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viernes, 3 de agosto de 2018

Enfrentando el futuro

Desde que mi señora falleció, he tenido varías  conversaciones relacionadas con el futuro, que no las había tenido anteriormente. Y no deja de ser paradójico, cuando quienes me conocen, saben de mi interés profesional y empresarial permanente, por estar mirando hacia adelante. Pero creo que es apenas natural, dado el profundo cambio que he tenido en mi vida, que me ha obligado a mirar el futuro desde una dimensión  más personal. 

Sin embargo, no me angustia pesar con obsesión sobre lo que me depara el porvenir, porque he aceptado vivir el aquí y el ahora y un día a la vez. Es una manera de manejar las expectativas, para que no se conviertan en unos obstáculos, que me impidan continuar disfrutando del camino de la vida, en compañía de mi familia y de las personas que aprecio. 

Espero que esta postura pueda ser de ayuda para quienes les cuesta trabajo el manejo de sus expectativas, porque estas han sido moldeadas por sus experiencias pasadas, lo que les impide enfrentar su futuro más desprevenidamente. 

Estas elucubraciones muy personales, me invitaron a pensar sobre la posibilidad de escribir  sobre el reto que tenemos de enfrentar el futuro, y lo que esto significa para tanta gente. Aspiro a que estas reflexiones pueden dar unas luces sobre un tema que es trascendente para nuestra existencia.

¿Porqué ha jugado el futuro un papel tan importante para el ser humano? La primera respuesta que se me viene a la mente es muy sencilla: porque somos la única especie sobre la tierra que tiene la capacidad de proyectarse hacia adelante, de imaginarse un mejor futuro, de tener sueños para después volverlos una realidad. 

Pero la segunda respuesta es más compleja: esa misma capacidad nos abre al mundo de las expectativas, donde habitan simultáneamente las luces y las sombres. Las primeras generan esperanza, que para mi es una palabra mágica, porque abre posibilidades e inspira a tener un futuro mejor. Invita a moverse y abrir oportunidades. Pero la sombras, producen miedo a lo desconocido, a lo que no entendemos y creemos que no podríamos controlar o superar. El miedo cierra posibilidades y genera la desesperanza que inmoviliza la accion. 

Hoy nos vemos enfrentados a un mundo que pone a prueba las luces y las sombras de la humanidad. Para unas personas, los rápidos cambios, que se están produciendo, son vistos como una inmensa oportunidad. Mientras para otras personas, estos cambios son percibidos con angustia, porque nos los entienden y se sienten marginados. El fenómeno de la desigualdad, podría interpretarse mejor desde esta perspectiva. 

Para el primer grupo, el mundo es un campo lleno de oportunidades, que buscan explotar de manera creativa, asumiendo riesgos, y atreviéndose a fallar. Al adoptar esta actitud, son a su vez, unos grandes generadores de más cambios que retroalimentan el proceso. Esto explica el creciente interés por fomentar el emprendimiento innovador por su impacto creciente en la economía y en la sociedad en general. Un hecho contundente: las empresas más grandes en el mundo, por su valor en bolsa, no existían hace quince años.  

El emprendimiento no es un camino fácil y tiene muchos obstáculos, pero ofrece unas grandes satisfacciones personales para quienes lo toman, motivados por el convencimiento de que van a transformar el futuro. La pasión que les genera esta motivación, les da confianza, que los inspira, para mantener la esperanza que les permite seguir adelante.  

En contraste con el grupo anterior, para quienes se ven desbordados por la realidad que enfrentan de cambios permanentes, la ansiedad, la incertidumbre y el miedo, se convierten en las emociones que los acompañan a lo largo del camino de sus vidas. Estas son personas que no se atreven a salirse de su zona de confort, les cuesta trabajo experimentar, y posiblemente se paralizan ante la posibilidad de fallar. 

El problema para este grupo humano, con esta postura que conduce a  la inmovilidad, es que los hace sentirse cada día más como las victimas, de un mundo que no comprenden pero que seguirá su marcha de cambios acelerados, y que los dejará cada día más  rezagados de los demás. 

Pero para enfrentar el futuro, hay una dimensión que origina una pregunta fundamental para tenerla en cuenta: ¿lo debemos enfrentar solos o es mejor en la compañía de otros?. 

Cuando se observa que el ser humano ha sido un animal social a lo largo de su existencia, se ve como esta capacidad, le ha permitido sobrevivir y prosperar hasta llegar a ser la especie dominante sobre la tierra. Esto permitió que se desarrollara la confianza, como el pegante por excelencia de las relaciones humanas, y se pudiera aprender el valor de conceptos como la lealtad, la amistad y el altruismo, que también son fundamentales para vivir en comunidad.

En una charla magistral del Rabino Lord Jonathan Sacks, que dio sobre como enfrentar el futuro que nos espera, muestra que cuando más necesitamos recordar nuestro pasado como especie, estamos yendo en la dirección contraria. Cada vez más estamos centrados en el “yo” y menos en el “nosotros”. Y esto me hizo pensar.

