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sábado, 1 de junio de 2013

La Pedagogía de la Paz


Hay tres temas que han surgido con mucha fuerza al analizar el momento actual del país y que, de alguna manera, se complementan para nublar nuestro panorama nacional. El primero de ellos se relaciona con el pesimismo que se está generalizando respecto al proceso de paz. El segundo tema tiene que ver con la sensación de parálisis de las instituciones públicas por parte de las entidades de control. El tercero: la falta de interés de los jóvenes por la actividad política y el impacto que esto tiene en el manejo del Estado.

Tengo la fortuna de haber sido invitado por el Ministerio de Defensa,  a participar con un grupo de empresarios, con ideas y posibles proyectos ante un eventual proceso de acercamiento con las FARC. Por tal motivo, he podido liderar una iniciativa que pretende incorporar el concepto de la Innovación al servicio de la Paz en Colombia. Estamos explorando ideas en varias direcciones, con las cuales buscaremos poner nuestro grano de arena hacia adelante, en el caso de  un proceso exitoso en la Habana, o sin el.

En este trabajo que estamos realizando, hay cosas que comienzan a emerger muy preocupantes, y que en mi concepto, hay que corregir muy rápidamente. Es evidente que la estrategia del Gobierno Santos,  en el manejo de este proceso, adolece de un gran problema de pedagogía que convoque y haga participe, a la sociedad colombiana, de lo que está pasando hoy en la Habana, y de lo que podría pasar, en caso de ser exitoso el proceso. Ídem, si los resultados no fuera lo que se espera, por parte del Gobierno.

Hace dos semanas comentaba en mi blog :" La Tormenta Perfecta", que esta situación podía terminar en un complejo escenario. De no corregir  el rumbo,  el Gobierno podría llegar a firmar un acuerdo en la Habana al final del año, y sin embargo, encontrarse con un ambiente enrarecido, en plena campaña política, y sin contar con el respaldo y la masa critica necesaria. Como lo mencionaba en ese blog, sería la versión actualizada de la "silla vacía" de la época del Caguan. Sólo que en este caso, los ausentes serían los colombianos que supuestamente se deberían beneficiar del acuerdo.

Una aspecto crítico que está sucediendo por esta falta de pedagogía, se relaciona con el manejo de los reinsertados en este escenario. En días pasados, tuve la oportunidad de conversar sobre este tema, con el Dr. Alejandro Eder, quien está a cargo de la Agencia Nacional para la Reinserción. En esta reunión me quedaron muchas preocupaciones que me veo en la obligación de compartir en este blog con mis lectores. Si no estamos consientes y preparados para manejar lo que se viene, la firma del papel en la Habana, no tendrá efecto alguno en el mediano y largo plazo. Veamos.

El primer reto que tiene la sociedad colombiana, es tomar las experiencias del proceso que nació en el 2003 y que ha vinculado a más de 33,000 personas, hombres y mujeres, que han dejado las armas en diez años. La manera como esta Agencia maneja a estas personas, será materia de un blog especial más adelante.  Sin embargo, es clave ver cuales han sido los resultados a la fecha y las lecciones aprendidas. Para lo que se viene, de ser positivo, esta agencia debe responder de manera impecable.

El problema que me manifestaba Alejandro Eder, es que en el curso de seis años a cargo de este tema, se siente sólo. Todo el mundo reconoce la importancia del trabajo realizado, sin embargo, cuando se trata de lograr apoyos concretos del sector privado y de otras instancias, la respuesta  ha sido decepcionante.

Y aquí me nació una reflexión de fondo. Todos los colombianos quisiéramos que este país pueda vivir en paz. Pero cuando se trata de enfrentar los costos de llegar a este estado deseado, lo que prima es la desconfianza y la falta de solidaridad. Me pregunto: ¿ Cómo pretendemos tener paz, si la sociedad no abre espacios para reincorporar de verdad, a miles de nuestros compatriotas que hoy forman parte de estos grupos armados?.  ¿ Es posible desarrollar un proceso de paz en Colombia sin conjugar el verbo perdonar?.

Como parte del trabajo del grupo de empresarios, que resolvimos meternos de lleno en este problema, tomamos la decisión de conocer de cerca a los protagonistas de la tragedia colombiana. Reconocemos que la realidad que se vive desde los centros urbanos es muy distinta, a la que encuentran los habitantes de las zonas más afectadas por la violencia. Por esta razón, tuvimos la oportunidad de conversar y escuchar, por más de seis horas, a personas del Sur de Bolívar, el Choco y una ex guerrillera de las FARC.

Cuando uno escucha con atención sus historias, vividas desde los diferentes sitios del conflicto colombiano, entiende que la sociedad va a tener que hacer una reflexión profunda, para integrar a estas personas de manera productiva a la sociedad. Cuando una niña de 11 años, es secuestrada por las FARC, sometida a vejámenes de todo tipo,  e incorporada a la fuerza en las filas de esta organización, por más de una década, alejándola de su familia y de su comunidad, surge la pregunta: ¿ es una victimaria, o una víctima de esta demencial situación?.

La experiencia de Sur África, con la Comisión de la Verdad, demuestra que una sociedad totalmente dividida por un conflicto racial de más de dos siglos, fue capaz de pasar la página sangrienta de su historia. Quienes hemos tenido la oportunidad de visitar este país, hoy podemos ver como fue posible una transición sin grandes traumatismos. A pesar de los problemas actuales, que tienen todavía sin resolver, es un ejemplo de liderazgo, pedagogía e integración de esa sociedad.

El país necesita desarrollar una nueva narrativa en un escenario de post conflicto. Se necesita de un liderazgo que sea capaz de transmitir los retos y oportunidades a la sociedad colombiana. Es necesario adelantar rápidamente una pedagogía que contextualice y enmarque lo que está sucediendo en la Habana.

La firma de un papel es sólo el primer paso de muchos que se van a tener que dar hacia adelante, si se llega a algún acuerdo con las FARC y, eventualmente, con el ELN. Pero para que no nos descarrilemos, como pasó en Salvador y Guatemala, es necesario aprender de esas lecciones y de las nuestras. Pero sobre todo, de cautivar la imaginación de los colombianos sobre lo que puede ser posible. Más de seis décadas de violencia son un lastre muy grande que debemos atrevernos a cortar. Necesitamos escribir el siguiente capítulo de nuestra historia mucho más acorde con los retos y oportunidades de un mundo globalizado. De no poderlo hacer, el costo es que nos deje el tren de la historia.

En mi próximo blog me referiré a los otros dos temas: un estado paralizado y una juventud marginada de la actividad política de nuestro país.




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