El conocimiento, el manejo eficaz de la información, la capaci- dad de transformar la información en acción, la capacidad de in- novación permanente,son factores de producción y de competitividad decisivos en nuestros días.
Connect Bogotá Región es una institución que tengo el honor de copresidir desde su Concejo Directivo, compartiendo este rol con el Padre Jörge Pelaéz, Rector de la Universidad Javeriana. En este año, nuestra organización cumplió diez años de existencia. No es un hito menor este logró, cuando los temas que motivaron su fundacion, no eran relevantes hace una década en Colombia.
Y también es importante, porque Connect logró superar el 2020, mostrando los mejores resultados de su historia. Y en un país donde nos cuesta tanto trabajo reconocer las cosas buenas y los avances que se han hecho, debe ser un motivo de celebración, el reconocer que si es posible construir instituciones que apunten hacia el futuro y sean referentes positivas de colaboración.
Quienes impulsamos su creación, lo hicimos para tender puentes entre las universidades y las empresas, alrededor de los temas de Ciencia, Tecnología, Innovación y Emprendimiento. Hoy, contamos con la vinculación de 26 universidades y 34 empresas, y con su apoyo, hemos hecho una contribución muy importante a la formación del ecosistema de CTI en Bogotá y la región.
En este blog voy a compartir algunas de mis reflexiones hechas en la asamblea anual, donde quise recorrer los primeros pasos de su constitución como una Corporacion, los logros obtenidos durante estos años, y el porque hoy la misión de Connect, es más importante que nunca. Nuestro país necesita que haya muchas más iniciativas de este tipo, que ayuden a crear puentes entre diferentes actores, cuya colaboración es fundamental para navegar las aguas tormentosas que enfrentamos en una época de gran incertidumbre y cambio.
A continuación algunos apartes de mi exposición
“Parece que fue ayer”, es el título de una canción compuesta por Armando Manzanero, para el matrimonio del expresidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz . Y me cayó de perlas cuando la escuché, mientras me sentaba a reflexionar sobre un hito tan importante como es el cumplimiento de la primera década de la existencia de Connect Bogotá Región.
Recordaba los aportes que venimos haciendo desde esta maravillosa organización, pero también pensaba que, al igual que el vino que me acompañaba mientras escribía, el valor de Connect había venido creciendo con el pasar de los años.
Y si, “parece que fue ayer”, cuando comencé a recorrer en mi memoria muchas de las anécdotas que son parte de la historia de Connect y que contribuyeron al ADN que hoy caracteriza a esta organización, en la que me siento personalmente muy orgulloso de haber contribuido, con otros queridos amigos y colegas, a su nacimiento y desarrollo a lo largo de estos años.
Parte de la cultura de una organización está en su historia, los valores y las creencias de quienes la fundaron e impulsaron a lo largo de su existencia. Por esta razón, en mi rol de Copresidente del Consejo de Connect, ha sido el de recordar periódicamente diferentes piezas de su historia que explican el cómo hemos llegado a ser lo que somos, y las bases para seguirnos proyectando hacia el futuro. Por lo tanto, no podría dejar de hacerlo en esta ocasión, cuando nuestra organización cumple una década de su desarrollo misional.
Todavía recuerdo la llamada en el 2005 de la Universidad Nacional, para que, por mi intermedio, le hiciera llegar una invitación al Foro de Presidentes, institución que ayudé a fundar en 1989, para retomar el camino de construcción de puentes, entre empresas y universidades, que habíamos iniciado en 1995
Otra llamada que también viene a mi memoria, fue una invitación que me hiciera José Antonio Vargas en el 2008, presidente de Codensa en esa época, para reunirnos con un grupo de empresarios que estaban interesados en acercarse a las entidades de Educación Superior... Se habían enterado de las conversaciones que habíamos retomado en el Foro y algunas universidades.
