En mi blog anterior , compartí con mis lectores apartes de la presentación que hiciera en la APE la semana antepasada sobre el papel de las emociones en la cultura y su impacto en el entorno de desconfianza que hoy envuelve a Colombia como una nueve negra muy pesada.
El impacto que esta situación está teniendo no es exclusivo desconfianza Colombia, es un fenómeno mundial.
Encuestas recientes hechas en 28 países muestran que el 61% de las personas creen que el sistema actual de democracia y capitalismo está roto, y el 63% considera que su país necesita liderazgos autocráticos (Dave Brooks, conferencia Aspen Institute).
Este contexto emocional nos aleja en Colombia de dos propósitos: i) el poder convivir en paz cuando llevamos décadas buscando la fórmula sin lograrlo, donde la violencia no sea el medio para dirimir las diferencias, ii) la capacidad para llegar a acuerdos colectivos que permitan enfrentar los grandes retos de la sociedad. Estas son condiciones fundamentales para defender la democracia.
Otro resultado, es una estructura emocional colectiva que no evoluciona, y por lo tanto, tampoco su cultura.Tenemos una sociedad con un sistema inmunológico impotente que está a la merced de sus enemigos, incapaz de protegerse y eliminar los elementos que la atacan.
En este punto de mi intervención invité a los participantes a preguntarse sobre cuál era partitura emocional que deberían proponer las organizaciones participantes y si la partitura actual les facilita o les impide cumplir con su propósito y misión institucional.
Ahora bien ¿qué podemos hacer?
La única respuesta que, si puedo dar, cuando al principio afirmaba que el ejercicio del liderazgo implica reconocer que no hay respuestas, es aplicar el consejo que daba Jack Welch de General Electric cuando decía que el primer paso para poder cambiar la realidad era aceptarla. Y para evitar el pesimismo, atreverse a ver el vaso medio lleno y no medio vacío, porque eso nos permite encontrar las bases sobre las que nos podemos parar para seguir hacia adelante.
Pero hay algo más , para enfrentar los volcanes de emocionalidad negativas, como los que hoy se promueven desde el Gobierno Nacional , es necesario contrarrestarlos con un movimiento de volcanes positivos que sean motores de esperanza. Por ejemplo, Se necesita un sentimiento profundo de indignación, para tener el coraje de enfrentar momentos como los actuales, y de tener fe de que lo podemos hacer, para dejar que la esperanza florezca y así vencer el pesimismo presente, como lo demostró Churchill en 1940 en los momentos más difíciles de la Gran Bretaña.
Para buscar posibles caminos en esta compleja coyuntura histórica en que nos encontramos, que es como un rompecabezas de 2.000 piezas sin una tapa que oriente su construcción, es necesario identificar los principales elementos que sirvan de marco para encontrar soluciones colectivas, dado que las acciones individuales son incapaces de generar el impacto que se requiere. Por eso debemos hablar de impacto colectivo entre los diferentes actores públicos y privados de la sociedad alrededor de un propósito común y una visión colectiva del desarrollo.
¿Cuáles serían entonces esos elementos del impacto colectivo?
Poner el ser humano en el centro y su capacidad de adaptación y cambio permanente a las nuevas realidades. Significa un cambio en la mirada del desarrollo planteada por los ODS de las Naciones Unidas, para incluir una nueva visión basada en los ODIs, que representan el nuevo paradigma emergente, donde el cambio ecosistémico arranca por el individuo y sus competencias internas.
Construir un propósito colectivo superior que trascienda los objetivos inmediatos individuales y que apela a tener un profundo significado de identidad, compromiso y corresponsabilidad colectiva.
Desarrollar la capacidad del ejercicio del liderazgo colectivo, entendiendo la diferencia entre los retos técnicos, que no implican cambios, y los retos adaptativos, que invitan a la transformación de la realidad individual y colectiva, y donde hay muchas más preguntas que respuestas. Esta es una capacidad que se debe desarrollar en varios niveles y con distintos actores: comunidades, empresas, líderes sociales, políticos, funcionarios públicos, etc.
La decisión de cambiar la cultura. El ejemplo de Bogotá con Mockus demuestra que si es posible crear una emocionalidad positiva que cambie comportamientos, que a su vez impacten la cultura. Esta emocionalidad positiva se construye a partir de unos modelos mentales y unos valores tales como: empatía, confianza, perdón, compasión, generosidad, humildad, colaboración y honestidad. Estos son la base del capital social que hoy necesita Colombia
El conjunto de modelos mentales y valores construyen un entorno emocional que facilita los cambios culturales. Este cambio cultural es la infraestructura mental de una sociedad y requiere inversión, liderazgo y apropiación colectiva, así como también se hace con la infraestructura física, como el metro de Medellín en donde se hizo una inversión en esta infraestructura física , pero también, en la infraestructura mental que ha motivado la apropiación ciudadana de este activo de la ciudad, lo que impidió que fuera vandalizado en el estallido social de 2021, cosa que no sucedió con Transmilenio en Bogotá y el MÍO en Cali.
