Liderar para Transformar: El Despertar de un Liderazgo Colectivo en Colombia
“No es tiempo de esperar salvadores ni caudillos. Es hora de construir redes de liderazgo colectivo que convoquen, inspiren y transformen nuestra realidad.”
En un país como Colombia, en el que la complejidad territorial, la diversidad cultural y los retos sociales conviven con un potencial humano extraordinario, la conversación sobre el liderazgo no puede seguir anclada en los modelos tradicionales. Hoy más que nunca, se impone la necesidad de repensar el liderazgo desde otras lógicas: más humanas, más colaborativas, más conectadas con la realidad. En este blog ,quiero complementar los anteriores de las últimas tres semanas, aportando con ideas y reflexiones derivadas de un estudio reciente, que pueden servir para enriquecer la conversación y las acciones de cara a las elecciones del 2026
El estudio Lideroscopio publicado a finales del 2024: “Perspectivas para Impulsar a Colombia”, impulsado por la Fundación Origen con el apoyo de aliados como la Fundación Corona, la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, la FIP, Comfama, Tecnoquímicas y el Aspen Institute, entre otros, se convierte en un referente para esta conversación. No solo por la calidad metodológica y la pluralidad de voces que recoge, sino porque logra sintetizar una nueva narrativa del liderazgo que emerge desde los territorios, desde las comunidades, desde la práctica.
El artículo propone una lectura reflexiva de sus hallazgos, organizados en torno a ocho grandes ideas-fuerza que, más allá de describir la situación actual, nos abren pistas para actuar.
1. El liderazgo ya no es lo que era: de la autoridad al vínculo
Una de las premisas centrales del estudio es que el concepto de liderazgo está en transformación. Atrás quedó la visión vertical, autoritaria o tecnocrática. Hoy, la ciudadanía colombiana valora atributos como la empatía, la conexión emocional, la capacidad de inspirar y de actuar desde el ejemplo.
El liderazgo efectivo ya no se ejerce desde el púlpito del poder, sino desde la legitimidad que da la coherencia, la escucha y la cercanía. Liderar implica movilizar sin imponer, coordinar sin controlar, convocar sin excluir.
Este giro conceptual coincide con las teorías contemporáneas del liderazgo adaptativo del profesor Ronald Heifetz, de la Universidad de Harvard, del liderazgo interseccional y el enfoque funcional: liderar no es ocupar un cargo, es asumir un rol en contextos cambiantes, desde identidades diversas y con conciencia del impacto colectivo.
2. No hay un solo país ni un solo liderazgo
Uno de los hallazgos más poderosos del Lideroscopio es la riqueza y diversidad de los liderazgos en Colombia. Lejos de encontrarnos ante un “vacío”, lo que aparece es un mosaico rico de liderazgos locales, comunitarios, empresariales, juveniles, culturales y políticos que están actuando —muchas veces en silencio e invisibles— para transformar su entorno. El reto es visibilizarlos, conectarlos y apoyarlos para que sean modelos de rol positivo para una sociedad que lo requiere.
Esta multiplicidad no solo revela un capital social en expansión con el que cuenta Colombia, y que es su gran activo para surgir fortalecidos de la crisis actual de liderazgo político y de liderazgo colectivo. Hay también una gran oportunidad: articular esos liderazgos en redes de colaboración que amplifiquen su impacto. La crisis no es de liderazgo en sí, sino de conexión, visibilización, articulación y de propósitos compartidos. Aunque el estudio muestra que las personas se sienten empoderadas individualmente, no lo perciben colectivamente. El resultado es: cada uno defiéndase como pueda. Hay que encausar los liderazgos individuales hacia propósitos colectivos que impacten la calidad de vida de la sociedad.
3. El contexto como condicionante: liderar en riesgo
Liderar en Colombia, especialmente desde lo social y comunitario, implica riesgos enormes. Según el informe, las vulneraciones a los derechos humanos contra líderes sociales persisten de forma alarmante. El asesinato, la intimidación y la estigmatización se han convertido en obstáculos estructurales al liderazgo transformador.
Esta realidad no solo vulnera vidas y procesos comunitarios, sino que deteriora las condiciones para la paz territorial y la cohesión social. Reconocer, rodear, encausar y explorar alternativas para cuidar a quienes lideran es proteger la democracia. Estos liderazgos son un gran activo que el país está desaprovechando cuando más lo necesita. El liderazgo necesita garantías, no solo reconocimiento.
4. El empresariado: confianza social y oportunidad histórica
Sorprendentemente, el informe muestra que uno de los sectores mejor valorados en términos de liderazgo es el empresarial. Las historias de emprendimiento y dirección empresarial inspiran confianza, optimismo y esperanza. La narrativa ciudadana reconoce en las empresas un motor de desarrollo económico y social.
Pero con ese reconocimiento viene una responsabilidad ampliada: el empresariado está llamado a asumir un rol más protagónico en la construcción de paz, la defensa de derechos humanos y la promoción de la equidad. No basta con generar empleo; se necesita crear valor público, escuchar a las comunidades y construir tejido social desde la empresa, aportando a una nueva visión del desarrollo del país desde lo local y de abajo hacia arriba.
5. El liderazgo político: de la crisis a la posibilidad
Por el contrario, el estudio evidencia una profunda desconfianza hacia el liderazgo político. Solo el 38% de los ciudadanos cree que existe un líder político capaz de guiar al país. Persiste la cultura mesiánica y caudillista latinoamericana. La percepción de corrupción, desconexión e ineficiencia mina la legitimidad de las instituciones y sus representantes. Nuestra sociedad le ha dado la espalda a lo público, que es de todos, y al ejercicio sano y necesario de la política.
