Tuve la oportunidad de conocer a María Margarita López hace unas semanas en un evento y le compartí lo que estaba haciendo. Me comentó que era historiadora y estaba encargada de organizar este año el Festival de Historia el 29 y 30 noviembre en el Museo del Chico. Este evento tradicionalmente se había realizado en Villa de Leyva , pero en esta oportunidad los organizadores tomaron la decisión de traerlo a Bogotá. Vale la pena asistir.
Me encontré con una mujer maravillosa, muy interesada de explorar temas donde aportar su experiencia y sus conocimientos y fue cuando me comentó que le gustaba escribir. Hace unos días me compartió un artículo que publicó en la revista Alternativa. Al leerlo la primera vez, me impactó, porque le pone la luz a una falencia y una gran equivocación de la sociedad colombiana. Hoy quiero compartirlo con mis lectores. Al final haré algunas reflexiones sobre el tema.
La historia lleva 40 años fuera de los colegios. Esto quiere decir que llevamos dos generaciones sin conocimiento sobre la historia de Colombia. 40 años de niños, jóvenes y adultos —próximos a tomar el liderazgo del país— que no tienen ni idea del por qué, el cuándo, el cómo, ni quiénes son los protagonistas de nuestra historia. ¡40 años! ¡Cuarenta!
El presidente poeta, Belisario Betancur tomó la extraña decisión durante su mandato de dejar de impartir la historia como asignatura independiente a las ciencias sociales (influenciado por rusos de la Unesco) y una década después, en 1994, el presidente Gaviria, quién nos invitó al futuro, sepultó el pasado cuando remató la decisión reglamentando la enseñanza de la historia dentro de esa extraña mezcolanza de las ciencias sociales.
La Constitución de 1991, fue el resultado de un proceso de paz que planteó nuevos desafíos al país. Para llevar a cabo la promesa de la nueva Carta Magna, era indispensable pensar una hoja de ruta a este nuevo ciudadano pleno de derechos y subjetividades, que además de proyectarse para el futuro comprendiera el proceso histórico detrás de estas nuevas conquistas amparadas en un nuevo Estado social de derecho. Sin embargo, esta hoja de ruta, que es la historia, no se concretó por la pérdida de la cátedra. Esta decisión de Gaviria fue un error de cálculo inmenso, que hoy en día sigue teniendo trágicas consecuencias para el país. ¿Gaviria qué respondería al respecto?.
Recordemos que un pueblo que no conoce su historia no tiene cómo comprender el presente y carece de herramientas para construir el futuro. En el 2017, se sancionó la ley 1874 con la que se esperaba que volviera la cátedra de historia a los colegios. No obstante, la ley no sirvió para mucho. Según como lo explica mi mentor y gran amigo, el historiador Alonso Valencia (Phd), la ley sancionada no obligó a los colegios a enseñar historia, pues las instituciones educativas son autónomas en decidir sí asignar esa materia como independiente o abstenerse en cuyo caso consideren que las horas de estudio dedicada a la historia compite con otras áreas como matemáticas y ciencias. Es decir, la vuelta al bobo.
La historia es más que fechas de memoria. Es un conocimiento pragmático que forma ciudadanía. Sigo sin comprender cómo los colegios tanto públicos como privados siguen siendo tan irresponsables en no incorporar las clases de historia. Cómo es de penosa la situación que Alfonso Gómez Méndez dice que sus alumnos llegan tan pobremente preparados que confunden a Galán con Gaitán. ¡Qué dolor de tripas!
Retomando las palabras del historiador George Duby: “la historia es la escuela del ciudadano, que contribuye a formar ciudadanos cuyos juicios son más libres, capaces de someter las informaciones con que son bombardeados a un análisis lúcido, e incluso a actuar con conocimiento de causa, menos atrapados en las redes de una ideología. También enseña la complejidad de la realidad, a leer el presente de manera menos ingenua, a comprender por la experiencia de sociedades antiguas cómo actúan los diversos elementos de una cultura y de una formación social en relación unos con otros”.
En Colombia, poco o nada tenemos de esto y hoy en día, la situación es dramática. El llamado es a que todos reclamemos y exijamos el regreso de la cátedra de historia a los colegios. La ciudadanía agoniza si no conoce su historia. ¿Así o más alarmante la situación?
Maria Margarita toca un tema de profunda importancia para entender la desconexión de las nuevas generaciones con el pasado de su país o de su lugar de origen. Esa desconexión tiene una costos inmensos para nuestra sociedad.
La historia a enseñar lecciones muy valiosas sobre los errores cometidos. El no conocerlos, ni tener conciencia de sus impacto, expone a la sociedad a repetirlos. Estamos “educando” a las nuevas generaciones sin un sentido de identidad cultural, nacional o local lo que impacta el sentido de pertenecía y orgullo de su herencia.
Hay una ciudadanía menos informada y sin pensamiento crítico, para analizar y entender las dinámicas sociopolíticas en un entorno tan complejo como el actual. El resultado son personas sin criterio para tomar buenas decisiones informadas, para enfrentar el presente y ayudar corresponsablemente a construir el futuro. Y en un momento donde las noticias falsas , la invasión de las redes sociales, son personas muy vulnerable a la manipulación en los procesos de participación democráticos.
Desde esta perspectiva del papel que debe de jugar la Historia en la formación de ciudadanía, su ausencia de las aulas es muy grave . Pero además hay que sumarle la decisión de acabar las clases de cívica . Dados los comentarios de la autora del artículo y mis reflexiones finales, no es de sorprender que las nuevas generaciones estén tan desorientadas y poco preparadas para enfrentar un momento tan complejo de nuestra historia.
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