He estado leyendo recientemente a diferentes autores sobre el asalto que está sufriendo el modelo de la democracia liberal, y del surgimiento de visiones muy diferentes cuyo impacto apenas estamos digiriendo. El libro “Lecciones para el siglo XXI” del israelita Yuval Noah Harari, me impactó particularmente. En este blog, he tomado varías de sus ideas y reflexiones, para armar una visión resumida de algunos de los principales temas. Pero lo he hecho, adicionando otros conceptos que he leído en libros como “Porque las democracias mueren” y que también aborda el problema que afronta la democracia en el mundo..
Cada vez más esta cogiendo fuerza la importancia de las narrativas y las historias para entender los cambios que estamos experimentando, y para transmitir sus implicaciones a la gente. La razón, es que los seres humanos entendemos mejor nuestra realidad, cuando la vemos reflejada en historias más que en los hechos. Esto explica, la importancia del papel de los mitos y los cuentos, a lo largo de la historia de la humanidad .
Durante el siglo pasado, se desarrollaron tres narrativas diferentes con sus historias correspondientes para explicar el pasado, la realidad presente, y el futuro que se podía esperar. El fascismo, el comunismo y el capitalismo. Este último soportado por un modelo: la democracia liberal. Después de la II Guerra, quedaron las dos ultimas como las narrativas dominantes, hasta 1989 cuando cae el Muro de Berlín y queda un solo vencedor. O eso parecía en esa época.
A finales del siglo pasado, la batalla ideológica entre estas tres narrativas , la había ganado la democracia liberal sin discusión. Los conceptos de democracia, derechos humanos, y capitalismo de mercado, se habían impuesto en casi todo el mundo. La paz, la prosperidad y el desarrollo, eran los premios que les esperaba a los países que se subieran al tren de la victoria. Esto implicaba la apertura de las fronteras, la economía, la preponderancia de las instituciones internacionales y la globalización.
Sin embargo, algo sucedió en las últimas dos décadas, y hoy el liberalismo está en serios aprietos. Hoy hay una pérdida de fe de la historia liberal que se consideraba imbatible, y un renacer con mucha fuerza de los regímenes y gobernantes totalitarios, así como del populismo descarado apalancado por la tecnología.
Hoy estamos presenciando con asombro y muchísima preocupación, como la visión de la democracia liberal, que emergió victoriosa después del desmoronamiento de la Unión Soviética, no fue la panacea como lo pretendieron vender las élites norteamericanas y europeas después de 1945. Y como resultado de esta realidad, estamos viendo que los Estados Unidos, antes el país referencia, ejemplo para los demás, y defensor acérrimo de esta visión, está arremetiendo contra su creación.
La llegada de Trump, y el colapso de los partidos en Europa, así como en países como el nuestro, es sintomática de la descomposición que está teniendo el paradigma de la narrativa victoriosa de la democracia en el mundo.
Pero hay una realidad: el modelo de la democracia liberal, a pesar de sus limitaciones, ha sido muy exitoso y versátil para enfrentar los retos del mundo contemporáneo. Y si bien hoy se puede cuestionar su pertinencia. para todas las sociedades y estados de desarrollo, los avances conseguidos son innegables. Y sin ninguna duda, mucho mejores que los conseguidos por otros modelos utilizados anteriormente.
El valor de la libertad ha sido una fuerza fundamental para explicar el resultado del triunfo de la democracia liberal hasta hace poco. Esto se vio traducido en el derecho al voto para las mujeres, al acceso con igualdad a la educación y a las oportunidades económicas. Y en general, al concepto de los derechos y deberes que implica el ejercicio de la libertad individual. Sobre estas bases, se le dio cada vez más valor al libre acceso a las ideas, a la movilidad de las personas, de los bienes y los servicios.
El impacto ha sido impresionante. En un siglo, más gente salió de la pobreza extrema que en toda la historia de la humanidad, con mejores condiciones de salud, trabajo, y conectividad.
A lo largo de esta historia, cobraron mucha fuerza conceptos como el de la libre empresa, la libertad de expresión, la competencia política, que se fueron imponiendo, para permitirle a la gente romper con los yugos de los regímenes totalitarios, las restricciones sociales y las limitaciones económicas. Se abrió el espacio para poder decidir, escoger, y cuestionar las viejas tradiciones.
Pero desde hace cuarenta años, curiosamente ha venido surgiendo una narrativa diferente como resultado de la combinación de dos conceptos que antes no eran compatibles. El autoritarismo de un partido con el uso del capitalismo para impulsar el desarrollo. Esta extraña mezcla, a la luz de la narrativa de la democracia liberal, le ha permitido a la China, convertirse hoy en día en la segunda potencia económica mundial. Este caso ha hecho cuestionar la validez y actualidad del paradigma que supuestamente había sido el vencedor.
Ad portas de la entrada a la tercera década del siglo XXI, Harari afirma que el concepto del liberalismo está perdiendo credibilidad, al mismo tiempo que dos grandes fuerzas de cambio: la tecnología de la información y la biotecnología, generan unos tremendos desafíos. Hoy hay una gran preocupación por los efectos de la unión de estas dos revoluciones. Hay una alta posibilidad que estos cambios dejen a millones de personas sin trabajo, y que simultáneamente, debiliten los conceptos de libertad e igualdad que han sido banderas de la democracia como la hemos conocido.
Por ejemplo, no es descabellado imaginar a la tecnología, que hoy permite el manejo de grandes datos, sea utilizada para fortalecer dictaduras donde a la opresión se le sume la irrelevancia para someter a la gente.
Estamos presenciando un cambio de época, donde las viejas narrativas están desapareciendo sin que sea claro cuáles on las nuevas que las van a remplazar. El ejemplo de la narrativa de la China que está emergiendo, aun es muy temprano para poderla evaluar. En este vacío de respuestas claras, donde lo conocido ya no va más, Harari plantea que surgen varias preguntas existenciales fundamentales: ¿Quienes somos? ¿Qué debemos hacer en nuestras vidas? ¿Qué nuevas competencias tenemos que desarrollar? ¿Cómo se le da sentido a la vida en este entorno de cambios?
Lo alarmante del proceso de cambio que estamos viendo, es que a la religión, la filosofía y la ciencia, se les está acabando el tiempo para responder. Hoy se ciernen tres inmensos peligros cuyas implicaciones son impredecibles: la crisis ecológica que está en proceso, los cambios tecnológicos ya anotados, y el renacer de posibles conflictos nucleares gracias a Trump y Putin,
Las nuevas tecnologías que ya están aquí, como la inteligencia artificial y la biotecnología, se están uniendo para redefinir la vida misma y generar una profunda crisis existencial. Esto le da un inmenso poder a quien lo tenga, para redefinir la narrativa que conocíamos, en relación a significado de vivir. Y las dinámicas de cambio tecnológico, junto con las fuerzas de mercado, no darán tiempo para que los filósofos y religiosos puedan encontrar respuestas sensatas para responder a las preguntas existenciales propuestas.
Las consideraciones anteriores, sirven para entender mejor el porqué está en peligro el concepto y el modelo de la democracia liberal. Y también, la razón de sus limitaciones y las frustraciones que hoy se manifiestan en diferentes partes del mundo en relación a las capacidades para responder de las instituciones que la soportan. La verdad es que están siendo desbordadas, y cada vez más les cuesta reaccionar a las expectativas que no están alineadas con estas nuevas realidades.
En otro blog continuaré con estos temas
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