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sábado, 1 de junio de 2013

La debilidad de la gestión del Estado


El paro de los cultivadores de café se está convirtiendo en un posible detonador adicional de " la tormenta perfecta", a la que me referí en mi blog hace tres semanas, y que la revista Semana utilizó para su portada, la semana siguiente. En días pasados, al escuchar las entrevistas hechas a los promotores del paro, hubo algo que me llamó mucho la atención. Según estas personas, desde hace más de ocho meses, venían solicitando una reunión con el Gobierno Nacional sin lograrlo,  para tratar el tema de la caída de precios y su impacto en la economía cafetera.

No se sí sea verdad, que el Ministro de Hacienda y el de Agricultura, no hayan puesto atención a una situación que hoy tiene paralizado a medio país. Más de 500,000 familias dependen de este cultivo, que en otra época fue la locomotora principal de la economía colombiana. No me cabe en la cabeza que se descuide un frente tan importante, pero de ser cierto la afirmación hecha en la entrevista citada, no me sorprendería que efectivamente no se hubiera atendido el problema con la oportunidad requerida . Y la razón para este comentario, es el motivo de este blog.

En días pasados, leía un artículo de una revista americana sobre la complejidad del entorno que hoy enfrentan las organizaciones en el mundo. Hay sectores donde los cambios se miden por horas. Otros donde los impactos regulatorios, ambientales y de las comunidades, los mantienen siempre en las puntas de los pies. Un buen ejemplo lo estamos viendo en estos días en el sector del Carbón, que se encuentra paralizado precisamente por estas razones.

En general, hoy se puede afirmar que no hay sectores que estén inmunes a estas dinámicas. Lo único que si se puede predecir, con algún nivel de seguridad, es que los efectos de un mundo cada vez más impredecible, seguirán sintiéndose con mayor fuerza y velocidad hacia adelante. Esa será la marca que caracterizará el siglo XXI.

De esta realidad,  es que me surgió la idea de hacer una reflexión, para poder explicar lo que hoy se está viendo con relación a la pobre capacidad de gestión del Estado en Colombia. Esta incapacidad es la que muestra a un Estado débil, que aparece siempre apagando incendios de manera tardía, como lo demuestra la crisis cafetera.

Las preguntas que surgen de manera evidente son las siguientes: ¿Están las organizaciones estatales, a nivel nacional y regional, preparadas para afrontar las consecuencias de una sociedad cada vez más conectada y exigente con la complejidad que esto conlleva?. ¿Están capacitados los líderes políticos actuales para enfrentar estos retos?. ¿Estamos preparando los líderes políticos futuros que se requieren para enfrentar un entorno y unas demandas sociales cada vez más complejas?.  ¿Es viable un sistema democrático sin estos líderes y sin las capacidades institucionales requeridas en estas condiciones?. ¿ Qué tan consiente es la sociedad colombiana de esta realidad y de  la complejidad que hoy tiene que enfrentar?

Yo tengo una hipótesis que quiero compartir con mis lectores y que no he visto abordar en los espacios de opinión nacional. Los problemas de incapacidad de ejecución que hoy demuestra el Estado en Colombia a todos los niveles, con contadas excepciones, son el resultado de un desfase creciente entre la realidad mundial, donde queremos jugar, y nuestro desarrollo institucional cada vez más desbordado por las nuevas realidades. Y me explico.

Se ha vuelto una verdad aceptada, por propios y extraños, que Colombia viene caminando una ruta hacia la modernidad en el siglo XXI. Hemos reformado nuestra Constitución, realizado tratados de libre comercio con las economías más adelantadas del mundo, y hemos logrado atraer la atención de los inversionistas hacia nuestro país.

Llama mucho la atención que en Colombia, el verbo "reformar", se conjuga todos los días. La reforma a la Salud, la fállida reforma a la Justicia, la reforma tributaria, la reforma al régimen pensional,  la reforma a la tenencia de las tierras, entre otras, son titulares que aparecen todas las semanas en nuestro medio. Y sin embargo, las cosas siguen igual y los hechos aparecen atropellar cada día más, a nuestras instituciones.

Lo que evidencia este afán reformista, es que el marco institucional y legal nuestro, no está respondiendo adecuadamente, a la magnitud de los retos de un país, que quiere insertarse en el mundo de las naciones más desarrolladas. Como lo demuestran los resultados , estos esfuerzos se quedan siempre cortos. De hecho, una vez sale la reforma "x", los hechos demuestran que ya se quedó corta en su alcance y hay tremendas dificultades en su implementación.  Parecería que estuviéramos  condenados a andar siempre rezagados para adaptar nuestras normas, e instituciones, a los cambios del mundo actual, y la complejidad de la sociedad colombiana en general.

