Hoy vivimos un entorno sometido a muchas distorsiones, estigmatizaciones y juicios de valor. La mayoría de ellos no están bien fundamentados y han sido influenciados, de manera perniciosa, por las redes sociales, donde las etiquetas asignadas marcan la identidad de una persona. Estamos en un mundo, donde las percepciones, definen la identidad de los grupos sociales y se aceptan sin cuestionar. Esta realidad afecta muy negativamente el rol del empresario en nuestro país.
El reto que tenemos los empresarios hacia adelante es muy complejo. Estamos viviendo en un entorno caracterizado por una creciente polarización de la sociedad, donde nuestro rol nos etiqueta y nos estigmatiza. Generamos desconfianza en mucha gente que hoy rechaza el sistema y a quienes somos parte de el.
Si reconocemos esta situación, hoy más que nunca se necesita que los jóvenes, protagonistas del tsunami social que impacta a Colombia, presten sus anteojos a los empresarios. Solo así será posible observar de manera empática, la realidad que los afecta, y que tienen a miles de ellos, mirando el futuro con profunda desesperanza y escepticismo.
Pero también, ha llegado el momento de ofrecerles nuestros anteojos a estos jóvenes, y a otros actores de la realidad nacional, para que puedan apreciar el esfuerzo y los grandes riesgos, que acompañan la gestión empresarial. Es necesario que se reconozca el enorme valor que aporta esta actividad independientemente de su tamaño. No solo genera oportunidades de trabajo para millones de personas, también contribuye con el pago impuestos, al sostenimiento del Estado y al sistema democrático que hoy tenemos.
Y a pesar de sus evidentes imperfecciones y necesidades de mejora en muchos frentes, y de revisar el rol de los empresarios dentro del mismo que debe ir más allá de ser los motores importantes que mueven la economía, lo que tenemos hoy en Colombia es claramente una opción mucho mejor, que la de los ejemplos totalitarios que han destruido tanta riqueza en varios países, como es el caso de Venezuela.
Gracias a más de un año de pandemia, se ha acelerado un nuevo paradigma para la participación de los empresarios en la sociedad: “el capitalismo Consciente” , que nos invita a buscar un mayor equilibrio entre nuestra obligación de cuidar los resultados económicos de las empresas, y el desarrollo social de su entorno. Como decía un dirigente gremial hace muchos años: “no es posible tener empresas sanas en un entorno enfermo”. Es una frase que adquiere enorme importancia en la actualidad.
El asumir un compromiso más sólido con el bienestar de la sociedad, es la tendencia hacia el cual se mueve rápidamente el mundo empresarial en muchos países, porque la pandemia ha desnudado la cruda realidad de unas brechas enormes en ella, que no hacen sostenible la actividad económica. Y en especial, los estallidos sociales en Chile, Colombia, Ecuador, etc. en AL, demuestran que es una realidad que no es posible seguir ignorando indefinidamente.
Por lo anterior, se vuelve un imperativo que los empresarios de nuestro país, le pidan prestados los anteojos a los jóvenes y a otros actores sociales, para entender mejor la gravedad e insostenibilidad de la situación actual de millones de colombianos que hoy están en condiciones muy precarias. Es urgente que, quienes tenemos la responsabilidad de sostener la economía del país, ampliemos nuestras obligaciones con la sociedad donde operamos.. Esta tendencia, que se ha acelerado a nivel global, es el resultado positivo, pero a la vez doloroso, que nos deja la pandemia y el tsunami social actual.
Este ejercicio de intercambiar las gafas con otros actores en un contexto de empatía, es aún más urgente para poder orientar el movimiento creciente de emprendimiento que se ha desarrollado en Colombia en la última década. Este camino es el que le está abriendo la puerta a un futuro mejor para muchos jóvenes, que pertenecen a la misma generación de quienes hoy protestan, pero que quieren ayudar a construir y no a destruir nuestro país.
Estos miles de emprendedores jóvenes son una señal muy positiva de una actitud orientada a generar riqueza y progreso, para que podamos avanzar. Son la base de una nueva generación de empresarios, que se están arriesgando a formar empresas innovadoras en el pais.
Para quienes ya hemos hecho la tarea de crear empresas en el pasado, nos corresponde la obligación de apoyarlos y visibilizarlos. Deben servir de modelos de rol para miles de jóvenes que hoy no ven con esperanza su futuro, porque vivimos en una sociedad huérfana de referentes positivos, por estar solo enfocada en lo negativo, qué claro hay que mejorar.
Como son la base de una nueva generación de empresarios, tienen la obligación de no repetir los mismos errores que cometimos quienes los antecedimos. Deben de aprovechar las lecciones de la coyuntura actual, para montarse de una vez en el nuevo paradigma de un capitalismo mucho más consiente, y el nuevo papel que les demanda hoy la sociedad.
