“Los seres humanos necesitamos ser oídos antes de escuchar a los demás”
En la actualidad estoy participando en la iniciativa “Diálogos de Futuro” sobre el papel que debe jugar la Educación Superior en nuestro país, tema sobre el cual pienso escribir más adelante.
Comentábamos con algunos de mis compañeros, cuando nos faltan dos talleres para finalizar la primera fase de este proyecto, que se nos habían pasado siete meses en un volar. La razón principal es porque ha sido una fascinante experiencia, en medio de la virtualidad forzada por la pandemia, donde hemos podido aprender a vivenciar el poder de un dialogo. Ha sido un proceso realizado con personas diversas y muy interesantes, dentro de un espacio estructurado, con una metodología impecable, y un propósito común muy bien definido desde el comienzo.
Esta conversación me hizo recordar lo que escribí sobre el dialogo en un blog del 15 de mayo. 15 días después de que estallara la explosión social. Y desde entonces, hemos escuchado con cada vez mayor frecuencia, en medio de las protestas sociales que han paralizado al país en estos últimos tres meses, la palabra “diálogo”.
El pedido más frecuente, de quienes están en la protesta, es el de sentarse a “dialogar” con las autoridades nacionales o locales. Parecería que la necesidad primaria es la de tener un espacio donde puedan ser escuchados sus reclamos y sus frustraciones. También esperan escuchar las soluciones a las peticiones propuestas. Lamentablemente, estas han llegado muchas veces a extremos absurdos, con el propósito claro de mantener el conflicto vivo y buscar réditos políticos, con miras a las elecciones del 2022.
Estas dinámicas suceden en medio de un clima de desconfianza cada vez más acentuado, y con un efecto muy negativo: degradar el diálogo como vehículo para encontrar puntos comunes sobre los cuales se pueda avanzar.
El resultado de esta incapacidad para tener diálogos productivos, o utilizarlos solo con fines políticos, tiene un costo altísimo para nuestra sociedad, al no poder conversar para acordar un propósito común, cerrar brechas y abrir posibilidades.
Nuestra cultura de desconfianza y descalificación, que se ha arraigado tanto en las últimas dos décadas, ha sido jalonada por el pésimo ejemplo de nuestros dirigentes políticos, haciendo del dialogo una palabra hueca que imposibilita llegar a acuerdos para resolver problemas comunes, y mucho menos construir colectivamente hacia el futuro. Algo muy grave nos está fallando de base a los colombianos, cuando el acto de hablar se usa solo para insultar o descalificar a quien no tiene la misma opinión, y no para encontrar puntos de encuentro en uno de los momentos más críticos de nuestra historia.
Dada esta realidad, no nos puede sorprender que no se hagan explicitas y con mayor fuerza , dos preguntas que son claves para cambiar esta dinámica que se ha vuelto uno de los frenos más grandes para el desarrollo de nuestra sociedad. En la práctica: ¿que es dialogar? ¿qué se necesita para tener un dialogo constructivo y satisfactorio?
Mi experiencia en Diálogos de Futuro, y lo que observo hoy en día en relación con los reclamos de los promotores del paro, me hace reflexionar sobre la necesidad de hacer más pedagogía para mejorar el acto del habla, que nos hace únicos a los humanos, y así poder tener mejores conversaciones generativas, que son la esencia de un buen diálogo.
Sin esta capacidad es imposible construir puntos de encuentro para dirimir las diferencias actuales, y mucho más difícil, encontrar las bases para proyectarnos colectivamente hacia el futuro.
Con los argumentos anteriores voy a comentar lo que he aprendido y ratificado en Diálogos de Futuro hasta la fecha, sobre qué se necesita para tener conversaciones productivas con grupos diversos, intereses distintos, y lecturas diferentes de la realidad. A continuación algunas de las lecciones que pueden ayudar.
- Dialogar implica conversar. Y conversar es cambiar juntos con la persona o personas con quienes interactuemos.
- Hay conversaciones difíciles que hay que preparar. Si se logra, se genera una satisfacción muy especial, porque seguramente las partes salieron del proceso de conversar, con puntos de vista distintos a los que tenían al iniciar la conversación.
- Dependiendo del tema a dialogar, ayuda mucho tener una metodología y un facilitador.
- Aún, en las conversaciones más difíciles, el aproximarla con la intención de hacer sentir a su interlocutor respetado, genera rápidamente un clima de confianza sin el cual nada bueno va a suceder.
- Más que usar afirmaciones que disfrazan juicios muchas veces infundados y que generan resistencia en el interlocutor, utilizar preguntas que eleven el nivel de la conversación e inviten a correr el velo para ver posibilidades donde antes solo se veían problemas.
- El hacer buenas preguntas es un arte. Por esta razón las preguntas abiertas que no tienen implícito un juicio, abren posibilidades interesantes para encontrar puntos en común.
- En conversaciones difíciles, es una buena estrategia es conocer no sólo lo que le ha sucedido al interlocutor, sino el cómo lo experimentó. Una buena convención va más allá de la descripción plana de unos eventos, y toca las emociones que se sintieron.
- En una conversación difícil, es más importante el tener curiosidad sobre lo que la otra persona experimentó, que tener la razón. Esto permite una indagación más profunda sobre los desacuerdos que están detrás de los que inicialmente eran visibles.
- El mayor acto de respeto, que abre las puertas de la confianza en una buena conversación, es el prestarle una total atención a lo que dice el interlocutor.
- Para sacarle mayor provecho a la atención total, es una buena idea el suspender un comentario o una respuesta, pausando por unos segundos antes de hacerlo.
- En conversaciones difíciles es muy conveniente lograr hacer un comentario clave que mantenga la relación funcionando.
- Tener una conversación difícil es muy parecido a un parto. Esto implica una gran capacidad de escucha, para ayudarle a la otra persona a sacar a la superficie los temas reales subyacentes y manteniendo el tema central hasta que vaya cambiando fruto de la atención recibida.
- Darle al interlocutor un sentido de control, es la mejor forma de influenciar las acciones que se esperan de él.
Si no aprendemos a conversar, para dirimir las diferencias que hoy se ven como unos abismos insuperables, es claro que no podremos enfrentar los grandes retos de hoy y los que tenemos hacia adelante. Sería toda una revolución, que las nuevas generaciones pudieran aprender desde muy jóvenes a dialogar, como parte de una pedagogía que fortalezca la cultura ciudadana que tanto nos está haciendo falta en nuestra sociedad.