Santos puso a la Innovación, como una de las locomotoras de su Plan de Desarrollo. Más adelante, dentro de una estrategia acelerada de internacionalizar nuestra economía, logró firmar varios TLC, como es el caso con los Estados Unidos, tema embolatado durante la administración de Uribe. En la misma línea, solicitó el ingreso de nuestro país a la OECD, club de los países más desarrollados del mundo. Estas son grandes apuestas que buscan abrir el camino para la Colombia del siglo XXI.

El lastre del pasado es tan fuerte en nuestro inconsciente colectivo, que nos ciega y no nos permite ver hacia adelante como sociedad. En mi concepto, la Innovación es la propuesta más ambiciosa que este gobierno le ha hecho a los colombianos, pero hoy es la más invisible, y hacia adelante, será la más crucial para aumentar la velocidad en el desarrollo de nuestro país. En el proceso de evaluación, que la OECD está haciendo para admitir a Colombia, claramente se muestra que la Innovación, es el nombre del juego para las sociedades que quieran ser relevantes en el siglo XXI.

Y sin embargo, por estar tan entretenidos con nuestro pasado, en lugar de seguir construyendo nuestro futuro, la contienda política que está en marcha, puede descarrilar, no solamente la locomotora de la innovación, sino también la economía en general y la dinámica que lleva el país desde hace diez años. El juego del desarrollo en este siglo, requiere de condiciones de construcción de consensos sociales de largo plazo, para poder funcionar. Y como vamos, parecería que nuestros "líderes políticos", están lejos de poder convocar a la sociedad colombiana en esta dirección. Es la tragedia griega la que hoy se desarrolla ante nuestro ojos.

En el juego político actual, las enemistades y los odios, tienen el papel más protagónico, tema por demás paradójico, cuando se está buscando negociar la paz. Mientras tanto, las conversaciones de futuro, que nuestro país requiere urgentemente, van en el asiento de atrás. Las consecuencias de esta  polarización y de agresiones mutuas, son muy graves: nos están distrayendo la atención sobre varios aspectos fundamentales de la agenda del desarrollo, que Colombia necesita con urgencia abordar. Veamos

Como lo mencionaban recientemente la OECD, uno de los más grandes desafíos que Colombia tiene, es el enfrentar los muy bajos niveles de innovación y productividad, factores que son claves para la generación de riqueza, de una sociedad. Este tema debe cubrir al sector formal como el informal, donde el concepto de la innovación social es crucial.  En este contexto, la calidad, pertinencia y productividad de los centros de educación superior, son vitales para la formación del capital humano requerido y la generación de nuevo conocimiento.

Han pasado tres años y medio, desde que la Innovación se propuso por primera vez, como una de las piezas claves  para nuestro desarrollo. Los recursos del 10% de las regalías, la nueva institucionalidad que se diseñó para desplegar en las regiones , y las diversas iniciativas que han venido surgiendo, han permitido que este tema hoy comience a ser parte del imaginario colectivo. Ya hay lecciones aprendidas, que deben de servir para hacer una revisión de como vamos avanzando en este camino, que por definición es de largo plazo,  y que requiere de mucha flexibilidad  para hacer los ajustes necesarios.

Un tema que hay que corregir es la comprensión inadecuada del verdadero impacto que tiene la Política de Innovación para un país como Colombia. De acuerdo a la OECD, el objetivo de esta política debe ser : "el de impulsar el desarrollo económico y social para mejorar el ingreso y la sostenibilidad en un sentido amplio económico y social, que le permita un crecimiento sostenible y mejores estándares de vida, aumentar la productividad y la competitividad internacional, y enfrentar los desafíos sociales ". Por esta razón es que afirmo que, esta política  debe ser la carrilera del desarrollo de una país, y no una de sus locomotoras.

Hay que entender, que lo que ha sucedido en este periodo, forma parte del proceso mismo de la innovación. Se han diseñado unos mecanismos y se han asignado unos recursos importantes, más no suficientes, para comenzar a experimentar y aprender en el proceso de construir una nueva plataforma para el desarrollo del país, basada en el uso de la ciencia, la tecnología y la innovación. Así mismo, esto implica tomar riesgos y atreverse a fallar. Es parte de la nueva cultura que los colombianos vamos a tener que asimilar. Pero se necesita tener la apertura, para aprovechar las lecciones aprendidas para avanzar a mayor velocidad.

