En estos días volví a leer un informe publicado por el Aspen Institute en los Estados Unidos sobre la relación del aprendizaje social y emocional con el desempeño académico. Lo hice porque he estado participando en el procesos “Dialogos de Futuro” donde 38 organizaciones diversas, estamos explorando ideas distintas para darle una nueva mirada al rol de la Educacion Superior en el desarrollo del país.
El informe de este prestigioso instituto, es el resultado de la investigación realizada a nivel nacional en ese país, con la participación de un grupo muy selecto y diverso de expertos en las áreas de la neurociencia, psicología y educación, motivados por un movimiento que busca el bienestar socio-emocional y académico de los niños y los jóvenes norteamericanos. Es una tendencia que tiene cada vez más fuerza, y que está redefiniendo el concepto del aprendizaje, con un tremendo impacto presente en la vidas de los estudiantes y para el futuro para esa sociedad.
Es muy notorio que en los Estados Unidos, donde es cada día más difícil lograr un consenso sobre temas críticos para su población, esté emergiendo una visión común sobre la importancia del desarrollo socioemocional y académico, vistos como un proceso holístico y fundamental para la educación. De este consenso documentado, es que surge el nombre del informe publicado: “Una Nación con Esperanza”.
Que exista una visión común, es la gran conclusión de este informe, que recogió comentarios y testimonios a nivel local a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Definitivamente, hay una conciencia creciente de la relación íntima de las dimensiones socioemocionales y académicas aplicadas a la educación básica pero también a la educación superior. Nueve de cada diez entrevistados, estuvieron de acuerdo con su importancia para cambiar el rumbo de la educación en los Estados Unidos.
También, se está entendiendo que el éxito o fracaso de una sociedad, que está experimentando cambios cada vez más rápidos y profundos, necesita de individuos capaces de construir relaciones sanas y productivas, para contrarrestar la división y fragmentación que se observa hoy en día. Sin estas capacidades no es posible formar ciudadanos que resistan las tremendas tensiones a las que está expuesto el tejido social, producto de estas grandes transformaciones. Este comentario ha adquirido una tremenda relevancia en este año y medio de pandemia y de convulsiones sociales.
Ya no vasta que se transmita el conocimiento, como se ha hecho por siglos, ni con formar profesionales competentes. El concepto de la clase magistral, el tablero y la tiza, están cada vez más llamados a desaparecer como los únicos vehículos para el aprendizaje. El saber leer y escribir, es necesario pero ya no es suficiente. Esta es la razón por la cual, los temas que cobijan el desarrollo socioemocional, mal llamados ”blandos”, están adquiriendo cada vez más importancia.
Un maestro entrevistado para el informe del Aspen Institute, decía: “yo no enseño matemáticas , yo le enseño a los niños matemáticas”. Esta frase sintetiza algo que parece obvio, pero que se pierde con mucha facilidad en el proceso de educar: los niños aprenden más fácilmente cuando se les trata como seres humano, atendiendo sus necesidades socioemocionales y académicas”. Ahora, igualmente los profesores universitarios, están entendiendo que este mensaje también es válido para lograr una formación de profesionales más integral de sus alumnos.
Un estudiante entrevistado, le daba aún más luz al significado del verdadero sentido que debe de tener la educación cuando se aborda desde los aspectos socioemocionales y no únicamente académicos: “ el éxito en la escuela o en la universidad, no debe estar definido solo por los resultados de unas pruebas ...sino también por la habilidad de pensar por si mismos, trabajar con otros, y contribuir a nuestra comunidad”.
Y el informe menciona algo muy importante, que se olvida con mucha facilidad. La formación del ser humano es un tema muy complejo. Se necesita un espectro muy amplio de habilidades, actitudes y valores, además de unos conocimientos, que hay que ir adaptando y ajustando, a medida que el entorno va cambiando con más velocidad. Esto implica entender la educación como un proceso tremendamente dinámico .
Vale la pena repasar algunos de los aspectos que están en juego en el proceso de formar a un individuo para que sea un ser feliz, productivo y útil para la sociedad. Y también subrayar , que son aspectos que cada vez más están siendo evaluados como fundamentales, en el mercado laboral, que hoy experimenta unas grandes transformaciones producto de la automatización.
Lo anterior significa, que las dimensiones humanas del desarrollo de un individuo, son las que van a ser más demandadas, porque en los próximos años, los robots se encargarán cada vez más de los trabajos rutinarios. El poder trabajar en equipo, resolver problemas complejos, y adaptarse rápidamente a nuevas realidades, serán críticos en el mundo del trabajo y para actuar en la sociedad.
Veamos algunas de las habilidades más importantes que son cada vez más necesarias hoy y hacia adelante: el saber poner atención a lo que sucede alrededor; tomar buenas decisiones y no procrastinar; fijarse objetivos y metas en función de la visión de lo que se quiere alcanzar; planear las acciones que van a materializar esa visión; colaborar con otros porque la complejidad actual hace imposible ser un Llanero Solitario; ejecutar con flexibilidad lo que se ha planeado y demostrar resultados; ser recursivo para superar obstáculos; saber rodearse de otras personas que puedan ayudar.
Pero también, se necesitan unos valores esenciales que le permiten a la persona tener un marco de decisión ético para actuar correctamente como miembro de una comunidad: integridad, lealtad, honestidad, responsabilidad, entre otros.
