Un lector de mi blog me sugirió esta semana que escribiera sobre la tragedia que se está viviendo en Venezuela cortesía de la dictadura de Maduro, que finalmente se quitó la máscara, desde que trató de cerrar la Asamblea Nacional de ese país en manos de la oposición. Este suceso ocurre después de que fracasaran estruendosamente los diálogos, que ingenuamente propició el Vaticano, entre la banda que hoy maneja ese país, y la oposición. Esta no ha sabido encontrar un norte común, fuera de tumbar a Maduro y sus secuaces, para acabar con la pesadilla de 19 años que ha arruinado al país más rico en recursos naturales del continente.
Las noticias de la semana pasada estuvieron concentradas en "la madre de las marchas" y la activación de 500.000 personas a quienes el régimen resolvió armar para defender "la revolución chavista" y la " incompetencia de Maduro". Es un paso adicional que ha desenmascarado la podredumbre que hay detrás del chavismo, apuntalado por los militares, y que hoy son los que menos interés tienen de cambiar la situación. Estos han sido los principales beneficiarios del desastre, que se viene cociendo a fuego lento desde hace dos décadas, en la olla de corrupción más descarada del continente.