Dentro del contexto anterior, un tema muy importante que debemos abordar, se relaciona con la precaria sostenibilidad de nuestro modelo económico, basado únicamente en la explotación de nuestros recursos naturales. El petróleo, el carbón, el oro, entre otros, son palancas pero no pueden ser el único camino para nuestro desarrollo. Hay que entender que, en el siglo XXI, la mejor apuesta que un país puede hacer, está en movilizar la capacidad de su gente, de las instituciones y de las empresas, para generar valor en la era de la economía del conocimiento.

Otro aspecto clave, tiene que ver con la comprensión de las tendencias mundiales y sus dinámicas subyacentes. En este sentido, para ser un jugador relevante en un juego cada vez más sofisticado,  se requieren varias condiciones fundamentales, que deben de ser parte de una visión compartida y consensuada para un país como Colombia. En el centro de estas, está la importancia de la formación de su capital humano, en el contexto de una política transversal de la innovación. Por esto reitero, la Innovación no debe ser la quinta locomotora del Plan de Desarrollo, sino la carrilera sobre los cual, se debe mover la sociedad colombiana del siglo XXI.

Sin tener una visión del país que queremos ser, y sin tener los jugadores con el conocimiento, las habilidades, las competencias y los comportamientos adecuados, es misión imposible pensar competir con otras sociedades que tienen clara esta prioridad y saben para donde van. El uso del conocimiento, de la ciencia y la tecnología, para innovar en la solución de los problemas críticos de nuestra sociedad, así como para generar nuevas empresas, productos y servicios de alto valor agregado, requiere de una cultura adecuada, donde las personas preparadas y la institucionalidad adecuada,  hacen la gran diferencia.

Por lo anterior, es fundamental que, uno de los temas prioritarios para los siguientes cuatro años, sea la revisión de la Política de Innovación, de acuerdo a las recomendaciones de la OECD, donde es evidente que hay que darle prioridad a los procesos de formación del capital humano en Colombia. Hoy, este aspecto es el eslabón perdido del actual Plan de Desarrollo. Se ha vuelto una muletilla decir que la Educación es necesaria, pero en la práctica, a pesar de los avances logrados en esta década para cerrar las brechas cuantitativas, todavía estamos lejos de los estándares cualitativos que son necesarios, para competir a nivel global y cerrar los abismos de inequidad que tenemos en Colombia.

Si la formación de la gente no se vuelve la principal prioridad en nuestro país en los próximos años, esta brecha creciente se convertirá cada vez más en el principal cuello de botella para el desarrollo de nuestro país. La gran preocupación de la OECD es que, la falta de gente preparada en áreas de ingeniería, matemáticas, física y similares, van a limitar cada vez más  la capacidad de absorción de los recursos crecientes de la regalías, por la falta de gente calificada en áreas cada vez más sofisticadas.

Pero también, se requieren personas formadas en temas como el diseño, la gestión de proyectos y la logística, porque estos son temas críticos que generan una ventaja competitiva sostenible, al unir la estrategia con los resultados. Nuestra capacidad de implementar las buenas ideas, y de ejecutar impecablemente las iniciativas derivadas de los procesos de innovación, es hoy un cuello de botella muy grande, especialmente en el sector público.

A nivel de ejemplo, después de haber viajado recientemente por Alemania y Singapur, aprendiendo y entendiendo de las experiencias de estas dos economías referentes a nivel mundial, hay un común denominador en los dos casos: una prioridad en la fomacion de su gente, alrededor de una política central de CTI para su desarrollo. El contraste es grande con el caso colombiano, donde la Política de Innovación y los temas de la Educación, se ven de manera separada, y no  con una concepción sistémica e integral para el desarrollo.

Cuando un país, como Alemania, tiene claridad en estos temas, el resultado es una coherencia de políticas, apoyo institucional, recursos e implementación sistemática exitosa. Hoy, sus programas de formación a nivel técnico, son un ejemplo a nivel mundial. No es una casualidad que en este país, uno de los ministerios más importantes sea el de Educación y Tecnología. Los dos temas críticos para su desarrollo bajo un sólo techo. De la misma forma, países como Finlandia, Corea y Japón, han convertido el proceso de la educación de su gente, un tema fundamental.