Pero también, estas personas que presidían empresas importantes en Colombia, querían escuchar la historia que habíamos tenido en el Foro, a mediados de los 90, con la iniciativa: “La Cátedra Bogota”. Esta fue una experiencia muy valiosa porque logramos juntar a 20 universidades, 150 colegios y el Foro de Presidentes, para trabajar juntos alrededor de diferentes temas de nuestra ciudad, cuando estaba pasando por un momento de una gran transformación positiva durante las alcaldías de Mockus y Peñalosa.
A diferencia de la experiencia de los 90, la que surge de la llamada de la U. Nacional una década más tarde, y del grupo de empresarios con quienes nos reunimos en Codensa tres años más adelante, fue muy importante: en esta oportunidad la invitación fue a acercar las empresas y universidades alrededor de la ciencia, la tecnología y la innovación.
En un grupo de investigadores y profesores gomosos de estos temas, había la preocupación creciente de que a Colombia la estaba dejando atrás el tren de la historia y que era necesario hacer algo urgente al respecto, como nos lo recordarían en el 2010 en Harvard e MIT durante el viaje que motivó la creación de Connect.
Cuando asistimos con mi querida amiga Teresita Cardona a la segunda reunión de Codensa después de haber contado nuestra experiencia de la Cátedra Bogotá, yo les hice una oferta al grupo que asistió a escucharnos ese día. Les propuse escribir un artículo desde el futuro, donde se pudieran visualizar las cosas que tendríamos que hacer para cambiar la realidad del desinterés en estos temas, que no aparecían en el radar de nadie y mucho menos en la agenda del desarrollo nacional hacia el futuro. El mayor logro en este aspecto, había sido el buscar transformar la naturaleza de Colciencias, promovida por Marta Lucia Ramírez y Jaime Restrepo, desde el Senado durante el segundo mandato de Uribe y a pesar de él.
Buscando en mi archivo histórico que tengo sobre los primeros años de Connect, logré recuperar un artículo que redacte en el 2008, simulando al que publica periódicamente The Economist, fechado el 3 de julio de 2018 y titulado: “La innovación y la colaboración trabajan de la mano para crear nuevas realidades en América Latina: El caso Colombiano”.
En este artículo, buscaba despertar la imaginación del grupo de empresarios reunidos en Codensa. Era una invitación a soñar lo impensable sobre unos temas que claramente no eran relevantes para la agenda del desarrollo colombiano en ese momento.
Hice una introducción de cómo Colombia había aprovechado una década de rápido crecimiento, pero que claramente se había visto que no era sostenible apostándole a la explotación de los recursos naturales. Hoy, 13 años más tarde, tengo que de ir que no me equivoqué. Es la dura realidad que estamos viviendo en nuestro país, en medio del peor desastre de salud en un siglo y la caída más grande de la historia de la economía colombiana.
En el 2008, dos años antes de mi primer viaje al Silicon Valley, yo intuía que el desarrollo de la cultura debería ser una de las palancas de la transformación de una mentalidad muy conservadora, adversa al riesgo y desconectada del mundo, donde valores como la colaboración, eran fundamentales. Yo escribí en esa época en el artículo sobre el futuro del Economist:
“Generar una cultura de colaboración, es uno de los mayores retos culturales que tienen países como Colombia, para poder movilizar colectivamente el recurso más importante que tiene un país: su gente. El cómo hacerlo: conectando diferentes actores, lo que implica procesos innovadores de reingeniería social.
Durante muchos años, la desconfianza y el desconocimiento fue la norma en las relaciones entre las empresas, académicos y funcionarios públicos. Cada actor observaba el problema desde diferentes ópticas generando juicios que impedían avanzar”.
Más adelante en el artículo mencionaba:
“…igualmente eran reiterativas dos críticas desde la academia: el por qué los empresarios seguían viendo las universidades con los ojos de cuando ellos habían sido estudiantes. Esta visión desinformada les impedía ver las grandes transformaciones que se vinieron dando al interior de las instituciones educativas y por ende su potencial de ayuda para la competitividad empresarial.