Sin embargo, tanto los líderes políticos entrevistados como la ciudadanía coinciden en algo: el sistema debe transformarse desde adentro. Para revertir la tendencia tan negativa de desprestigio, se requiere una nueva visión del ejercicio de la política, centrada en la empatía, la colaboración, la ética y la transparencia. Un liderazgo político que actúe como facilitador del cambio, no como administrador del poder, y mucho menos como destructor de la institucionalidad. Pero aún más importante, tener semilleros de futuros dirigentes políticos, formados para defender la democracia, no para acabar con ella.
6. La confianza: cemento invisible del liderazgo
La confianza aparece como el pegamento invisible que sostiene o socava cualquier forma de liderazgo. Sin confianza, no hay delegación, no hay corresponsabilidad, no hay colaboración. Y, como lo muestra el informe, la confianza se construye con coherencia, cercanía, apertura y transparencia. La confianza es la clave para la construcción de capital social en una sociedad tan polarizada como la nuestra.
En un país que ha vivido décadas de conflicto, exclusión y polarización, reconstruir la confianza es tarea urgente y colectiva. Implica repensar la forma en que nos relacionamos, lideramos, que y como decidimos. No se puede liderar sin generar confianza, y no se puede confiar sin crear espacios seguros de relación.
7. El camino es colectivo
Uno de los aportes más disruptivos del Lideroscopio es su apuesta por el liderazgo colectivo. Esta visión entiende que los problemas complejos requieren respuestas interdependientes. Que nadie tiene todas las respuestas, y que el poder real no es el que se concentra, sino el que se distribuye.
El liderazgo colectivo implica articular múltiples actores: ciudadanía, Estado, empresa, academia, organizaciones sociales, desde una lógica de propósito compartido. No se trata de diluir la responsabilidad individual, sino de ampliar el sentido del “nosotros”: liderar con otros, para otros, desde otros.
Hoy como nunca, Colombia necesita una propuesta de un propósito colectivo que nos una y nos haga sentir orgullosos como ciudadanos, y que fortalezca nuestra autoimagen individual y colectiva, en la actualidad muy disminuida. Necesitamos un propósito superior que nos permita sentirnos capaces de reconstruir nuestro país, sin esperar mesías ni caudillos que manipulan las pasiones y la lucha de clases.
8. Somos la historia que nos contamos
Finalmente, el estudio invita a transformar la narrativa. Colombia no solo es un país de problemas, también es una sociedad ciega a las miles de historias de liderazgo inspiradoras, resilientes y poderosas que hay a lo largo y ancho del país. Y por tanto, del desperdicio de un capital humano muy valioso y de muchas oportunidades que estamos perdiendo.
Reconocer estas historias, contarlas, compartirlas y amplificarlas es una tarea donde el sector privado puede hacer una gran contribución. Es urgente posicionar y promover una nueva visión del ejercicio de liderazgo que sea la base de una nueva narrativa de construcción ciudadana, apalancada en los nuevos liderazgos políticos, sociales y empresariales, que nos permitan proyectar un futuro mejor y más sostenible para nuestro país.
La narrativa transforma la realidad tanto como las políticas públicas. Lo que creemos posible depende en gran medida de lo que nos contamos como país. Y el Lideroscopio nos recuerda que tenemos con qué contarnos una mejor historia de nosotros y lo que hemos logrado, sin desconocer lo que hay que cambiar o mejorar. Y hacernos la gran pregunta: ¿cuál es la historia que nos queremos creer?
Opinión personal: una hoja de ruta para el liderazgo ciudadano
Como ciudadano y como promotor desde hace años del concepto de redes de liderazgo colectivo, encuentro en este informe una validación profunda de lo que muchos hemos intuido: que el futuro de Colombia no se jugará en los escritorios de las élites, sino en la capacidad de crear redes de liderazgo descentralizadas, corresponsables, conformadas por personas preparadas para ello, con propósito común y aprovechando la riqueza de la diversidad de liderazgo que muestra el estudio de la sociedad colombiana.
También es un llamado a quienes están pensando lanzarse a la contienda política del 2026, a que entiendan su inmensa responsabilidad, para que desde su rol ejerzan un liderazgo enfocado en el futuro y no con un espejo retrovisor del pasado. Esta sería una campaña histórica si nos tratan como ciudadanos adultos y corresponsables del devenir de nuestro país.
Desde mi experiencia, veo en el Lideroscopio una hoja de ruta para diseñar una visión distinta del desarrollo del país basada en sus regiones, municipios y localidades, sustentada en plataformas de liderazgo colectivo y en una visión sistémica del desarrollo.
En esa apuesta, la construcción de confianza es la moneda, el liderazgo colectivo es la estrategia y la apropiación ciudadana corresponsable es el resultado esperado. Las metodologías de impacto colectivo pueden nutrir este camino.
Pero nada será posible sin una voluntad compartida y sin una participación muy activa del sector privado. Este estudio no puede quedarse en el escritorio de los investigadores o en las bibliotecas de las fundaciones. Debe ser puesto en manos de líderes territoriales, gestores públicos, educadores, empresarios y jóvenes con vocación transformadora.
PD: A finales de marzo se presentó una propuesta innovadora para conformar una red de comunidades de liderazgo local en las siete localidades impactadas por la primera línea del Metro de Bogotá para promover una cultura ciudadana que lo cuide. Esta iniciativa estaba profundamente alineada con el llamado del estudio Lideroscopio, que invita al sector privado a ser un actor activo en la promoción del liderazgo colectivo con impacto en su entorno. Aprovecho este espacio en el blog para expresar públicamente la profunda sorpresa por el silencio y la forma, como la propuesta, preparada por un grupo de organizaciones privadas, fue manejada por la Alcaldía de Bogotá.
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