El caso alemán, es especialmente interesante en el balance que se hace entre la educación universitaria y la formación tecnológica. Los tecnólogos son ampliamente valorados porque se necesita gente preparada y alineada con las necesidades de la industria. Desde la perspectiva de la innovación, se requiere que haya personas capacitadas para que ayuden a generar nuevas ideas y procesos, con unas competencias técnicas cada vez más sofisticadas.

También sería  innovador, que hubiera mucho más integración entre las universidades e instituciones como el SENA, para facilitar el paso de sus egresados a la formación superior. También sería una gran innovación, la integración de la cadena de valor de estos dos actores, con los colegios y las escuelas que deben de estar cada vez más alineadas con la preparación de los jóvenes, para participar en un mercado laboral muy exigente.

Por lo anterior, es necesario despertar el interés desde la etapa temprana de la niñez, en áreas del conocimiento, que son vitales para el desarrollo del país. En los países ya mencionados, las matemáticas, la ciencia y las ingeniarías, son ampliamente valorados. Andrés Oppenheimer en su libro "Basta de historias", muestra como el foco de las sociedades latinoamericanas, esta orientado a valorar disciplinas como la Historia o la Psicología, en detrimento de las ya mencionadas en los países más avanzados. En este sentido, somos unas sociedades más enfocadas en nuestro pasado que el futuro. Esta realidad es parte de la explicación de nuestro subdesarrollo.

En universidades de excelencia, como el MIT y Stanford, hoy en día se reconoce que para ser un buen ingeniero, no sólo basta con tener los conocimientos del área. De hecho, el conocimiento es cada vez más un blanco móvil cuya obsolescencia es cada vez más rápida. La capacidad de aprender y desaprender, comunicar ideas con claridad, el trabajo en equipo, la empatía y el manejo relacional, el asumir riesgos para emprender, la capacidad de liderazgo, entre otros, son temas fundamentales en el entorno laboral del siglo XXI.

La formación de liderazgo, merecería otro espacio por su gran importancia en el siglo XXI. El concepto tiene relevancia en un entorno de cambios cada vez mayores, como es el actual. Hacia adelante, la magnitud y la velocidad de los mismos van a aumentar, por lo que  se necesita preparar cada vez más personas en esta área. El liderazgo se puede aprender, como lo demuestra la experiencia de Origen Escuela de a Liderazgo para Jóvenes, iniciativa que he desarrollado con el apoyo de varias universidades,  empresas y mucha gente voluntaria.        

Otro aspecto que es crítico revisar, en la siguiente fase del desarrollo de la Política de innovación, y que tiene que ver con la amplitud que se le debe dar al tema. Si entendemos este concepto, como el proceso que permite llevar una idea nueva al mercado con capacidad de generar valor, su aplicación se pude extender para la solución de muchos problemas de la sociedad. En este contexto, es que se puede hablar de la innovación social como parte de una política integral sobre el tema. Un ejemplo de esto, es la propuesta que he venido liderando de Innovación al servicio de la Paz, con la firma IDEO de California y el Ministerio de Defensa.

En un informe preliminar de la OECD, muestra la tendencia cada vez mayor de orientar los esfuerzos de investigación que se hacen en las universidades y los centros especializados en estos temas, hacia la solución de problemas para el sector productivo y para la sociedad. El énfasis que hoy se hace en nuestro caso en los centros de investigación no va en la dirección que muestran las tendencias mundiales. Por esta razón, la recomendación de la OECD es, no sólo concentrarse en la innovación de alta tecnológica, y ampliar más el concepto hacia nuevos modelos de negocios, y hacia la frontera cada vez más tenue entre la manufactura y los servicios.

Finalmente, el reto de Colombia, es conciliar su pasado con su futuro, para que la potencialidad que hoy se observa, desde afuera de nuestro país, sea cada vez más una prioridad nacional. En este campo, la Política de Innovación es la llave de nuestro futuro. La pregunta es si somos capaces de usarla para abrir un nuevo capítulo de la historia de Colombia.



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