Relaciones para la colaboración y la construcción de una visión ecosistémica del desarrollo. Los humanos somos seres relacionales cuyo progreso está sustentado en buena medida, en la red de relaciones de confianza que facilita la colaboración para abordar los problemas complejos que enfrentamos como sociedad. Por lo tanto, el fomentar una visión sistémica y de construcción de redes que fortalezcan el relacionamiento entre los miembros de una comunidad, y su capacidad para proponer y ejecutar agendas y proyectos conjuntos que impacten lo local, es la base para procesos de impacto colectivo con una visión de desarrollo de abajo hacia arriba, movilizando alianzas entre sus principales actores.
Es esa la visión ecosistémica del desarrollo la que plantea Motores de Esperanza con 5 componentes: el ser, lo público, lo ambiental, lo social y lo económico. Estas dimensiones buscan promover una apropiación colectiva con agendas y proyectos que fomenten el desarrollo del ecosistema de manera equilibrada.
Mentalidad de innovación y experimentación. Tener el valor para estar dispuestos a experimentar, desaprender y reaprender, para encontrar nuevas respuestas a los problemas sociales a escala local. Es necesario activar y conectar las recursos, capacidades y talentos locales para diseñar nuevas respuestas.
Inversión para iniciativas de impacto colectivo desde el sector público y privado. El enfoque de impacto colectivo nos invita a realizar inversiones con una visión ecosistémica de largo plazo, buscando alcanzar el mayor impacto y escala, comprendiendo la naturaleza del problema a resolver, los actores llamados a contribuir a su solución, y los mecanismos de articulación, coordinación y medición adecuados para orientar la toma de decisiones.
Pero hay más cosas que podemos hacer
Fomentar masivamente la formación socio emocional a nivel educativo y organizacional. Esto es lo que ya están haciendo organizaciones como Coschool, cuyo fundadores, Henry Mai y Cristina Álvarez están con nosotros en el día de hoy, y que a lo largo de 10años han roto un paradigma y posicionaron este tema tan fundamental.
Entender cuál es la oferta emocional que las organizaciones les pueden hacer al país. Construir entre todos un propósito colectivo. y acordar la forma de promoverlo que responda a la pregunta: ¿qué emociones estaríamos contribuyendo a crear en nuestras comunidades de interés, en su entorno, con sus aliados?
Conectar y construir usando las plataformas colaborativas que ya existen, generando experimentos que respeten las particularidades regionales pero que generen aprendizajes compartidos para todo el país. Sumar para multiplicar
Impulsar una nueva visión del desarrollo desde lo local, pero en redes regionales y nacionales, y desde una perspectiva de impacto colectivo.
Y claro varios riesgos que hay que considerar. Veamos algunos de los importantes:
- El no creer que las emociones afectan la cultura, y esta la capacidad de enfrentar colectivamente los grandes riesgos de un entorno complejo
- No tener una narrativa para romper la emoción de pesimismo e impotencia, que promueve la parálisis y que como nube negra, hoy envuelve a la sociedad colombiana
- Que procesos de cambio cultural del entorno no sean parte integral de las estrategias corporativas
- La incoherencia entre el discurso y los hechos, que genera mal ejemplo y desconfianza
- No entender que estamos jugando un juego para el que no estábamos preparados que requiere del desarrollo de nuevas competencias personales, colectivas e institucionales
- La defensa de la parcela para proteger el ego. Como dice Otto Scharmer del MIT, es necesario transitar del egosistema al ecosistema que fragmenta esfuerzos
- No contar con el liderazgo colectivo que sostenga en el tiempo el proceso
- Creer que procesos de cambio cultural de largo plazo se hacen sin dedicación de tiempo y sin recursos
- Fomentar el cinismo en las nuevas generaciones que hoy están encontrado en la compra de un tiquete de avión al exterior, su futuro.
- No reconocer los activos con los que podemos generar valor individual y colectivamente en este momento crítico
Terminó con una pregunta: ¿tendremos el valor para ser un ejemplo de esa nueva cultura y la emocionalidad que la respalde, que permita hacer un gran proyecto de impacto colectivo donde se integren diferentes plataformas e iniciativas que se están desarrollando, y pasar del egosistema al ecosistema?
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