Además son igualmente importantes las actitudes que se desarrollen, como el pensar de manera crítica, la apertura a diferentes puntos de vista, la curiosidad para explorar varias alternativas, la empatía, la flexibilidad para adaptarse a cambios rápidos, el recuperarse de los fracasos y aprender de ellos, y el perseverar sin terquedad. Todas ellas, serán cada vez más críticas para que una persona pueda prosperar.
Si se lee con cuidado lo anterior, seguramente surge una paradoja, en relación a lo que se le pide al sistema educativo vs lo que se necesita hoy en día. Es muy común que el énfasis esté a nivel escolar en el aprendizaje de las matemáticas, la historia, o a leer y escribir, o a nivel universitario en las materias relacionadas con las carreras. Es decir, la parte puramente académica. Pero es muy extraño que las solicitudes se concentren en las dimensiones socioemocionales, las cuales, van a hacer la diferencia.
Veamos un ejemplo, de un caso real, donde se practica lo planteado por el informe del Aspen Institute a nivel escolar. Mi hija es cofundadora de una Comunidad de Aprendizaje para niños y jóvenes que está rompiendo con varios de los paradigmas establecidos. En Kalapa, que es el nombre de esta comunidad, se busca hacer énfasis en crear espacios seguros y amorosos, donde las dimensiones mencionadas, más la dimensión espiritual, se traten de manera holística. A esta apuesta educativa, innovadora y diferente, van padres de familia que no están satisfechos con el sistema educativo convencional. Perciben con claridad, que hay un vacío, el mismo identificado en el informe mencionado.
Sin embargo, aun si son conscientes de este vacío que ellos mismos vivieron como estudiantes y al cual se han enfrentado como profesionales, romper con la aparente tranquilidad que da transitar por un sistema que tiene más de 200 años, no es nada fácil.
Las fundadoras de Kalapa han descubierto que el mayor reto es acompañar a los padres en el miedo, que legítimamente se genera, cuando se enfrentan con la incertidumbre de los resultados de un proceso que no es convencional. Es un gran reto adaptativo que requiere valor porque implica cambiar los esquemas mentales existentes, tener paciencia y, no solo confiar en la institución, sino en el potencial que sus hijos tienen como “aprendices naturales” .
Al liderar este proyecto, han descubierto la importancia de brindarles boyas a estas familias , para que puedan navegar hacia paradigmas desconocidos y habitar la transición en medio de un mar que les parece que no tiene orillas ni un fondo percibidos, mientras se experimentan nuevas maneras de formación integral.
Hay otro gran reto adaptativo cuando se rompe el paradigma de la educación tradicional: el manejo de la tensión que se genera al enfrentar la dimensión socioemocional y espiritual con el valor de lo académico. La Academia es el espacio en el cual diferentes tipos de estudios han sido desarrollados, para transmitir el conocimiento adquirido por el ser humano a través del tiempo. Esto sigue teniendo un gran valor, como lo identifica el estudio de Aspen Institute. Tal vez la pregunta no es si lo tiene, sino desde donde puede aportar la academia, dados los desafíos actuales de la humanidad.
Como lo demuestran ejemplos como el de Kalapa, si es posible acompañar a los estudiantes para que aprendan las habilidades, los valores y las actitudes, que se requieren en el siglo XXI. Pero se necesita la participación activa y el soporte emocional de las familia, para lograrlo. En el caso de Kalapa, el proyecto los invita para que vivan con sombrero de aprendices el proceso de formación de sus hijos.
Cuando la apuesta educativa se enfoca de esta manera, se cambia la vida de los estudiantes y de sus familias. Se les ayuda a ir encontrando un propósito en sus vidas, y estar mejor preparados para los retos que deben de afrontar hacia el futuro .
Como bien lo expresa el informe del Aspen Institute: “la promoción de la visión holística del aprendizaje socioemocional y académico, no es una moda, es la esencia de la educación como debe ser. No es una aproximación ideológica, está basado en la experiencia de maestros, padres y estudiantes, apoyados por la mejor investigación en educación de las últimas décadas”.
Más adelante se explica: “es un grave error ver el aprendizaje socioemocional como algo “suave”. Al contrario, un énfasis en estas capacidades no significa un sacrificio en el rigor; es una fuente para este. Mientras que muchos elementos del estudiante mejoran al cultivar estas habilidades y valores, uno de los principales resultados es un mejor desempeño académico, y mayor apreciación del estudiante por su institución educativa”.
En un entorno seguro y respetuoso del ser humano, que es cada estudiante, se le motiva a tener foco, persistir ante las dificultades, y responder positivamente al proceso formativo. El caso de Kalapa demuestra , como es posible poner en práctica todo lo anterior, y es un ejemplo de lo que podría ser la educación que determine el futuro de nuestro país.
Para que esta visión suceda, se requiere de una nueva mentalidad que permita la experimentación en la educación, en temas tan vitales como son el manejo de las emociones y las relaciones en un entorno social complejo, para formar no solo profesionales sino también ciudadanos. Esto no significa el sacrificio de la excelencia académica, que debe ser manejada en función de las nuevas realidades, donde el conocimiento se hace obsoleto muy rápidamente.
Si lo lográramos, también podríamos tener en Colombia, una “Nación con Esperanza”, como es el título del informe al que me he referido en este blog, porque habría formado personas que pueden ser “los motores de Esperanza” que nos permitan construir una nueva narrativa como sociedad.