El modelo mental existente se traducía en poca confianza en la capacidad de generar conocimiento e innovar del sector universitario, y una sub valoración social de la ciencia y la tecnología nacional, por parte de quienes tenían la dirección de las empresas. El rasgo cultural de creer muy poco en las capacidades internas, había sido una de las grandes barreras de crecimiento de Colombia y de América Latina.
También, entre los académicos había otra creencia muy arraigada: era muy difícil conversar con los empresarios sobre temas de ciencia e innovación, por su afán de buscar resultados inmediatos, sin consideración a la construcción de los procesos de relacionamiento entre las partes, y a las realidades de tiempo que implica llevar una idea desde su concepto hasta su aplicación. Esto se traducía en una visión negativa y en una bajísima inversión en la investigación y desarrollo de largo plazo, como sucedía en países más desarrollados”.
Al leer estos comentarios, 13 años más tarde, pude validar que mis apreciaciones no estaban desenfocadas. Recordaba que estos temas también volvieron a salir con mucha fuerza, dos años después de haber escrito el artículo, durante nuestro viaje a Harvard y MIT con un grupo de 44 personas, donde surgió la idea de fundar Connect.
Pero igualmente tengo presente que estas preocupaciones siguieron apareciendo en otros viajes posteriores que hiciera a California, Israel, Alemania y Singapur donde pude evidenciar el impacto de estos ecosistemas. Todos ellos, eran ejemplos sobresalientes de unos polos de desarrollo, basado en el mundo de CTI. El mensaje era contundente y consistente, pero en Colombia no lo habíamos querido escuchar.
Hoy, después de escrito el artículo, también me vuelve a quedar claro que el tema es un imperativo estratégico para nuestro país. Igualmente, que, si no entendemos los elementos que se requieren para un nuevo modelo de crecimiento exitoso más basado en CTI, el tren del desarrollo nos dejará en el camino como nos lo advirtieron en Harvard en el 2010, cuando analizamos las falencias de la política de competitividad en Colombia.
Cuando Connect está cumpliendo una década de existencia, quise traer estas consideraciones de su historia a la asamblea, por varias razones.
- Es una fortuna haber contado con un grupo de “despistados quijotes”, como alguna vez alguien calificó lo que estábamos haciendo en esa época, porque perseveramos y le apostamos a un nuevo modelo de desarrollo basado en CTI.
- Si bien el escenario que escribía desde el futuro en The Economist, no se ha cumplido en su totalidad, nos debemos de sentir muy orgullosos por las dinámicas y los resultados que hemos logrado durante esta década.
- Hemos apostado a la construcción de un ecosistema que no existía, donde Connect es un ejemplo viviente de que una comunidad basada en valores como la confianza, la transparencia y el respeto, sí dan resultados y muestra el camino hacia el futuro.
- Hemos creado una organización con un ADN que le permite haberse ganado a pulso la credibilidad de los diferentes actores que hoy intervienen en el ecosistema y ser un referente nacional e internacional.
- Se ha venido percibiendo cada vez más valor en lo que hacemos, razón por la cual se han seguido vinculando empresas y universidades muy importantes, que entienden la relevancia estratégica de Connect como articulador del cambio en nuestra región y en el país.
- Hemos demostrado la trascendencia de contar con instituciones como Connect, que ayuden a construir las bases de conversaciones de futuro, que jalonen el desarrollo a todos los niveles. Por esta última razón, si no valieran todas las demás, quiero dejar el mensaje de lo difícil que es construir, sostener y mejorar iniciativas como Connect, por lo que hay que cuidarlas, fortalecerlas y hacerlas conocer como modelos de rol positivos. Ellas jugarán un papel cada día más fundamental para el progreso.
Sin embargo, quise concluir con un mensaje muy positivo: quienes hemos apoyado a Connect, nos deberíamos sentir muy orgullosos de pertenecer a una institución que está ayudando a construir una nueva narrativa de futuro para nuestro país, cuando el entorno insiste en quedarse amarrado de los aspectos negativos de nuestra historia.