Las evidencias de que los hechos nos está desbordando y de que no contamos con las personas adecuadas para liderar los cambios y orientar a la sociedad, son muy numerosos. A continuación, voy a describir sólo algunas de las manifestaciones más protuberantes que demuestran la validez de mi tesis : la complejidad del mundo actual está desbordando la capacidad de los líderes políticos y de las instituciones públicas, para enfrentar con éxito esta realidad.

El primer ejemplo es el proceso de paz que hoy se realiza en la Habana. En mi blog de la semana pasada, mencionaba la urgente necesidad de darle un giro a la manera como se adelanta el proceso de cara a la sociedad colombiana. Un proceso crítico para el país, no está siendo acompasado por un liderazgo y una institucionalidad que oriente y prepare a la gente para una eventual etapa de post conflicto.  En un mundo cada vez más interconectado, donde el papel de la Web y las redes sociales son determinantes, el Gobierno colombiano no está utilizando estos poderosos medios para generar una pedagogía adecuada. El resultado: un escepticismo cada vez mayor y una sociedad desorientada.

Otro ejemplo. En días pasados, se publicaron unos artículos sobre el papel cada día más protagónico de las instituciones de Control. No hay día que el Procurador o la Contralora no sean noticia. Existe un consenso en relación a que, los efectos de la corrupción que se heredaron del Gobierno Uribe en lo nacional, o de Moreno en Bogotá, han generado un ambiente muy enrarecido que tiene paralizada la gestión pública. Esta preocupante situación, entorpece mucho más la acción del Estado, añadiendo grados de dificultad mayores, a un entorno ya de por sí, bien complejo.

A lo anterior, se le suma un sistema judicial que muestra una incapacidad creciente en su operación,  y donde sus más altos dignatarios, dan un pésimo ejemplo todos los días. La crisis carceleria , es la herida purulenta que nos muestra el verdadero estado de la Justicia en Colombia. Cuando en nuestras prisiones hay miles de personas que no ha sido juzgadas, donde los criminales más aberrantes pagan penas de menos de cinco años, pero un robo de un celular puede traer penas mucho mayores,  es evidente que no tenemos un sistema y un marco legal adecuado.

Para enfrentar esta cruda realidad, el año pasado el Gobierno trató de pasar en el Congreso una reforma a la Justicia. Lamentablemente, este esfuerzo, ya de por sí tardío, se vino estrepitosamente al suelo con un costo enorme para la sociedad colombiana. Pero la crítica más grande, es que la reforma se enredó por lo menos relevante, y si hubiera pasado, de todas maneras se abría quedado muy corta para adecuar el marco legal e institucional, a los enormes retos que hoy enfrenta nuestra sociedad en este campo.

Un tercer ejemplo. En otro artículo de Semana en días pasados, se tocaba el tema de los líderes políticos colombianos. Y cuando se hacia una lista de quien podría enfrentar a Uribe, en el caso de que resolviera encabezar la lista al Senado en las próximas elecciones, la lista incluía a personas como Serpa y Gaviria. Este solo hecho demuestra que no estamos preparando líderes políticos que estén mucho más sintonizados con la complejidad del mundo contemporáneo y con la generación digital que lo caracteriza.

Un cuarto ejemplo está en la tremenda dificultad de desatrasar la infraestructura. La lentitud en los estudios, adquisición de predios y permisos ambientales, le está colocando un freno monstruoso a nuestro desarrollo. En este caso, la incapacidad de desplegar y articular las políticas públicas entre las mismas entidades del Estado, es una demostración de que no tenemos la cultura de la colaboración. Este tema es esencial cuando se requiere moverse ágilmente en estas épocas turbulentas.

Un caso emblemático es la pésima gestión de Petro en Bogotá. Es un ejemplo clásico donde se demuestra que no se le puede entregar el manejo de una ciudad compleja , como es Bogotá, a un incompetente e irresponsable, que no ha sido capaz de sintonizarse con la realidad del mundo. Este desastre, resultado de la miopía de los líderes políticos y de una ciudadanía indiferente, demuestra las debilidades de un sistema democrático que debilita aún más la capacidad institucional, como hoy se evidencia en nuestra ciudad.

Y podríamos seguir citando ejemplos donde la capacidad del Estado va a la zaga de los cambios y complejidades de la sociedad. Sin embargo, en el mundo, las organizaciones están respondiendo a estas realidades, innovando en sus modelos de negocio y en sus procesos, así como en sus productos y servicios. Cuando el Gobierno Santos propuso que la Innovación debería ser una de las locomotoras del desarrollo colombiano, mi pregunta sería: ¿ Dónde están presentes  las  nuevas ideas para actualizar la capacidad de gestión del Estado colombiano para enfrentar la complejidad que hoy enfrenta?





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