Es cada día más evidente que hay una estrategia para arrodillar a la sociedad colombiana, y nada mejor para lograrlo, que reforzar una narrativa que desacredite cada vez más a todos los actores que se consideran representativos de las élites de poder “del aparato corrupto que hoy tenemos” según lo decía un joven entrevistado en la radio.
Como lo demuestran varias encuestas, los empresarios hemos sido colocado en el mismo saco de la desconfianza, con otros actores del sistema: los políticos, los jueces, los policías, los congresistas, entre otros. Es una señal muy grave que muestra la urgencia de actuar ya, para poder aportar a superar la crisis que vivimos. No va a ser fácil la tarea, porque no contamos con el suficiente capital de confianza que se necesita, para vencer el escepticismo y desesperanza, que como una nube negra, envuelve hoy el estado emocional del país.
Esta afirmación podría ser discutible por algunos, argumentando los resultados de varias encuestas recientes, que muestran una mejora de la credibilidad en los empresarios cercana al 50%. Número que, si se compara con los niveles de desconfianza superiores al 90% del Presidente y el Congreso, aparentemente los empresarios no estaríamos tan mal.
Sin embargo, hay que enfrentar la cruda realidad: hay otro 50% de personas que desconfían de los empresarios, lo cual demuestra qué hay una percepción negativa muy preocupante. Estos resultados limitan muchísimo el poder construir puentes y abrir espacios constructivos de diálogo, para contribuir desde nuestro rol, a reconstruir la confianza en la sociedad.
Dicho lo anterior, también es imperativo reconocer una dolorosa y cruda realidad. En el seno de estos actores sociales, incluyendo empresarios, se han presentado situaciones totalmente inadmisibles de corrupción, que han minado la credibilidad del sistema en general.
Hay que aceptar que ha habido laxitud e indiferencia, y ausencia de una fuerte sanción social en estos casos tan reprochables. También, es importante reconocer, qué hay una mayoría de empresarios que han estados desconectados por mucho tiempo de la cruda realidad. Y ahora, forzados por la pandemia y el paro, están comenzando a entender que su rol en la sociedad les exige asumir una responsabilidades adicionales con su entorno.
Colectivamente los empresarios debemos aceptar el mea culpa y la responsabilidad por no haber querido ver a tiempo las señales de peligro que eran muy visibles. Las fumarolas del volcán mostraban que por debajo había mucha actividad y energía represada. Pero era más cómodo ignorar estas señales y mirar para otro lado.
Hay que entender que en nuestra sociedad, no se han generado las capacidades ni los liderazgos, para acordar un propósito común que facilitara dirimir las diferencias, canalizar oportunamente las insatisfacciones y las crecientes tensiones.
El tema no es menor, cuando los partidos tradicionales dejaron de operar en su labor de correas transmisoras entre la comunidad y el Estado. Desde hace años, se convirtieron en dispensados de favores y ordeñadores de las finanzas públicas con la complicidad de algunos empresarios y la apatía del resto de la sociedad. Esta actitud los tiene hoy en sótano de la confianza pública y con un desprestigio que los vuelve casi irrelevantes para ser parte de la solución a la situación actual
Por lo anterior, no es sorprendente que se escucha el clamor de la voz enardecida de una sociedad indignada, que se siente marginada, y que grita en la calle para ser escuchada, donde están pasando la factura en términos de desconfianza en las instituciones y las figuras de poder. Se está pagando un costo inmenso en términos de pérdida de vidas humanas, un retroceso en la urgente necesidad de la reactivación de la economía y un aumento dramático de la polarización social. Todo lo cual representa un gravísimo riesgo para la sostenibilidad de la democracia colombiana.
Yo personalmente no comparto el uso de la violencia ni la descalificación institucional. Si creo como ya lo mencioné, que no supimos leer a tiempo lo que estaba en marcha y nos estalló en la cara. Pero soy optimista del papel que los empresarios pueden jugar, cuando adoptan una postura decidida alrededor del nuevo paradigma del “capitalismo consciente”.
Este concepto promueve la necesidad de crear espacios de confianza, donde la comunidad y la empresa, trabajan juntos por un bienestar común. Propone balancear este bienestar de las comunidades donde están localizadas, con el crecimiento económico rentable y sostenible. De esta manera se fomentan polos de desarrollo en los territorios, donde la actividad empresarial, de la mano de líderes sociales y políticos, crean unas bases comunes para progresar.
Este sería un gran cambio de paradigma para que el empresario colombiano , como ciudadano que también lo es, pueda ejercer la política en el mejor sentido de la palabra, sin ser un político de profesión. Espero que estas reflexiones sirvan para aportar a la luz al final del túnel en la que se encuentra Colombia
Hoy la luz está puesta sobre el vaso medio vacío, y no ilumina a los miles de ejemplos que muestran una realidad mucho más positiva de nuestra nación, tanto en el campo público como el privado. Reconocerla es un prerequisito para recuperar la confianza de que tenemos muchos recursos para superar la situación actual, entre ellos los empresarios, y así recuperar la esperanza de un futuro mejor y más incluyente para todos.
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