Cuando este fenómeno aparece, al enfrentar el futuro y los cambios que lo acompañan, nos sentimos mucho más vulnerables, vivimos una existencia muy solitaria, aprensiva y llena de miedos. Así es más fácil explicar la desesperanza que hoy invade a muchas sociedades en el mundo, la soledad de tanta gente, fenómenos que le han abierto las puertas al nefasto del populismo que hoy se observa. 

El Rabino propone tres caminos para fortalecer el “nosotros”. A continuación comparto con el lector algunas notas relacionadas de esta charla tan interesante y relevante para la sociedad contemporánea.

El primer camino es el de las relaciones. “La gente que no se parece a uno, es la que nos permite crecer. El problema hoy es que nos rodeamos únicamente con gente similar, con las mismas idas, los mismos prejuicios , los mismos miedos. Si eso sucede, nos volvemos más extremistas. Necesitamos poder reunirnos con gente, con la que no estemos de acuerdo, y poder  permanecer amigos. Descubriremos que, la gente que no es como nosotros, son  personas como nosotros”.

La identidad es el segundo camino. Países que fueron formados por emigrantes, tuvieron que crear una historia que les diera una identidad. Mientras otros países, como como Inglaterra, España o Francia, no tuvieron el efecto de las grandes migraciones para consolidarse como nación. 

Solo recientemente, y por razones diferentes en el caso inglés o francés, la emigración  está teniendo un impacto creciente en estas sociedades. Los recién llegados, no adoptan fácilmente las costumbres y la cultura de el pais que los recibe, y surge  el problema de la identidad. Lo que era invisible y natural deja de serlo, causando miedos, conflictos, prejuicios  y prevenciones mutuas, con un impacto inmenso, como sucedió con el Brexit en la Gran Bretaña.

Para reforzar el “nosotros”, es necesario fortalecer nuestra identidad, contar la historia de lo que somos, que muestre de donde venimos, y describa cuáles son los ideales que compartimos juntos. Si lo hacemos, podremos aceptar al extraño, con quien podremos compartir nuestras historias, aspiraciones y sueños, para ayudarlo a integrarse a su nueva identidad. Ese fue el caso del “sueño americano” con el que se le dio la bienvenida a millones de emigrantes que llegaron a los Estados Unidos. 

En Colombia, a pesar de no haber tenido las migraciones que se vieron en Chile o en Venezuela por ejemplo, es evidente que no tenemos una narrativa compartida de nuestra historia. Esta falencia puede explicar el problema de no  tener una identidad nacional fuerte que nos permita llegar a acuerdos sobre temas fundamentales para nuestra sociedad. Y también, el porque nos cuesta tanto reconocernos a nosotros mismo y a los logros que hemos alcanzado como nación. 

Y el tercer camino para fortalecer el “nosotros” es el de la responsabilidad. Esto significa asumir la responsabilidad de un futuro compartido como sociedad. Hoy  estamos reforzando la dinámica del milagro. Esto nos lleva a la veneración del caudillo con la capacidad de resolvernos todos nuestros problemas. Esta actitud “nos ha llevado a que los extremos prevalezcan, a la polarización tanto en el campo político como en el religioso”. 

Pero como bien lo menciona el Rabino, hay  una única verdad, que no ha calado con la fuerza requerida,  porque implica una responsabilidad compartida: para enfrentar el futuro turbulento, es necesario  que entendamos la necesidad de trabajar todos unidos. El “yo” narcisista va a tener cada vez más problemas en un entorno que premia lo colectivo y castiga el individualismo.

“Cuando entendemos el poder de “nosotros”, descubrimos algo que es contraintuitivo: una nación es fuerte cuando protege al débil, es rica cuando protege a los pobres, es invulnerable cuando protege a los vulnerables”. Esta es la fórmula que permitiría la inclusión, aceptar la diversidad, y cerrar la brecha de la desigualdad. 

La recomendación es remplazar la auto estima, por nuestra estima. “Si lo hacemos, podremos enfrentar cualquier futuro que sea, navegar por las aguas turbulentas de los acelerados cambios, siempre y cuando no los enfrentemos solos. Por esta razón hay que dejar de pensar en el futuro individual y comenzar a pensar en el futuro colectivo”.

Y volviendo a mis reflexiones personales con las que comencé este blog. Para mi es muy claro que prefiero enfrentar el futuro en compañía que solo. Y prefiero hacerlo con unas relaciones donde la diversidad enriquezca mi camino. Pero también, quiero recordar la historia de mi vida desde la gratitud y no la tristeza por la pérdida de mi querida esposa, solo así no perderé mi identidad. Y finalmente hacia adelante, quiero compartir la responsabilidad con otra persona, de construir conjuntamente el camino hacia adelante, un día a la vez y viviendo el aquí y el ahora con intensidad. 


Los eventos recientes, que me han afectado personalmente  y también a mi familia, me han dejado muy claro un mensaje muy importante: para enfrentar el futuro, es necesario vivir a plenitud el presente, porque nadie tiene comprada su vida para siempre

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